Partida Rol por web

Una fina lluvia comienza a caer del cielo encapotado.

Lentamente, el Prisionero extiende hacia adelante las palmas de sus manos, en señal de sumisión ante el hombre que sostiene la espada que lo apunta. Pueden verse las muñecas del Prisionero unidas por una tira de cuero holgada que le cuelga entre ambas.

Entonces, desde donde ha llegado el Prisionero, aparece otro caballero. Se trata del teniente Derlan, de la compañía del capitán Andrais, que en cuanto ve la situación apoya su mano en la empuñadura de su espada larga, listo para desenvainarla.

El hombre que sostiene la espada y retiene al prófugo no hace ademán de bajarla. Derlan lo reconoce como uno de los servidores que viajaban con la compañía, pero no recuerda su nombre.

Se escucha entonces la voz del Prisionero en mitad del rocoso y encajonado paraje. Una voz suave, pero de alguna manera profunda al mismo tiempo, sin acento alguno que ninguno de los dos hombres reconozcan.

Siento mucho haber escapado de vuestra custodia, teniente Derlan… Pero lo cierto es que tengo más posibilidades de sobrevivir por mi cuenta que con vuestra ayuda…

El caballero suspiró aliviado. Se acercó lentamente hasta donde estaban los dos.

-Buen trabajo, me alegra que hayas aparecido. ¿Qué hacéis aquí? Pensaba que era el único caballero en este lado-después miró al prisionero cuando le habló- No eres quien para decidírlo-le dijo por respuesta- serás escoltado te guste o no y no pienso dejar que te sigas poniendo en peligro a ti o a nosotros-dijo firmemente.

-Este... descabalgó y salió corriendo cuando lo llevaba hacía Eras-har. Me ha costado perseguirlo por este pedregal, te agradezco la ayuda-se volvió a dirigir hacia el sirviente.

Mi nombre Teniente, es Peter era el cocinero que iba con la compañia cuando aquella masa de orkos atacó, a mi ayudante, al pobre lo degolllaron una lastima solo tenia 14 años, yo en otro tiempo tambien fui soldado Teniente, y eso es lo que me ha facilitado el que haya podido salir con vida de aquel lugar de muerte y sangre....a mandoblazos me fui abriendo camino hasta que cogi la distancia justa para poder intentar un huida...este pedregal es en mi parecer la mejor ruta para tal cosa. Lo demas es sencillo, escuche pasos y pensé que eran los orkos que me seguian asi que me escondí bien tras unas rocas y cuando pensé era el momento propicio salte hacia alante para entablar batalla y cual fue mi sopresa, al ver que era el reo.

No se cuales son sus ordenes Teniente, ni se si el Capitan habrá podido sobrevivir o cuantos de la compañia lo haran....pero creo que deberiamos viajar los tres juntos...tambien creo que este hombre deberia ser desingrilletado como demostracion de confianza, pues de nada os sirve llevar un cadaver a Eras-har en vez de un prisionero.

-No, el hombre irá con grilletes. Ya ha demostrado su fuerza y no contra los orkos precisamente-dijo el caballero recordando la contundencia del golpe recibido- además como ves puede andar perfectamente. Y ya que nos hemos puesto de acuerdo con el lugar hacia donde ir será mejor que nos pongamos ne marcha. No dejaré que el capitán haya muerto por nada...-dijo bajando la vista.

Bien Teniente, en ausencia del Capitan sois el mando superior, ademas aqui somos 3 y usted el unico con graduacion...lamento lo del capitan parecia un hombre justo. Comienzo a caminar a buen paso pero extremando las precauciones a la vanguardia del grupo.

-Lo era. Y no solo él si no todos los caballeros que han dado su vida hoy por ésta misión-dijo mirando con el ceño fruncido al Prisionero- ¿Y bien? ¿Quién eres? Debes de ser alguien importante si todos esos orkos- y quien sea que está detrás- te persiguen.

El Prisionero baja las manos, atadas, no por grilletes sino por una holgada cinta de cuero, y agacha la cabeza.

La lluvia repiquetea sobre la piedra y los charcos, cada vez con más fuerza, y cuando pensáis que el hombre no va a responder, es cuando lo hace:

Sólo tengo permitido responder a las preguntas del consejo de los Maestres de la Orden de Caballería de Stumlad. Ante su autoridad o ante la del mismo Rey.

Vuestro rango no os permite más que cumplir las órdenes que os dio vuestro capitán, teniente Derlan, y esas son llevarme con vida hasta la plaza fuerte de Eradun. No interrogarme. Ni vos ni el cocinero…

Los ojos brillantes del encapuchado se concentran en Petrer, antes de volver a añadir.

Aunque creo que sois algo más que un simple siervo, ¿me equivoco?

Sorprendidos por la locuacidad del Prisionero, que durante días no ha abierto la boca y que ahora parece querer resarcirse de todo eso, continuais escuchándole.

Lo cierto es que ninguno de los dos sabe dónde nos encontramos, ni tiene idea de la ruta a seguir, ni siquiera de qué ruta seguir.

El Prisionero mira alrededor. De pronto parece inquieto.

