Partida Rol por web

El silvano aun molesto por la forma de hablarle el no do, se limitó a cargar su arco, por si las cosas se salían de sitio poder actuar con una iniciativa considerable, pues aunque "tuviera que apartarse del camino del noldo" no iba a dejar que los orcos hicieran lo que quisieran. Se le daban de pena los nudos a pesar de haber estado practicando, nunca hubiera pensado que un simple nudo fuera a costar tanto de hacer.

Elendin fijó la vista en el orco que Tirlindë había interrogado. La mirada de terror de la criatura indicaba que estaba amedrentado por el noldo, pero por algún motivo no hacía más que repetir las mismas palabras, una y otra vez, sin que las de Tirlindë ejerciesen algún efecto en su comportamiento.

Aunque habían conseguido atarlo bien, la cuerda resistía a duras penas los zarandeos del orco y comenzaba a ceder. La montaraz lo había visto y había intentado amarrarlo mejor, pero solo para ganar el tiempo suficiente como para que su amado elfo terminase el interrogatorio. Antes de que pudiese decir nada más, Elendin sacó su espada mirando que el orco no la viese, para asestarle un golpe fatal antes de que éste pudiese reaccionar y conseguir huir para avisar a su amo de nuestra presencia.

Tirlindë asintió a su amada con determinación indicando que aprobaba su acción, aquella inmunda criatura no podía entenderlo y aunque su cara de puro pavor era palpable no soltó nada más que aquello que ya sabían, que era el nombre de la fortificación; por lo que tras su ajusticiamiento pasó al último orco. Aprovechando que aún estaba dormido lo intentó atar, pero su nudo no parecía muy firme, por lo que le pidió al resto de sus compañeros que lo agarraran mientras el repetía su interrogatorio. Dudaba que el silvano excéntrico lo ayudara, pero con la fuerza del enano y de Elendin, podrían agarrarlo sin problemas, así que una vez lo tuvieron bien fijo, le dijo con su voz heladora:

-Más te vale que sepas hablar la lengua común o la Lengua Negra si no quieres acabar como tus amigos -dijo expresando dicho mensaje en ambos idiomas- si es así ya puedes decirme todo lo que sepas de Ar-Gular y de Herbular Gular... -le dijo irguiéndose con toda su magnífica envergadura, manteniendo su daga en una mano y tizón ardiente en la otra, pronunciando las palabras con tanto poderío que el maldito orco lo temería incluso más que a su sucio amo.

Fjalar miró con desaprobación como torturaban a las bestias inmundas. ¿Qué podrían sacarles de está forma? La mayoría solo hablaban la lengua negra y no merecían más que la muerte. La tortura sólo servía para oscurecer sus propios corazones.

Aunque no aprobaba lo que había hecho el Beornida, fuera del consenso del grupo y enajenado; sabía que era lo mejor que podría hacerse. Darles una muerte rápida y seguir adelante. Tres orcos menos que no les darían problemas a la vuelta.

Sin embargo, parecía que el noldo comenzaba a perder la razón y el sentido del deber. El breve contacto con el cuerno parecía haberle corrompido y eso era peligroso. Solo la compañía de Elendin parecía calmar sus ansias de sangre y destrucción...

Quizá cuando acabasen ese viaje deberían enclaustrarlo en un monasterio para que reflexionase sobre si todo esto es lo que querrían sus dioses.

Aun con todo eso, el enano les socorrió sujetando al orco para que no escapara. No sabía que más podía hacer sin contravenir el deseo del grupo. Uno simplemente les quería ver sufrir, otro pretendía obtener una información que dudaba que estuviera allí, la líder del grupo estaba en su peor momento y los que podían poner un poco de cordura en esta situación no actuaban... El enano se avergonzaba de sí mismo.

 Pillando por sorpresa al orco y a todos los presentes, Elendin lanzó un golpe contra su cuello que apenas pudo desvíar, recibiendo un feo corte sobre el antebrazo, el hombro y la clavícula. Esto enfureció a la criatura.

 Loca de dolor, sangrando, se lanzó hacia adelante y los nudos no aguantaron más. Las cuerdas restallaron como un látigo al soltarse y el orco aprovechó la confusión para empujar a Elendin y echar a correr de vuelta al río.

 Elendorn estaba preparado y disparó su flecha.

