Partida Rol por web

Finalmente llegó la puesta de Sol y con ella el momento de dirigirse a la casa del Almirante.
No fue difícil dar con ella, pues raro era el lucreciense que no supiera dónde estaba. En el exclusivo barrio de Altamira, se encontraba una mansión de considerable tamaño y con un generoso jardín en el que incluso había un pequeño lago.

Sólo llegar, los guardias de la entrada os cuestionaron sobre vuestra identidad para estar seguros de quienes erais.
Ya por el jardín se veían numerosas personas de la nobleza, paseando, hablando o tomando algo.
Parecía de hecho que la principal actividad se concentraba afuera, con varias mesas llenas de comida y bebida, así como un grupo de músicos amenizando la velada. Varios farolillos de colores habían sido colocados en postes a lo largo del jardín para dar algo de iluminación y un toque exótico.

Entre los presentes, pudisteis reconocer al Capitán Rodríguez y el Contramaestre Gracia, que parecían fuera de lugar, y alguna que otra figura conocida por alguno de vosotros, como Leonardo Vegaverde.
Estaban por ahí Zelinda y Oleg, si bien ambos parecían fuera de lugar y sin sus armas seguramente se sentirían desnudos.

También habían damas de gran belleza. Por ejemplo, una joven (o no tanto) de cabellos dorados cuya belleza podría rivalizar con la de Angelique. De hecho, tenía un aire a ella, indicando que posiblemente fuera también montaignesa.
Vestía un elaborado y voluminoso vestido beige con adornos en blanco y plata, y se abanicaba lenta y de forma casi hipnótica, observándolo todo con una sonrisa elegante, que no revelaba su dentadura.

Había también otra joven, más poca cosa quizás, pero cuya belleza fresca y cuasi juvenil resultaba un regalo a los ojos. De cabellos castaños, vestía con ropas rojas y doradas, y era acompañada por una pareja de guardias en todo momento. No parecía sentirse cómoda.

Y finalmente había un tipo. Un hombre que bebía tranquilamente, ataviado en un traje dorado a juego con sus cabellos rubios y un bien tratado bigote.
Varios anillos de oro decoraban sus manos, y hasta portaba un estoque recargado de joyas su guarda.
Conversaba con un hombre que por los galones de su vestimenta, sólo podía ser el Almirante. Un hombre castaño y de porte elegante, que iba saludando a los presentes antes de que este último rubio le interrumpiera y se detuviera a charlar.

-¿Vere al homo que habla con il almirante?.- Dijo Luca poniendose delante del grupo.- E posibile que sea Sir Andrew Taylor, la unique persona qui sabe llegare a la bahía Tchaluk.-

Luca se dio la vuelta como echando un vistazo al tipo, pero en realidad sus ojos enfocaban a cierta distinguida dama de cabellos dorados. 

-Bene. Lie gustan cosas exóticas, retos. Per eso queria una imitaccione de reliquia, querida,- dijo guiñándole un ojo a la salvaje lola. -Per eso, la bela Angelic, il mio ángelo de la guerra, debía llamare le atenccione con la reliquia. Mai si se torchiera la noite, Lola entraria en accione. Mais Sir Andrews fuere pirata antaño. Cuita con ese detalle. Io conseguire mas informaccione. Andiamo.-

​​​Con una breve mirada se despidio de sus compañeros. Primero se detuvo en una mesa recogiendo dos copas de vino, una de blanco y otra de tinto, para luego dar un rodeo y acercarse por detrás a la dama que tan delicadamente se abanicaba ella sola. El instinto previno a Luca sobre esa mujer, era sin duda poderosa y peligrosa, todo un reto digno de admiración. 

-Sempre las mais belas si alejan de lo mundano, cuomo las estriellas.- Le dijo suavemente mientras miraba el cielo y, lentamente sus ojos buscaron los de la dama. 

Saludó con un toque del ala del sombrero a todos los conocidos, capitán, contramestre, Zelinda y Oleg. Se fijó en las dos muchachas a las que pronto Angy querría sacarles los ojos por hacerle sombra; llevaba muy mal eso de compartir la atención del público. Por último se paró un instante inspeccionando al hombre que hablaba con el supuesto Almirante y que pronto identifico como Sir Andrew Taylor. Antes de poder decir nada el vodaccio ya había desaparecido.

Tanto daba.

Lanzó una última mirada a Angelique y avanzó hasta el Almirante para cumplir con sus obligaciones; ella tenía una educación.

Al llegar frente a los hombres esperó  a que el anfitrión se dirigiera a ella y le diera pie a presentarse y realizar la reverencia pertinente.

Umberto te miró mesándose la barba y sonrió
Suena bien.
Puedes contar con mis servicios. Suelo pasar por aquí todos los días para cenar. respondió, aceptando tu oferta.

Aunque... sería de agradecer un pequeño avance del pago... añadió, esperando ver algo de ese oro.

La dama montaignesa sonrió lo justo como para darte la señal de que, al menos, te escuchaba.
Lucrecia es un lugar duro para los poetas... respondió con una voz aterciopelada, que pedía a tus sentidos volverla a oír.

