Partida Rol por web

Justo cuando salías de la armería que los guardias que estaba ante la puerta del Salón del Concilio una Sacerdotisa de Varda, con sus mismas ropas, joyas en semejanza y mucha prisa hizo su aparición, como si esta cámara hubiera empezado a arder y escapase de allí. No eras capaz de leer los sentimientos que su rostro reflejaban, pero eran tantos que igual ni te había visto.

Hubiste de dar medio paso atrás para no ser arrollado por la tromba, vestida de blanco, como si fuera la espuma de un mar embravecido te arrastrase en su furia.

Nada más cerrarse las puertas de la Cámara del Concilio se cerraron tras de ti estaba a punto de estalllar. De romper a llorar. Tenías intención de ir a tu cuarto por las pertenencias que deseabas y a cambiarte para unas ropas más adecuadas para el camino.

Te sobresaltaste y eso ayudó a no estallar entre llantos y lágrimas. El elfo más alto que jamás habías visto salía del mismo pañol donde te habían dado el equipo especial que recibiste justo antes de entrar en la cámara. Un gran mandoble y una reluciente armadura brillaban todo él. Este, discreto y respetuoso, ya sea por tu posición o por tus prisas, medio se ocultó en el quicio de la armería, para permitirte el paso y evitar el posible encontronazo en el amplio pasillo.

Sabes que esa sacerdotisa es una sanadora. Tal vez de las principales del lugar. Es hábil, aunque tal vez, no poderosa. Es una de las principales directoras de los ritos, y muchos de ellos empiezan o terminan de sus manos, o incluso los dirige de principio a fin.

A parte de ser muy respetada por los hijos gemelos de Elron, también sabes que fue esta la que dio la alarma de que había sido raptada la esposa del Rey del Lugar. Pupila del Señor del Valle, como doctora, tanto convencional como mágica, es muy apreciada y buscada en los momentos de pesar, mental y física, y suele ser ella la que cura, tanto a bestias como a personas, sus cuerpos maltrechos o heridos.

Es noldo, estirada como todos ellos. Hija del Jefe de los Herreros, un poder en la sombra que presiona en muchos casos al propio Elron, haciendo modificar sus designios y siendo la mayor fuerza política de Imladis. Incluso que el propio Elrond.

Este elfo altote sabes que dispone de una fuerza descomunal, y que en más de una ocasión alguien ha venido pidiendo ayuda, ya que tras un apretón de mano, unos cuantos huesos de esa extremidad acabaron rotos.

No conoces su carácter, y se le ha usado en más de una ocasión como mensajero, cuando no había nadie mejor. Suele hacer de cazador, y el Arco Largo que porta colgado atestigua de ello. Su espada, muy similiar a la tuya, es un tanto más grande que la tuya, igual que él mismo.

Trae pieles que, en ocasiones, por no haber sido bien tratadas, son de poca utilidad, pero es uno de los pocos que ha sido capaz de traer un ciervo blanco. Una gran presa, con una carne especial y unos materiales que pueden sacarse partido para útiles tanto cotidianos como mágicos.

En las fiestas, es bastante juerguero, muchas elfas caen rendido ante su belleza y encantos, y aunque no dispone de la mejor de las charlas ni una gran capacidad de convicción, sabes que es un hábil negociante y muy bueno regateando.

Las puertas se cierran detrás de mí y siento como si perdiese parte de mi corazón y mi alma allí. No es la primera vez que pierdo un hogar y ahora mismo los recuerdos del pasado se entretejen con el presente aumentando mi desazón. Comienzo a caminar hacia mi cuarto, cuando lo veo. Ya lo había visto antes en Imladris. Su elevada estatura no lo hace pasar desapercibido y, contra toda norma de cortesía, me quedo mirándolo unos instantes con la boca entreabierta por lo inesperado de su presencia. Lo saludo con una cortés inclinación de cabeza y prosigo la marcha, camino a las escaleras que conducen a la cuarta planta de la torre donde están mis aposentos, conteniendo a duras penas unas lágrimas traicioneras. He notado su gesto discreto y ya habrá suficientes horas de camino para las charlas de cortesía.

Aprieto contra el pecho mi preciada carga y usando mis largos cabellos negros totalmente sueltos a modo de capa protectora, recojo el ruedo de mi blanca túnica para avanzar más deprisa. Por la descripción, él pudiera ser mi acompañante y no debo demorar más la salida. 

