Partida Rol por web

Mira calmate ya conocemos a otro santo de oro... le recuerdo aunque yo mismo estoy algo nervioso por lo mismo. Ademas solo vamos a enseñarle la daga... Digo mientras nos acercamos a su templo tan imponente como el de resto de casas...

Alexander se mantuvo callado y andando normal mientras se dirigían al templo de cancer.
"esto solo ha empezado"

Sonrío de costado ante la actitud de Mira y continúo el camino, subiendo las escaleras de la casa de Cáncer.

Mientras avanzo voy mirando hacía todos lados, los rumores que me había dicho mi maestro sobre esa casa no eran del todo buenos, por lo que me mantuve atento a todo, solo por las dudas.

Me adentré a través de las columnas comenzando a mirar si encontraba a alguien.

Con calma, el grupo sube los últimos escalones que llevan hasta la puerta... Una gran puerta de doble hoja hecha de piedra en la que se podía leer en griego: Casa de Cáncer.

Al posar las manos, estas se abren sin la menor resistencia y os deja ver su interior...

Calaveras... Calaveras y más calaveras cubren los altos muros del templo... Desde la parte más baja hasta lo más alto de estos... Cientos y cientos de calaveras, de ojos vacíos, os observan, de todos lados y desde todos los ángulos. Aunque lo peor es que, de algunas de ellas, salía un extraño vapor que ascendía y se acumulaba en la estancia, formando pequeños bancos de niebla que hacía que el sitio adquiriera un toque mucho más tétrico, si es que era posible, del que ya tenía...

El único sitio en el que no hay, es el suelo, así que algunos de vosotros miran hacia abajo huyendo de esas miradas vacías. 

Una escalofrío os recorre la espalda de arriba abajo. 

En un segundo, Opa se vuelve completamente pálido y parece que tiene que hacer esfuerzos para no vomitar ahí en medio.

El resto, aunque con algo menos de color, avanzáis con precaución. 

Mientras que Alexander se mueve con una tranquilidad y una soltura increíble, como si estuviera acostumbrado a aquello.

Y, al final de la sala, en lo que podría ser una especie de altar, veis una figura humana.

Se encuentra de espaldas a vosotros, de rodillas y con el cuerpo completamente echado hacia delante, de manera que su frente podría tocar perfectamente el suelo. Una gran melena rosada la cubre la espalda y la cae por los laterales. Tiene los brazos extendido y las palmas hacia arriba... Parece que la extraña niebla que hay en el lugar, se arremolina a su alrededor.

Cuando lleváis  unos pasos en el templo, descubrís que no son las calaveras lo más aterrador, sino... Ellos...

Los espíritus, fantasmas, almas en pena... Vuelan y surcan la estancia con total impunidad mientras os miran... Con unos ojos humanos, demasiado vivos para ser de un muerto, pero demasiado muertos como para dejaros impasibles...

Alexander parece que no le afecta, Yelena aguanta bien el tipo, pero es Opa el que se pone completamente pálido...

Lo peor, son aquellos dos... Los dos espíritus que están junto a la mujer... Dos fantasmas que tienen su cuerpo entero, semitransparente, y los cuales os miran...

- Vaya vaya... Tenemos visita... - Dice uno de ellos, que tiene el pelo de punta y un rostro afilado.

- Sabes que no le gusta que hablemos cuando está meditando. - Dice el otro, un hombre con una larga melena.

Ambos llevan sencillas túnicas incoloras y os miran sin ningún reparo.

-Ui... da miedete este sitio...- dije susurrando.

Al ver la reacción de Opa me aproximo rápidamente a él.

-Ey, no te vayas a caer, no tienes buena cara...- digo mientras me pongo su brazo por encima para intentar cargar su peso un poco, ayudándole.

Mis gestos no son muy seguros, mostrando así mi incomodidad.

Qué repelús da este sitio... Casi se estaba mejor en las cavernas con el tipo de pelo rojo. Tanta calavera y tanta alma hace que se me erice la piel. Este tipo de energía es prácticamente lo opuesto a la mía. 

Opa parece estar muy tocado, pero Alexander me sorprende por su... normalidad. Es como si caminara por un prado con flores. 

¿Este hombre es de hierro o qué? Al menos, nervios de acero sí que tiene. Qué capacidad. Yo desde que he pisado este sitio, siento que se me ha ido el calor del cuerpo. 

- Opa, ¿crees que puedes con ello? Si te sientes muy, muy mal, me dices, ¿vale? - le digo viendo cómo Mïra carga con él. Aún tengo suficiente magia para un remedio de emergencia. 

Entonces es cuando veo a las dos almas parlanchinas que intercambia opiniones y, al fondo, a la Amazona de la casa de Cancer. Por su postura, parece estar meditando. Lo mejor sería, como ya nos han sugerido, no molestarla. 

- Deberiamos esperar a que termine - susurro bajito. 

Segun me acerco a la casa de cancer me doy cuenta de que todas esas calaveras parecen estar observandome aunque aparto la vista puedo seguir sintiendo sus vacias cuencas sobre mi... no entiendo como un santo de Atenea puede vivir en una casa como esta que mas parece un cementerio.

Mira parece darse cuenta de mi indisposición y me presta su ayuda y Yelena  sugiere ayudarme de otra manera a lo que niego... si es cierto que me encuentro fatal pero no quiero aumentar el cansancio de mi compañera que aun debe estar recuperando el cosmos del último combate.

