Partida Rol por web

El saco de Boom

Dios los cría y ellos se juntan (Escena 3)

Cargando editor
06/05/2015, 02:21
Director

Se había hecho justicia. Tal vez no toda la justicia que se debiera, pero justiciera era, al fin y al cabo. De la Rosa estaba al borde de la muerte, pero aguantó lo suficiente para ser la cabeza de turco y pender de una horca, acusado de traición. De entre sus hombres supervivientes, se diezmó a un buen puñado, y al resto se les dió a escoger entre rebajarlos a gastadores o la horca. Muchos decidieron coger el pico y la pala y sumarse a aquel trabajo ingrato y peligroso, donde no faltaba el peligro de ser matado a tiros desde la cortina de Boom, sucumbir bajo la metralla de sus cañones, en el interior de las caponeras por un desprendimiento o el azufre del enemigo, o por cualesquiera otra causa en ésta ruin vida. En su campamento, el de los gastadores, el capitán tenía instalada una horca en el patio de armas. Eso les recordaba que pasaba si desobedecían las órdenes, mostraban cobardía o se pasaban al enemigo y eran vueltos a capturar.

Obviamente, el maestre de campo estaba al tanto de la artimaña, pero a él solo le valió una reprimenda del mariscal en privado, y su compromiso para que el caudal del dinero que se sacara de los bulbos fuera ahora en beneficio del ejército entero. Los hombres percibieron sus pagas, y se compró pólvora, paño, comida y otros arreos necesarios para su mantenimiento. El holandés supo así que no habría tregua contra él, ni el sitiador pasaría necesidad en su cerco a la plaza.

Día tras día, los cañones seguían batiendo uno de los bastiones de la fortaleza, que aguantaba como un jabato. Pero el enemigo no sabía que era un truco. Se entró el otoño tras el final del verano, y se multiplicaron los trabajos. Se tenía muy avanzada ya una profunda mina bajo la fortaleza, por el otro lado, y de momento el holandés no parecía percatarse del asunto. Quizá en un mes más, o algo menos, antes de que llegaran los fríos del invierno, se terminara la obra haciendo brecha en la fortificación, que no tenía visos de querer capitular.

Noticias inquietantes llegaron, sin embargo, del sur. El ejército francés se preparaba para marchar sobre Bravante y atacar a los españoles por la espalda, y el Cardenal-Infante estaba inquieto. Se llamaron a los tercios de Italia, pero tendrían que hacer marchas forzadas antes de que los pasos de la Valtelina se cubrieran de nieve, atravesando el Camino Español con mucha premura y anticiparse al enemigo. No se esperaba, sin embargo, una gran invasión hasta el verano siguiente, pero si habían fuerzas de Richelieu dispuestas a dar guerra aquí y ahora.

Llegó por barco una expedición. Una gran armada francesa y holandesa, que desembarcó a no menós de 15.000 francos dispuestos en pie de guerra, prometiendo el cardenal 5.000 más a comienzos del año siguiente. 15.000 hombres para que "fueran usados por los Estados a su criterio y antojo en aquellas operaciones militares que quisieren y gustaren para erosionar el orgullo de los españoles". Los mandaba Gaspar de Coligny, tercero de su nombre, y traían ganas de probarse en batalla tras terminar el asunto de los hugonotes de la Rochelle. Francia contra España, de nuevo desde los tiempos del rey prudente. La gran enemiga, a la que había costado 50 años vencer en Italia. Ahora desatada y fresca en sus energías, volcándose sobre el enemigo que la acorralaba desde hace casi 100 años.

El cardenal infante reforzó a las tropas de Grobbendonck con dos tercios más, uno de italianos y otro de valones, con órdenes de estar ojo avizor a los avances del enemigo. Pero no fue necesario estarlo. El enemigo ya tenía bien trazado su plan, y puso pronto en uso a los franceses. 10.000 de ellos con otros tantos holandeses y los suecos que habían sido cedidos por su rey por iguales razones a los franceses, y con los que ya se habían topado. A decir de su ahora capitán, Diago Ferreira*, "Dios los cría, y ellos se juntan".