Un rayo de luz blanca pasa a mi lado moviéndose con la rapidez y agilidad clásica de los elfos. Por un momento casi me arrolla, pero luego me hace un gesto, que yo respondo de igual forma.

Entonces recuerdo las palabras: "sigue a la sacerdotisa". Chasqueo la lengua, molesto. Los noldo no son mis elfos favoritos. Estirados hasta el extremo, siempre me pregunté si es que, al nacer, les meten un palo por el culo y este crece con ellos.

Ese pensamiento me provoca una leve sonrisa mientras ahora, perfectamente equipado, me apresuro a seguir a la sacerdotisa. Desde luego, su lenguaje corporal transmite pesar, pena, tristeza. ¿Qué sucederá? Aún no he recibido más detalles que esas simples palabras, " sigue a la sacerdotisa".

Me percato de que me está siguiendo, así que tomando el macuto , lo coloco en brazos de un sorprendido y gigantesco elfo, de los pocos que hacen que tenga que elevar mi rostro.

—Si sois tan gentil, acompañadme. Creo que ambos tenemos un largo viaje por delante- mi voz fluye serena a duras penas, apenas oculto y contenido el llanto. Lo miro directamente y le dedico una sonrisa-. Os agradeceré si me ayudáis con esta carga, no soy soldado y mis brazos no son tan fuertes. Mis dones son otros. Soy Besnayä Elenillë, Sacerdotisa de Varda. Besnayä o Bes estará bien. Debo cambiar mi atuendo y mis aposentos están en la cuarta planta.

Concluyo mi frase esperando que tenga la amabilidad de ayudarme.

Te ves soroprendido, pero tu decisión es tuya. Conoces su nombre, pero jamás habías hablado con una de las mayores sacerdotisas. Bueno, jamás hablaste con una sacerdotisa. Era algo sagrado para ti y no era un "objetivo" a "cazar" por el respeto que infundían y porque lo considerabas sagrado para ... "asaltarla".

Todo puede cambiar. No deja de ser una elfa. Y muy hermosa.

Observo a la mujer con una sonrisa, sujetando su macuto sin el más mínimo problema, como si realmente no llevase nada. Ni el mandoble, arco, carcaj, armadura y ahora el macuto parecen suponer más carga para mí.

Mis disculpas, Besnayä digo, mirándola fíjamente aunque sin poder evitar dar un repaso, quizá poco respetuoso, hacia la mujer. Mi voz, quizá más potente de lo normal en un elfo, es claramente audible en esos silenciosos salones pero debo reconocer que no sé absolutamente nada de ningún viaje ni nada similar. Solo me han informado de una forma bastante curiosa, por cierto de que debía seguiros. Así pues, igual mientras vamos a sus aposentos para que pueda cambiarse de ropa podría informarme de algo. Por cierto, mi nombre es Gilúvatar Aredhel, pero podeis llamarme Gilúvatar, o Gilu comento al final con una pequeña sonrisa.

Mientras reanudamis la marcha, mis largas piernas y agilidad natural me permiten seguirla sin demasiadas complicaciones. Es bastante sorprendente que, pese a mi tamaño, mis pasos apenas sí llegan a escucharse.

Su voz es muy característica, potente, acorde con su porte y tamaño. Asiento brevemente ante sus palabras corteses y obvio su mirada por mi cuerpo, entiendo que mi porte y belleza son atractivos para los varones, elfos y humanos, que habitan aquí. Tomo la delantera y comienzo a ascender con presteza sorprendida por su agilidad y sigilo.

—¿Y cuál ha sido entonces lo que os han informado?- pregunto mientras subimos escalón tras escalón por la escalera que sube a la torre de Imladris, donde están los aposentos que ocupamos los supervivientes de Ost-in-Edhil en la cuarta planta- Os agradezco profundamente vuestra disposición a acompañarme.

Me quedo un poco por detrás de ella, y no solo porque la escalera no me permita caminar a su lado. Ante sus palabras me río brevemente.

Nada en realidad. Soy un guerrero, cazador y mensajero, tampoco es que necesiten informarme de mucho más. Me dicen "lleva esto aquí" o "protege este sitio" y yo simplemente lo hago.

Lo curioso es el modo en que me han dado mis "órdenes" esta vez. Ha sido un guerrero, un guardia de las estancias de Elrond, pero ni siquiera parecía saber que me había dicho tal cosa. Solo de repente me miró, dijo "sigue a la sacerdotisa" y siguió a lo suyo como si nada.

