Partida Rol por web

13 de enero de 1700. La Montaña Pelada (Dol Guldur) Sur del Gran Bosque Verde (Bosque Negro). Quinto Estrato.

La fe es lo que te impele, más que lo que te retiene el miedo. Pronuncias las palabras y das el paso adelante. Desciendes lentamente, como si fueras arriado por una soga invisible.

Nada más tocar el suelo, el sudor nervioso pasa a sudor por estrés. Estrés de nervios, estrés térmico ...

Esperas largo tiempo, inmóvil, arrodillado; exáctamente como te habían enseñando los credos de tu fe. Quieto como una estatua de mármol. Cuando ya se te ha dormido la pierna izquierda, una voz se hace presente. No te habías movido un ápice, desde que te arrodillaste, y eso, fue la pruebas que tenías que pasar. Esa voz, sin que sepas de donde surgía, para ti, parece venir de todas las direcciones al mismo tiempo y de ninguna. - Ponte en pie y escucha. Tu cuerpo reaccionó de inmediato. Ni lo pensaste. Tus piernas ejecutaron solas la orden, y lo agradeciste.

- El mundo se está dando cuenta de mi presencia, y tenemos, a toda costa que evitarlo. Hace 700 años que un viejo mago intenta entrometerse en mis planes. Notabas que unos ojos se clavaban en ti. - Destruye a ese mago y a todos aquellos que osen ayudarle, entrometerse, o incluso entorpecer mis planes. Elige a un par de ayudantes, y para mañana a estas horas estarás ya en camino. Regresa una vez cada tres lunas e infórmame a mi, solo a mi y nada más que a mi. Ni espectros ni aspirantes a espectros entorpecerán tu camino. Y notabas como te ponían un dedo metálico en la nariz: - Tú limpia el mío. Parpadeaste. No había nada allí. Estabas solo en aquella isla.

Te empezaste a elevar.

Terminé mi ascensión a través del Môrlat hacia el salón del cuarto estrato, donde hace unas horas había demostrado la fortaleza de mi fé al arrojarme al hirviente abismo.  Gateé hacia la seguridad del suelo firme, dolorosamente consciente de mi rostro desencajado, mientras repetía roncamente la letanía que tenía grabada en la mente

-El Señor de los Anillos es el rey de la Tierra Media y el señor de mi destino...  

Tardé varios minutos en recuperarme de la exposición a la colosal, divina, presencia de Sauron.   Me encontraba extático, lleno de orgullo.  Yo, que había renunciado a mi nombre, a mi pueblo y a mi vida imperecedera por él, había encontrado que mi fé estaba justificada.  Pero, simultáneamente, una nube de temor empezó a turbar mi razón mientras ascendía las interminables escaleras hasta la sala del Cónclave, junto a la biblioteca.  No puedo decepcionar a mí señor, debo encontrar a ese mago.  Seguramente el "Nigromante" pudo haberme proporcionado más información acerca de ese mago, elfo seguramente, pero ¿Como osar hacer preguntas en la presencia del señor Oscuro?  

Una vez llego allí, cuestiono al Faulaghasi acerca de un molestó mago que ha estado rondando Dol Dulgur durante décadas.  Aunque la breve vida del anciano orco quizá me haga replantear la pregunta a alguien que tenga una perspectiva más a largo plazo...como Khamûl.

Cuando llegas al comedor, excepto dos serviciales y readaptados orcos, que hacían las veces de sirvientes, pudiste ver que no se encontraba nadie más. No dudaste en dirigirte a sus aposentos. Nunca habías entrado en ese lugar, pero tu "celda" no estaba lejos.

LLegaste, pero la "vigilancia" te dio el alto. No tardó en recibirte y hacerte entra a la primera zona, que era una salita de reuniones. - ¿Qué necesitas elfo?. Su voz, era más rasposa de lo habitual - ¿Habrá empezado a pensar que soy un enemigo para su puesto? El desprecio era patente, pero, también era normal. Es una raza ruin, que por naturaleza, la envidia y la maquinación les corre por la sangre. La sala era austera en moviliario. Eran una mesa y muchos taburetes adaptados a su altura y tamaño de la tabla horizontal. A ti .... te parecían para crio. En discordancia, los hermosos y desiguales tapices decoraban las paredes con un lujo fuera de lugar. Ostentoso para una sala de reuniones, exagerado para un orco.

