Partida Rol por web

La Sr.Mubbard, hace gala de su presencia por el pasillo de las habitaciones. Tras dejar su equipaje en ella con la ayuda del joven Henry.

Esta quería buscar a su hija para saber de ella, por lo que pasa por el pasillo para dirigirse a la habitación número 1 donde se alojan su hija y su esposo.

Constantine salía del vagón salón tras estar charlando con la señorita Debenham (Mary) para dirigirse a su habitación a descansar.

No era el único que pasaba por ese pasillo para dirigirse a su habitación, el señor Rotchett también pasó por allí con su periódico en la mano y en la otra con un vaso de whisky. A lo que cuando vio a Henry pasar por allí le dijo.

Henry, si eres tan amable lleve a mi habitación una botella de whisky y un botella de agua gracias.

Rotchett caminó hasta a su habitación.

Tras pasar unos treinta minutos Henry volvió a pasar por allí para dirigirse a la habitación del señor Rotchett con lo que le había mandado.

Henry pasó por el pasillo para dirigirse al vagón restaurante para tranquilizar un poco al resto de pasajeros y ayudar a Alfredo. 

Hasta que algunos de los tres decidiera ir al vagón restaurante y comunicar cualquier información si lo deseaban al resto de viajeros que se encontraban en el tren.

El señor Hardman (Cyrus), salió del restaurante, para dirigirse a su habitación. Tras intentar cenar tranquilamente, antes de enterarse de lo sucedido.

Casi por detrás de él iba Henry que se dirigía a la habitación del señor Rotchett, donde estaban el señor Bouc, Constantine y Poirot.

Henry y Bouc se dirigen al vagón restaurante.

Henry se dirigió en busca de señor Hardman (Cyrus) a su habitación. Al poco volvió a pasar junto a él para dirigirse ambos al restaurante.

Os encontráis fuera del vagón restaurante los tres, para así poder hablar mejor sobre la muerte de Rotchett como tanto quiere saber el señor Hector.

Quería más respuestas a sus preguntas, y no estaba seguro de las fuera a conseguir a través de Bouc o incluso del médico y detective. Pero tenía que intentarlo.

Salí del vagón restaurante, sacando mi pitillera metálica mientras avanzaba en dirección al pasillo. Me encendí un cigarro, pausado, disfrutando de aquella sensación del humo llenando mis pulmones. Y casi llegué a cerrar los ojos, cuando noté ese alivio que acompañaba normalmente a la primera calada.

Avancé, hasta que calculé que había espacio suficiente para los tres, y tras devolver la pitillera y el mechero al bolsillo de mi pantalón, conservé la mano dentro de éste y exhalé el humo de aquella calada.

Miré entonces al tipo del bigote, serio, aunque no por ello menos calmado. Ahora mismo, sentía que todo estaba bajo control. Estaba más que acostumbrado a las situaciones de tensión y a las más duras negociaciones y, aunque aquello no tenía ni punto de comparación, lo cierto es que si que me ayudó adoptar una actitud determinada para hablar con aquel hombre.

-Bien, señor... ¿cómo dijo que se llamaba? - dije, cayendo en la cuenta de que no sabía el nombre del hombre que tenía delante- En primer lugar, disculpe por la tensión... Como usted comprenderá, es fruto de la situación. Pensar en que Samuel está muerto... es inconcebible... -niega, dando una nueva calada al cigarro- Y la incertidumbre de estos últimos minutos no ha ayudado en exceso... En cualquier caso,  ¿Podría ahora darnos más detalles sobre lo que ha sucedido?  - intenté mostrar entereza, aunque el sudor frío seguía allí, decidido a aparecer cada vez que imaginaba el cadáver de Samuel en aquella habitación. En mi cabeza se agolpaban las preguntas, pero me obligué a guardar silencio, y a esperar a que aquel desconocido tuviera a bien arrojar algo más de luz sobre nuestra desgracia.

Hector tomó la iniciativa de la conversación. Yo por mi parte estaba sin ideas, sin voz, no sabía que hacer, qué decir o qué pensar, seguía desolado.

Espero a que los hombres pasen delante de mí y al cerrar la puerta del vagón restaurante me doy cuenta de lo poco que les he contado a los viajeros. Pero es necesario que sea así. Necesitamos que permanezcan juntos y se mantengan a salvo. Una nube de humo me envuelve. El caballero llamado Hector ha empezado a fumar, lo que denota cierto nerviosismo, aunque supongo que es lo más lógico.

- Soy el señor Bouc, señor Macqueen. Efectivamente, comprendo perfectamente su situación. Cuando perdemos a un ser querido todos perdemos los nervios de una u otra manera, así que considérese disculpado de cualquier acto previo.

