Partida Rol por web

James no se sentía seguro tampoco con la división del grupo, no hasta no conocer mejor el terreno.

Podría ser factible de haber dos o más caminos hasta la reina. Pero hasta no estar ahí...

Por otro lado, escuchó atentamente al sargento Wimger, asintió para si y se puso a pensar cómo podría combinarse una salida para que funcionara lo que decía.

Ese problema... debería ser prioritario resolverlo ahora: salir rápido es bueno, pase lo que pase y estemos en el terreno que estemos. Veamos, si yo tengo...

Movía los labios, mientras miraba por el rabillo del ojo el ingenio infernal donde iban a meterse.

Ramírez estaba contemplando la situación que se desarrollaba en aquella sala, con Gawain dando una sugerencia táctica en un momento inapropiado y siendo, además, totalmente inadecuada y pleigrasa en la situación y misión actuales, por el momento. Hechos que le hizo notar el Sargento Mayor con su habitual acierto. No en vano era el hombre que los había hecho llegar vivos a muchos de los presentes hasta ese día.

Estaba de acuerdo con sus oficiales superiores de que debían aprovechar para seguir practicando la salida del taladro, pero antes de que fuera a decir nada, el recién llegado Wimger llamó su atención, diciendo algo que era sumamente lógica y necesario. ¿Cómo no habían caído en ello antes? Desde luego, Áaron había sido antes sargento por algo, no había duda alguna.

- Bien visto, Wimger - le dijo, dirigiéndose luego a los sargentos ella misma, salidando primero oficialmente -. Señor, el soldado Wimger ha hecho una sugerencia que considero que es muy acertada: preparar nuestra salida de forma que podamos establecer un perímetro defensivo a medida que salimos del vehículo. Concretamente, que aquellos más cercanos a las puertas salgan con lo justo, es decir, su armamento para poder ofrecer cobertura a todos los demás mientras salgan. Estos últimos serían los que saldrían con el equipo de los primeros que pudiera quedar atrás, seguros al estar cubiertos. ¿Me he dejado algo, soldado? - le preguntó a Áaron, para asegurarse.

El soldado Wilmer es un tipo listo- pensó Dereck al escuchar las explicaciones pertinentes del cabo. Era un buen plan para cubrirnos las espaldas en caso de que nuestra llegada fuera mas complicada de lo que ya de por si iba a ser. Un rápido perímetro de defensa para cubrir nuestra salida era una idea factible y necesaria- punto para ti, soldado- esperaba que al mando le pareciese también buena. 

Asiento ante las palabras de Wimger, mostrando mi aprobación. Claramente es un individuo valioso para esta misión.

-Creo que con eso basta. Regrese a su posición teniente- ordenó el capitán al tiempo que caminando centraba su vista en el inmenso “taladro”. –Hagamos lo que sugieren entonces, practiquemos hasta el cansancio. Pero no hasta desfallecer, no estamos seguros de cuando descenderán por lo que mal gastar energías no es buena, idea. Quiero que entrenen fuerte durante una hora y pues de eso traerá algo para que puedan comer y descansar. Prefiero que tengan sus cuerpos y mentes sanas a que estén exhaustos y confundidos-. Indicó el capitán quien estaba claramente preocupado por la eficiencia del escuadrón a la hora de descender.

-Respecto a lo sugerido por el ahora soldado raso Wimger, no puedo decir mas que lo dejo a decisión del mando de la misión. No soy quien para decirles como han de hacer las cosas. Ustedes arriesgarán su vida allí abajo cumpliendo la misión y confío en que sabrán hacerlo de la mejor manera. Intentar involucrarme solo conllevaría a afectar su desempeño; y espero que usted teniente piense lo mismo-. Puntualizó el capitán dejando en claro de nuevo su incomodad con el agente de los servicios especiales.

Su enojo de hecho ya empezaba a ser exagerado. Algo no se les había dicho de nuevo probablemente. O el capitán tenía problemas con el teniente Wayan o tenia problemas con los mandos de inteligencia. Aunque a final de cuentas eso no tenia por que afectar en lo absoluto su misión.

Lo que si podría afectar su desempeño era justamente el “taladro” y el como salir de allí rápidamente por lo que ha orden del capitán secundada por el sargento mayor, los infantes se pusieron manos a la obra.

Las conversaciones sobre que hacer sobre el terreno no parecen interesar mucho al teniente excepto para ponerle más nervioso y hacerle más consciente de su falta de entrenamiento. Tampoco parece hacer mucho caso a la bronca del capitán y solo responde:

- Por supuesto señor, tiene usted razón señor - con tono de cadete dando la razón al instructor, lo que probablemente no ayuda a calmarse al capitán.

Sin embargo el entrenamiento es lo que necesita, hace la tensa espera soportable, concentrándose en salir y entrar en el taladro no tiene que pensar en lo que le espera allá abajo. Y la concentración del teniente es tan grande que acaba haciendo un trabajo perfecto, lo que probablemente irrita aún más al capitán.