 Mientras Tirlindë centró su atención en el líder. Lo intentó atar y pidió a Elendin y Fjalar que se lo sujetasen. No fue efectivo ni una cosa ni la otra. Al despertar, el orco se liberó de las cuerdas de dos decididas sacudidas, al tiempo que se soltaba de los dos guerreros que lo sujetaban. Era muy fuerte. 

 Sin embargo, sorprendió a todos, postrándose de rodillas, ante Tirlindë.

 Ar Gular heren nomen. Quendi aren nomen. Ego viar Herbular Gular. su acento en la Lengua Negra era forzado y tosco, pero su lengua parecía capaz de pronunciar conceptos básicos.

El espectáculo no satisfizo en absoluto al hobbit. Cierto es que aquellas repugnantes criaturas habrían acabado con ellos sin pestañear, que a saber con cuántos otros habrían acabado ellos ya, pero aún así, la crueldad "gratuita" no la soportaba bien. En cierta medida mago y "norteño" habían coincidido con el ajusticiamiento, más lento o más corto, pero sí. Era desagradable.

El hobbit trataba de abstraerse y pensar que eran bestias que debían ser sacrificadas, que el mago estaba tratando de arrancarles una información que podría salvarles la vida, pero aún así... era duro.

Apretando la mandíbula y sin decir ni palabra, el pequeño guerrero preparó su ballesta por si algo salía mal. Puede que la situación le resultara harto incómoda, pero lo que no podía permitir es que uno de esos orcos escapara, o que hiriera a sus compañeros.

Ar Gular no amo más. Elfo nuevo amo. Yo llevo a Herbular Gular.

Y la saeta voló con precisión mortal hacia el orco...

Si es que lo sabía que acabaría así -pensó para sí el hobbit.

La montaraz había sido golpeada por el primer orco, pero este ya había recibido su merecido. Un buen tajo en el cuello decoraba de sangre todo su cuerpo, y aunque huía, el pequeño hobbit estaba preparado para detenerle. El viento silbó ante el disparo de Rudigar, y un gruñido y un grito anticiparon lo que era inevitable, había dado en el blanco.

Entre medias, el orco dormido despertaba, y aunque Tirlindë dijo de sujetarlo, fue totalmente imposible. La bestia del mal se alzó y arremetió contra el enano y contra la dúnedain, tirándolos al suelo y caminando decidido ante el noldo. Elendin se temió lo peor, y recuperándose del sobresalto y preparando su espada se dirigió hacia el orco. Pero ocurrió lo inexplicable, pues éste se hincó de rodillas y le habló a Tirlindë en una hosca lengua. Algunas palabras fueron entendidas por Elendin, que no se creía su significado.

Miró al noldo y le dijo en lengua común:

- Tirlindë, ten cuidado, estos seres son oscuros y traicioneros...

Su preocupación iba en aumento, pues la criatura estaba desatada y cualquier cosa podía pasar.

El noldo contempló con una media sonrisa como incluso los sirvientes del enemigo se postraban ante él por puro miedo, algo que no hacía sino acrecentar la alta estima que tenía el noldo de sí mismo. La situación era un tanto extraña, pero no pensaba dejarla pasar, por lo que tras conocer la declaración de lealtad del orco para con él siguió preguntándole en la Lengua Negra a un nivel más básico para sacarle más información:

-Herbular Gular ¿ubi? -dijo el noldo sacando el mapa de la región que consiguieron en la posada para que el orco le indicara la posición del castillo- Ar Gular ¿quis est? ¿uruk? ¿sharkû? -preguntó para saber las características de la raza y al descripción del amo de la fortificación orca.

Luego se giró a sus compañeros y le dijo en quenya para asegurarse de que el orco no lo entendía:

-Le he dicho que me indique dónde está su fortaleza y cómo es su líder, parece que tras mi actuación este orco me considera su amo, le sacaré toda la información que pueda y luego liquidadlo rápidamente, pero que no advierta vuestras intenciones o todo podrá torcerse..., cuando me aleje del mismo y si no digo lo contrario, acabad con él-dijo con un gesto para indicarles que se alejaran un poco y se prepararan para acabar con el orco a lo lejos sin que los viera, en cuanto él les diera la señal.

El silvano se había adelantado a aquellas circunstancias, claramente tarde o temprano despertarían y el ya apuntaba al que parecía forcejear, cuando pasó justo lo que su mente había supuesto, no pensó un instante, solo soltó su proyectil con una clara meta.

Mientras su flecha volaba escuchaba hablar al otro orco, el que parecía el líder, se temió un combate nuevo, pero al parecer se había arrodillado ante el Noldo, no se fiaba n absoluto de esos sujetos y prefirió por el momento, no perder de vista al que huía.

