Partida Rol por web

-Llevo centurias en ésta fortaleza -​​​​​​ dije con una voz tan gélida y profunda como la misma muerte. -​​​​​​ Kîshothî debiera ser mi título y así me llamarás.  Kîshothî Zangolog.  Mi mirada se clavó en mis dos 'subalternos'  y esgrimí una sonrisa torcida, sabedor de que, al fin, tenía el respaldo que merecía de los señores de la fortaleza.

​​​​​​-Nadie me traiciona y sale vivo, os aviso. Sois pulgas, me oís?

Mis ojos se volvieron completamente negros, una terrorífica visión mientras volcaba mi poder sobre el Olog.

Haces un giro con la mano y el bicho que estaba junto a tu primer pupilo se desploma de una manera muy extraña Fî-Artnajol se sobresalta un poco, pero consigue mantener la disciplina. El uruk ni se inmuta, y te contesta - Así será  Kîshothî Zangolog.

Tras unos instantes en los que dudaba, y aún miraba al cuerpo inerte, se pone, imitando al uruk la mano en el pecho, con el puño cerrado, y confirmó: - Así será  Kîshothî Zangolog.

-​​​​​​Bien - exclamé. Tendría que conformarme con las herramientas que el destino ponía en mis manos, alejado de mi idea inicial de comandar una una fuerza numerosa con las que atacar las poblaciones del norte.  Quizá era mejor así, letales e indetectables.  - Cuando tengamos cinco espadas más, partiremos.  Nueve era un número con un simbolismo especial, esa clase de cosas eran importantes. - Fi-Artnajor, dirígete a la cámara de tortura,  que no acaben con la Beornida. La necesitaremos para que nos guíe hacia los suyos. Si ya está muerta, intenta diles que el Kîshothî Zangolog se quedará con el cuerpo.  Necesitaremos provisiones, ¿Como te llamas, Uruk? - me giré hacia el recién llegado. Había algo en su linaje que me recordaba a los grandes héroes orcos. - Encárgate de preparar una expedición. Nueve, a pie. Nos bañaremos en sangre humana.

- Enterado Kîshothî Zangolog. Comentó obediente, mientras aún miraba de reojo, sorprendido de como se había desplomado el troll negro, que hubiera sido su compañero.

- Untar me llaman Kîshothî Zangolog. Y mientras se marchaba el mestizo, sacaba su espada. - Y me han ordenado que marchemos ya. Dejando caer la punta contra el cuello del olog desmayado y empezando a verter una extraña pasta, que debería ser su sangre, mezclada con las burbujas que tu sabías que eran parte de su respiración por el tajo que la punta había creado. - No tiene que haber señales de que se ha utilizado magia. Es mejor que parezca un combate, o más bien, en un ser así, un asesinato.

-​​​​​​¿Quién te ha ordenado tal cosa? - puse mi pie sobre el cuerpo caído del Olog.  Sabia que debía ser alguien que deseaba apropiarse de mi éxito y mi esfuerzo, a escondidas, para poder culparme del fracaso, si lo había.   -​​¿Alguien que teme que se haya utilizado magia?  No es alguien a quien debas rendir cuentas entonces, Uruk.   Hasta que la misión se complete, soy tú único señor.  Empujé el cadáver ensangrentado hacia un lado.  -​​​​​​Harás lo que yo te ordene, Untar. Recuérdalo.

La voz del uruk cambió. Al orco trucado se le pusieron los ojos verdes. Un verde pálido, tenebroso y mortecino, que resplandecía mortecinamente y de una manera tenebrosa. Te dio la sensación de ser los ojos de un Espectro del Anillo, pero, en lugar de rojo, este mortecino y podrido color.

- Será lo que yo te diga elfo, y sal ya de la fortaleza.

- Serla lo que ordene  Kîshothî Zangolog. Hizo una reverencia leve, como la anterior. No daba signos de saber lo que había sucedido, como si nada de lo anterior (Ojos, voz ... sensación) hubiera ocurrido jamás; pero entonces regresó tu otro secuaz...

- Señor la Beornida ha fallecido y ha sido devorada. Levantó sus manos, como si portase agua que se quiere escapar de entre sus dedos, mostrando unos huesos diminutos, alguno de ellos ya quebrados y aún sangrantes Les había incluso sorbido el tuétano. - Sólo he podido traer esto. Eran falanges y el resto de huesecillos que había en las muñecas.

Eso no me sirve de nada - tiré los huesecillos al suelo con brusquedad.  Aparenté estar enfadado o alterado por la intervención de la Boca de Sauron, pero internamente me sonreía, mi teoría era correcta y el numenoreano había mostrado sus cartas.   No es que pudiera hacer nada al respecto, su relación con el señor Oscuro y los conocimientos que había adquirido de él le convertían en un enemigo impensable, pero mucha de la incertidumbre había desaparecido

-​​​​​​Salgamos de la fortaleza - sonreí malévolo, seguro que me escuchaban mediante algún ingenio mágico. La ironía de la situación no tenía límites - Olvidemos lo de reunir una fuerza que incrementaría nuestras opciones de éxito y démonos prisa en... Esa tarea que lleva siglos sin solucionarse.  

-​​​​​​​​​​​​Untar! Necesitaremos provisiones. Comida decente, no la escoria que ingieren los Olog.  Saldremos al anochecer.

