Partida Rol por web

El País de los Sueños

Episodio 1 - El Mundo Que Empezó A Descoserse

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28/10/2009, 16:55
Director

Si en Goldar decían que en Moth siempre había leyendas y aventuras, ¿quiénes eran ellos para negarlo? Así que nuestros héroes pusieron rumbo a las Tierras Oscuras, esperanzados a ver qué encontraban.

Nuestro relato empieza cuando, después de varios desafortunados días de viaje entre tierras hostiles, Gauldoth, Hanna, Henry, Kaia, Leo y Rolan comenzaban a pensar de que Moth era un timo...

De no ser por el constante aullido de los lobos que les perseguían.

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28/10/2009, 18:05
Kaia Narugi

Kaia caminaba cabizbaja casi arrastrando los pies. Llevaban ya varios días caminando con aquel condenado sonido de las bestias aullando en el bosque. Era realmente irritante, pero por lo menos todavía no les habían alcanzado.

Cuando se escapó de casa no pensó ni por un momento que aquella sería la “fantástica aventura de su vida” Se esperaba al menos algo de emoción, no lobos aullando. Pero, de entre todo lo malo había algo muy bueno: estaba Leo, que por azares de la vida se había vuelto a cruzar en su camino.

La chica caminaba al lado de él, haciendo esfuerzos por seguir el ritmo del enorme chico que le sacaba tres cabezas, casi. Cuando el daba un paso, ella tenía que dar tres para mantenerse a su altura, lo que hacía que estuviera el doble de cansada (cosa que resentía bastante debido a su enfermedad) La fatiga era lo peor, pues cuando todos estaban como rosas, ella ya estaba por los suelos. Se había excusado diciendo que acababa de pasar una enfermedad respiratoria muy grave y que todavía tenía algunos síntomas. Leo desconfiaba.

El resto del grupo lo formaban diversas personas, a cada cual más rara. Si ella pensaba que era bajita, ahí estaba Hanna, con su metro y medio de altura. Luego estaba Henry, el sordo. Por lo menos él no tenía que escuchar a los lobos. Y Gauldoth, que llevaba una máscara y no se la quitaba por nada del mundo. Si quería verle la cara tendría que matarle. Y después de Leo, que medía dos metros, estaba el barbudo Rolan, que se asemejaba en parte a Leo. Nórdico, rudo y acostumbrado a las aventuras. Y luego estaba ella, bajita, con cara de cría y ropas orientales. Y todos ellos perdidos en un bosque de Moth. Que bonito…

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28/10/2009, 19:27
Leo Bukharin

 Leo caminaba lento. Lento para lo que acostumbraba. Desde que dejó la casa de los Narugi no había hecho otra cosa que andar rápido. Cuando no corría. Siempre corría. Siempre cambiaba de lugar. Siempre corría. Porque siempre tenía a alguien pisandole los talones. Eso era como mejor podía estar. Pues la mayoría de las veces el "alguien" podía cambiarse por "algo". Cuando había comenzado la aventura con aquel, cuanto menos pintoresco, grupo, había pensado que tal vez en Moth encontrara nuevas oportunidades. Siempre buscaba nuevas oportunidades pues la vida estaba cara para aquellos que tienen que buscarse la vida diariamente.

 Mas otra de las cosas que le había hecho decidirse tan fervientemente en realizar aquella aventura, en vez de haber mandado al carajo al grupo, era Kaia. Durante el año y pocos meses que habían estado separados la había echado de menos. ¿Cómo se podía echar tanto de menos a una persona? Además, había algo que no le gustaba a Leo. Algo había cambiado a Kaia. Y se lo olía porque la conocía. No era ya aquella risueña jovencita a la que enseñó a montar a caballo. Ella dijo que había sido una enfermedad respiratoria, cosa que no era moco de pavo, y cosa que enfadó a Leo. ¿Cómo podría ser tan inconsciente de ponerse en peligro de esa manera, despues de haber tenido una enfermedad respiratoria? Por supuesto Leo se enroló en aquella aventura para buscar oportunidades. Y para proteger a Kaia.