Supongo que sois uno de los recién llegados a bordo del Santa Catalina... añadió en un tono interesado, revelando que estaba al corriente de las noticias.

Lola se acercó hasta la posición del Almirante y su acompañante.
Pudo escuchar sus últimas palabras y el inconfundible acento avalonés en el hombre del traje dorado.

El Almirante se acercó hasta la espadachina y la saludó con el protocolo digno a una señorita.
Buenas noches, y sed bienvenida a Santa Lucrecia. no se presentó, dando por sentado que sabías quién era.

Me habían llegado rumores de varias damas viajando a bordo del Santa Catalina, asumo que seréis una de ellas.
Espero que sea provechosa vuestra estancia en el Nuevo Mundo.
Si necesitáis alojamiento, hablad con mi secretario. y te señaló con la mirada a un hombre de pelo canoso y cuidada perilla blanca con unos anteojos que estaba unos cuantos pasos detrás, como si fuera una estatua.

Angelique hace su gran entrada en ese momento. La combinación de un gusto refinado, una belleza natural innegable y el haber dejado una buena cuenta a pagar por su más reciente admirador hacen que la joven montaignesa entre luciendo con todo esplendor un magnífico vestido de seda blanco y azul con mucho volante en la falda como marcan los canones a la mode

Abanicandose discretamente con un elegante abanico (también comprado a crédito) dejó que Lola tomase la iniciativa antes de seguirla y con gesto educado ofrecer su enguantada manita al Almirante. 

Merci beacoup monsieur Almirante d'Aldana dice bajando el tono para obligar a los hombres a acercarse La hospitalidad de vuestra casa no tiene nada que envidiar a los meilleurs salons du Montaigne . Aquí mi querida amiga es la bachiller Lola De San y por mi parte soy Angelique Alvarine Louise du Sancerre et Mieux. Como bien deciis hemos llegado a bordo del Santa Catalina donde por cierto ya hemos prestado nuestros primeros servicios a Castilla al derrotar un ataque pirata. Dice ahora si bien alto para que sepan que son gente de calidad y recursos a ser tenidas en cuenta (y a las que quizás contratar o apadrinar) Aunque creo que hay ciertos encargos aventureros que deseais realizarnos ¿vraiment?

Como le gustaba a la pequeña rubia ser el centro de atención… que mal lo iba a pasar esta noche.

Lola hizo una graciosa reverencia cuando la presentó. No sabía a qué venía eso de bachiller,  pero le gustaba como sonaba. Acompañó el gesto con una sonrisa encantadora.

Ella sí había usado el vestido que traía de Castilla; los vestidos encargados a nombre del nuevo protector de Angy tardarían varios días en ser ajustados a su talla y no iba a llevar un vestido que no estuviera bien adaptado a su figura por ir con prisas a la moda con algo nuevo como lo ocurría a su amiga. El ansia le podía.

Además, eso le daría opción a hacerse ella ahora la necesitada y buscar su propio amigo que se ofreciera a facilitarle algunas comodidades.

- Es muy generoso por su parte, excelencia. Le quedo muy agradecida. Lamento haber interrumpido su conversación con el señor… - mirando a Taylor para darle pie a que se presentara formalmente.

El Almirante miró a Angelique enarcando una ceja. Seguramente no le eran indiferentes sus encantos, pero era un hombre recto y de cierta edad que no se dejaba impresionar tan fácilmente.
Su acompañante sí parecía fijarse de un modo más directo de los encantos de Angie, y sobretodo, de la morena Lola, mucho más exótica para alguien de su procedencia.

Santa Lucrecia está llena de oportunidades.
Si de verdad os interesa participar en la campaña militar que dirige el Sargento Darío Torres, será un placer contar con vos.
Pero debéis tener en cuenta que es una campaña peligrosa... aunque poseemos mucho mejor armamento y experiencia militar, el terreno es hostil y los nativos luchan como fieras hambrientas.
De buen seguro que una dama como vos puede encontrar otras opciones para vivir bien en esta ciudad. dijo, quizás sorprendido por que Angie fuera una de las mercenarias que viajaban con el Santa Catalina.
No encajaba con su aspecto.

El acompañante del Almirante enseguida se dio por aludido y respondió con una ligera reverencia.
Me llamo Taylor Andrews. dijo en un castellano muy trabajado, que no podía ocultar su acento.

Tomó la mano de Lola y la besó con suavidad.
Es un placer Lady Lola. Soy uno de los mejores amigos del Almirante, y uno de los primeros mercaderes establecidos aquí.
Me gustaría poder invitaros a mi humilde morada. No está lejos de aquí, claro que no quisiera arrebatarle invitados al Almirante... dijo sonriente, con una mirada confidente al mandamás de la ciudad.

Venid mañana. Seguro que os encantarán mis fiestas. añadió en un tono alegre.