14 de enero de 1800. La Montaña Pelada (Dol Guldur) Sur del Gran Bosque Verde (Bosque Negro). 

El mestizo se ofreció a ayudar al uruk y ambos asintieron. Desaparecieron sin más, y sabías que en poco más de una hora, y como mucho hora y media estarían aquí otra vez, para poder iniciar el camino. Igual, si las habilidades eran buenas, estarían aquí antes. 

Tenías un buen rato, pero, miraste al suelo. Los huesecillos que habías desechado resplandecieron con un aura mortecina. Un aura luminosa de un valar que era capaz de ofrecer su propia energía e inpregar a sus más leales seguidores. O los súbditos más debotos. Era Orome. Era un valar cazador y viajero, un ser donde la vida animal y la naturaleza era su reino, y aquí, en las profundidades de esta fortalieza; probáblemente la más inexpugnable y lúgubre de todas, era capaz de emanar un poder residual. Un poder que no era otra cosa que los restos que habían manchado los huesos de una mujer.

Se te encendió una luz.

No era una sacerdotisa cualquiera, no era una carne cualquiera. Tenías un problema. Habías dejado que unos orcos canívales se mancillasen con un poder "de la luz". La mezcla no podría ser buena.

Ese problema con la sacerdotisa ya no era mi problema.  De hecho sabían que hasta que yo no terminase con ella no debían tocarle ni un pelo.  Más que el obvio peligro que suponía dejar que la luz de los Valar entrase en Dol Dulgur, me molestaba que se tomasen la libertad de haberse comido a la sacerdotisa.

​​​​​Pero la orden de la Boca de Sauron y, sobretodo la urgencia con la que el señor de la Tierra Media me había convocado hacían que todo ese tema fuese secundario en estos momentos.

-​​​​​​ Fi-Artnajor,  Untar. - ordené, los acontecimientos se apilaban absurdamente pero las prioridades estaban claras.  -​​​​​ Conseguid provisiones.  De paso, avisaremos al Krîtar de la cordillera norte de que algunos orcos se han alimentado de la carne de la sacerdotisa. Tienen que ser ejecutados.

Tus palabras quedaron en el aire, ya que, mientras hablabas ellos se alejaban, y con el tintineo de la armadura del Gran Orco, era difícil que pudieran ori algo de tu voz. Quedaste sólo, sabiendo que eso podría ser tanto un problema, como una ventaja, como no ser nada. El problema era averiguarlo, y la mierda, cuanto más se remueve, más huele. Tu mente dictaba que ya no era tu problema, y encontrar a los "infractores", según tu criterio, era, o sería muy complicado, más aún, sin usar habilidades que están lejos de las mentes menores de estos seres. Podrían ser retorcidos, crueles, faltos de escrúpulos y todo lo que quisieras, pero, en general y exceptuando muy extraños casos, no eran más que unas marionetas que si no las manejabas con puño de hierro se dejaban manejar y guiar por sus instintos más básicos, la violencia y un extraño instinto de autosupervivencia.

Esperé a la salida de la fortaleza a que Untar y Fi-Artnajor saliesen de la misma.  Eran ambos altos y de largos miembros, quizá pudiesen cabalgar a caballo si fuese necesario, aunque dudaba que ninguna montura que no hubiese sido criada ex-profeso, tolerase el olor a orco.

Iríamos a pie, siguiendo a  alguna de las caravanas que habían sido asaltadas desde una distancia prudencial.  Manteniéndonos justo fuera del camino, capaces de detectar si de estaba llevando un ataque o emboscada pero sin caer en ella.   Hablaríamos con el capataz de la misma, informándoles de tal circunstancia y nos mantendríamos al margen de los otros vigilantes, los que seguían las órdenes del nazgul.

En cuanto a la sacerdotisa, que los orcos que la habían devorado sufriesen el horror de la luz en su sangre.  Nada se podía hacer por ellos, ni falta que hacía.

No hay caravanas.

El plan perfecto sería hacer pasar un grupo fuertemente armado de guerreros Uruk por una simple caravana de suministros vigilada por un puñado de orcos o un único guerrero Olog.  Pero no había tiempo para esperar a la siguiente caravana, vista la urgencia con la que mi señor y su artero servidor me habían sacado de la fortaleza.  Las cosas no se ponían de mi lado y las súbitas prisas cuando había habido años y años para planear, me resultaba chocantes.

- Nuestra misión es emponzoñar y maldecir, crear horror y paranoia entre los pueblos que dicen llamarse libres.   Un enemigo de Dol Dulgur, un hechicero, debemos atraerle hacía una trampa y acabar con él...

Partimos hacia el Norte, hacia alguno de los campamentos orcos más en conflicto con Beornidas y elfos.

Los tres descendéis por el camino empedrado que sale de la fortaleza. Es una tosca vía, que a pesar de su informal y fea construcción es práctica, útil, y en estos momentos, vuestra única idea, a parte de viajar en un rumbo de colisión con el Reino de los Elfos del mismo bosque, no tienes más pistas ni ideas de qué hacer.

Ambos secuaces visten lo mismo que antes, pero tienen puesto una túnica larga, de un color similar a la tuya, pero con la diferencia de que los pesados pasos del medio orco no hacen ruido alguno, y el poderoso sangre-pura, tintinea metálicamente con cada movimiento de sus pies.