 Caminaba en el final del grupo, con el oido siempre puesto en sus espaldas. No le gustaban los aullidos tan cercanos. Caminaba al final pues había acompasado su paso al paso de Kaia. Iba más lenta que el resto, y él se obligó a ir igual de lento. Pero al parecer a ella aún le costaba seguir el ritmo de sus zancadas. El grupo era extraño. Había un hombre reservado que, con posterioridad, descubrió que era sordo. No sordo de oir poco, no, sino de no oir absolutamente nada. No había cruzado palabra con él. Luego había una joven, más pequeña incluso que Kaia. Le caía bien. También había otro hombre, casi tan grande como él. Casi. Le caía bien aquel hombre. Y por último había alguien extraño. Un hombre que se ocultaba tras una máscara. A Leo no le gustaba aquel hombre, pues Leo era de los que pensaban que malo era áquel que tuviera algo que esconder. Leo no preguntó. No quería ser descortés. Pero guardaba las distancias y siempre estaba alerta.

 En ese momento paró, un segundo, para que Kaia recuperase el resuello. Cuando el grupo se alejó unos pasos, sabiendo del orgullo, familiar, de la joven, Leo habló.

 - ¿Estás bien, Kaia? Te noto cansada. Si quieres puedo llevarte el macuto o... llevarte a ti. En cuanto podamos me haré con un buen par de caballos. - Susurró el joven.

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29/10/2009, 00:27
Gauldoth

Humedad. Frío. Lobos. Menuda aventura había resultado ser Moth. Y aún así, a Gauldoth le gustaba.

Tal vez fuera porque él y sus inesperados compañeros no habían visto casi un alma desde que habían salido de Nürern. A ellos parecía afectarles, pero no a Gauldoth. Después de la pelotera con aquellos goldarianos locos en la aldea, de la que sus ahora aliados le habían rescatado, y de la pelotera previa que le había llevado hasta aquella aldea, el enmascarado creía que ya era hora de tener un poco de soledad, muchas gracias.

Los lobos tampoco le preocupaban. Por lo menos no eran aquellos Skuling, con sus berridos estremecedores cuando cargaban y aquellas fieras grotescas que llevaban como perros de presa. Comparados con ellos, una manada de lobos sonaba como un mero ejercicio de calentamiento.

Por lo menos, así sería para Leo y Rolan, que con lo grandes que eran los dos y las armas que empuñaban tenían pinta de comer lobos para desayunar; qué diablos, tenían pinta de comer bestias Skuling para desayunar. Quien también debía de defenderse bien era Hanna, a juzgar por los callos en sus manos y aquella apariencia descuidada que delata al luchador que tiene mejores cosas que hacer que arreglarse para una ocasión social.

La que no tenía tanto aspecto de luchadora, pese a las dos extrañas dagas con los bordes de la empuñadura alargados que llevaba al cinto, era la otra muchacha, tan bajita como Hanna pero de aspecto algo más delicado. Gauldoth no podía evitar reconocer que Kaia era muy bonita, ruborizándose en su fuero interno por ello; tampoco podía evitar darse cuenta de que seguía la marcha de los demás con gran esfuerzo pese a que su ropa revelaba una musculatura lo bastante robusta como para agarrarle a él del brazo y partírselo por tres sitios distintos con un movimiento.

Leo debía de haberse dado cuenta de la ocasional mirada que Gauldoth dedicaba a Kaia, porque cuando trataba con él notaba una hostilidad disfrazada de fría y profesional cortesía. Todavía no le había preguntado si tenían alguna clase de noviazgo, y no es que tuviera ganas de confirmar lo que sospechaba. Sí, en la posada donde habían dormido antes de partir hacia Moth se habían quedado en habitaciones separadas, pero teniendo en cuenta que la Santa Iglesia miraba mal las relaciones antes del matrimonio, eso no quería decir nada. Claro que ellos podían venir de países que no fueran cristianos, teniendo en cuenta que él no se acordaba muy bien de las lecciones sobre las diferentes creencias religiosas de los principados: en cualquier caso, eso tampoco querría decir gran cosa.

El que era un total enigma era el sordo. No decía nada, no se quejaba, y no daba muestra de acusar el aburrimiento. Ahí estaba, con su media sonrisa y caminando a buen paso. Ni siquiera estaba seguro de qué podía esperar de él en caso de que los lobos se acercaran; pero bueno, él tampoco era de los que dejaba muy claro lo que podía hacer a la hora de la verdad.

Claro que esta vez tendría que ahorrarse el levantar los cadáveres de sus enemigos para ayudarle en el combate. Aquello no le había parecido gracioso a sus antiguos compañeros de viaje en la caravana, y dudaba horrores que sus actuales camaradas fueran comprensivos con ello.