Yelena dice de esperar lo que no me parece demasiada buena idea ya que yo quiero salir de este espantoso lugar lo antes posible pero prefiero que sean otros los que hablen ya que no creo que pueda decir más de dos palabras seguidas...

Alexander mantuvo su sangre fría como el tempano de un hielo, mientras como veía a sus demás compañeras apena aguantar la siniestra casa de cáncer, el lugar donde se dice que esta mas cerca del mundo de los muertos, no era de extrañar, calaveras como si fuera una antigua cripta, espíritus rondado como si fuera una casa encantada.
Alexander miro sin miedo a los dos espíritus y dijo en voz baja para que lo oyeran ellos.
- cuando vuestra maestra termine de meditar decidle que han venido unos santos de parte de Hector para enseñarle un artefacto. -
La muerte era conocida por Alexander ya había visto una cantidad de cuerpos que igualaban al numero de calaveras de la casa de cancera, pero también las había visto con vida minutos antes ver como la vida se apagaban en un instante, como si fuera una vela que fuera soplada y ya no estaban, los ojos de los muertos que ya no brillaban mirando al vació.
Esta estancia no podría producir le el mismo terror que en aquella ocasión.

Entrar en la casa de Cáncer fue toda una travesía, las calaveras mirándonos a todos, el humo que salía de ellas y la sensación de ser observado completamente era algo incómodo, pero se podía soportar.

Suspiré y seguí el paso, caminando hasta encontrar una figura arrodillada, no veía si poseía una armadura dorada por lo que no hice ninguna reverencia mientras escuchaba a mis compañeros y los miraba de reojo levantando una ceja.

-Somos aprendices de Héctor y estamos aquí buscando a Celia para mostrarle algo- dije en tono neutro, aguardando pacientemente alguna respuesta.

Ante las palabras de Alexander, la niebla que hay en el templo parece moverse... Empieza a girar en torno a la mujer y empieza a rodearos. 

Veis perfectamente como la extraña niebla, formada por las almas que hay en el templo, se arremolinan.

Unas cuantas se ponen alrededor de la mujer, como intentando protegerla, mientras que otras se ponen alrededor del grupo, con expresión seria.

- Vaya... - Dice uno de los dos espíritus que hay al lado de la mujer. - Si les ha mandado Héctor, parece que no les avisó... 

El hombre dibuja una ligera sonrisa en su rostro de satisfacción.

El otro, desaparece en un momento para aparecer delante de Alexander. 

- ¿Nuestra maestra? - Dice mirando fijamente a Alexander. - Niñato inútil... - Se ríe de forma ruidosa y malvada que os hace poneros los pelos de punta. El espíritu se acerca un poco más a la cara del muchacho y le dice. - Nosotros somos sus maestros...

El espíritu le mira un segundo más mientras sonríe, tras lo cual vuelve a desaparecer para reaparecer junto a la mujer.

Alexander se mantuvo sereno mientras parecía que iban a recibir una cálida bienvenida – Creo que he metido la pata bien metida hasta el fondo – (diciéndolo para que se entere solo el grupo) se preparaba para defenderse de cualquier cosas que fuera a pasar.

- Lo sentimos, no nos han explicado nada... - trato de disculparme de parte de todos, y me fijo en Artemias -. Artemias... igual deberías esperar a que ella decida recibirnos...

No quiero llevarme mal con ningún Dorado, ni aprendices de Dorado, ni antiguas almas que pueden haber sido Dorados cuando estaban vivos. Porque si son sus maestros... Bueno, me da mucho en lo que pensar.

Parece que los dos espíritus van a decir algo más cuando, de pronto, guardan silencio.

- ¡Ya es suficiente! - Escucháis a vuestra espalda. Es una voz masculina, seria, pero sin ser dura.

Andando desde vuestra espalda, veis aparecer otro espíritu, el cual porta una túnica blanca a juego con su larga melena. Al verle, los otros dos espíritus se colocan de rodillas y hacen una leve inclinación de cabeza.

A medida que avanza, sus ropas van cambiando hasta que adquieren la forma de los del patriarca.

El hombre se acerca a la mujer y se arrodilla a su lado. Este, parece que le dice algo al oído, y la mujer empieza a moverse.

Tras unos segundos de silencio, observáis como la mujer empieza a moverse. 

Lentamente pone la espalda recta y se mantiene así unos segundos, tras lo cual, poco a poco se va poniendo en pie.

Viste una sencilla túnica negra, de mangas largas y anchas y el pelo le cae en una cascada hasta casi las rodillas.

Cuando se da la vuelta veis que lleva una máscara que solo le cubre los ojos. Tiene la cara ligeramente inclinada y no parece que os mire* directamente.

- ¿Sí? - Os pregunta con una voz dulce.

Los espiritus parecían ser más importantes de lo que pensabamos en un primer momento pero eso no hace que se me ponga mejor cuerpo... sigo sin sentirme nada comodo ante ellos.

Sigo estando blanco por la impresión y temo que si hablo me tiemble demasiado la voz por lo que espero que sean mis compañeros los que espongan para que estamos aquí yo solo quiero salir de aquí lo antes posible.

- Hola, sentimos molestarla. Hector de Hércules nos ha mandado a verte para enseñarte un objeto que hemos encontrado en una misión. Es una daga que se cayó cuando afecté a un gigante con un hechizo de teletransporte - explico mientras dirijo una fugaz mirada a Artemias, que es quien tiene la pieza -. Nuestra compañera, Mïra, aquí presente, sufrió un extraño episodio, con dolor y visiones, cuando trató de elevar su cosmos mientras la sujetaba. Mencionó algo de unos ojos rojos...