Partida Rol por web

 Elendorn trató de advertirle, pero era tarde. Rudigar cegado por la fúria de ver como Elendin caía, arrojó su daga voladora que le produjo un tajo justo en el lateral de la cabeza, a la altura de la sien. El joven no resistió más y cayó al suelo. Sangraba profundamente y no se movía. Efectivamente, había muerto.

 Elendin, sin embargo, dejó de sangrar gracias a los cuidados que Ragnar le propinó tan diligentemente. Parecía muy herida pero estable, fuera de peligro. Si conseguía descansar o sanaban sus heridas, seguramente, sobreviviría a aquel día.

 Fjalar alcanzó finalmente la posición de Elendorn para poder consolar a su abatido amigo, mientras Tirlindë aparecía junto a Rudigar, equipado con espada y escudo, listo para la batalla. Aunque esta ya se había producido.

 Hirii trotó detrás de él y de Rudigar. Bajó a dónde se encontraba el cuerpo de Cyrion y, revolviendo entre sus ropas, encontró la dichosa Tiara. Seguro que aquel hallazgo no consolaría ahora a Lothiriel, pero quizá pudiesen llegar a tiempo para salvar la coronación de la princesa.

 ¿Que hacemos ahora con esto? preguntó ofreciéndosela al grupo.

Quw cara se había costado la dichosa tiara, el muchacho caía sin poder dar explicaciones por sus actos, y aunque lo tenía merecido nunca desagradable ver morir a alguien tan joven. No era la única vida pérdida esa noche, pero los demás eran más responsables de sus actos. Solo salía una cosa positiva de aquel rescate de la tiara, la caída de un grupo de bandidos. Pues la anciana pese a agradecer la recuperación de la corona debería soportar el pésame de perder a su sobrino descubriendo que él era el ladrón.

- entreguemos la tiara ya ha costado demasiadas cosas...

Rudigar, con un gesto entrenado, recogió la daga mágica en su movimiento de regreso a su mano, la limpió con un trapo y la envainó. Todavía no se lo creía, permanecía ahí, de pie, mirando la escena. Habían acabado con la vida del ladrón, que no era otro sino uno de los sobrinos de la artesana. Elendil, la bella y dulce Elendil, yacía en el suelo.

El hobbit miró a Tirlindë, recién llegado a la batalla tras ellos y no pudo reprimir una lágrima. Su prometida estaba, al menos, al borde de la muerte. El hobbit no sabía dónde meterse, quería gritar e incluso hubiera llegado a ensañarse con el cadáver del ladrón, pero eso sí pudo controlarlo.

─Dame la tiara, Hirii, yo la entregaré... y daré la noticia de la muerte de Cyrion, es lo más apropiado ─sentenció.

Era lo único útil que podía hacer y al menos cerraría aquella funesta aventura. Hasta que no perdiera de vista aquel ornamento inútil no respiraría tranquilo.

El noldo no podía creer lo que veían sus ojos, lo primero que vio fue como el ladrón caía por la mano del hobbit, siempre apresurado a la hora de dispensar muerte; algo que lamentó no por que tuviera ninguna estima a aquel malnacido, sino porque lo necesitaban vivo para que no les culparan a ellos del robo, y ahora también del asesinato...

Sin embargo todo esto desapareció de su mente en cuanto vio el lamentable estado de su amada, por lo que dejando sus armas en el suelo corrió desesperado a la vez que decía:

-¡Nooooo! -exclamó sin poder dar crédito al estado de la joven.

Acto seguido se puso a buscar en su mochila algún ungüento que pudiera ayudarla y sacó una dosis de Arkasu que era lo ideal para aquella situación. Tras ello, y alegrándose de que la hierba hiciera su efecto, se giró hacia los demás y les dijo, mirando especialmente a Rudigar:

-Pequeño hobbit, sé que no querías la muerte de este ladrón pero lo cierto es que era nuestra garantía de que no hemos sido nosotros, ten en cuenta que era un joven con reputación en la ciudad, su tía lo amaba y se negará a creer nada malo del mismo, nos culpará a nosotros y nos iremos con las manos vacías en el mejor de los casos -expuso intentando no reprenderle pero dejándole clara la precaria situación en la que se encontraba- si queremos tener alguna prueba no nos queda más remedio que capturar al haradrim que dejamos atrás, teniéndolo a él y sabiendo que es un extranjero y enemigo de los dunadan, no me cabe duda de que nuestra inocencia está fuera de toda duda -aclaró poniendo de manifiesto una concepción bastante injusta de la sociedad pero por desgracia así era- date prisa maese Rudigar y atrápalo, eres el más rápido y letal de nosotros, ve primero y los demás te seguimos como buenamente podamos -le explicó para luego mirar a Elendorn y decirle- ¿cómo te encuentras? ¿puedes aguantar el ritmo del mediano? -preguntó para que el guerrero no fuera en solitario.