Decidió al final salir de su mutismo, situándose junto a Hanna y mirándola de medio lado.

- ¿Crees que tendremos problemas con esos lobos?

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29/10/2009, 21:26
Henry Sullivan

Henry caminaba a buen paso cerca de Leo y Kaia, pero ni siquiera notó que se habían parado. Iba con la vista al frente, y apenas empezaba a notar el cansancio por la marcha continuada a través de aquel sitio infernal. Los otros le habían dicho que había lobos. A Henry no le preocupaban, tal vez porque no tenía que escucharlos constantemente.

Se dio cuenta de que alguien se había quedado atrás cuando notó por el rabillo del ojo que ya no caminaba nadie a su lado. Volvió la cabeza para ver a Kaia y a Leo hablando. Ella parecía no poder continuar. Leo era un hombre grande y fuerte, que al principio le había intimidado, pero la chica no parecía hecha para aquellos viajes. Aunque tal vez sólo lo pareciera. Llevaba unos sais, y cuando meditaba, podía notar una fuerza extraña a su alrededor.

Igual que con Hanna, pero distinto. Además, Kaia era callada y parecía que sólo hablaba con Leo, mientras que Hanna era mucho más alegre. Aunque hablara y sonriera a la vez, lo que le dificultaba comprenderla a veces.

El norne estaba cortado por el mismo patrón que Leo, aunque no fuera tan grande. No sabía mucho de él, de ninguno en realidad, pero lo llevaba bien. Cuando le hablaban, se esforzaba en sonreír un poco para que notasen que estaba atento a lo que decían aunque no dijese nada, y aún no había hablado enfrente suyo. Quería conocerles bien antes de darles motivos para reírse.

Un caso aparte era Gauldoth. Le inquietaba profundamente, y no había cruzado palabra con él. Compartía el mismo aura que Hanna y Kaia, aunque tampoco era igual al de ellas. Pero lo que mantenía a Henry a distancia era la máscara. Era la máscara lo que le impedía hablar con él. No le permitía saber lo que estaba diciendo, ni siquiera si estaba hablando o no. Eso le incomodaba hasta el punto de evitarlo completamente. Si podía, ni siquiera le miraba.

Henry volvió la cabeza otra vez para comprobar que el resto seguía cerca. Si Kaia no podía seguir, tendrían que parar un poco.

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30/10/2009, 17:44
Hanna Svensson

Los lobos, pese a lo que todo el mundo parecía pensar, eran unos animales nobles y hermosos que a Hanna le gustaban mucho. Salvo cuando tenía que dormir al raso y sola, en cuyo caso no llegaba a pegar ojo. Sabía que los lobos no atacarían a no ser que se sintieran amenazados o hambrientos, pero no podía asegurar que no tuviesen una de las dos sensaciones. Hanna lo había descubierto por las malas.

No la habían atacado los lobos, pero sí un bandido. Cuando viajaba a Kanon para tomar el barco, un tipo con muy malas pulgas la asaltó en el camino y pretendió robarla, o violarla, o matarla, o las tres cosas. Hanna le había dado un buen golpe con el escudo y lo había atado con lazos lumínicos para asegurarse de que podría dormir sin miedo hasta que al día siguiente lo entregase a la justicia. Lo malo era que el bandido, desde que le echó el hechizo, no dejó de llamarla bruja y de gritar que estaba condenada. Hanna no había tenido más remedio que darle un buen golpe para dejarlo inconsciente y marcharse de allí tan rápido como sus piernas cortas se lo permitieron.

Por eso viajar con más gente era una bendición. Podía dormir porque había gente vigilando. No cometería estupideces como la de lanzarle un hechizo a un desconocido porque ellos le avisarían a tiempo de lo que estaba haciendo. Podía cantar con alguien durante el viaje. Podía hablar y no sola. Podía conocer gente nueva, tan simpática como Leo y Kaia y tan misteriosa como Gauldoth. Henry, el chico sordo, también era simpático, aunque al escucharle hablar le daba cierta aprensión. En cuanto a Rolan, bueno, también era simpático. Todos eran simpáticos, en cierto modo.

Ahora Gauldoth se le acercaba para hablar. Hanna solía preguntarse qué había bajo la máscara, pero nunca lo había expresado en voz alta. Intuía que no era una cosa buena.

-¿Problemas? -Hanna sonrió, pensando en lo que acababa de recordar-. Qué va. Los lobos son criaturas nobles y hermosas. Son buenos animales. Van en manada y cuidan los unos de los otros. Como nosotros.