Sentado desde mi tronco, presencié casi estupefacto las oscuras habilidades del Noldo para intentar torcer la voluntad de los Orcos...tan solo unos segundos antes, me había recriminado el haberme desecho de uno de ellos, y ahora el se ensañaba con los otros dos, en un esfuerzo vano por conseguir información. Algo que para mi no nos llevaría a ninguna parte. Dijeran lo que dijeran, serían las palabras de su amo las que salieran de su boca...eso era algo que yo sabia demasiado bien, pero parecía que aquel elfo arrogante tendría que aprenderlo por si mismo...era del tipo de personas que necesitaba tropezar con cada piedra del camino 2 veces si era neceseario...daba igual cuantos le previniesen sobre ella, ni cuan grande se mostrase ante sus ojos...si no eran sus huesos los que probaban su dureza , la piedra no existiría para él.

Cuando el primero de los Orcos consiguió zafarse de sus captores, me levanté inquieto agarrando con fuerza mi lanza, pero al ver que tanto el mediano como el Silvano lo tenían en su punto de mira, centre mi atención en el segundo, el que parecía más fuerte y también se había liberado de la presa que el enano y la norteña habían cerrado sobre él.

Chasqueé la lengua en un claro gesto de disgusto...maldito elfo engreído...le avise que esto ocurriría... y me dispuse a arrojarle mi lanza en cuanto lo tuviese a tiro.

Entonces para sorpresa de todos, el Orco se arrodillló delante del Noldo y empezó a hablar en su sucia lengua corrompida...no me gustaba el cariz que aquello estaba tomando.

Tan solo unos segundos después, el Noldo le contesto en la misma odiosa lengua.
Yo ya sabia que podía entenderla, pero jamás me imaginé que se deshonraría a si mismo y a los suyos pronunciando aquellos sonidos malditos con sus propios labios.
Cuanto más conocía al hechicero, menos me gustaba lo que veía...a mi mente volvieron fugazmente retales del pasado...Orcos hostigando aldeanos y quemando la espesura...un hechicero hablado en Lengua Negra...por poco no me vi envuelto nuevamente en la locura...por fortuna, la voz del Noldo cambió y se torno en un tono más reconocible...apenas conocía la lengua secreta de los elfos, y no entendía porque la usaba ahora para dirigirse a nosotros, pero entre toda su recargada retorica y su vanidoso lenguaje corporal, pude distinguir sus últimas palabras.

"...acabad con él."

Aliviado al fin, me tomé aquello como un gesto de consentimiento tras su funesto interrogatorio.

De modo que sin esperar un solo instante más, arrojé mi lanza dispuesto a terminar con aquella despreciable criatura de una vez por todas.

Y por fin acababa todo, de manera apresurada, como suelen suceder estas cosas. La saeta de la ballesta del hobbit primero, la flecha del arco del elfo después. Aquel orco no iba a correr mucho más. No, no lo creía, no después de acertarle por la espalda dos veces. Al fin y al cabo no era un orco extraordinario, ningún líder de ejércitos ni nada parecido. Era una apestosa y repugnante criatura que pronto alimentaría al bosque...

Concentrado como estaba en volver a cargar a toda velocidad, apenas si pude darme cuenta de que el otro orco estaba postrado ante el mago, que le había hablado con vehemencia en un extraño idioma gutural y que luego había mudado a uno melodioso y biensonante que se reconocía fácilmente como élfico. El hobbit no entendía ninguno de los dos, pero sí la necesidad de acabar con la vida de un orco que podía delatarles.

 La saeta entró por el homoplato derecho del hombro, que dió un pequeño "salto" en el aire antes de caer desplomado. A pesar de ser el pectoral derecho, aparecía traspasado de parte a parte y era evidente que no iba a volver a levantarse.

 El orco respondió al hechicero. 

 Ar Gular som sharcku... ar... som sharku, nah...

 Tras pensarlo, alzó la cabeza y añadió

 Norga aso Herbular Gular, nah...

 Entonces, tomándo a todos por sorpresa, Ragnar atacó de nuevo. En un impulso de furia lanzó su jabalina a corta distáncia y la hundió en el grueso cuello del orco, hundiéndose hasta casi la mitad. Ni se inmutó. Cayó muerto al suelo.

 Los tres orcos habían muerto finalmente. Todo había sido un nuevo baño de sangre.

