Partida Rol por web

La sonrisa de Fjalar se desvaneció. No le gustaba el cariz que tomaba el asunto, ¿entrar ahora a hurtadillas en la habitación de una anciana para registrar sus pertenencias? ¿Qué la posadera decía que era malvada?

Conocía bien a las posaderas, había cantado para muchas y encamado a algunas. Y sabía que cualquiera que no dejará una buena propina podía ser malvado para ellas. Incluso alguna diría que él era un demonio, un fauno o algo así.

Haré lo que consideréis oportuno, pero no me gusta. La posadera podría señalarla como el mismísimo demonio, pero ello no es una prueba de nada. Y juzgarla tan a la ligera... Si juzgáramos con la misma vehemencia a todo el mundo, nosotros podríamos ser los primeros en ser condenados. Abroncó a la dunedain tratando de no levantar la voz.

Si lo tenéis decidido iré, pero si no encontramos nada entregadle el cuerno. No podemos prejuzgar a la gente por sus apariencias, incluso aunque consideremos que el trato que nos ha brindado es injusto debemos cumplir nuestra parte del contrato. Comentó más calmado. No le gustaba enfadarse y en seguida se sintió mal por haberlo pagado con la humana, pero parecía que incluso cuando ya tenían el trabajo terminado había trabas para completarlo y poder dedicarse a otra cosa.

- Maese enano... vos sabeis como yo que el deseo de la anciana por el cuerno va mucho más allá del simple valor sentimental. Dependiendo de lo que encontremos en la habitación y lo que averigüen nuestros compañeros, decidiremos.- el tono del enano se había elevado, pero no me eché atrás.
Lo conduje hasta la habitación de la anciana, en donde intenté abrir la cerradura. En caso de que no pudiese, le dejaría el turno a Fjalar.

Suspirando y con desgana el enano siguió a Elendin a la habitación de la vieja. Después de que su compañera intentará abrir la puerta lo intentó él. Pero no se encontraba inspirado para conseguir desmantelar la cerradura. Tendrían que forzar la puerta, pero eso dejaría pistas de su situación y podrían hacer demasiado ruido. Encogió los hombros y le preguntó a la humana. Ahora. ¿Qué?

Si hubiera otra forma de entrar...

 Al principio, antes de entrar al reservado, Elendin escuchó gritos, sobretodo de la anciana, que parecía haber perdido la paciencia. Sin embargo, cuando lo abandonásteis en dirección a la habitación ya no se oía nada. El conflicto parecía haberse apaciguado. 

 Llegasteis arriba e intentasteis forzar la puerta, sin conseguirlo ninguno de los dos. De pronto, Fjalar recordó:

 ¿No hallamos unas ganzúas entre las cosas de los asaltantes de camino?

 Sin embargo era tarde, un sexto sentido os avisó justo antes de que pasase, o quizás notaseis el fluir de la esencia como algo metafísico que os rodeaba y pasaba a través de vosotros. De todos modos, la anciana apareció "de repente" a vuestro lado y os señaló con su mano huesuda. Echásteis mano de las armas, pero era tarde.

 Su mirada era hipnótica.

 Elendin cayó rendida a tus pies, pero tu no. La anciana te miró, asustada.

 Solo... solo quiero lo que me prometieron... dijo con voz tremula señalando la mochila de ella pero sin atreverse a tocarla.

 Ella esta dormida, como los otros, despertaran en un par de horas... o antes si alguien los agita. No les he hecho daño, te lo prometo, señor. Dejadme sólo coger el cuerno y me iré. No tienen por que saber que tú no caíste dormido... por favor...

 Apoyada en su bastón no parecía ser una adversaria para un enano joven y armado.

¿Traicionar a mis compañeros? ¿Cómo si quiera iba a pensarlo? Sin embargo, debían cumplir su promesa. Habían llegado a un acuerdo y recibido una justa compensación por ello. Si no lo hacía, estaría traicionando algo más sagrado incluso que su recién adquirida amistad.

No le gustaba como había acabado todo esto, pero él podría darle una solución ahora mismo. Una gran responsabilidad caía sobre sus hombros y no estaba del todo seguro de cuál podría ser la solución.

Te lo daré. Dijo el enano suspirando al final. Espero estar haciendo lo correcto. Pero debo advertiros que no se despertaran de buen humor. Y sabrán lo sucedido de mi boca. Deberíais cogerlo y tomar el camino. Espero que tengáis mucha suerte en vuestro viaje. Dudo un momento cuando iba a coger el cuerno, pero lo tomó de la mochila y se lo entrego a la vieja finalmente. La carga era pesada, pero alguien debía de llevarla.

Una última cosa. Sé que es un objeto poderoso y todas las vidas llegan tarde o temprano a su final. Por favor, asegúrese de que cae en buenas manos, lo más tarde posible a poder ser. Y lo siento por la actitud de mis compañeros.

Era extraño,...

Caminaba por los bosques oscuros, ¿que hacía ahí de nuevo? "Carcajadas en el fondo" y unas voces - ¿te lo puedes creer? ese idiota nos ha ayudado a escapar - más risas antes de hablar una segunda voz - pobre, creo que me quería - el sonido de las risas al fondo era tan molesto... - juajuajua y estoy seguro que se ganará el exilio jajuajuaa - un pensamiento de despreocupación suena en las palabras siguientes - no creo que le vaya mal, tiene un gran talento en canalización y es hábil con sus flechas - una extrañada voz esta vez - ¿pero no decías que no lograba utilizar ese poder? ¿No era que es un inútil? - jiajiajiajia juajuajua jejejeje whjoa whjoa la mezcla de risas no procedía de ese par, una de las voces tan familiar y distante - ¿inutil? Creo que su problema es que teme dañar a los demás, y lo oculta tras sus flechas rápidas - de nuevo le tocaba hablar a esa tosca voz, ¿un enano? - un elfo de flecha rápida con miedo a acertar juajuajuajua juajuajua - le seguía esa dulce voz ¿mi amada? jajaja que malo eres, es un buen hombre.

Como movido por magia se vio rodeado de su pueblo, todos riendo de él con una mirada acusatoria, provocándole un fuerte pesar en su pecho, esta vez un flashback de la voz de su líder - desde hoy viajaras lejos de estas tierras, no se te prohibirá pasar por aquí, pero se te negará la estancia, tu crimen que solo buscaba proporcionar libertad, te hará libre como castigo, lejos de este lugar.

 La anciana asintió, aceptando todas las condiciones. Como estaban en la sala común, incluso ayudó a Fjalar a mover a Elendin hasta una cama de dicha sala común, dónde acomodaron a la dunedain a dormir en una postura algo más cómoda.

 Cuando Fjalar sacó el cuerno de la que, en realidad era la mochila de Tirlindë, los ojos de la anciana refulgieron. El pueblo de Fjalar había sufrido mucho en el pasado por culpa de la mágia. Él sabía bien el peso del poder. Y eso vió en los ojos de la anciana: el peso corrupto de su alma. Un alma que haría cualquier cosa por el poder. Un alma que se había consumido en su búsqueda. Lo entregó, dándose cuenta de que, en realidad, le estaba haciendo un favor al noldor. Uno que él no entendería.

 La arrogancia hacia codiciar a los poderosos, destruyéndolos en el proceso. La anciana abrió su puerta con la llave y ya no la sacó del ojo de la cerradura. Recogió sus pertenencias, incluído el cuerno y puso al hombro su mochila. Cojeando, apoyada en el bastón, se alejó de allí. Fjalar bajó de nuevo al salón y la vió pagar al posadero y marcharse como había llegado.

 Sola.