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30/10/2009, 19:41
Rolan Gerviev

Él no tenía miedo. Y sus compañeros no debían tenerlo. ¿Por qué? Muy sencillo: los lobos eran sus amigos. No era un pensamiento pacifista, es que era la verdad. Cuando sintió la presencia de aquellos seres cerca se apresuró en unir su esencia a la de ellos por medio de la magia. Ahora los lobos le consideraban alguien de fiar, alguien bueno. Sus compañeros no lo eran para ellos pero aquellos seres tan inteligentes deberían saber que si el norne iba con ellos y no les atacaba es por que tampoco deberían ser tan malos.

Aquellos lobos debían estar nerviosos por algo y, conociendo las historias de aquellas tierras (aunque todavía no se hubieran mostrado ante ellos) no le extrañaba para nada. Frunció el ceño, pensativo. Le gustaría conocer los secretos de aquella región.

Dió un giro de vista para echar una mirada a sus compañeros. Primero estaba el hechicero, el de la máscara... a Rolan no le acababa de agradar que alguien, quien fuera, se ocultara tras una máscara... pero bueno, le trataba igual de bien que los demás. Luego la pequeña (literalmente) Hanna, que parecía tener más energía que el resto del grupo junto. Henry le caía en gracia, el hombre parecía mantener una serenidad digna de alguien en su condición que se lanza a la aventura. Luego la pequeña Kaia por la cual se preocupaba tanto como por Hanna, quizás un poco más por que parecía menos hecha para viajar. Leo le inspiraba respeto (Rolan sabía que hay que respetar a los seres que son más altos que tú) y conocía bien el arte de la lucha, lo cual le inspiraba confianza.

Él no hablaba mucho, pero no por introversión o desconfianza, simplemente porque no solía tener nada que decir al estar acostumbrado a viajar en soledad. Pero siempre estaba atento por si sus compañeros necesitaban ayuda y proporcionaba una mano y una sonrisa tranquilizadora cuando era necesario. Quizás tuviera apariencia ruda, pero se detrás de aquella cantidad de pelo se encontraba una persona bastante culta, aunque fuera debido a la experiencia.

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30/10/2009, 21:12
Kaia Narugi

Kaia se paró y miró muy seria al chico.

- Leo, deja de preocuparte. Estoy bien, puedo mantener el ritmo sin dificultad. Te prometo que cuando esté realmente cansada dejaré que me lleves a caballito- comentó mirando de reojo para ver si el resto del grupo se alejaba mucho. Esbozó una sonrisa y le pegó un manotazo suave en el brazo para que dejara de preocuparse- Déjalo ya, tonto. Vamos.

Le cogió de la muñeca con las dos manos y tiró de él para que se moviera. Capaz era de cogerla por la cintura y sentarla en su hombro, y no tenía ganas. Echó un vistazo a los que iban delante y vio a Henry parado, mirándoles.

- No pasa nada. Es un poco exagerado con eso de mi enfermedad- dijo señalando al chico y después a su pecho.

A Kaia le preocupaba que el hombre se sintiera desplazado por la falta de comunicación, aunque supuso que no sería la primera vez que le pasaba. Las pocas veces que había hablado con él había intentado formular frases que se pudieran contestar con Si o No, pero lo de la comunicación por gestos no se le había dado tan bien. Solía sonreírle y gesticular bastante cuando estaban a cierta distancia por si no podía leer bien los labios.

La chica caminó hasta alcanzar a Henry sin dejar de tirar de Leo y se puso a hablar con él, así podía darle “esquinazo” a su amigo y su constante preocupación. No quería que la considerasen una carga, y procuraba quejarse cuanto menos. Y no es que no agradeciera la amabilidad de Leo, estaba muy contenta de haberse encontrado de nuevo con él. Pero si le contaba lo que le pasaba, la mandaría de vuelta a casa y se iría con ella para asegurarse de que no se iba. Y no quería después de aquellos desastrosos meses de agónica supervivencia.

– Dice que podríamos intentar conseguir caballos en la próxima ciudad. ¿Sabes montar?- le preguntó ladeando la cabeza.

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31/10/2009, 01:06
Henry Sullivan

Alzó una ceja y asintió, conteniendo una media sonrisa. Él también había tenido, ¿cuántos años debía de tener Kaia? ¿Dieciséis?

