Partida Rol por web

Amelia tampoco veía más que nieve a su alrededor. 

Caminando entre los árboles, Haidar desenvainó su jineta, llevándola en la mano ahora, mientras que Amelia tenía asida su ballesta yendo sobre su mula. La pregunta que se hizo en bajo Guzmán debió contestársela él mirando la oscuridad de la noche en aquel terreno de colinas y nevado... La maza del pardo Roberto también la llevaba asida, y mientras que trató de ser discreto, y ahora sus pasos resonaban menos, no encontró nada fuera de lo común en el lugar. Dumond, a la par que vosotros, mostraba su lanza entre sus manos, atento a lo que pudiera descubrir.

Llegó un momento que comenzó a refrescar.

Las vastas nubes en el cielo, invisibles ahora a vuestros ojos, debían estar moviéndose y comenzaba a azotar con cierto frío. No era descabellado que antes o después comenzasen a caer copos de nieve. En tanto así, que mientras avanzábais algo se dejó a los ojos de uno de vosotros; el pardo Guzmán se alertó al divisar, entre las luces de las antorchas y candiles que portábais. Entonces, sin alejarse mucho del grupo se hizo a un lado, apartándose un poco de la trayectoria.

Allí, en medio de la nieve caída sobre el campo, todos vísteis gracias a su descubrimiento un rastro de sangre, que no es que fuera reciente, pero tampoco llevaba allí mucho. De hecho, de cualquier rastro o huella sobre la nieve no duraría más de un día... Lo curioso es que tales manchas de sangre esparcida se desviaban hacia un abrigo escarpado en la montaña, a mitad de colina...

¿Y tú cómo te encuentras?

Don Miquel no te respondió a esta pregunta, pero en cambio se quedó mirando, junto a la chimenea y cerca de tí, a los escudos que había sobre ésta (que eran los de los apellidos Foix y Mireopoix).

Id a buscar una manta, o lo que necesitéis -comentó el noble-. Maira... he notado a los habitantes del castillo compungidos, nada más llegar hace unas horas... -comentó-. ¿Habéis averiguado algo de las razones?

Sí, iré a por una para mí ¿Necesitáis alguna Miquel?

Dio unos pasos para salir de la habitación, pero se detuvo a las palabras de Miquel, parecía no ser la única que se había percatado de ello. Y con cierto, respeto, le respondió dudosa, no sabía si aquellas paredes tenían oídos o no.

Sí... Cuando llegamos me di una pequeña vuelta, pero no conozco demasiado bien el idioma, y no pude comunicarme con ellos, pero... Las gentes de aquí están tristes y parecen preocupados, como si hubiese algo en... ¿El ambiente?

Dice con duda de no saber si la palabra era la correcta, y se corrige la última palabra

Como si hubiese algo que los mantuviese con miedo.

Joder con el frío. 

Pensó para sí, recordando el frío que habían sufrido por el camino. Siguió los pasos de Guzmán, Roberto no había visto nada extraño, pero parecía que el otro pardo sí. Llegando a unas manchas de sangre que apuntaban directamente hacia un abrigo abandonado en la montaña.

¿Algún animal salvaje?

Les preguntó a los demás, mientras miraba hacia la negrura que había alrededor, intentaba buscar algún tipo de huellas o rastro de algún animal.

Roberto a fin de cuentas era de origen villano y hay cosas que ni el tiempo puede cambiar, y desde luego un abrigo no se podía abandonar así como así, siempre se le podría dar un segundo uso, limpiarlo o buscarle alguna otra finalidad; pero desde luego prefería mantenerse con vida antes que salvar algún abrigo que podría estar hecho jirones.

Pues vamos al refugio.   Seguro es un soldado herido o similar.   -Amelia se arrebujó con la manta que había llevado.  La misma que la había salvado de los fríos antes.

Si podemos ayudar, puede ser fuente de información, o comienzo de negociaciones de paz.   -dio las razones más esperanzadoras que se le venían a la mente, como ventisca de copos de nieve.

Sí, deberíamos buscar a la persona que ha dejado ese rastro. - dijo Haidar mientras el vaho salía de su yelmo- No sé si será obra de un animal, pero es extraño que haya abandonado el abrigo, más aun con este tiempo.

Se acercó la prenda y la observó detenidamente para ver si veía algo que delatara a su dueño. Una marca o un escudo grabado. Después, asintió a las palabras de Amelia, aunque debido a su armadura el movimiento del cuello no fue lo suficientemente fuerte como para que se notara.

¿Dumond abrirá la marcha? - preguntó desviando la mirada entre Amelia y el soldado de montsegur.

El pardo se limito a asentir ante la lluvia de frases, las cuales aunaban un único pensamiento, seguir las manchas de sangre. Espero a que Roberto se situara y comenzara a seguir el rastro. Guzmán se colocó a su lado, con su arma preparada.

Pareció que la pregunta de Haidar fuera suficiente para que ocurriera, pero entre todos hicísteis señas a Dumond, esta vez sin recurrir a Amelia, que expresaban vuestro deseo de seguir el rastro que Roberto estaba rastreando ahora. El soldado de Montsegur, lanza entre las manos, asintió y avanzó colina arriba en vanguardia. Miraba para ambos lados, tratando de que el grupo no cayera irremediablemente en alguna trampa o algo más común: que no volviérais a caer resbalados sobre la nieve.

