Partida Rol por web

Tras navegar varios días finalmente llegaron a Port Royal: la Sodoma del Nuevo Mundo.

La gran mayoría de los hombres que la habitaban se dedicaban a la piratería y las mujeres a la prostitución.
Un lugar perfecto para la pirateria, una ciudad estrategicamente situada en las rutas de comercio entre España y Panamá. Eran los piratas quienes la gobernaban y también quienes la defendian. La ciudad contaba con una taberna por cada 10 habitantes. 

Todos los marineros del Saint George habían estado allí alguna vez en la vida, muchos tenían allí deudas de juego, o mujeres que habían abandonado, prostitutas sin pagar o algún tipo de negocio turbio. Pero todos estaban contentos de llegar a tierra firme por fin.

El puerto de Port Royal les esperaba al anochecer. Habían visto las luces de la ciudad ya encendidas varias millas antes de entrar en la bahía que daba acceso al puerto.

Ekao había soñado, días atrás, con aquella noche. Sabía, se lo había dicho el viento, que volvería a ver a una vieja amiga en aquella taberna, y allí estaba, esperándola.

Bebía ron directamente de una botella, sentada en una de las pocas mesas que había en la planta de arriba, junto a las habitaciones. Tenía la mejor vista de toda la taberna, y podía observar cuanto quisiera pasando desapercibida.

Se fijó en que tenía un poco de sangre en el vestido, y rápidamente lo achacó al ritual que había llevado a cabo aquella misma tarde: había sacrificado una vaca, en honor del Gran Bashá, en representación de todo su poblado. Rara vez le salpicaba sangre. Maldijo aquel descuido, pero siguió bebiendo.

A medida que el líquido descendía, iba recordando cómo conoció a Boon: cómo, pensando que era un chico más de la tripulación, no sospecharon (ni ella ni la Sanguinaria Mary) que llevaba un niño en su interior. Boon fue víctima de una fiebre muy alta, y ella misma le practicó el aborto en la bodega del barco. Aquello la hizo mucho más fuerte: perder a su marido y a su hijo tan pronto, sin duda hizo de ella alguien que ya no tenía miedo... bueno, eso y una infusión de hierbas embrujadas que le hizo beber para no sentir dolor. Fueron tiempos mejores, sin duda. Las tres estrecharon lazos muy pronto.

Ekao comenzaba a impacientarse. De pronto empezó a percibir una presencia non grata, y estaba a punto de cruzar la puerta. Miraba por encima de la botella, con los ojos muy atentos a la entrada.

Port Royal. La peor pesadilla de la Royal Navy. El lugar ams odiado por años para cualquier oficial. Tal vez el peor reducto de inmundicia de toda la humanidad. Thomas miraba por la cubierta hacia tierra. Poco a poco se acercaban. No le hacía ninguna gracia estar allí, y permanecería en la nave todo lo que fuera posible. Aunque probablemente sus obligaciones lo hicieran bajar, trataría de mantenerce lejos de aquello.

Se dirijió hacia el camarote del iralandes.

Capitán! Estamos en puerto! Ordenes?

Creo que después de un viaje tan largo y tantas cosas dificiles que hemos tenido que soportar os voy a dar un respiro. Dijo con una sonrisa de medio lado alzando la voz para que la pudieran escuchar bien todos los hombres.

Podeis ir a las tabernas a festejar, emborracharos o lo que querais. Pero cuando volvamos a zarpar quiero a todo hombre en condiciones. Bajo amenaza de pasar por la quilla...

Thomas se acercó a William para hablarle en privado.

Capitán, si usted lo permite me gustaría quedarme a bordo con una buena escolta armada. Tarde o temprano alguno de los marineros borrachos hablará, contará la historia de Dosespadas. Y es posible que a alguien se la ocurra venir a tratar de rescatarlo, o llevárselo...

Escuchando las palabras de Will, Boon se va alejando, entre las nieblas que ocultaban el puerto de madrugada, hasta detenerse en una taberna muy concreta: "El sedal de oro", entrando sin mirar atrás.

No se preocupe por eso Wellington, y vaya a relajarse. Yo me quedaré a vigilar a Dosespadas. Will palmeó fraternalmente la espalda de Thomas y le instó a que marchara con los hombres a la taberna.