La chica le alcanzó y se puso a caminar a su lado, y Henry, solícito, volvió la cabeza para leerle los labios. De vez en cuando dejaba de atenderla un instante y miraba al frente por el rabillo del ojo, no fuera a tropezar o algo.

Ante la pregunta de Kaia, Henry miró al frente y ladeó la cabeza, con la boca torcida en una mueca muy expresiva. Asintió un poco, mientras hacía un gesto con la mano, la palma hacia abajo con los dedos separados y agitándola un poco. Más o menos, daba a entender.

Volvió a fijar la vista en Kaia, sonriendo con los labios y con los ojos. Estaba de buen humor. La señaló con la cabeza, en un gesto interrogativo que acompañó con un gesto vago con la mano, hacia ella.

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31/10/2009, 01:14
Leo Bukharin

 Leo observó en Kaia el ramalazo orgulloso al que estaba acostumbrado. Estaba intranquilo, porque algo le pasaba y no sabía lo que era. No es que Leo fuera superficial, ni mucho menos incrédulo. Tampoco heroicamente valiente. Leo pensaba que se podía luchar contra todo aquello que conocía, que podía ver y conocer por sí mismo. Por eso estab inquieto por lo que le pudiera pasar a Kaia. Por eso se fiaba poco de Gauldoth aunque, en el tiempo en que la compaña estaba formada, nunca hubiera dado motivos a desconfiar. Pero Leo siempre se mantenía alerta. Sonrió, aún en silencio, y ando rápido al lado de Kaia, que corría y le llevaba de la mano. Era gracioso, ver como la joven tiraba del gigantón como si se tratase de un pesado saco lleno de piedras.

 El joven estaba feliz. La vida en los caminos es dura. No, no es dura, es muy dura. Si hasta entonces había sobrevivido era haciendo cosas de las que no se siente, para nada, orgulloso. Estando con más gente, no solo las marchas se hacen más amenas pudiendo hablar, compartir historias, canturrear... sino que a la hora de sobrevivir, aunque hubiera más bocas que alimentar, había más facilidades de encontrar sustento. Y estaba Kaia. Que siempre sacaba una sonrisa a los miembros del grupo. Leo caminaba pesadamente y, cuando Kaia llegó a la altura de Henry, Leo se deshizo de ésta quedándose unos pasos retrasado. No había dejado de sonreír. Ni siquiera aquella sensación nerviosa, maligna, que te ponía los vellos de punta. Esa certeza de ser el blanco de miles de miradas hambrientas. Ni siquiera el denso aire, viciado y pesado, de Moth había quebrado la sonrisa de Leo.

 Pero había un problema. Un problema... que habrían de subsanar. ¿Hacia dónde se dirigían? ¿Tal vez en busca de un poblado? ¿Una ciudad? ¿Trabajo? Cuando hicieran un alto todos habrían de hablar. Incluso Henry. Era sordo, pero no era tonto, y se lo había demostrado a Leo en un par de esporádicas conversaciones. Cuando pararan a pernoctar deberían de trazar una mejor ruta a seguir, para no andar perdidos. Con esos pensamientos Leo caminaba atrasado, a espaldas del grupo. Atento a los aullidos y, lo que más le aterraba, a lo que ni se veía ni se escuchaba. Cualquier movimiento, el vuelo de un ave, un corzo espantado por el grupo. Cualquier leve sonido ponía en tensión al joven y moreno gigantón.

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31/10/2009, 06:18
Director

Dicen que los primeros que empezaron a darse cuenta de eso fueron los niños...

Los bosques oscuros, que ocultaban laderas de sombrías colinas; el arco plomizo y perenne de las nubes grisáceas; los oscuros arroyos que fluían en completo silencio, y los vientos solitarios que susurraban por los pasos.

Muy ocultamente, pero sin que se supiera desde cuando... El silencio había dejado de ser un simple silencio.

Como si se tratase de un cuento antiguo que los ancianos cuentan a los niños y como si estuviera allí desde siempre y a la vez desde hace tiempo, en el silencio, ciertamente había algo  que respiraba...

El aullido de los lobos resonaba en los bosques como los lamentos de las ánimas en pena. En los dos últimos días, habían visto dos veces a sus perseguidores, a los que habían atisbado en las sombras que se extendían debajo de los tétricos árboles que tapizaban aquella severa tierra de Moth. Eran largos y de forma esbelta, y tenían las lenguas colgando y los ojos brillantes a causa del hambre voraz.