Fue en el sexto día de noviembre cuando los vieron aparecer. El ejército de socorro, de más de 20.000 hombres, recortándose en el horizonte. Había un viento frío e insistente que siseaba, cadavérico como una tumba. El ejército aguardaba instrucciones, consciente de que aquella fuerza podía superar fácilmente su segunda y precaria línea de fortificaciones, más pensada para detener pequeños socorros y cabalgadas del enemigo que para frenar a una fuerza de tal entidad.

Los maestres de campo discutieron con el general la estrategia a seguir, y los hombres aguardaban instrucciones, inquietos. Don Gabriel daba misa, que escucharían los hombres aquella mañana, ayudado por su pequeño acólito. Los comandantes asistieron, a sombrero quitado, dispuestos a arengar a la tropa tras haber tomado una decisión. Una decisión que ya era vox populii. Bajo el abrigo de sus fortificaciones, lucharían en campo abierto, desafiando al enemigo. La cruz de Borgoña se batiría con las flores del lys del rey de Francia.

Notas de juego

*La patente de capitán de De la Rosa había sido revocada por delito de alta traición, y puesta a disposición del mariscal, que la entregó a Ferreira como teniente de capitán, a falta de la confirmación de la Cámara de Castilla.

Cargando editor
06/05/2015, 02:58
Director

Vestido de alba, estola, manípulo y casulla, el padre Gabriel entraba en la fase crítica de la misa. Levantó la hostia consagrada y anunció.

-Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis.

Los hombres estaban arrodillados tras él, con la mirada gacha. El sacrificio supremo de Dios hacia los hombres, renovando la alianza nueva y eterna sobre ellos derramada. Entre los soldados había muchos católicos convencidos, y otros simplemente seguían el dogma a rajatabla. Como se esperaba de ellos. Como se demandaba de ellos. Como un buen soldado, fiel a sus principios. Recordando por qué luchaban, y contra quien. Ellos, el orden natural y eterno de la Iglesia de Cristo, la única y auténtica, contra aquellos que estimaban más las cosas mundanas que el amor de Cristo nuestro señor.

El flamante sargento Vélez, con su alabarda entre los pies, miraba de reojo a sus hombres. Los leales. De la compañía de 250, quedaban ya tan solo ciento diez. La enfermedad y la traición habían recortado sus números casi a la mitad. Pero, al menos, habían salvado el honor, y no habían perdido la bandera, como en tiempos del segundo Felipe, cuando algunos tercios vieron sus enseñas destruídas y deshonradas por el motín llevado hasta sus últimas consecuencias. Menos, pero mejores. O así lo veía él. Los hombres estaban nerviosos, y muchos habían pedido al padre que les tomara testamento o les escuchara en confesión.

El sacrificio de la misa fue completado, pero el padre Gabriel decidió añadir algo más. Un sermón, a modo de arenga. Los hombres necesitaban toda la ayuda posible, y la de Dios era la que más.

Notas de juego

Lúcete xD

Cargando editor
06/05/2015, 15:21
Perot Vilaplana i Llonch

Perot Vilaplana escucha la misa con una mueca en los labios y se vuelve a poner el sombrero tras el "amén". Los hombres a su alrededor vuelven a sus ocios o sus tareas. Artilleros a sus cañones. Oficiales a sus despachos y sus putas. Gastadores a cavar sus tumbas. Suelta una calada de humo agrio.
"¿Qué rodolins hi faig encara en aquest coi de país?ª" se pregunta.

Fue raro contemplar la ejecución. Normalmente cuando va a un ahorcamiento, es a hurtadillas, escondido en algún rincón rechinando de dientes mientras cuelgan algún camarada bandido. AHora en cambio estaba entre la tropa. Viendo como a los traidores se les salía el alma por la boca y la mierda patas abajo cuando la soga les crujía la traquea. Així acabaré jo un dia d'eixos, fue su reflexión fatalista.

Eso si no le contagian una peste, lo destroza un cañonazo o le fusilan por desertor... Porque su motivo para alistarse era solo uno: vengarse de Armando de Foces. Muerto el perro se acabó la rabia. Servir bajo la bandera del Rey no es para él. Ponerse debajo de un trapo con una X gigante mientras tira el cañon le parece una majadería. No escapó de la esclavitud del arado para terminar bajo la de la bandera.