Ar Gular es un hombre, sí... vaya... un hombre, claro...

Herbular Gular está al norte, claro...

Tirlindë permanecía atento a todo cuanto aquel orco le contaba, tenía que aprovechar que esa criatura permanecía fiel a él para sacarle todo cuanto pudiera, lo cual parecía realmente interesante; no obstante cuando iba a preguntarle algo nuevo vio como una lanza salía desde detrás de él y se calvaba en el orco haciendo que éste borboteara sangre por la boca mientras intentaba pronunciar unas últimas palabras...

El rostro del noldo se volvió rojo por la furia y lo dirigió casi instintivamente al ser más inconsciente y estúpido de los que allí había, el silvano extrafalario, y no se equivocó al verlo allí recuperándose de su lanzamiento. Por un instante el elda pensó en darle igual ajusticiamiento a aquel insensato, pero por mucho que lo deseara sabía que sus compañeros no lo permitirían. Aquel tipo hacía más mal que bien, no sólo hacía lo que le daba la gana, sino que era totalmente ciego a las consecuencias de sus actos y aquello era algo que el noldo no toleraba. No obstante ese individuo acababa de firmar su total enemistad con el noldo, y si algo sabía de los necios como él, es que no valía la pena ni gastar una gota de saliva en remediar su estupidez. Por ello, Tirlindë manteniendo su rostro que helaba el aliento, arrancó la lanza de la cabeza del orco, la partió contra su pierna dando un rodillazo y la lanzó al fuego con una mirada de desprecio infinito hacia el tal Ragnar, mientras pensaba para sí "Si tan inconsciente eres para actuar así, aprenderás las consecuencias de tus actos, no sabrás nada de lo revelado por el enemigo, vive con la ignorancia que tan grande es en ti estúpido moriquendi..." musitaba para sí mientras dirigía una mirada a su amada y que mantuviera silencio en cuanto a lo que había oído.

El resto del grupo no tenía culpa de la insensatez del tal Ragnar, pero seguramente se irían de la lengua seguramente, por lo que ellos también pagarían el error del susodicho elfo. Así que sin más mediación se fue derecho a su tienda a descansar, pues no quería permanecer ni un instante más ante la presencia de aquel inútil.

Una vez más ese nuevo supuesto hacía algo absurdo, y otra vez el Noldo actuaba como un niño mimado y consentido incapaz de actuar como un adulto, si a eso sumaba a dos tipos de pequeño tamaño y una jovencita,... se llevó la mano a la cara - por todos los Valar, que se supone que pinto aquí, parezco el tutor de estos críos - no pudo evitar sonreír, y tras llevar lejos del campamento a los orcos por si a algún troll le cogía hambre, que se sirviera carne fresca, cogió una rama gruesa, lo más recta que encontró y pasó la noche haciéndole un filo con su daga. Tal vez lograra algo parecido a una lanza.

Primero fue haciendo la punta, y posteriormente quitó la corteza y la afiló, se tomó un tiempo intentanto calentar la punta para endurecer el afilado pico, pero cada intento de mejorar la lanza corta, solo lograba mal hacerla un poco.

Cuando la acabó, viendo lo inservible de su obra solo la tiró al fuego, no quería que el beomida se sintiera insultado, sin duda sería difícil tratar con tanto orgullo enfrentado.

 Tirlindë preso de la furia golpeó la jabalina con su rodilla para partirla, pero no lo consiguió.

 Asi pues arrojó el arma al fuego y se retiró a su tienda. No le costó mucho a Ragnar recuperar la jabalina desde ahí. Al fuego no le había dado tiempo de efectuar serios daños, más allá de manchar el arma de hollín.

Tras dar muerte a aquella abominable criatura, me dispuse a recuperar mi arma para poder descansar al fin.

Fue entonces cuando me di cuenta que el Hechicero se me había adelantado y sostenía ahora mi Jabalina.

Su cara parecía roja del esfuerzo, y su gesto torcido de siempre, regresó haciendo gala de un semblante solemne, aterrador...

No entendía muy bien lo que pretendía, después de todo, aquel elfo empezaba a ser un misterio y un verdadero quebradero de cabeza para mí.

Su permanente mal carácter, su manera de dirigir al resto del grupo como si se tratase de objetos de los que podía disponer a su voluntad...y ahora aquello:

Torturar, hablar en Lengua Negra... no solo conocía el repugnante lenguaje de los siervos de la Oscuridad, sino que no tenía reparos en usarlo para hablar con ellos abiertamente  a la luz del día.