Tras ello y esperando que Rudigar no perdiera ni un segundo más continuó diciendo:

-Si no conseguimos capturar al extranjero creo que lo mejor es llevarle la tiara al alcalde, sé donde vive pues lo seguí al principio de la investigación, y si ve que le entregamos la tiara sin pedir nada a cambio estoy seguro de que no nos inculpará del incidente, le contaremos la verdad y le pediremos que oculte la identidad del ladrón, para que de esta forma la joyera no se enemiste con nosotros por matar a su sobrino -expuso esperando que los demás estuvieran de acuerdo- en cuanto a cómo decirle por qué Cyrion está muerto, será cosa de las autoridades locales- concluyó ocupándose del problema más acuciante.

El Silvano negó, su herida se le abriría si corría - nosotros dejamos ir al hombre que mentáis dadas nuestras heridas, si lo cogen lo matarán por lo que es improbable que se rinda... Es mejor entregar a la anciana tiara y sobrino, destacar la fortaleza de los bandidos, y renunciar abiertamente a la recompensa, justificando que su sobrino se preocupó por nosotros y nos siguió, cubriendo un ataque dispuesto a acabar con uno de nosotros, conmigo o con vos tirlinde preferiblemente, no me preocupa este rufián, pero simpatizo con la anciana... Si el chico cayera por un noble elfo, la mujer podrá aceptar su duelo...

Un grito de advertencia se ahogó en mi boca justo antes de que el virote de Rudigar atravesase la sien del muchacho.
Una pena enorme me embargó.
Un chico tan joven, tan equivocado. Hubiese querido advertirle, intentar convencerle de que una vida mejor era posible, pero ya era demasiado tarde. Parecía un ciclo interminable, uno que estaba condenado a repetir por el resto de mis días. Perseguir a la muerte por el resto de las edades del mundo, siempre un paso mas tarde...

No estoy seguro... respondí después de comprobar que Elendin se encontraba bien y dejar que el Noldo se ocupase de ofrecerle los primeros auxilios.
...haced lo que querais con la Tiara, pero esa mentira piadosa que barajais no me parece buena idea. La anciana debe saber la verdad, y mejor por nuestra boca, que más tarde de la de otros. Nadie podrá culparnos del robo si la devolvemos como prometimos...¿Que caso tendría? me abri de brazos, abatido y cansado por las heridas sufridas.
Elendorn había perdido a un amigo, la anciana a su sobrino y los bandidos de Tarbhad habían sido dispersados y probablemente perdido a su lider.

Me gustaba pensar que toda aquella orgia de sangre hania tenido un propósito, un fin...pero hasta donde podia atisbar, no encontraba ninguno.
Lo pensaremos de regreso a casa. Deberiamos volver para que un sanador vea a Elendin.
Entonces hice un aparte para dirigirme a Fjalar ,Rudigar y Tirlinde.
Contadnos, que ha ocurrido? Temia por vos enano, la ultima vez que os vi, 4 bandidos os perseguian en dirección a las ruinas...no me digáis que habeis podido con todos una sonrisa estupefacta se iluminó en mi rostro.

Fjalar se sorprendió de lo que se encontraba ante sus ojos al llegar a junto sus compañeros. Elendin en el suelo, malherida, y el muchacho muerto. No era la mejor situación, pero con la recuperación de la montaraz ya sólo quedaba solucionar lo de la tiara.

-Tenemos un contrato y debemos cumplirlo -respondió a Tirlindë-. No creo que la muerte de Cirion vaya a caer sobre nosotros y, en cualquier caso, no es culpa nuestra. Deberíamos informar de la fuga del haradrim y la caída de los ladrones.

El enano parecía agota y algo traspuesto después de todos los combates.

-Elendin y Hirii me ayudaron-dijo a Ragnar -. No creo que hubiera podido batirme demasiado tiempo contra cuatro, aunque no podían rodearme en el callejon.

