Partida Rol por web

- Abridme amigos... soy yo... dejadme entrar...

-"Aqui no entrará nadie, Abraham necesita descansar....llevate a tus amigo a otro lado Gonzalo..."

Hicham mira a Abraham para que no se mueva y se mantiene pegado al jergon del comerciante con la espada en la mano.

Abraham asustado mira al sarraceno y se queda callado echado. La verdad es que la posición tan cómoda incita al sueño, pero los ruidos al otro lado de la puerta no ayudan demasiado a la tranquilidad y el descanso.

El navarro se revuelve incómodo intentando encontrar una postura donde no le duelan las heridas.

- Por favor... ya casi están aquí... abridme... no me dejéis solo...

Los jóvenes novicios atienden con expresión de pasmo a las explicaciones de María y Tomás acerca de lo que se desarrolla más allá de los protectores muros de la Iglesia. Una vez finalizadas las intervenciones, el que parece algo más mayor de los dos toma la palabra entre susurros.

- Iré a hablar con el Prior, él sabrá qué hacer... y se marcha con paso vivo entre las columnas de la nave en dirección al altar. Una vez allí tironea con suavidad el hábito del monje para intentar sacarlo de su trance gregoriano. Tras algunos intentos infructuosos, finalmente el prior parece notar la presencia del novicio a su espalda y, bruscamente, se gira a hablar con él.

Mientras tanto, el otro joven monje, visiblemente perturbado por las declaraciones de María y Tomás, responde como puede a las preguntas del escolta.

- Esta es la noche de San Juan, la noche más corta del año y, según se dice , al decir esto, el monje baja aún más si cabe su tono, como si estuviese contando un secreto y no quisiese que nadie se enterase, - esta es la única noche del año en la que el Diablo puede andar a sus anchas por la tierra..., hace una pausa dramática y continúa, - Por eso rezamos hoy... para pedir a Nuestro Señor que nos libre del maligno...

El novicio más mayor regresa junto a la puerta donde está el resto del grupo.

- He comunicado al Hermano Prior vuestras vivencias y temores. Según sus propias palabras a todos se os dio la oportunidad de rezar con nosotros aquí esta noche y estar en comunión con Nuestro Señor. Quienes se quedaron fuera lo hicieron por su propia voluntad y asumiendo todas las consecuencias, así que, según órdenes del Prior, nadie de nuestra comunidad abandonará la iglesia hasta que llegue el amanecer.

El monje mira por unos instantes los rostros de María y Tomás, como intentando escrutar qué efecto han producido en ellos las órdenes del prior.

- Me temo que nada podremos hacer nosotros por la gente de fuera... pero estoy seguro de que si son personas de fe y se encomiendan a Dios, Él les protegerá...

La respuesta no sorprende a María, que ya la había imaginado al haber visto la actitud del Prior, tanto ahora como anteriormente. Asintió, aunque descorazonada.

-Está bien, Hermanos, no podéis desobedecerle, así que quedaros aquí... rezad, rezad por todos nosotros.

Se giró entonces hacia Tomás, le tomó de la chaqueta, y tironeó de él hacia las sombras, separándose de los novicios como para dejarles orar en paz. Pero cuando estuvo a solas con el escolta, murmuró quedamente, para que sólo él la pudiera escuchar:

-No podemos dejar a esa gente a merced del diablo, Tomás. No si alguno de ellos quiere refugiarse en la Iglesia. No os digo de salir de nuevo, nada podemos hacer para luchar contra el maligno, supongo. Así que vamos a estar pendientes de escuchar lo que sucede fuera, y si alguien llama a las puertas, abramosles, para que encuentren refugio aquí, tal como hemos hecho nosotros. A pesar de contradecir la orden del Prior. O... ¿se os ocurre acaso algo que podamos hacer para ayudarles....?

-Mi señora... Mucho me temo que no podemos hacer nada por ayudarles, más que rezar por ellos... Temo que si alguno de estos monjes nos viera abrir la puerta a cualquiera que haya ahí fuera, nos echarían con los demonios que rondan el patio.

Coge con deferencia la blanca mano de su señora y continua hablando, esta vez con mayor suavidad.

-Mi señora, las largas horas en vela os han dejado con un aspecto poco lozano. Se os nota cansada y apagada, y os sentireis mejor después de echar un sueño, aunque sea una hora. Si queréis dormitar, os procuraré un banco alejado de los grotescos cantos gregorianos donde podré velar vuestro sueño.

