Partida Rol por web

No parece que el prisionero vaya a representar ningùn problema por el momento, a juzgar por la lentitud de sus movimientos y el esfuerzo que evidentemente està realizando cada vez que habla. Tras ese breve vistazo a los que le rodean, vuelve a apoyar la cabeza jadeando por el esfuerzo, tratando de mantener los ojos abiertos con escaso èxito.

Yuan apenas da importancia a este breve episodio. Tras mostrarte conforme con que Wang trate de curarle comienzas a buscar cualquier utensilio que pueda ayudar a tu hermano en su labor. Aunque no estas versado en el arte de la medicina, si es cierto que has visto bastantes heridas y te haces una ligera idea de lo que puede necesitar. No tardas en disponer en la misma mesa que empleasteis para tomar el te los distintos utensilios, tela, la mas limpia que has podido encontrar, un cuchillo, un discreto pomo de madera, para que pueda morderlo el soldado en caso de ser necesario, y una antigua botella de baijiu*. Tras dejar la cosas comienzas a buscar cuerdas mientras compruebas su estado, para poder amarrar al preso para tratar sus heridas y poder descansar tranquilo cuando amanezca, si es que sobrevive a esta noche.

Wang deja escapar su espìritu Yang momentaneamente, reprendiendo al preso sus modales. En cuanto le pones la mano encima el soldado trata de zafarse, se aferra a tu muñeca con ambas manos, tratando de soltarse, pero por el momento se encuentra demasiado dèbil y puedes mantenerlo tumbado. Acertadamente, señalas que serà mas seguro para èl, amarrarlo mientras realizas la cura, anticipandote a que el dolor le puede hacer revolverse como una anguila fuera del agua. Palpas el vientre tratando de averiguar si curarlo se encuentra al alcance de tus conocimientos, el soldado grita de dolor y se debate con mas insistencia, logrando soltarse brevemente, pero sin poder levantarse. Su frente se perla de sudor y su respiraciòn se torna mas irregular y pesada. Cuando deja de devatirse y se sume de nuevo en un estado de seminiconsciencia le sueltas para observar detenidamente la herida, tras unos escasos minutos y viendo su reacciòn al haber palpado la herida, no estas seguro de nada, cortar y coser puede ser sencillo, lo has hecho cientos de veces, pero no hay modo de saber si algùn organo interno se habra visto afectado y el objeto mètalico bien puede estar haciendo de tapòn evitando que la sangre salga al exterior. Sientes como se debate en tu interior el Demonio, aun cuando calla, sabes que esta deseando que cortes el hilo de la vida de este hombre, pero aùn està asustado por lo sucedido esta noche.

Huang permanece inalterable, como quien observa la lluvia que cae o un pez nadando en un rio, el fluir natural de la cosas, wuwei. Tras concentrarte unos instantes en el soldado comienzas a ver su alma. Un profundo sentimiento de vergûenza, ahoga su espìritu, por haber sobrevivido a sus compañeros, por haber sido capturado, el honor manzillado, un padre severo reprobando su mala fortuna, el oprobio que supone un hijo como Hayate y dejando una ùnica via de escape para tamaña deshonra, el sepukku. Por otro lado el amor y la tristeza, una joven esposa y un hijo pequeño han quedado atràs, el miedo y la incertidumbre de no saber si volverà a verlos. Un fuerte sentido del deber, una vida recta, semejante en cierto modo al Camino Quintuple. Se retuerce de dolor cuando Wang palpa cerca dela herida, y el miedo anega completamente su alma, arrastrando todo lo demàs.

- ¿Cómo lo ves? - pregunto mientras acabo de atar al soldado.

Había visto antes otras heridas, pero no era yo quien se encargaba de los cuidados y la mayor parte de ellas acababan con una extremidad seccionada y una pata de palo, o un ojo menos y un parche adornando la cara. Esto parece ser diferente.

- Si necesitas ayuda, hermano... - le digo.

Notas el Chi ardiendo y consumiendose bajo tu piel, el hambre crece en tu interior del mismo modo que lo hizo cuando recibiste el Segundo Aliento. Sientes retorcerse al Demonio en tu interior, abriendose camino desde las profundidades de tu ser hasta la superficie, como un gusano revolviendose en la carne muerta y cuando observas al mortal, el Demonio sonrie.