-Poeta, escriba e cabalieri para la vos serviros, la mia bela signiora.- Luca hizo una reverencia hacia la dama, sin pompa ni florituras (a parte que no tiene sombrero) mas bien sobria, pero sin dejar de mirar a los ojos de la dama prometiendo algo con la mirada. Un juego al que ella seguro también jugaba.
-La inteligencia non esta renida con la belieza.- Dijo con su acento vodaccio. -Mas el Santa Catalina e una simple parada per uno espírito libre, como io. Le aventure, descubrire sitios nuovos, tesori...-

Luca intentó tentarla con algo más que su aspecto y una promesa de pasarlo bien. Asi que comenzó con algo mas de su agrado, tesoros, joyas, monedas de oro reluciente. Si había aventura y lugares inexplorados cerca, esa era la bahía tchaluk.

- Mademoiselle Angelique gusta de emociones intensas, excelencia – dijo con un tono respetuoso – Aunque luego es a mí a quien le toca sacarla de esos embrollos de una pieza, excelencia – con un tono ligeramente más bromista – Me gustaría ayudarle a convencerla de lo que tan juiciosamente dice, que podría otras opciones para vivir bien la ciudad, mas me temo que conozco bien su carácter… decidido – por no decir que es más tozuda que una burra cuando se encapricha – y que hacerla cambiar de opinión sea una empresa perdida incluso antes de comenzar. – añadió con el mismo tono de humor velado de quien está acostumbrada a la corte.

Volviéndose al señor Andrews sin querer ahondar más en las dagas a su amiga.

- Me siento tremendamente honrada por su invitación, Lord Andrews – si la trataba de Lady tocaba hacer lo mismo con él -, la cual acepto encantada. Estoy seguro de que no le importara que Mademoiselle Angelique me acompañe, si se siente de humor, ¿verdad? – y sin darle opción más que a contestar con una sonrisa y un asentimiento prosigue – Estoy deseando de conocer más del hombre de cuyo buen gusto tanto he oído hablar. – terminó coqueta.

Gizur sonrió y sacó dos gremiales de su bolsillo.

—Ten, este es sólo el adelanto... Y por supuesto, consigue información jugosa y quizás hasta recibas algún bono —dijo riendo y dándole unas firmes palmadas en la espalda a Umberto.

Hecho esto, se levantó del banco y se sentó en otra mesa, junto a los hombres que habían estado hablando sobre aquella tal Jenny.

—Buenas —dijo con una sonrisa, girando la silla en la que se sentaría para apoyar sus brazos sobre el respaldo—, mi nombre es Gizur, vengo Vodacce. ¿Ustedes son de por aquí? —les preguntó con simpatía.

La dama se abanicó con aire ausente, como si las palabras de Luca la estuvieran aburriendo.
Interesante...
Hay muchos hombres como vos en Lucrecia. Buscadores de tesoros, aventureros, soñadores... los llaman de muchas maneras.
La mayoría terminan siendo unos muertos de hambre... pronunció en un tono despectivo.

Casi sin darte tiempo a analizar sus palabras, te miró sonriente y levantó una ceja de manera sutil.
Quien sabe... a lo mejor vos triunfáis en vuestras aspiraciones... ¿maese...? dejó la frase a medias, esperando a que te presentaras.

El Almirante sonrió ante las explicaciones de su compatriota.
¡Hahaha! Ya veo. Sin duda tenéis el espíritu indomable de todo buen aventurero.
Mañana mismo pasad por el Fuerte. Allí os podré asignar alguna misión.
Los aztlanos están presentando batalla en una colina de difícil acceso, al otro lado de las cuales se cree que hay un valle rico en tierras y con un subsuelo lleno de oro... dijo en un tono enigmático.

Las últimas palabras del Almirante provocaron la reacción inmediata de Taylor.
Ya os he dicho, Sir, que no deberíais creer las palabras de los prisioneros aztlanos.
Seguro que se inventan la mitad de sus historias para que caigáis en emboscadas. Aunque... sí es cierto que sus tierras están repletas de tesoros... sobretodo al sur... dijo en un tono conspirador.

Se estaba gestando una pataleta. Una pataleta de dimensiones terribles, epicas, aterrorizadoras. Una pataleta no vista desde aquella en la que los barbaros eisenos quemaron Numa hasta sus cimientos.

¿Como se atrevía ese vejestorio castellano a tratarla con tan poco miramiento? ¿Y ese lascivo come gachas avalonés? Realmente estas eran tierras de salvajes. Y no estaba pensando solo en los Aztlanos.

¿Peligrosa? bufó Lo dudo. Quizás es que por el momento ha faltado el valor y la decisión para hacer lo que hace falta. O quizás no habeis sabido, Almirante, atraer a aquellas que realmente podrán enseñar una lección a los salvajes.  

Si no le arrojó la copa y montó una escenita fue por la mención del oro. Una chica necesita dinero para zapatos al fin y al cabo ¿Oro? ¿Tesoros? ¿Y solo hace falta echar a un puñado de salvajes de una colina? Y con una radiante sonrisa añadió ¿Cual sería la recompensa para quienes abran el paso hacia las ricas tierras del sur? ¿Quizás algunos derechos sobre lo que ahí se encuentre?