Hicham mira a Abraham que tiene cara preocupada.

-"No se preocupe amigo, no es Gonzalo" -dice susurrando- "...si fuese el ya habría soltado un par de improperios..."

Mira con gesto preocupado.

"Marchese a su cuarto "Gonzalo" queremos descansar, ha sido un dia duro y necesitamos dormir...."

Le guiña un ojo a Abraham.

-"Debemos conseguir algo para tapar la puerta..."

-¿Dormir....?

María mira fijamente a Tomás, esta vez hay algo nuevo en su mirada. ¿Desconfianza...? Puede que así sea, porque recula paso a paso con lentitud pero firmeza, mientras retira su mano de la del escolta, y sin darle la espalda se acerca más a los monjes que siguen canturreando, como si se sintiera más a salvo entre ellos que con su amigo de años.

-¿Cómo... cómo podéis hablar de dormir... ahora...?

Con el rabillo del ojo se sitúa, buscando el centro de la nave, buscando las otras puertas, buscando... ¿quién sabe...?

- Amigos, tenéis que ayudarme a acabar con los monjes. Ellos han despertado a los muertos y vienen hacia aquí. Esa puerta no os protegerá durante mucho tiempo. Vamos, abridme.

Tomás asiste sorprendido a la extraña reacción de su señora. En el fondo, no sé de que me extraño. Siempre ha sido una desconfiada, se dice a sí mismo.

-Está bien, mi señora. Si necesitáis alguna cosa, sólo decídmelo. Voy a acercarme a la puerta, para montar guardia.

Se aleja tranquilamente hacia la puerta por la que entraron en la iglesia, y allí se apoya en la madera despreocupadamente a esperar que pase algo.

Abraham sigue asustado e indeciso, la verdad es que tras los anteriores acontecimientos no se fía demasiado de Gonzalo y considera que sus peticiones pueden no ser más que una trampa pese a que parezcan razonables.

Mira al curandero y espera su reacción, sabiendo que siempre elegirá lo mejor para ambos. Incluso si puede le echará una mano.

Negros pensamientos de culpabilidad le acechan sin más. Nunca se había parado a pensar que alguna de sus acciones pudiera tener consecuencias para su vida. Para la de los demás, por supuesto: solía desembocar en el fin de la misma.

Y sin embargo, ahora se planteaba si quizás debió seguir otro camino, si debería haber intentado vivir por una vez una vida honrada, si Dios le estaba castigando, si el infierno aguardaba tras su muerte tal y como el cura de su villa natal pregonaba en el sermón dominical. ¿Y si ya estaba viviendo el infierno?

Sacudió de su mente esos pensamientos. ¿Qué debería haber hecho? ¿Quedarse en la miseria de aquel villorrio, casarse con una moza con más pelo en el bigote que en los sobacos y engendrar una caterva de críos famélicos como él había sido mientras arrancaba de la tierra un pobre sustento? Aquella vida no era para él. Olvídate de los remordimientos, Tomás. No le has hecho a nadie nada que no se mereciera.

Finalmente parece que el haber cambiado la tensión del exterior por el ambiente protector y de amparo divino del de la iglesia surte efecto tanto en la baronesa de Sepúlveda como en su escolta. La señora, con aspecto de estar realmente cansada, se deja vencer por la situación y se acerca al altar donde, ante su imposibilidad de seguir los cánticos, se pone a rezar en silencio y de rodillas. Por su parte, Tomás parece relajar su habitual gesto tosco y se retira a uno de los muros laterales, donde se queda apoyado con la vista dirigida a los monjes pero con sus pensamientos vagando por lugares seguramente muy alejados de San Gabriel.

Abraham mira a Hicham buscando guía y consuelo y se dispone a ayudarle en lo que haga falta...

No sabe que hacer, su mundo se ha vuelto del revés y no sabe como reaccionar... Hace todo lo posible por no dejarse llevar por el miedo que le asalta.

Hicham mira preocupado a su compañero.

-"Debemos encontrar una manera de salir de aquí..."

Los gritos, gemidos y pasos en aumento hacia su cuarto le ponen los pelos de punta y sabe que no aguantaran mucho tiempo allí encerrados.