Nada de lo que acontecía a mi alrededor, las atenciones de mis hermanos para con el mortal, la inestimable labor que realizaban, existía para mí. Ajeno al mundo material, ya sólo existía el alma para mí, el mundo de las almas. La mía, que observaba, que se sumergía allá donde los sentidos no alcanzaban, y sobre todo, la suya.

Podía alcanzar a ver mucho más allá, más allá del cuerpo y la mente, del sentimiento y el recuerdo. Era un viaje a través del tiempo, del desarrollo de toda una vida. La vida, el viaje del yang, cobraba una especial relevancia en la existencia de un inmortal, a pesar de ser tan sólo uno de los dos reversos de la misma moneda, junto con el yin. Pero allí estaba, ante mí, como una revelación de la misma existencia, de aquella que yo mismo había dejado atrás por mis pecados. La vergüenza, la más cercana, por haber sobrevivido donde los suyos no, por haber caído en manos de quienes consideraba lógicamente sus enemigos. Pero yo quería más, ansiaba más, necesitaba ir mucho más lejos, mucho más hacia el fondo de su ser. No me daba cuenta entonces, pero algo me arrastraba a ello, engañándome, tirando de mí.

Cuán difícil era seguir el camino de la iluminación, y que sencillo extraviarse.

Mi alma se sumergió más profundamente, encontrando una vergüenza aún mayor. Un progenitor excesivamente severo, un hijo jamás a la altura de las expectativas, situaciones que vi ante mis ojos a pesar de haberlas visto desde detrás de mi propia vista, pues yo había representado una vergüenza similar para mi propia familia. Pero había más que deshonra en aquel alma, había una luz, un rayo de esperanza. Aquel mortal había enderezado la rama torcida que había sido su vida, mediante honor y deber, siguiendo algo semejante al sendero en que yo mismo me había refugiado tras el renacimiento. En efecto, tal como habíamos atisbado, poseía una férrea voluntad de vivir, pero no únicamente por conservar su vida, sino por conservarla en sus propios términos, de la forma correcta. Poseía una familia, esposa e hijo, y anhelaba tanto volver a ellos como conservar su admiración. Una admiración a la que yo había defraudado en vida.

Una vida que yo había tenido, y había perdido.

Una vida que él había honrado, y yo no.

Una vida que hacía que se me retorcieran las entrañas. ¿Por qué? ¿Qué tenía aquel malnacido japonés que yo no hubiera tenido? ¿Por qué él merecía el arrojo del que yo había carecido en vida? ¿Por qué merecía él una vida que yo debía absorber cada noche, una que yo precisaba?

Seguía mirando aquel cuerpo tendido, retorcido de dolor, pero ya no veía su alma. Su alma no me interesaba. Era su cuerpo, aquella vida que atesoraba, la sangre que corría por debajo de su piel, del mismo modo que el hambre ardía bajo la mía, abrasándome. No estaba allí para eso, estaba para obtener información de él, pero no me importaba. No era un comportamiento correcto, virtuoso, pero no me importaba. Tenía hambre, y nada en el mundo pesaba más que eso, ni las normas, ni las leyes, ni mis hermanos, nada, ¡NADA! Quería comer, y comería...

De modo que me pasé la lengua por entre mis labios, relamiéndome al anticipar el banquete, el festín que me daría, y me arrojé sobre aquel cuerpo, dispuesto a devorar cada gota de su sangre.

No me percaté de la presencia de aquel mensajero del Ancestro hasta que prácticamente había llegado a mi refugio. En cierto modo, parecía camuflarse con el ambiente, con sus ropajes llenos de aquel polvo y ceniza que llenaban ya parte de la ciudad. Fue al llegar hasta él cuando me di cuenta de esto, preguntándome cuánto tiempo había estado aquel emisario aguardando por mi llegada.

No hubo palabras de por medio, ni por su parte, ni por la mía. Sacó en seguida una cajita similar a la que me había mostrado mi hermano Wang, y tras entregármela se inclinó a modo de despedida y se fue, aunque no antes de que yo también inclinara mi cabeza en señal de agradecimiento.