Al artillero aquellas maniobras le parecieron aburridas, solía hacerlo bien, el peso de las armas parecía no molestarle en sus movimientos aun llevando un arma pesada en el brazo. Aprendio la distancia perfecta y había visto como colocar su arma pesada de tal forma que la salida no tuviera que maniobrar. No sabía si su tamaño y embergadura molestaba al resto de sus compañeros pues intentaba salir cuanto antes, si el salía podía dar buena cobertura o eso esperaba. En su cabeza intentaba adivinar que podía salir mal, alguien se le podía soltar el enganche, aquel maldito taladro se podría agujerear y bloquear una salida... tantas cosas... Cuando salió al exterior veía como todos intentaban hacerlo lo mejor posible, algunos mejoraban bastante otros aun no pillaban la idea de salir en procesión y algunos eran patosos llanamente, pero no todos tenían que tener la destreza requerida, cada uno con sus habilidades. Durante la hora de entrenamiento tuvo bastante tiempo de pensar pues las  pausas indicaciones y demas decisiones las hacían lentas.

Durante una de las salidas y viendo que el teniente psiquico parecía bastante diestro para salir de la nave algo le preocupo al artillero. 

- Teniente Speedy señor, no creo que aun siendo posible sea bueno que usted salga el primero. No estará tan armado y preparado para un encuentro con los bichos como otros infantes y no sería prudente ponerle en primera linea de fuego. Por tanto le pido que aun siendo pisible intente no salir hasta que 2 o 3 infantes hayan comenzado a abandonar el taladro y establecer un perímetro. - No quería que sonara como una orden pues el artillero jamás podría hacerla al teniente que le superaba por bastante en rango, pero si aquel loco moría todo el escuadrón no podría encontrar a la reina y fracasarían. Además algo no cuadraba bien en aquella misión, estaban tardando demasiado y parecía que no tenían prisa en enviarlos a matar a la reina. Podría significar muchas cosas pero aun asi había algo que no les estaban contando.

Mkoll siguió realizando aquellos entrenamientos, aunque lo cierto es que no varió mucho en sus resultados. Ya había aprendido un modo de avanzar, y quizás cierta tozudez subconsciente le impedía avanzar mucho más rápido, pero también mucho más lento. El caso es que su resultado no fue muy diferente del anterior, aunque quizás el cansancio empezó a hacerse notar y avanzó algo más lento, pero en una medida casi insignificante. 

Tras la breve discusión sobre los resultados y las posibles tácticas a seguir, Burnette se había quedado mucho más relajado. Quizás fuera el darse cuenta que realmente eran un equipo, y que se ayudaban los unos a los otros en momentos de tensión. Incluso la incorporación de un psíquico, lejos de levantar un poderoso revuelo, había significado que no sólo aceptaban al teniente, sino que modificaban su forma de actuar en consecuencia, como un organismo vivo, y no estático. Eso hizo que el artillero se sintiera muy orgulloso de formar parte del Escuadrón FOX.

Eso se pudo observar en el desarrollo del ejercicio siguiente. Sus miedos, sus dudas y temores habían desaparecido, y ahora observaba más a su alrededor. La posición de las piernas de un compañero, el giro que realizaba justo antes de levantarse, o el movimiento rápido de manos para liberarse de las sujecciones, le abrió un nuevo mundo de posibilidades.

Llegado el momento de la acción, se asombró de lo fácil que le resultaba con sólo haber prestado un poco de atención. Se desabrochó en un momento las sujecciones, cuando antes le había costado horrores, y salió a toda velocidad esquivando un par de tuberías de refrigeración en su camino, para luego trepar agilmente.

Tras las palabras del capitán, comenzó de nuevo las prácticas. Uno y otra vez, la Fox estuvo realizando el ejercicio de salir del taladro, intentando por todos los medios que saliera a la perfección y en el mejor tiempo posible. Dereck no tuvo problemas la primera vez, pero debía seguir mejorando.

A la tercera vez ya había logrado cogerle el tranquillo al asunto. Lo más importante era mantener la distancia -dentro de las posibilidades que daba aquella máquina- con el resto de sus compañeros. Eso, y no juntarse demasiados en la zona de salida. 

Esto es pan comido- solo esperaba que durante la misión, la salida saliese mejor que en los entrenamientos.

James procuró hacer su trabajo sin fantasías. Hizo sitio a la mayor cantidad de sentido común que pudo reunir. La mayoría de las veces todas estas buenas intenciones acababan en el bar, con una tremenda borrachera (borrachera discreta, por supuesto, pero terrible) Pero he ahí las ventajas de la milicia. La adrenalina tenía su propia manera de cogerte por las pelotas, y era adictiva, sustituía al alcohol. El tratar de conseguir que la Fox funcionara como un organismo creaba también sus propios equilibrios que actuaban como un bálsamo sobre su calenturienta imaginación, acumulando más deudas (igual que cualquier adicción), que tenían la ventaja de ser pagaderas a más largo plazo.