Pero no podemos permanecer aquí quietos. Cada segundo que no nos movemos es un segundo de ventaja que perdemos.

Están cerca…

En algo tiene razón el Prisionero. No sabes dónde os encontráis. Al menos no exactamente.

Tratas de recordar los mapas que consultasteis antes del viaje. Calculas que ahora estáis a medio camino entre Eras-Har, desde donde partió la compañía, y Eradun, el que era vuestro destino, en una zona con espesos bosques, rocosas montañas y serpenteantes barrancos. Llegar hasta alguno de las dos plazas, sin caballos, os podría costar algo más de una semana. Demasiado tiempo.

También te preguntas sobre lo que ha comentado el Prisionero sobre Petrer. ¿Qué ha querido decir? Recuerdas entonces la manera en la que sostenía la espada mientras retenía al prófugo. Sabes que todos los siervos reciben entrenamiento en combate, pero ese cocinero sostenía el arma como un esgrimista experimentado…

En algo tiene razón el Prisionero. No sabes dónde os encontráis. A mucha distancia y muchos días de una plaza fuerte y segura.

Y también coincides con el prófugo en que tenéis que comenzar a moveros. Y es que la tropa orka que ha emboscado y aniquilado a la compañía del capitán Andrais no era un grupo de orkos salvajes que han atacado por casualidad. No, ha sido un plan llevado a cabo a conciencia. Un plan concebido para interceptar a vuestra compañía precisamente.

¿Y qué tenía de especial vuestra compañía? Lo tienes delante. El Prisionero.

Y cuando descubran que ha escapado, no descansarán hasta encontrarlo de nuevo… Y a aquellos que lo acompañen…

Peter comenzó a hablar con tranquilidad mientras caminaba Bien, es cierto, este terreno no es muy conocido al menos por mi, pero parece que tu si sabes donde estamos, pienso que el terreno pedregoso nos da cierta ventaja, al dificultar el rastreo, pero tambien pienso que tienes razon no podemos permanecer quietos, tampoco podemos confiar demasiado en ti. Esos orkos venian a por ti, no se si porque eres uno de sus lideres o porque querian eliminarte, pero no pareces muy presto a dar informacion. Eso no es muy bueno ni para ti, ni para nosotros. Para ti puede significar la muerte y para nosotros ademas de eso cometer errores que nos lleven a la muerte o el cautiverio....puede, que como dices el Teniente no tenga rango para interrogarte, pero tambien creo que somos tu unica oportunidad de continuar vivo. Asi que no lo veamos como prisionero y escolta...veamoslo desde un punto de confianza, sino, siendo solo tres en un terreno desventajoso y rodeados de enemigos podremos durar como mucho un dia...sino horas. ¿que hacemos colaboramos o no? Tambien podemos dejarte aqui atado de pies y manos mientras esperamos que esos orkos te encuentren, o podemos matarte....¿quien crees que podria denunciarlo? yo vi como exterminaban a toda la compañia....solo sobrevivimos el Teniente y yo...eso podria ser un informe de lo sucedido y no seria una gran mentira...¿quien podria contradecirnos si lo decimos? Creo que aunque no tengamos autoridad, lo que tu no tienes es una posicion como para esgrimir tus teoricos galones....esto ya no es la compañia del Capitan Andrais, y ya no gozas de tu posicion y su proteccion....piensalo bien.

Las palabras de Peter salian de su boca con precision y con severidad. Intentando dejar claro al prisionero que le interesaba una actitud colaboradora.

Derlan se sorprendió por la locuacidad del sirviente. Desde luego parecía hablar como el mismísimo capitán y no como un simple cocinero. Pero poco importaba ahora, estaban en aquel pedregal y cocinero o no si no salían de allí acabarían todos muertos.

-Se que estarás pensando que después de todo esto no dejare que él te mate y tienes razón. Pero más te vale que nos digas cualquier cosa que pueda servir para sacarte de aquí con vida o sus amenazas serán la menor de tus preocupaciones -le agarró del brazo y le hizo ponerse en marcha- será mejor que empieces a andar a la vez que hablas. Si nos llevas a una trampa no dejaré que los orkos te capturen con vida...

El Prisionero enmudece por un momento, en el que sólo el sonido de la lluvia se escucha a vuestro alrededor. Pero se pone en marcha a instancias de Derlan.

De acuerdo, mi teniente. Responde antes de volver su cabeza hacia atrás, hacia Petrer. De acuerdo mi capitán. Esto último lo dice con un toque de ironía, impropia de la situación en la que os encontráis.

Me he internado en este barranco porque en el bosque no tenemos ninguna posibilidad. Los orkos habrán comenzado a batirlo a estas alturas y, a medida que se aproxima la noche su visión nocturna representa su mayor ventaja para encontrarnos. En cambio, en un terreno tan encajonado y abrupto como éste su número no resulta una ventaja, y además nuestro rastro quedará cubierto por la lluvia.

Os internáis más en el interior del lecho del barranco, por cuyo centro discurre un pequeño caudal de agua sobre el lecho rocoso. A vuestro alrededor, las paredes de piedra se hacen más altas a medida que avanzáis, con cuidado de no tropezar con tanta piedra suelta.

