Partida Rol por web

-Gracias, Abraham. Las tomo, aunque las llevo, y no las comeré ahora. Me temo que no me podría tragar ni una simple migaja. Sé qué decís, pero no puedo quedarme impasible ante una afrenta semejante. No soy una mujer santa, ni lo pretendo, pero sí decente. Buenas noches, espero que mañana podamos seguir nuestro camino y las aguas su cauce, muchos más calmos todos.

Toma pues las viandas que el judío le ofrece, y con un gesto de cabeza, conciliador, se despide yéndose hacia su habitación.

Hicham se levanta de la mesa sonriendo mirando a Gonzalo.

-"Con permiso...","...o sin él"

Se va con pies ligeros por la puerta por donde Abraham y la señora han marchado.

Antes de que la agraviada señora de Somontano se encierre en su celda, tanto ella como el judío pueden ver a los dos extraños peregrinos salir de sus propias celdas y dirigirse hacia el salón.

Hicham abandona el salón y se dirige, escaleras arriba, en pos del judío y la señora. En las escalas de subida al primer piso se cruza con los dos extraños peregrinos, quienes le dan las buenas noches y bajan hacia el salón.

Cuando Hicham llega arriba, encuentra tan solo a Abraham y parece que la mujer ya se ha metido en su celda.

Tomás y Gonzalo se quedan a solas en el salón, mirándose las caras y con la mesa llena de comida que parece que casi nadie ha llegado ni a probar tras la trifulca.

Justo cuando Hicham abandona el salón, los dos extraños peregrinos aparecen también por las escaleras que llevan a las celdas. Pasan junto a las mesas y se quedan por un instante mirando la comida, pero finalmente dan las buenas noches y se encaminan a la salida hacia el patio.

Evidentemente me voy tras el moro, no voy a dejar a esos dos tunantes al  lado de mi señora, y en solitario. Voy con la espada desenvainada.

Sin decir nada voy tras el moro.

Abraham despide a la señora con una leve genuflexión y le desea un buen descanso:

- "Que el Señor guarde vuestro descanso y podáis conciliar un sueño reparador."

Abraham aprovecha para volver al comedor con los extraños. Los saluda y se presenta de forma educada y humilde.

- "Buenas noches tengan ustedes, ¿van al comedor? Me llamo Abraham, soy un comerciante de tierras navarras, si me permiten gustaría de ir a cenar con ustedes."

En todo caso si van a otro lado los acompaña en el camino que coincidan y vuelven al comedor.

- Eh... no gracias no se moleste..., dice el peregrino más viejo como intentando quitarse de encima a Abraham y siguiendo su camino hacia abajo.

-"Hola, Sr.Abraham venia en pos de la dama para disculparme por mis ofensas, quizás se me ha nublado un poco la mente por las circunstancias extrañas y me siento apesadumbrado y triste por mi comportamiento."

A Hicham se le ve apesadumbrado.

-"¿Crees que si le pico a la puerta la dama me atenderá?, no obstante lo intentaré"

Hicham pica a la puerta tres veces y habla alto para intentar que esta le escuche.

-"Señora , soy Hicham, y me gustaría disculparme por mi comportamiento en la cena ya que no ha sido para nada adecuado ni caballeroso por mi parte, convirtiéndome en un asno animal y me encantaría disculparme en persona"

Una vez en su celda, María deja las cosas que Abraham le ha dado encima de la cama, e, incapaz como ha dicho de comer, y aún más de dormir, se dirige a la ventana, la abre, y se apoya en el alféizar, buscando calmarse.

He hecho cosas muy malas en mi vida. No soy una mujer piadosa, Dios lo sabe. Mi marido... no murió por casualidad. Y me gustan y me tientan las pertenencias ajenas. Cierto. Pero no entiendo esa rabia contenida, cuando están ocurriendo cosas a nuestro alrededor que deberían preocupar a ese moro más que la sonrisa de una dama a alguien desconocido...

Deshecha los pensamientos por fin, no vaya a ser que enturbien su buen sentido. Y lo necesita todo para estar alerta. No le gusta lo que la rodea... no le gusta nada de lo que hay en este Monasterio maldito. Se queda mirando la oscuridad en el aire de la noche, escuchando, sencillamente escuchando...

La voz de María llega desde el otro lado de la puerta cerrada, sin entonación extraña ni especial.

-Disculpas aceptadas. En persona, aunque no pueda recibiros. Ahora quisiera descansar, si no os importa.

Abraham comienza a irse para dejar cierta intimidad a Hicham y a María para que él pueda disculparse sin espectadores. Aunque al parecer la dama ha decidido no concederle audiencia y no puede evitar oír lo que hablan en voz alta a través de la puerta.

Se siente tentado a esperar a Hicham pero decide no hacerlo para evitar decirle cuatro frescas sobre su actuación en la cena, decide apresurarse para no quedarse el mismo en la obligación de ayunar...

Me levanto igualmente en silencio y salgo tras los peregrinos, cuidando que no me vean.

Gonzalo sube las escaleras hacia el piso de las celdas, al llegar allí se encuentra con Abraham, quien parecía tener intención de volver a bajar al salón, y con Hicham que estaba frente a la puerta cerrada de María Somontano con aspecto más bien sosegado, nada alterado como antes.

Tomás deja pasar unos segundos y sale tras los truhanes. Una vez en el patio y desde la distancia, se da cuenta de que sus intenciones son las que intuía y que ambos se dirigen hacia la iglesia, para, ahora que los monjes están cenando, seguramente aprovechar para robar el cáliz y escapar del monasterio.

Y lo peor es que no podía negar que era buen plan.

Desde la ventana, María observa como la noche prácticamente se cierne ya sobre el monasterio. Depara también en algo curioso que desde abajo no habría podido notar y es que en los campos de alrededor parece que los campesinos (o Dios sabe quién) han prendido fuego a algunas grandes hogueras. Dado que no parecen las mejores horas para dedicarse a la quema de rastrojos y restos de poda, posiblemente las hogueras formen parte de alguna tradición de la zona, bien habitual como iluminación de los caminos, bien como celebración de la noche de San Juan, o bien con cualquier otro propósito que se escape al conocimiento de la noble.

Estando allí intrigada por la presencia de las hogueras, María ve salir a la pareja de peregrinos quienes no deben haberse parado a cenar y se dirigen, al parecer con prisas, hacia la iglesia. Y por si esto no fuese suficientemente extraño, a los pocos segundos de salir los peregrinos, aparece su escolta, Tomás, que parece tomar la misma dirección.

¡Vaya! Parece que Tomás ha entendido mi sugerencia... Y que esos "peregrinos", o lo que sean, han decidido asistir a Oficios. ¿Quizá... debería...? No, no. Mejor aquí encerrada. Aunque, si consiguiera un hábito... No, ¡qué tontería! Mañana veré las cosas de otro modo. Debería descansar...

Tomás gruñe. No es para menos, aquellos dos villanos han tenido la misma idea que él.

Acaricia inconscientemente la empuñadura de su cimitarra y, dejando un tiempo prudencial, entra tras los forasteros en la iglesia. Sería bastante fácil dejarles hacer el trabajo sucio a esos dos y luego simplemente hacerse con el premio.