A solas con aquella caja, mi intención era abrirla de inmediato, pero un sonido me interrumpió. Mi mirada se dirigió rauda hacia abajo, sintiendo además cómo algo rozaba la parte baja de mis piernas, momento en el que comprobé que, tal y como sospechaba, se trataba de un gato. Sin embargo, no esperaba que se tratara del mismo gato que había estado acompañando al doctor.

¿Por qué se habrá separado de él?

Aquella podía parecer una pregunta trivial, pero no lo era para mí. Aun así, me centré nuevamente en la caja, queriendo abrirla para ver qué había en su interior.

Estaba pensando en si tenía lo necesario para asistir al soldado, algo debían de ser capaces de sonsacarle, como mínimo el lugar donde estaba su base de operaciones, ya estuviera en tierra o mar. Habían muchas posibilidades ahí, junto a la esperanza de que dieran con un punto débil del enemigo.

- Vamos a atarlo, intentaré dejarlo en mejor estado. Lo tenemos que interrogar y para eso debe estar en buenas condiciones y también un intérprete.

En eso estaba pensando cuando un movimiento lo alertó, era Huang lanzándose, quizás movido por el P'O. Ante la amenaza trató de interponer su cuerpo, debía de ser más rápido que el artista marcial.

- ¡Qué haces, hermano, está demasiado débil!

También él veía tentadora aquella figura debilitada, mas lo veía como una fuente de información y no de alimento. Un enemigo en sus manos, que les mostraba su odio y que debía de acabar sucumbiendo a su interrogatorio.

Huang se abalanza sobre el soldado sin que tengaìs tiempo de reaccionar. Como una sanguijuela te enganchas sobre la herida de su vientre, donde la sangre es visible. Al rpincipio fluye con dificultad, pero cuando tus dientes se hunden en la herida la sangre comienza a mamar desde el recipiente. El mismo apetito insaciable por el chi que experimentaste tras el segundo aliento es tu ùnica guia en este momento, va entrando poco a poco en tu cuerpo, pero tu hambre parece no tener fin, y mientras tu P`o se regocija en el sangriento festìn que te estas dando, tu Hun se estremece sin poder hacer nada mas que contemplar la escena, como si se tratase del mero espectador de esas imagenes animadas que habìa traido el cinematografo. El soldado parece inconsciente ahora, y un tan solo leve murmullo escapa de su boca. Hasta la grulla mas disciplinada pisa el fango antes de alzar el vuelo. Nada mas existe alrededor, mas que tù y tu presa.

Wang tras notar un ràpido movimiento intenta interponerse bloqueando el ataque de Huang. Entre amigos es sencillo bajar la guardia, ellos no son tus amigos, susurra tu Demonio, por primera vez desde el incidente de esta noche se atreve a hablar. Todos son nuestros enemigos, Huang quiere ser el primero en gustar la sangre extranjera. El Dragòn es mas grande que la Grulla, el deberìa alimentarse de los restos que dejamos nosotros y no al reves. Te està humillando, y lo hace porque te teme, somos mas poderosos que èl.

Yuan vacila. Demasiadas peleas entre hermanos ultimamente. El P`o  no busca mas que destruiros, enfrentaros, pues sabeque destruyendo el Wu es mas sencillo sucumbir a su influjo. Los multiples caminos que llevan a la iluminaciòn son senderos traicioneros y el mayor adversario a superar en dicha via es el propio yo.

Apenas te concentras en la caja, comienzan a abrirse los sellos que la clausuran, como si de los pètalos de una flor se tratasen, mostrando finalmente el dulce nectar que esconde, la misma misiva enviada por el Ancestro a tu hermano, con esa cripitica invitaciòn. Justo ahora, cuando el Sol Naciente amenaza a la ciudad.

Desoir una invitaciòn del Ancestro, ademàs de ser una falta de respeto, podrìa resultar peligroso. En pocas ocasiones se dejaba ver, porque ahora, serìa por el altercado del puerto o tendrìa que ver con la incipiente invasiòn  de la ciudad. Muchos hermanos de la Corte habìa abandonado Hong Kong en las ùltimas semanas.

El gato se restriega sobre tus pies mientras ronronea.