- Excepto si es usted el asesino, claro -pienso sin poder evitarlo - Quizás Poirot debiera darles más información, dado el carácter personal de las relaciones que mantenían con el fallecido. Veamos cómo reaccionan. Si son personas coherentes, quizás puedan ser de ayuda y quizás nuestro detective quiera contarles algo más.

- En cualquier caso, no me compete darles más información de la que he proporcionado en el vagón - Digo ya en voz alta - Pero les ruego las mismas precauciones que al resto, y que permanezcan especialmente atentos a cualquier pista que nos puedan facilitar.

Respiro hondo...otra vez las mismas palabras vacias - De acuerdo, trataré de entender su situación, pero llevenos frente a quien pueda darnos más información - digo tratando de simular mi enorme fustración- mientras tanto le haremos caso y nos mantendremos junto a la gente por precaución -momento que aprovecho para echar un vistazo al rostro de Hector.

Yo no me mostré tan predispuesto como Edward a dejar que las cosas se quedaran así. ¿En serio los había sacado al pasillo para decirles que no iba a decirles nada mas? Menuda estupidez. Eso podría haberlo hecho en el vagón.Cogi aire disimuladamente, en un alarde de infinita paciencia y, pose mi mano derecha, aquella que no estaba ocupada con mi cigarro, sobre el hombro de Bouc, amigable, pero dándole a entender que no había dado por finalizada la conversación, a pesar de la reacción de Edward

- Entiendo que, después de un asesinato, no pueden ir revelando información alegremente por ahí. Créame, soy el primer interesado en que se de caza al asesino de Samuel cuanto antes. Es por eso por lo que le pido, y creo que hablo también en nombre de Edward al decir esto, que cuente con nuestra colaboración para esclarecer lo ocurrido. Samuel era un buen amigo, casi un hermano para mi. Y si hay algo que pueda ayudar a saber quién le hizo esto y por qué, no dudaré en hacerlo.- cogí aire, y volvi a fumar, apartando mi mano del hombro de Bouc- Sin embargo, no podré ayudarle si no sé, al menos, cómo ha muerto, ni cuando, ni si hay algo que de alguna pista sobre el asesino. El señor Rotchett era muy envidiado y contaba con más de un enemigo. Cuéntenos algo mas, se lo suplico, y déjenos ayudarle. Somos quienes más información poseemos sobre Samuel en este tren y quienes podríamos señalar a un culpable con más facilidad, si fuera necesario. - expulsé el humo mientras pronunciaba está ultima frase. Y añadí una última frase más, casi a modo de sentencia, antes de guardar silencio, para dejarle replicar:

-Los tres sabemos que no tiene sentido habernos traido aqui para nada.

Vaya tonos. Lo que faltaba, yo mediando y ellos cabreados. Es, cuanto menos, llamativo.

- En efecto. No les he traído aquí para nada. Les he traído para valorarles. Y para interceder por ustedes si lo considero frente al encargado de la investigación. No depende solamente de mí. Y hasta que se demuestre lo contrario todos son sospechosos. Y los que más le conocían, perdónenme y entiendan lo que les digo, son los primeros sospechosos en estas ocasiones.

Digo ya algo cabreado mientras espero sus respuestas.

La situación me resultaba, como poco exasperante. ¿Tan dificil era entender que lo minimo que puede hacer una persona que ha perdido a un ser querido en extrañas circunstancias es saber qué demonios le ha pasado? Sin embargo, al ver que Bouc parecia incluso enfadarse, decidi no seguir insistiendo. Lo unico que iba a conseguir era cabrearlo más aún. Lo mire, sereno a pesar de todo. Lo cierto era que no sabia a qué viene su enfado. Yo no me mostré hostil en ningún momento. Quien sabe, era comprensible que el cansancio y la tensión también estuvieran haciendo mella en aquel hombre.

-Esta bien. - dije, alzando ambas manos, mostrándole las palmas, durante algunos segundos, con aquel acento americano mio- Continuaremos esperando entonces a que el detective tenga a bien atendernos en cuanto le sea posible. Transmitale nuestro deseo de colaborar plenamente en la investigación. Y el de poder atender el cadáver de Samuel para adecentarlo, en cuanto el lo considere oportuno. - era como hablar con un muro. Y ahora mismo lo unico que le apetecía era o pegarle un puñetazo a alguien o un buen vaso de whisky, y la primera opcion de no era de caballeros- Le esperaremos en el vagon de al lado. - le indiqué, con un gesto de mi mano.

El conde y su esposa salen del restaurante, para ir hacia las habitaciones.