-Hay un mago, Fhalaugashî-​​​​​ Contesto mientras permanezco de pie - Un entrometido elfo que lleva rondando Dol Dulgur durante siglos.  Sonrío con suficiencia - Dígame donde está, dónde se le vio por última vez.. 

Pasé la mano por uno de los tapices que adornaban la estancia. Era obra de elfos sindar, una notable obra de arte cuyos autores hacía tiempo que habían sido devorados.

-​​​​​​No puedo decir nada más, Fhalaugashî.  Tengo órdenes de muy arriba, no puedo decir más..

-Pero no olvidaré hablar favorablemente de aquellos que colaboren conmigo, llegado el momento.

El orco iba a obedecer las órdenes igualmente, temeroso, pero contaba con un poco de voluntad extra por parte de ésta miserables criatura.

Estaba muy molesto, pero te contestó con paciencia. Se notaba su ira, contenida, guardada y preparada para hacerte hervir las venas en la menor oportunidad: - No se de qué hablas elfo, pero, si te han ordenado que hagas algo, no lo cuentes. Vete y hazlo. Todo comentado mientras se ponía en pie, y tras lo que hizo un gesto para que te marcharas. Cuando ya estaba en pie, se giró, y dejó un colgante en la mesa, hacia atrás, marchando hacia el interior de las estancias privadas. También te percataste que lo dijo en voz baja, tenue y discreta, como si quisiera ocultar esta conversación.

No me sería imposible encontrar ayuda por parte de ninguno de los miembros del cónclave.   Cada vez tenía más claro que estaba solo en ésto. No, estaba aún peor aún que solo, pues el fracaso no era una opción.   Agarré el colgante y me fuí de la sala, hacia la biblioteca.

'Debe haber algún registro, algún informe, que hable de ese insidioso mago y de sus intromisiones' - pensé mientras examinaba el colgante con atención, por si acaso. No sería el primer objeto maldito que acababa en mis manos. 

Tendría que obtener ayuda entre los lastimosos subalternos de la fortaleza, no entre la élite de Dol Dulgur.   Quizá el colgante era una concesión de autoridad, un salvoconducto de algún tipo que me permitiese reclutar un pequeño grupo de secuaces, requisito indispensable para localizar, emboscar y eliminar a los secuaces del mago elfo.

14 de enero de 1000. La Montaña Pelada (Dol Guldur) Sur del Gran Bosque Verde (Bosque Negro).

Estabas hasta la coronilla de buscar, pero había algo que estaba claro. Si era un mago que quería estorbar a tu Señor, no sería un mago cualquiera. Tendría que ser un ser con mucho poder, que el propio Sauron considerase una molestia. Alguien que fuera a ser tan peligroso, que no pudiera mandar a alguien como una partida de guerra bajo un olog, un Espectro del Anillo o un Fantasma del Anillo. Alguien que fuera tan poderoso, pero que pudiera un sacerdote ser un problema para ese entrometido que molestaba a esta fortaleza.

¿Cómo acabar con un poderoso hechicero elfo, probablemente un noldor de gran linaje? Mediante trampas y emboscadas, aplicando una fuerza adecuada en un momento de debilidad, en el que no se halle preparado, en el que conjurar le sea costoso o antinatural.   Usar las criaturas ponzoñosas del bosque en su contra, infiltrar a traidores entre sus hombres...y la más insidiosa de todas: Volver a sus aliados en su contra mediante engaños.

Debía averiguar la identidad de ese mago, conocer TODO sobre él, donde vivía y bajo qué nombres era conocido. Quienes eran sus aliados y a quien recurriría de estar en problemas.  Quizá se refugiase o proviniese de Lorien, donde residía la peligrosa y despreciable bruja eldar Galadriel.  