El caso es que acompañados de las pesquisas hechas por Roberto, desde las manchas de sangre se marcaban débilmente huellas (más bien huecos de pisadas indefinidas) sobre la nieve. No tardásteis demasiado en ascender hasta allí, pues pese a su forma rocosa, el monticulo no era pronunciado.

Una vez arriba del montículo, pudísteis ver con más claridad cómo unas rocas de la cúspide, tan altas como las murallas de Montsegur, tenían en su base una entrada. Pareciera, vista desde lejos, que tal entrada era la de una cueva profunda. Pero no era así: era sólo un recodo de la roca en la que tal vez cabría un grupo como vosotros y poco más.

La nieve cada vez se agolpaba más y más a medida que subíais; suerte que en pocos minutos estábais arriba. Eso sí, cuando os acercásteis al hueco de abrigo encontrásteis una sorpresa, tal vez evidente ya para vosotros: un cuerpo arrojado allí, vestidos con prendas de abrigo y un zurrón, yacía sin vida. A simple vista, en la oscuridad de la noche, los candiles y antorchas sólo podían reflejar que había perdido la vida de una manera violenta... En el suelo del diminuto refugio había más sangre desperdigada, y pese a que también había nieve por encima en parte de sus restos, parecía que su muerte no había sido hacía mucho. Quien debiera hacer eso lo había masacrado a conciencia.

No gracias, estoy bien -respondió don Miquel-. Sí, puede ser el ambiente, el ambiente de la guerra. Parece que Pierre-Roger y sus soldados están hostigados en este castillo por los cristianos... -levantó las cejas al decir esto, pues él mismo era cristiano-. Id y venid, trataré de mantener este fuego -dijo, yéndose a por unos maderos que había por allí para arrojarlos él mismo al fuego-.

Amelia aguanto el embate de esta horrible visión y con gran templanza y respeto se puso a revisar el cuerpo de la persona que había sido asesinada en este refugio en la nieve.

Haidar miró el cadaver, se habían ensañado con él de una manera muy extraña, pero había visto cosas parecidas en los días de después de la Batalla del Puig cuando la gente se había ensañado con los cadaveres.

Aun así, había algo que le llamaba la atención del cadaver, por lo que acercó mientras se levantaba la visera del yelmo para inspeccionarlo mejor.

Aguantó el tipo al ver el que probablemente era el antiguo dueño, ahora totalmente masacrado. Vio como sus compañeros lo registraban y buscaban dentro de él, intentando encontrar alguna respuesta a aquello

¿Habéis tenido noticias de este?.... Tipo de cosas digamos.

Les pregunta a los locales que iban con ellos.

Le dejó a Miquel con sus pensamientos, tal vez era lo que más necesitaba en ese momento, un instante de paz para poderte ordenar la mente durante todo este ruido.

Salió de la habitación para tomar algunas sábanas. Se notaba perfectamente que una vez cerrada la puerta tras de sí el ambiente era frío y duro. Unos breves pasos fuera de aquella habitación con calefacción y ya la echaba de menos.

Aunque desease estar ahora mismo fuera con la acción, prefiero estar aquí calentita.

Se ríe internamente.

PNJOTIZADO.

Vuestros ojos aguantaron la visión de aquel cuerpo yaciente. Habría muerto el malogrado de alguna mala forma, y que en aquellas sierras sin apenas habitantes (excepto en el castillo) no debía ser infrecuente el bandidaje. El caso es que la pregunta de Roberto, traducida por Amelia, hizo negar al soldado Dumond, aunque también añadió que podría tratarse de un hurto o algún tipo de pelea.

Acto seguido, la trovadora de Caylar y el arif Haidar se acercaron al cuerpo y, una vez agachados frente a él, comenzaron a moverlo. Roberto se acercó también, pero fueron los dos primeros quienes determinaron, finalmente, la razón de la muerte a través de sus heridas:  su torso, cuello y brazos estaban destrozados a base de terribles zarpazos. De ahí que aquel sujeto se hubiera desangrado...

Mientras tratábais de dilucidar más datos sobre ésta cuestión, no os dio tiempo a descansar siquiera cuando, de repente, oísteis unos alaridos a vuestra espalda, bastantes varas más allá, sobre la colina. Eran unos alaridos de terror, como alguien que huye atemorizado por alguna razón. Eran gritos de un hombre. No debían andar muy lejos y la nieve caía entonces: los copos se hacía cada vez más gruesos.

PNJOTIZADO.

Esto es harto peligroso... y no hablo por la nieve... ¿qué hacemos? -preguntó Guzmán-. Aquí se ha cometido un delito, no hay más que verlo... a no ser que un lobo... -mirando el cuerpo-.

Entiendo... -murmuró don Miquel-. Bueno, quedáos aquí, a descansar. Voy a dar una vuelta por el castillo. Trataré de hablar con los soldados para conocer la situación en estas tierras. Mi padre me dio a entender un poco, siendo pequeño, el lenguaje occitano. Ahora vuelvo.

Y marchó de la torre, abrigándose con su capa.