Cuando dice lo de acompañarla hago un gesto con la mano, que quizá no vea porque estoy detrás de ella. Oh, siempre es un placer por mi parte ayudar a una bella dama, mi señora.

A pesar de ir a mi espalda, hecho que me hace sentir segura y es un buen augurio para nuestro viaje, estoy segura que me ha visto envararme y cuadrar los hombros. No obstante, sigo caminando y cuando llegamos a la cuarta planta abro una de las puertas que da a recámara con alcoba, separada por una cortina que ahora mismo está recogida y deja ver mi cama. Todo está pulcramente ordenado a excepción una túnica mojada en el suelo junto con cintas rojas. 

Cuando apoya mis nuevas pertenencias en la mesita que hace veces de escritorio, cojo las nuevas prendas y voy hasta la alcoba cerrando las cortinas para cambiarme. No es la primera vez que me pongo estas prendas, pues las uso en las batidas contra orcos. 

—Por algo sois el favorito de muchas doncellas, siempre encontráis una palabra justa con la que halagar. ¿Qué sabéis de noticias sobre los caminos en los últimos tiempos?

Me doy la vuelta, solo por darle más intimidad si cabe. Su comentario no hace sino provocarme una risita.

No creo ser tal. Es cierto que me gusta agradar a las mujeres, pero no creo ser único en ese sentido.

Los caminos repito, meditando. La zona alrededor del refugio es segura, nos encargamos de que lo sea. Más lejos, ya depende de a dónde se viaje. Hay sitios malignos por definición, que no necesitan ninguna presencia para ser peligrosos. Hay sitios de peligros naturales. Y luego hay sitios tranquilos.

Sopeso su información. El camino que hemos de emprender no es sino largo y tortuoso. Agradezco para mí misma su cortesía y procedo a cambiar mi atuendo con cierta rapidez.

- Nuestro destino nos lleva rumbo al sur, a las ruinas de Ost-in-Edhil.

Descrito las cortinas y aparezco ataviada con un conjunto de viaje en tonos ocres, ceñida la capa élfica a mis hombros con un broche en forma de hoja. Quiero ver su reacción a mi noticia.

Busco la forma de guardar los tesoros y el pergamino por dentro de mi jubón.

Ost-in-Edhil digo, quizá con una voz demasiado sorprendida para mi gusto. El lugar de origen de los Mírdain. Un sitio peligroso, que aún sigue siendo reclamado por la oscuridad.

Me giro cuando escucho la cortiba y sus palabras más cerca... solo para quedarme como un trol cuando le alcanza la luz del sol. Pero finalmente reacciono.

Será un camino difícil, y el destino aún más. Algo muy importante tiene que haber allí para viajar hasta ese sitio.

Auizá necesitemos ayuda. Mi brazo es fuerte, pero nuestros enemigos pueden ser legión.

La forma en que me mira me deja algo desconcertada. Paseo la mirada de su rostro a mis manos y me dirijo a mi tocador. Tomando un cepillo divido en dos mi pelo y comienzo a trenzarlo. Mírdain. Cierro los ojos conteniendo el dolor y la nostalgia.

- Y mi primer hogar, Gilúvatar. Mi padre...- mi voz se quiebra por la emoción, pero recobro la compostura rápidamente- Mi padre era un Mírdain. Yo nací allí, antes de que el Enemigo llegara a emponzoñar con sus artimañas.

Mi tono pierde su dulzura habitual. Ahora es apasionado, destilando un odio casi ancestral, arraigado en cada fibra de mi ser.

¿Vuestro padre... se... se quedó atrás? digo, sabiendo la respuesta. Suspiro.

Más a mi favor entonces para imaginar que algo extremadamente valioso tiene que haber allí para que volvais, mi señora.

Me quedo pensativo. Será un viaje muy difícil. Igual nos vendría bien algo de ayuda. ¿Tengo tiempo para hablar con algún compañero cazador a ver si puede acompañarnos? Claro, que en su caso, será por alguna compensación. Hablo de dinero, por supuesto respondo rápidamente al darme cuenta de lo mal que sonó.

Dejo escapar un suspiro, en parte de alivio por cambiar de tema. El recuerdo de lo allí sucedido es siempre como una daga al rojo vivo clavándose en mi corazón. Escucho su propuesta y asiento.

- Cualquier ayuda será bienvenida. Dispongo de dos monturas, no sé si disponéis de alguna. En cuanto al pago... desconozco cuál es el pago apropiado- reconozco con total humildad y la vista baja mientras anudo la primera trenza y comienzo a trenzar el otro mechón.