Consiguió un tiempo en la media de lo aceptable, quizá algo superior, pero nada espectacular.

Suficiente para mi, pensó.

Muy bien, era hora de volverlo a intentar y mejorar todos el tiempo que habían tenido. Debían hacerlo a toda costa, de ello dependía parte del éxito de la misión y de su supervivencia. Respiró hondo y se concentró, lista para salir en cuanto dieran la señal. Aunque también le asaltaban pensamientos del que sería su deber durante la misión: proteger a Sonny. Así pues, tenían entre los dos una inmensa responsabilidad.

Movió la cabeza un segundo, atenta a la señal y, en cuanto saltó, actuó. y, la verdad, le fue mejor que antes.

Esta vez, cuando la señal indicó la salida del taladro y el cronómetro del capitán se puso en marcha, Evans tuvo la suficiente cabeza como para estarse callado y que el instinto de cada infante fuera quien le dirigiera. Los arneses se levantaron, las manos recogían el equipo y las botas resonaban ritmicamente en el suelo de metal mientras descendían los peldaños metálicos y saltaban al suelo formando un perímetro de seguridad. 
El sargento vio un hueco vacío entre dos infantes y lo cubrió de inmediato descendiendo la escalerilla a lo que le daban las piernas. Sin duda había sido mucho mejor que la anterior. Evans miró de reojo al capitán no atreviéndose a hacerlo directamente, pero seguía con cara de pocos amigos. 

Practico con paciencia metódica los movimientos de desembarco una y otra vez, siguiendo las órdenes.

El equipo de comunicaciones se engancha en varias ocasiones, pero mantengo la calma y logro desengancharlo, pese a experimentar cierta rigidez en mis movimientos.

El resultado final es aceptable.

Se prepara para salir cuando se de la señal y cuando eso sucede parece que el arnés de seguridad quiere jugarle una mala pasada porque se ha quedado enganchado y por mucho que lo intente no consigue liberarlo dentro del tiempo aceptable. Cuando consigue liberarse del asiento sigue con el simulacro y al llegar al exterior puede ver que la mayoría de sus compañeros han salido, incluso el oficial de inteligencia.

Se merece una buena reprimenda por su actuación en ese simulacro, aun peor que el anterior, pero la aceptará pues sabe que ha fallado en su desempeño y eso puede entorpecer a sus compañeros.

Necesito estar concentrado. Trato de olvidar el miedo, es un entrenamiento más. Intento ir paso a paso, primero el ejercicio. Nada más. Es un Clásico despliegue defensivo. Tengo ha hacer lo mismo que tantas veces.

Ya más tranquilo consigo estar dentro de los márgenes requeridos para la misión. Paso a paso, así saldré de esto.

Marchar, marchar y marchar. Esa es la idea actual. En lo que se resume todo el asunto, enfado del capitán incluido. Y el concepto de cómo hacerlo me parece bastante decente, sin dudar cómo hay que hacerlo ni nada por el estilo. Pero, por desgracia... parece que el taladro no opina lo mismo que yo. Los enganches no van mal, y sé dónde colocar los pies. Sin embargo, la fatalidad me golpea con un mazo enorme cuando, subiendo un agarre difícil la gravedad me besa con fuerza y hace que pierda mi arma... que golpea en una pared, y luego cae al fondo. Avergonzado en lo más profundo, y con ganas de destrozar algo con fuerza o pegarle un buen mordisco a algo de carne, inicio un descenso que intento que sea rápido, pero que obligándome a bajar y volver a subir significa una pérdida nefasta de tiempo. Y la única fortuna es que no soy un fusilero necesario para guardar el puesto al salir. Pero una vez fuera, el último, la cara de desolación en el rostro no me la quita nadie. Me siento terriblemente dolido en lo más hondo por la mala suerte que he tenido en las dos salidas importantes, una por los agarres y la otra por mi morita y sus deseos de no permanecer agarrado a mí.

-Por todos los demonios que tenemos en la reserva, parece que estoy gafado con este armatoste... menos mal que no me va a tocar conducirlo como en el viaje a la colina de los infiernos. -Maldigo, en voz más alta de lo que querría, al conseguir salir y esperar la bronca desde arriba.

El entrenamiento continua y parece que las cosas van mejorando. Los seguros, el orden del equipo, cómo moverme con el peso dentro del vehículo y cómo usar los amarres interiores para ayudarme a salir. Parece que en conjunto nos ha salido algo mejor, aunque aún habrá que ver el tiempo final, ya que es posible que nos hayamos emocionado demasiado.

El capitán ha insistido en que no sabemos aún cuándo saldremos. No debemos agotarnos y puede que comamos otra vez antes de descender. Los nervios se han calmado gracias a la acción del taladro, sin duda es algo que tienen en cuenta, no estamos sacandonos de quicio mientras esperamos sin hacer nada en los últimos momentos, estamos ya en acción.

Solo espero, que todo empiece ya...y que vaya bien...