Sam no sabe muy bien que hacer o con quien marcharse, ya que con antes tenía mas confianza o habían muerto o se quedaban en el barco, así que despidiéndose brevemente del capitán corrió tras la mujer de duro carácter.

Señorita Boon!! Espereme.. voy contigo..

Oyó la voz de Sam tras él, débil entre el sonido de la muchedumbre que salía de la taberna. Se dió la vuelta, con una sonrisa socarrona en el rostro, llena de satisfación.
Una vez le tuvo al lado, hincó la rodilla en el suelo, para que le oyera mejor:

-Vas a conocer a una mujer excepcional. Viene de un mundo muy distinto al nuestro, pero no has de temerla. Es una señora del vudú que me salvó la vida hace unos años, se llama Ekao. Señora Ekao -se corrigió-. Tiene un carácter un tanto especial, así que hay que evitar hacerle preguntas muy... curiosas. ¿Has comprendido lo que quiero decir?

Una vez asintió el joven, entraron a la taberna.

A medida que Boon iba explicándole las cejas de Sam se arqueaban más. ¡Una mujer del vudú! Aquello debía ser lo más parecido a una bruja de las que hablaban los ingleses de Inglaterra. El miedo asomaba un poco por sus ojos aunque el joven tratara de disimularlo.

Bueno.. esto.. no se si será muy buena idea peeero.. eh.. de, de acuerdo.

Ekao..

Al entrar en la taberna, el olor a ron y el humo les golpeó en la cara de pronto. La gente en la taberna disfrutaba de la fiesta y el alcohol que había allí. Muchos se golpeaban o discutían, otros bebían ron como si fueran a prohibirlo y otros descansaban en mesas, jugando a naipes o simplemente bebían más tranquilos. Otros muchos cantaban viejas canciones de piratas propias de un sitio tan especial.

La tripulación del Saint George fue entrando y acomodandose a aquella situación, no si antes pasar por la barra..

Las palabras del capitán no lo estusiasmaban mucho, pero órdenes eran órdenes. Thomas bajó pesadamente del barco. Odiaba aquella ciudad, el hedor de sus calles, la suciedad de sus habitantes. Pero alli estaba, y debía aceptarlo. Vió a Boon y al pequeño Sam dirigirse a la taberna, y los sigió hasta allí. Decidió beber algunas copas, para tratar de olvidar todo ello.

Ekao ve llegar desde su posición en lo alto al grupo de marineros. Sus ojos no pueden evitar centrarse en la mujer que estaba esperando. Al fin había regresado.

Sus ojos se abrieron, sorprendidos y emocionados, al ver entrar a Boon. Dejó la botella encima de la maltrercha mesa, y avanzó veloz hacia ella, abrazándola con mucha fuerza en cuanto estuvo lo bastante cerca.

-Bendito sea el Gran Bashá y todos los loas del otro mundo. Anne, mi pequeña Anne, has vuelto... -cuando la soltó, miró mucho más abajo, al niño. -... No me digas que es tuyo! -dijo, poniendo las manos sobre la cabeza.

Sam observa entre la niebla de humo y marabunta de gente el ambiente de la taberna. No era muy distinto de otras en las que ya había estado.. y cuando por fin termina mirando al frente se topa con una mujer que por sus palabras debía ser la bruja del vodoo.

Uhhhh ahhh... ehhh.. ohhh.. no, no ! no se confunda señorita....

Yo no... ella no...

quiero decir...

Sam traga saliva nervioso.

Boon soltó una sonora carcajada: -Se llama Sam. Es uno más de la tripulación, y es de fiar... Me alegra comprobar que los años no pasan por tí. El capitán se ha quedado en el barco. Cuando lo consideres oportuno, iremos a hablar con él. Pero mientras, no me importaría tomar algo. Hace años que no sé de tí. ¿Has vuelto a la isla?

Miró, con esos ojos verdes y profundos la cara del chico, mientras contestaba a Boon: -Vengo de mi isla, de hecho. El gran Bashá me dijo que teníamos que vernos, y aquí estoy. Pero no sé qué es lo que quieres de mí. No estarás otra vez... -posó la mano por encima del vientre de Boon. -No, no es eso esta vez... Bien, tomaremos algo y enseguida salimos al barco. Esta noche se prevee violenta en el puerto. Cuanto menos tiempo estemos por aquí, tanto mejor.