Bajo hacia el séptimo nivel, buscando a un Drartûl al que convencer, pues recurrir a un Krîtar me parece llamar demasiado la atención.  Me coloco el colgante que me dio el Faulaghash para que sea lo primero en que se fijen de mi atuendo.  Sólo necesito que me ceda un dagor-dirn, un pequeño grupo de una decena de humanos para comenzar a hilvanar mi plan.  Una vez planteado ésto, busco información de los exploradores, rumores acerca del mago saboteador, busco saber quién se ha llegado a enfrentar a él y salido con vida.  P

Debo atraer al mago con algo que le llame la atención a él, no a los beórnidas, sindar o montaraces.  Algún enigma místico, enfermedad o maldición que afecte a los civiles enemigos, que requiera de la intervención exclusiva del hechicero.   Si la diferencia de poder entre él y yo es tanta como aparenta, es posible que aparezca en solitario, sin tomar demasiadas precauciones....

El Drartûl te comenta que hará todo lo que su oficial al mando le encomiende, pero en estos momentos ... está ocupado. Tiene que .... y lo llaman, de tal manera que no habla siquiera contigo.

Estoy harto de estos orcos, holgazanes bestias que sólo se mueven por el miedo a sus torpes superiores.  ¿Acaso no me temen suficiente para obedecer sin más? La furia me embarga por momentos. Rodeado de cientos de orcos, incapaz de lograr reunir ni un puñado de ellos, fuera de mi elemento, de la tranquilidad de mis libros y mis torturas

El señor oscuro me ha elegido, no puedo fracasar, no puedo dudar.  

Decido ascender hasta los aposentos de los montaraces oscuros en el quinto nivel, donde pido hablar con uno de ellos. Uno de ellos, cualquiera, servirá, el poder, conocimientos del terreno y longevidad de cualquiera de ellos me será apropiado

-​​​​​​Soy Zangolog, el gran bibliotecario. Deseo hablar con alguno de los Grimbûrz. Ahora mismo

14 de enero de 1200. La Montaña Pelada (Dol Guldur) Sur del Gran Bosque Verde (Bosque Negro). Cuarto Estrato

En el Cuarto Estrato encuentras que la "Guardia" está repartida entre olog y hildor. Todos, con ropas y capas pardas, que parecen estar tratando como amigos en un momento de asueto, pero en tu aparición, todos se ponen en guardia, pero sin sacar las armas. Se adelanta un olog que consideras bajo y delgado, para los estándares normales, pero que habla una Lengua Negra perfecta. 

- Quendi, este no es tu lugar, pero como respeto al Conclave, y a un "Usuario de Magia", te permitiremos marchar por done has venido. Parecía estar siendo amable. - Te damos la oportunidad de marchar por donde has venido si lo haces ya mismo. Ahora, con estas palabras, el ruido de armas preparadas para el combate te hacía entender que se habían terminado las palabras por su parte. Sabias que este ptereg negro era su capitán, y este si tenía un equivalente en el ejército. Era considerado como un Krîtar, pero ningún Krîtar normal tendría la osadía de enfrentárlsele abiertamente o incluso hacer algo que pudiera ser entendido como que se cuestiona su autoridad.

Sostengo la mirada del pertereg unos instantes.  Quizá debería insistir, pero los bestiales y disciplinados guardias del quinto nivel temían mucho más a sus acechantes amos que mí, por mucho que mi nombre en la lengua negra fuese 'elfo demonio'.  Me volví, furibundo, sin considerar siquiera pedir audiencia.  

Estaba claro que los grimbûrz estaban por encima del límite superior de mi influencia, Sólo era cuestión de descender en los rangos hasta encontrar a algún general al que convencer, aunque me dí de plazo tres días para lograr algún avance, pasados los cuales, saldría en solitario, sin atreverme a tardar más tiempo en cumplir la imperativa orden del amo de mi destino.  

Por un momento lamenté no haberme inmiscuido en los juegos de poder de la fortaleza, pero siempre pensé que no era necesario. '¿Para qué?' me decía. El tiempo estaba siempre a mí favor y excepto por los Nazgul y aquel puñado de individuos a los que se le había alargado la vida mediante elixires, sólo tenía que esperar a que a mis rivales muriesen de viejos.  Sin embargo ahora estaba aislado, sin más aliados que el terror que producía mi presencia entre los trasgos y los supersticiosos humanos del Este.

Ascendí hasta el segundo nivel, donde volví a solicitar hablar con uno de los responsables, en este caso uno de los Krîtar que comandaban las fuerzas de vigilancia de la fortaleza.  Desde ahí salían de forma constante pequeños grupos de asaltantes que emboscaban en los caminos a los incautos viajeros.  