Paisaje sobre paisaje, colinas sobre colinas, ladera tras ladera, los días de viaje por aquel  crepúsculo de bosques interminables habían sido como un sueño  de vientos salvajes y halcones cazando en libertad, ocurrió entonces, que al llegar al extremo de una llanura, al final de la foresta, se encontraron frente a frente con una extraña escena que sacó a nuestros héroes de su ensimismamiento.

Empalados en grandes postes, plantados en el suelo a lo largo de las márgenes del camino, a manera de árboles con frutos humanos, había dos hileras de esqueletos amarillentos que bordeaban el sendero como un pequeño bosque en el que sólo se escuchaba el silencio de la muerte que sigue al tumulto de la batalla lejana.

Notas de juego

Tirada de Frialdad dif. Rutinaria (20) para evitar el impacto de la visión.

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31/10/2009, 10:34
Rolan Gerviev

Más que la propia imagen, lo que impactó a Rolan fuertemente fue aquel olor. Y es que tampoco era muy propenso a los olores fuertes. Se llevó la mano a la nariz, asqueado, y no tardó en escupir en el suelo. Se sintió mucho mejor.

- A riesgo de decir una obviedad... creo que hemos encontrado algo. - dijo el norne, girando la cabeza para que Henry también pudiera saber qué decía. - ¿Os encontráis todos bien? Podemos continuar o volver atrás... pero yo voto por lo primero, tengo una curiosidad terrible por saber qué demonios hacen aquí estos esqueletos. ¿Un castigo contra maleantes, quizás? -

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31/10/2009, 11:12
Leo Bukharin

 Leo arrugó la nariz. Ya era fuerte el hedor de la carne putrefacta antes de ver aquella grotesca visión. Se quedó clavado en el suelo y avanzó unos pasos más hasta ponerse a la altura de los demás. El fuerte hedor le cortó la respiración durante un momento y le hizo toser. Pero no perdió la compostura en ningún momento. Aunque eso hizo que se acusara en él la alerta constante a la cual se sometía. Algo les perseguía. Los habían visto, pero nunca se habían acercado demasiado. Seres extraños, grotescos. Leo volvió a preguntarse lo que se preguntaba a si mismo casi continuamente ¿Que hacen en estas tierras? ¿No había otras tierras en las que buscar aventura? Pero ya estaban allí. Como si se hubieran metido en la madriguera de una bestia para que ésta les devorara, se habían adentrado en los bosques de Moth sin siquiera conocer el terreno.

 Leo avanzó, con el ceño fruncido y se alejó un poco en busca de algunas huellas.

 - ¿Un castigo? Puede ser... pero también puede ser un aviso. Un aviso de que nos adentramos en el territorio de algo que no nos quiere aqui. Habrá que ir con los ojos abiertos para no terminar en postes. Y... muchachos... quiero hablar con vosotros, con todos vosotros. - Dijo Leo de espaldas al bosque. Si, Leo sabía que era algo verdaderamente peligroso darle la espalda a posibles enemigos. Pero tenía que darse la vuelta para que Henry pudiera leerle los labios.

 En muchas zonas había visto cosas de estas. Avisos a los extranjeros de la suerte que correrán en esas tierras. Como un macabro "no os queremos aquí" para que cualquier extranjero se diera la vuelta.

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31/10/2009, 11:55
Gauldoth

Gauldoth había estado ensimismado, pensando en lo sorprendentemente apropiado de la comparación que había hecho Hanna entre los lobos que oían a lo lejos y su colorido grupo, cuando llegaron al límite del bosque y se encontraron el macabro espectáculo de los esqueletos empalados.

En teoría, el adiestramiento de Gauldoth en la artes oscuras le tendría que haber convertido hace tiempo en un alma endurecida ante aquella clase de visiones y hedores. Después de todo, los practicantes de su Arte tenían que enfrentarse a ello casi a diario. Pero lo cierto era que en su aprendizaje, por la necesidad de no llamar la atención de la cercana comunidad donde había nacido y había pasado casi toda su existencia, había sido puramente académico, sin ver un cadáver humano de verdad. Hasta que la caravana en la que viajó de Dalaborn a Moth fue atacada, no había visto jamás un muerto, y los que vio entonces estaban en mejor estado de conservación que los esqueletos que en aquellos momentos tenía ante sus ojos, sin contar que su muerte no había sido tan horrible.