Parecía una de aquellas *cajas de maderas enanas, que siempre albergaban una sorpresa más pequeña en su interior...

A pesar de que no me gustaba que aquel hechicero manipulase mis armas, lo deje hacer.

Pensaba que tal vez se trataba de algún ritual de su pueblo para darme las Gracias por hacerle el trabajo sucio.

Levantó mi Jabalina al cielo y  súbitamente la dejo caer sobre su rodilla combándola ligeramente con un blando movimiento.

Yo observaba boquiabierto su Ritual. Esperaba descubrir en cualquier momento un haz de luces o una chispa humeante surgiendo de sus manos y envolviendo mi Jabalina, tal vez la Jabalina levitase, o quizás alguna extraña aura fantasmagórica la poseyese entrando a través de las finas grietas que adornaban su base.

Pero nada de eso ocurrió, el Noldo simplemente  se giró y la arrojó al fuego para inmediatamente retirarse a su tienda con la misma cara de viejo estreñido de siempre.

Todavía atónito por lo que acababa de ocurrir, me quede unos segundos inerte, contemplando la Jabalina a la espera del rimbombante desenlace de aquel Ritual que no terminaba de llegar...pero nada, ni juegos de luces, ni levitaciones, ni siquiera un triste cambio en los matices de su esmalte aparte del mohíno gris  ceniciento que empezaba a extenderse a causa del fuego.

Rápidamente, me acerqué para rescatarla del fuego y tras revisarla cuidadosamente sin poder encontrar un nuevo y prodigioso filo, o unas runas ocultas que se hicieran visibles a la luz del sol, la guardé algo decepcionado, preguntándome que extraño bicho había picado al Noldo en esta ocasión.

Enseguida regresé con el resto. Al pasar al lado del cuerpo sin vida del Orco, escupí sobre él con desprecio.

Cuando llegué a donde se encontraba la Norteña, me dirigí a ella liberado al fin de la acuciante coerción que suponía la presencia del Noldo .

¿Qué ha ocurrido? ¿Os han pillado por sorpresa?...pensaba que teníamos un plan...Despertar a los del próximo turno...nunca menos de dos solos y  tres si teníamos compañía...¿recordáis?

Mi ánimo se había relajado visiblemente...y en el tono de mi voz no había cabida para el reproche, sino más bien para una sana curiosidad.

Quería saber porque nos habíamos visto sorprendidos en la noche una vez más, a pesar de todo el esfuerzo que habíamos puesto en resolver aquella peligrosa y recalcitrante situación.

La pregunta no escondía ninguna insinuación negativa.

En fin, me alegro que nadie haya salido herido...entonces reparé en el corte en el hombro de la Norteña...bueno, al menos no de gravedad, rectifiqué al instante algo ofuscado...

No parece grave, con algo de descanso cicatrizará en unas cuantas horas...apunté a modo de sugerencia, pero sin atreverme a ofrecerle mi ayuda

... esas criaturas no son juguetes que uno pueda manipular a su voluntad...salvo que seas el brujo Oscuro...no es prudente creer sus sucias mentiras y mucho menos darles la espalda mientras  sigan con vida.  Le dije en clara alusión a lo que el Noldo acababa de hacer..

SI en algo lo aprecias cuídate de que no vuelva a hacerlo...le aconseje...

No sabía porque le ayudaba ...en realidad poco me importaba lo que le ocurriese al Noldo, pero la Norteña sufría cada vez que este se ponía estúpidamente en peligro y mi odio por aquellas despreciables criaturas superaba con mucho la repugnancia y animadversión que me producía el Noldo .

Tras aquel breve acercamiento, felicité al hobbit y al Silvano por su puntería.

Bien hecho chicos...no quiero ni imaginar que hubiera ocurrido si esa alimaña hubiese conseguido escapar y hubiese advertido a su amo sobre nuestro interés en Ar-Gular...

Dije mientras, daba una palmada al Silvano y revolvía amistosamente la cabeza del mediano.

Por último, me acerqué al enano, que parecía más sombrío de lo habitual y traté de animarlo un poco...no pienses más en ello, esas criaturas no merecían tu misericordia ...ni siquiera la del Noldo...yo no pienso  dedicarle un segundo más a su memoria y tú tampoco deberías. ¡Venga ! veamos qué podemos hacer para desayunar.

Y pasando mi mano sobre su hombro lo invité a caminar a mi lado.