— Soy Zangolog, Faulaghash, Gran bibliotecario.  Deseo hablar con él Krîtar al mando.

Sin llegar a tu destino te percataste que un orco extraño te seguía, era más alto y corpulento que sus hermanos de sangre. Tal vez con unos rasgos más humanos. Acababas de salir del nivel de estos "montaraces" cuanto te diste cuenta de ello. Tus intenciones eran buscar a oficiales del ejército para reclutar secuaces, pero, estabas en ello.

Apreté el paso para cerciorarme que realmente me seguía.  En un amplio corredor, cerca del tercer nivel, me volví hacia él. Mi mano reposaba sobre el mango de la cruel espada Irgaak, preparado para acabar con él.

—​​​​​​Dime, mediorco. ¿Por qué sigues a un miembro del cónclave? Hay algo que quieras decirme?

Puso la mano derecha en el pecho e inclinó la cabeza. Era una señal no solo de respeto, sino también de sumisión, y entonces habló: - Señor Elfo Laughahî, soy un aspirante a Grimburî, pero los comentarios por los que aún no me acepta, es que no tengo acumulados méritos suficientes, y por lo que comenta el Petereg me falta algo. Su tono era discreto y casi silente. Estaba como susurrando, y eso que hablaba a unos tres metros de ti. - Puedo ayudarle en su misión, siempre que el Laughaî me acepte a su lado.

Tenías un secuaz, pero también alguien del que preocuparte. Por un lado, de que hiciera las cosas que querías, como tú querías, sin que interfiriera en nada más. Por otro lado, ahora recordaste porqué no querías entrar en las luchas de poder: - También tengo que preocuparme de no ser apuñalado por la espalda. Al fijarte en él veías que tenía un equipo muy parecido a los demás montaraces: un buen hierro a la cintura, un peto de cuero con tachuelas oscurecidas, unas fuertes botas y unos pantalones que corrían por un estilo similar ... y una capa simplona. Es lo llamativo: - No es la misma capa. Esta es ... como de pobre.

-Te mueve la ambición— afirmé, mirando con fijeza al medio-orco, calculando la verdadera utilidad que podría obtener de semejante criatura.  -Deseas renombre, sangre en las manos - asiento como poniendo nombre a los deseos no expresados del aspirante a Grimbûrz. 

Me doy la vuelta y sigo andando hacia el segundo nivel. -Bien. Tienes permiso para acompañarme. Tu primera tarea - detengo mis pasos un instante para mirarle desde la altura. Es escuchar, rumores, historias. Busco información de un mago, un saboteador que lleva años molestando a los Faulaghashî con sus artimañas.  Habla con los otros aspirantes a Grimbûrz, seguro que compartís historias y rumores al respecto

Sigo avanzando, siempre arriba, por las interminables escaleras. - Estaré en la biblioteca mañana, tráeme algo útil y no un puñado de balbuceos incoherentes.  Daré orden de que te dejen pasar...¿Tienes nombre, medio-orco?

- Fî-Artnajor, señor elfo, pero muchos me llaman Artnaj simplemente, ya que Fî, suena a silbido y he visto alguna pelea que otra por ello. Dijo mientras daba un paso atrás y desaparecía, hasta la reunión. Había sonado sincero y agradecido. Te daba la sensación que tenía más sentimientos humanos que orcoides, pero no podías descartar ni afirmar ninguna orientación. Tendrías que averiguar más sobre su juventud o como acabó así, aquí, e intentando ser un "Explorador del Nazgûl". Te retiraste a regodearte en la satisfacción de tener tu primer seguidor y ya haberle encomendado una misión que no tenía nada que ver con lo que realmente deseabas. A disfrutar de una inteligencia superior sobre seres infrainteligentes.

15 de enero de 0533. La Montaña Pelada (Dol Guldur) Sur del Gran Bosque Verde (Bosque Negro).

De madrugada tocaron a tu puerta. El el propio mestizo, que además era seguido por un olog negro de mediana estatura (por no decir que bastante chaparro) parecía alegre. Sus ojos mostraban un brillo de victoria, pero a saber si eso era realmente bueno. Esperaron a que les dieras paso, pero también mostraban cierta ansiedad. Como prisa.