─¿Qué? ¡No! Yo no entiendo de cosas tan elevadas y difíciles, maestro Tirlindë, sólo sé que abatí al que, por fortuna, casi mata a Elendin. Y que hemos recuperado la tiara, que hemos cumplido con lo encomendado y casi no lo contamos. Creo que la verdad, la simple verdad, tiene mucho peso. Y si no lo tiene, debiera. Vayamos todos a entregar la tiara, por favor ─acabó rogando en un tono cada vez más bajo, humilde, casi vergonzoso.

Puede que en su niñez hubiera sido un hobbit "movido", de esos que siempre están corriendo por campos ajenos, esquivando perros y peleándose con otros niños, pero si de algo estaba orgulloso era de nunca haber mentido. Siempre asumió los castigos por sus acciones y jamás inculpó a otros o deformó la verdad en modo alguno. No quería ni pensarlo. Su madre le hubiera estirado tan fuerte de las patillas que le hubiera puesto de puntillas si le hubiera pillado diciendo mentirijillas. Y buena era su madre para detectar mentiras. No se le escapaba ni una de su media docena de hijos e hijas.

23 Girithron

 Efectivamente, la anciana se mostró compungida por el dolor y la pena. La tiara fue entregada por Rudigar a sus ancianas manos. Sin embargo, ella hubiese preferido volver a ver a su sobrino antes que a la joya.

 ¿Por qué habrá hecho algo así? 

 Turin, presa de la rabia y el dolor, intentó acusar a los aventureros extranjeros, pero la anciana lo retuvo.

 ¿Para qué iban a matar a tu hermano y devolvernos la tiara, Turin? negó con la cabeza, con la mirada abnegada de lágrimas ¿No te das cuenta de que no tiene sentido?

 Al entrar en razón, el joven se dispuso a entregar la recompensa que había ofrecido. Se sorprendió mucho cuando los aventureros se negaron a aceptarla. Sin embargo, aquel gesto sencillo devolvió la comprensión a su mirada.

 Tirlindë cumplió su promesa, encaminándolos hacia la posada del gran camino del este, dónde los Grumm honraron su promesa dándo alojamiento y comida a la anciana y su sobrino. Pasaron con ellos una larga temporada antes de seguir su camino, hacia el este. La última cosa que el grupo supo de la joyera y Turin es que se habían asentado en la Casa de Elrond, pasadas las montañas, dónde las habilidades de la mujer hacían las delicias de los elfos, que admiraban el esplendor y la belleza de sus joyas.

 24 Girthiron

 A Minastan, el alcalde de la ciudad, le costó entender la rocambolesca historia que explicaban aquellos extranjeros. Sin embargo, Eärdil, el ministro de justícia, interpeló por ellos. Aseguraba que ya habían ayudado antes a destapar una intrincada red de traficantes en el puerto de la ciudad y que eran de fíar.

 Así pues un par de días más tarde y tal y como estaba previsto, la princesa Nimrodel fue coronada como regente del reino del norte y nuestro particular grupo de aventureros fueron invitados a presenciar la ceremonia. Durante la misma, Minastan en persona situó la famosa tiara que habían ayudado a recuperar sobre la testa de la joven.

 ¡Buenas y nobles gentes de la ciudad de Tharbad! Mi padre murió combatiendo en el norte. Desde entonces, hemos estado perdidos en la oscuridad. El miedo, la ira  y la pena han oscurecido nuestros actos y envilecido nuestros corazones. Pero quiero creer que mi padre no murió en vano. se dirigió la reina a todos los allí reunidos Nos dió el tiempo suficiente para organizarnos y plantar cara a la oscuridad. Este es mi deseo. Sabemos que una nueva Sombra se está formando en el Este. Pronto el reino será enfrentado a una nueva y dura prueba. Debemos estar preparados. Debemos proteger la Luz y la esperanza para las nuevas generaciones. Deseo que la unidad y la fuerza de nuestros corazones brille de nuevo, con más fuerza, para poder expulsar de una vez por todas la oscuridad y la Sombra de Tharbad. Y de toda Arda...

 El grupo abandonó aquella noche la ciudad de Tharbad en camino a nuevos destinos. Aunque deseaban lo mejor para Nimrodel y los hombres fuertes y buenos que quedaban en la ciudad, habían visto demasiado de Tharbad para ignorar que estaba condenada. La amenaza que se cernía en el Este y en el Norte todavía serían demasiado para aquella capital demasiado corrupta y tocada por la Sombra. 

 Pero esa era otra historia....