Escuchas a muchas almas abandonar este mundo, agolpandose frente a las puertas del Reino Oscuro de Jade, algunas de ellas caeran al Yomi Wan esta noche. Esperas que ninguno de tus hermanos haya sufrido la muerte definitiva esta noche.

Si en algún momento habíamos albergado la esperanza de que el superviviente hiciera lo que se esperaba de el, sobrevivir, ya es algo que no será capaz de hacer.

Después de haber insistido en rescatarle, Huang ha sido el primero en darse un buen festín, aunque en realidad se que debería decir el P`o de Huang, pero en ese momento no puedo ver más que a mi hermano alimentándose.

Me doy cuenta de que estoy sentado de culo sobre el suelo mientras observo la escena.

Me levanto del suelo y me acerco a Wang, intentando poner una mano en su hombro.

- Sabes que no es el - le digo -. Deja que su P`o termine de alimentarse.

Quizá no sirva de nada y esto vuelva a iniciar un enfrentamiento entre nosotros, pero debo, al menos intentarlo, Huang no ha podido evitar sucumbir, igual que podría no haberlo evitado ninguno de nosotros dos, no debemos culparle por ello, todos nos encontramos en su misma situación.

Wang había sido parcialmente engañado hacía menos de una hora por el tramposo, había logrado mermar sus energías innecesariamente. Ahora le parecía ver que el P´O lograba imponerse sobre su hermano, haciendo de esa noche digna de olvido. Miró incrédulo a Yuan cuando decidía no interferir.

- Lo va a matar y entonces nos quedaremos sin nada, salvo que alguien pueda hablar con los muertos. Ayúdame a agarrarlo, tiene que controlarse.

Fue hacia Huang esperando que no pudiera darse cuenta a tiempo de que el dragón iba a agarrarlo por detrás. Absorto como estaba, su consciencia debía de haber sido apartada y por unos segundos o minutos era más demonio que persona. Solo quería saciarse, eso lo obligaba a enfocarse en el humano pero sin duda también lo volvería violento.

- Ayúdame, se puede alimentar después.

Devorar a un soldado japonés era apetecible, ¡él mismo se daría ese placer si pudiera! pero, ¿tan pronto? iba a darle la oportunidad al grulla para que se detuviera y pensara si realmente eso era lo que les convenía ahora.

Trató de coger los dos brazos del artista marcial, llevarlos hacia atrás, empujando para apartar al cazador de su presa.

No me costó descubrir el interior de la caja, no hallando en ella nada que no nos hubiera mostrado ya Wang. La cajita contenía otra de aquellas invitaciones, una que no se debía rechazar, preguntándome qué importante asunto habría llevado al Ancestro a convocarnos. Había varias posibilidades, pero no era capaz de dilucidar de qué se trataría exactamente.

Aquel gato me distrajo de mis pensamientos, frotándose contra mis pies mientras ronroneaba. Miré hacia abajo, observándole de manera interrogativa. Cada vez estaba más convencida de que aquel no era un animal cualquiera. Estos buscaban calor por lo general, y mi cuerpo había perdido la capacidad de generar calidez en gran medida, algo que el pequeño ser debía haber notado ya.

Lo sucedido aquella noche continuaba arrebatando almas, almas que dejarían familia atrás en muchos casos, aunque en otros estas habrían sido arrasadas por entero. Así era la vida, así era la muerte, y el Reino de Jade tendría muchas visitas aquella noche.

Guardé la cajita con la invitación y dejando al gato atrás, aunque segura de que tan sólo por le momento, puse rumbo al lugar en el que debía encontrarme con mis hermanos. Esperaba que todos hubieran sido capaces de volver.

Yuan sin prestar atenciòn al hecho de que el P`o de su hermano podrìa acabar con la vida del mortal no le concediò importancia al ataque de Huang. El camino de la Iluminaciòn es una senda que debe andar uno en solitario, pero la caida de un hermano, puede arrastrar a todo el Wu con èl. Las Cortes os han unido en vuestra busqueda, el honor de uno es el honor de todos del mismo modo que la deshonra de todos es la deshonra de uno. Como los eslabones de una cadena, si uno solo se quiebra, èsta no puede cumplir su cometido. Si arrancas una pluma de las cuatro que porta la flecha, èsta errarà su objetivo.