Los tres estamos en la misma situación. Continúa el Prisionero. Si nos alcanzan, nos matarán, por lo que no, no os llevo a una trampa. Si hubiese querido entregarme a los orkos ¿acaso no hubiera vuelto a dónde se encontraban en lugar de huir en esta dirección?

Rodeáis una gran acumulación de rocas por un lateral para seguir internándoos en el barranco.

Y no, no tengo ninguna información que nos sirva para seguir vivos. No sé donde estamos, ni conozco el terreno, ni se hacia dónde dirigirme. Sólo sé que cuanta más distancia pongamos entre nuestros perseguidores y nosotros, mejor. En realidad los orkos son lo que menos me preocupa…

El Prisionero se queda quieto de pronto. Alerta. ¿Qué le pasa?

¿Es que no lo oís? Os inquiere, mirándoos con sus brillantes ojos marrones que, por primera vez reflejan miedo.

Escucháis con atención el sonido que os había pasado inadvertido.

Son aullidos.

Unos aullidos escalofriantes, que parecen venir de todas partes y ninguna. Un sonido a la vez agudo y grave, ese tipo de sonido que toca lo más profundo del alma de los hombres, despertando el instintivo terror a lo desconocido, y que os insta a correr, a huir. Un aullido que transmite dolor, y a la vez amenaza.

-¡Tiene razón, ya lo oigo!-exclamó Derlan al escuchar los estremecedores aullidos- será mejor que corramos o no seguiremos vivos por mucho tiempo-dijo apretando el paso y ayudando al prisionero a avanzar mientras seguía sujetando con firmeza la espada, sin envainarla.

Peter comienza a correr de forma ordenada al escuchar el terrorifico aullido, aquella ubicacion era propicia para aquel tipo de trampas de los sentidos, los barrancos y demas producen eco que multiplica y amplica los sonidos desconcertando al que lo oye y lo sabe...muchas veces se ha valido de ello, pero aun asi, la percepcion es terrorifica y ver como aquellos dos valerosos soldados aprietan el paso hasta ponerse a correr hace que el haga lo mismo.

El eco de los extraños aullidos se va desvaneciendo entre las paredes rocosas del barranco, dejando sólo el ruido de la lluvia, pero su sonido perdura en vuestra memoria. ¿Están cerca o están lejos? Imposible saberlo en un lugar como éste, donde los sonidos rebotan en la piedra, deformándolos.

Vuestra urgencia y temor se basa sobre todo en el cambio de actitud del Prisionero. Su alarma ante estos aullidos es contagiosa, y el teniente Derlan tiene que refrenarle para que no tome la delantera, mientras Petrer no deja de lanzar vistazos a su espalda.

De pronto, el lecho pedregoso termina en una abrupta caída vertical que os obliga a deteneros y mirar por el borde.

A una distancia de seis metros más abajo, el barranco continúa en una piscina natural formada por la pequeña cascada de agua que se precipita desde donde os encontráis. Rápidamente advertís que para continuar vuestra huida sólo os queda la posibilidad de descender hasta allá abajo…

-¡Debemos saltar!-exclamó el caballero a los otros dos hombres tratando de hacerse escuchar por encima de la lluvia- no tenemos otra salida, no podemos perder mas tiempo.

El Prisionero mira de cerca al teniente Derlan, que puede sentir la desconfianza reflejada en sus ojos.

Después de tí...

Ni hablar, tu saltas antes que el Teniente, ahora bien, yo lo hare el primero....al fin y al cabo...es mi obligacion. Peter observa la altura y mentalmente reliza el salto un par de veces...lo visiualiza y se va unos metros hacia atras para coger algo de carrera....comienza a correr con bastante velocidad y al llegar al borde del abismo se impulsa, luego se pone lo mas recto posible intentando que tanto piernas como manos vayan rectas y juntas al cuerpo....mientras estaba en el aire se encomendó a todos los dioses porque aquella piscina tuviera profunidad y no fuera un mero charco...

Petrer cae en mitad de la poza, siendo engullido por ella.

Desde arriba, Derlan y el Prisionero lo ven desaparecer, pero no tienen que esperar demasiado ya que un segundo después aparece de nuevo entre el agua revuelta. El cocinero sale del agua casi a rastras, aparentemente indemne, y les hace un gesto para que salten a su vez. Parece claro que la piscina natural tiene suficiente profundidad como para amortiguar la caída.

Pero a Petrer el salto no le ha salido gratis. El agua está poco menos que helada. Siente el frío como un dolor punzante en toda la piel y en una opresión en los pulmones que le impide respirar con normalidad. Sabe que debe comenzar a moverse de inmediato para volver a entrar en calor, ya que esperar secarse aquí y con la lluvia que está cayendo es imposible. Seguir en movimiento es lo único que puede hacerle recuperar el calor corporal.

Un momento después, es el Prisionero quien salta, y enseguida está saliendo ya del agua con ayuda de Petrer, con los dientes castañeteando.

Ambos miran hacia lo alto, urgiendo al teniente a que salte a la piscina y se reuna con ellos...