De manera que lo primero que hizo el joven de la máscara fue mirar la escena con ojos desorbitados. Lo segundo fue dar la espalda al grupo. Lo tercero, retirar su máscara, cuidando que nadie del grupo viera su cara.

Y entonces, sólo entonces, empezó a vomitar.

Gauldoth pasó un eterno minuto esparciendo el contenido de su estómago por la hierba, y sollozando entre arcadas. El hedor parecía meterse por su garganta, y eso le provocaba más vómitos; la visión de los esqueletos empalados se superponía a su vista actual, como una marca de hierro al rojo, lo que hacía más sonoro su aterrorizado llanto. Y por encima de todo, corría un cruel pensamiento: el de lo que diría su Maestro si le viera mostrando semejante debilidad.

Cuando por fin ya no le quedaba más en su interior, Gauldoth se limpió con un borde de su capa la boca, e intentó decir algo para sí; lo único que consiguió entonces fue farfullar algo que se parecía vagamente al latín, una y otra vez, hasta que el sonido fue cobrando coherencia:

- Maestro, perdóneme... Maestro, perdóneme... Maestro, perdóneme... Maestro, perdóneme...

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31/10/2009, 12:32
Kaia Narugi

La chica estaba hablando con Henry a punto de decirle que leo podría enseñarle, centrada en la conexión visual, así que no se dio cuenta de la visión. Pero el olor le llegó de repente haciendo que pusiera una mueca de asco y repulsión.

- ¿Qué…?

Se giró hacia adelante para ver lo que pasaba tapándose la nariz, y al principio no pareció comprender. Miró los esqueletos fijamente, con cierta curiosidad, y avanzó unos pasos hasta ellos sin retirar la mano de la boca. Nunca antes había visto un muerto, o por lo menos en tal grado de descomposición. Tampoco había matado a nadie, pues su abuelo le había enseñado lo malo que era eso, y que si no era absolutamente necesario, era muy deshonroso. Pero como mínimo era raro y extraño. Era la primera vez que se encontraba con algo tan… impactante desde que había salido de casa, y sorprendentemente no se sentía ni una pizca de nerviosa o asustada. Bueno, si se encontraba un poco asustada ante la perspectiva, pero creía firmemente que solo era a modo de aviso, en muchos sitios lo hacían. A demás, si no lo fuera daba igual. Estaba con Leo, y Rolan se preocupaba también mucho por ellos. ¿Qué podía pasar?

Entonces escuchó algo parecido a... Se dio la vuelta y vio a Gauldoth un poco apartado, efectivamente vomitando. Volvió hasta donde estaban y contempló al chico misterioso. La verdad es que el hedor era repugnante.

- Yo no veo inconveniente en seguir. No creo que sean mas que bandidos, ¿no?

Kaia, al pensarlo un poco más detenidamente, se quedó sorprendida de su entereza. No lo escrupulosa que era para la sangre y las vísceras… Quizás fuera porque los esqueletos ya estaban casi deshechos.

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Notas de juego

Alaaa con la chiquilla de ciudad xD ¿Por qué todos mis pj tienen reacciones tan rara ante la muerte, Mindersh?

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31/10/2009, 14:22
Henry Sullivan

´Volvió a mirar al frente por el rabillo del ojo, sólo un instante. Le bastó para verlo, aunque no se dio cuenta de lo que estaba viendo hasta que ya había vuelto a concentrarse en la boca de Kaia. Se le borró la sonrisa de repente y volvió a mirar. No se había equivocado. Los demás también lo habían visto, al menos Kaia, que avanzaba hacia los esqueletos para... ¿qué estaba haciendo?

Henry se preguntó, de pie, mirando los restos de aquella pobre gente, si alguno de sus compañeros habría gritado. Kaia no, por lo que parecía. Quizá alguno estuviera gritando entonces. La mayoría eran guerreros, y debían estar acostumbrados a cosas así. Aunque Hanna, desde luego, no daba la impresión de ser el tipo de gente que está habituada a ese tipo de visiones. Él mismo, pese a que no eran los primeros cadáveres que veía, estaba impresionado por la escena. Se volvió para mirar al resto, y vio que Rolan hablaba. Terminaba de hablar. Gauldoth estaba de espaldas; no le miró dos veces. Y entonces fue Leo el que empezó a hablar.

Le costaba concentrarse en los labios del chico, y se enteró de la mitad. Tenía puesta gran parte de su concentración en la tarea de simplemente mirarle, sin volverse a mirar de nuevo a los esqueletos, que atraían su mirada pese a sus deseos.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Lo dicho.