Wang sorprendido por la decisiòn de Yuan, comprende inmediatamente la situaciòn y decide actuar. Agarras como pretendias a tu hermano, preparado por si el Demonio no ha nublado su juicio y trata de pelear. Decidido a emplear todos los trucos que conoces, para detener el ataque, piensas como puedes hacerle perder el equilibrio si es necesario. Crees poder sujetarlo, pero conoces los suficiente al Demonio como para saber que es un riesgo confiarse, has caido demasiadas veces en sus engaños. Deberèis amarrarlo despuès hasta que el P ò

Huang con la sola vista del alimento delante, permanece ajeno a sus hermanos. Cuando notas unos brazos agarrarte y estirar hacia atras de tu cuerpo, lo ùnico que puedes hacer es hincar mas tus dientes para tratar de saciarte.

Hay algo en el animal que no te encaja. Te centras en èl durante unos segundos tratando de ver mas allà, buscando averiguar que se esconde tras el felino ¿porque te ha seguido? quizàs el olor del puerto haya impregnado tus ropas y sea el olor a pescado lo que ha llamado su atenciòn. Pero las historias de los Kin-jin* y de su capacidad de controlar a los animales y conseguir que les obedezcan han llegado hasta las Cortes.

Hambre.

El hambre es todo cuanto hay. El deseo de saciar mis apetitos, todo cuanto desee. ¿Qué son las normas sociales, la civilización, en comparación al instinto de supervivencia, a la necesidad? Yo tenía necesidad, y nada me impediría saciarla, deleitarme en en la sangre de mi presa. La civilización tan sólo era una falsa ilusión, aquello con lo que nos convencíamos de ser más que animales. Pero éramos animales, contábamos con las mismas necesidades e instintos, y el mismo fuego en nuestro interior que nos impelía a seguirlos. Eso hacía yo, seguir mi instinto, saciar mi necesidad.

Clavé mis colmillos en la carne de aquel mortal, mero contenedor del elixir de mi inmortalidad. Su sangre manó entre mis labios, deslizándose con gran gozo por mi garganta. Era tan suculenta, tan cálida y poderosa... No era tanto necesidad como deseo, puesto que aún saciado mi hambre quería seguir deleitándome en su sabor, en la sensación de poder que me otorgaba. Secaría completamente a aquel desgraciado, pues tal era mi deseo, y el deseo de un inmortal era el de un dios.

Pero entonces, sentí una fuerza que trataba de tirar de mí, de separarme de aquello que era mío. No, no lo consentiría, no me arrebatarían lo que era mío por derecho. Me sacudí con fuerza, intentando librarme de aquello que me agarraba, volver a centrarme en aquel cuello desangrándose en mi boca. Me debatiría con la violencia que fuera preciso, pero no permitiría que me arrebatasen mi comida.

Detesto tener que ayudar a aquel japonés que acababa de salir de la tripa de aquel ser submarino pilotado que había hecho peligrar la vida del Wu, pero Wang tiene razón y tampoco quiero que el demonio de Huang lo acabe absorbiendo por completo.

- Vamos, hermano, ya nos alimentaremos después - digo lanzándome a apartar a Huang del cuerpo del nipón.

Tras rodear con los brazos a Huang debía de emplearse a fondo para apartarlo de su víctima. No quería que cediera, perdían información y suponía la victoria del demonio sobre su hermano, una derrota que el grulla iba a lamentar.

- ¡Hermano, has de controlarlo, vuelve en ti!

El P´o lo había enloquecido, lo notaba resistirse con gran fuerza, aferrándose a su propósito de sesgar la vida del japonés. Poco le importaría que matara a alguien si no fuera porque en los últimas días se había sentido perdido, avasallado por las explosiones que todo lo derrumbaban. Ahora tenían una vía que seguir, si sonsacaban al soldado, mas todo se perdería ahora y Wang se preguntó si el demonio que poseía a Huang era consciente del grave perjuicio que les iba a causar, seguro que disfrutaba al ponerlos contra las cuerdas. Así estaban ahora, contra las cuerdas, en precario equilibrio, perdiendo las pocas opciones que tenían.