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31/10/2009, 14:52
Hanna Svensson

Hanna sonreía. Nada malo pasaba cuando tenías amigos que te ayudaban. No señor. Nada malo. Hanna estaba segura...

...hasta que descubrió la terrorífica visión de los esqueletos empalados y putrefactos. La tez se le puso más pálida, los nudillos blancos de apretar la empuñadura de la espada, los ojos hundidos y abiertos de puro horror. Empezar a vomitar fue algo automático, las rodillas dobladas, la cintura doblada, la boca abierta y el torrente de desayuno esparcido por el suelo. Hanna sollozó. Odiaba vomitar. Odiaba la sangre. ¿Por qué la gente hacía esas cosas, eh? ¿Por qué tenían que matarse unos a otros y encima de un modo tan horroroso?

La joven warlock tardó un buen rato en recomponerse. Tenía vómito en la bota, que trató de quitarse frotando contra el suelo, como cuando uno pisa caca de perro. Le caían lágrimas por las mejillas. ¿Por qué todos, excepto el misterioso Gauldoth, podía soportar aquella visión? ¿Es que no tenían corazón o qué?

Aunque no se sentía nada bien, se acercó al hechicero y le dio una palmada en la espalda.

-Tranquilo, Gaul, tranquilo. No p-pienses en ello, ya verás cómo se te pasa.

La warlock intentó sonreír, pero su gesto no fue nada afortunado. Tendría que prescindir de la eterna sonrisa al menos un rato.

Notas de juego

Yo tengo fobia a la sangre, así que paso de tirar.

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31/10/2009, 15:39
Gauldoth

Todavía temblando de terror por la visión, Gauldoth notó la palmada en la espalda de Hanna y salió de su trance. Su letanía de disculpas a su Maestro ya muerto cesó, volvió a colocar la máscara sobre su cara, y miró a Hanna con lo que pretendía ser una expresión de simpatía; por supuesto, transmitir eso para él era casi imposible, con su cara cubierta, pero al menos contaba con su voz para ayudarse.

Intentemos... intentemos no mirar hacia allí, ¿vale? -dijo Gauldoth, con lo que esperaba que fuera un tono tranquilizador, pero en el que todavía se notaba el horror que le había dominado cuando miró a...

No. No podía pensar en ello. Sacudió su cabeza con energía, y enfocó sus pensamientos hacia sus compañeros de grupo. Debía recuperar el control, por lo que pudiera pasar en unos momentos con los lobos o quién sabe con qué. Ya dejaría sus miedos para cuanto tocara dormir.

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31/10/2009, 15:30
Leo Bukharin

 Leo negó ante aquella visión. No estaba bien. Nada bien. Morir de esa manera, a expensas de que los cuervos y aves carroñeras dieran cuenta de la carne de los muertos. O peor aún, de los pobres desdichados que quedasen vivos para sufrir las mordidas de los lobos y los picotazos de las aves carroñeras. Él más de una vez ha tenido que huir de las amenazas de algún alguacil o burgrave de colgarlo en un cadalso y dejarlo a merced de los carroñeros. Nadie, por muy hijo de puta que fuese, se merecía una muerte así.

 - Podríamos dar descanso a esos... huesos.... - Susurró Leo. Nadie merecía ser exhibido de esa forma. - Aunque por otro lado... si es un aviso... no estaría bien tocar lo que no debemos. Chicos, ¿que os parece si echamos un vistazo por aquí? Deberiamos buscar un buen para descansar ¿Estais todos bien, muchachos? - Leo preguntó por Hanna y Gauldoth. - Venga, no pasa nada. No nos pasará nada. Pero debemos movernos, quietos somos presas fáciles.

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31/10/2009, 16:10
Henry Sullivan

Vio a Hanna incorporarse. Había vomitado. Aquello distrajo su atención de los esqueletos, aunque también de la boca de Leo. Se acercó a ella y a Gauldoth y le puso suavemente una mano en el hombro en gesto tranquilizador. Con expresión preocupada, le ofreció la cantimplora que llevaba en el cinturón.

Miró a Gauldoth un momento, y asintió levemente con la cabeza, por si también quería agua. Se lo ofrecía obligado por la cortesía. Se esforzó por mostrar una expresión cordial, aunque era difícil si no sabía cómo era correspondido el gesto.