Pero esas cosas había que rumiarlas con calma... Tiempo al tiempo... Dio pabilo a su pipa y se fue con Vélez. Se aproximaba batalla, dicen. Bien. Un poco de sangre quizá le aclare la cabeza. Siempre se siente mejor después de disparar a alguien.

ªQue carajo hago en este maldito país.

ªª Así acabaré yo algún día.

Notas de juego

No me queda claro si mi archienemigo De Foces ha muerto o no.

Si, murió por las heridas que le infringísteis.

Cargando editor
06/05/2015, 18:17
Don Gabriel Real de Azúa y Mendoza

Di concentrado la misa, ante aquellos soldados que en breves se hallarían trabando acero contra acero. Acero hereje, calvinista, enemigo. Antes de dar por concluida la misa, les miré un instante y en ellos vi inquietud. Es por ello que vi necesario levantar la moral de la tropa, y que Dios se apiadara de nuestras almas.

- Soldados. Hijos míos. Todos vosotros hombres valerosos, hombres de hígados, hidalgos que cargáis grandes hazañas a vuestra espalda…Que no hay mejor carta de servicios que cada una de las heridas que habéis sufrido en nombre de nuestro Rey y de la verdadera religión. Orgullo de España y orgullo de Dios, pues al marchar por los campos de Europa habéis despertado admiración y temor en los campos de batalla. ¡Nos temen, señores soldados! ¡Nos temen y nos envidian! Porque ninguno de los herejes que aguardan ahí afuera jamás ha destacado en poderío sobre los demás ejércitos europeos. Porque ninguno ha servido de modelo, ni de inspiración para versos. Ese es un orgullo del que solo vosotros, señores soldados, podéis presumir. Un título que solo vosotros podéis defender, y tenéis derecho a poseer por méritos y por honor. Lo sabéis, yo solo sé y Dios lo sabe. ¡Podéis aferrar ese acero con la cabeza bien alta! ¡Dios está con vosotros, el noble ejército del Rey Católico! ¡Demostrad a esos herejes, al gran enemigo, lo que es un hombre de hígados! ¡Porque todos vosotros habéis pasado por mucho y no tienen derechos a echar por tierra lo que se ha conseguido hasta ahora a base de sangre y sudor! - digo, con toda la exaltación que haga falta, y dicho eso, procedo al salmo, al que espero que todos se unan- "El Señor es mi Pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término" - nueva pausa - ¡Enseñadle a esos herejes quien manda!

Cargando editor
07/05/2015, 07:53
Karl Moritz

Todo parecía resolverse bien, en un primer momento. Los que tenían que pagar por el asunto de los bulbos, habían pagado. Los trabajos de asedio avanzaban y los holandeses no parecían arrugarse, lo que auguraba un saco como Dios manda. Si esos herejes decidían rendirse siempre era más fastidioso, pues acostumbraba a respetarse la ciudad sitiada y eso daba como resultado un mal botín... Pero ese momento ya había pasado y todos los trabajos de nuestra gente exigían una retribución acorde... Una ciudad en llamas, con todo su contenido saqueado era un buen precio... Pero como acostumbra a pasar, al final llega el diablo y mete el rabo. Y allí estaban las tropas comerranas, junto a un buen número de amiguitos de los de Boom.

No es que me gustara mucho el panorama... Nos esperaba una buen degollina y sin mucho a ganar. El buen botín estaba detrás de esos muros.

Las misas siempre me han aburrido, con tanto latinajo y tanta liturgia, pero es un mal necesario... Y ante una batalla siempre está bien que el Señor te haya visto en su casa y le suene tu cara.

El sacerdote habla. Nos arenga... Pero me pierdo a medio discurso y voy cabeceando a lo que dice, sin entender nada. Demasiado verbo... Si al menos fuera en mi lengua... Por como reaccionan los demás parece un buen discurso.

Cuando llega el momento d eunirse a las oraciones lo hago con murmullos inteligibles. Nunca he sido ducho en el latín... Ni en gran cosa que no sea escabechar herejes... O lo que se tercie, que en cuestión de sangrar y morir, mueren por igual herejes, cristianos y mahometanos.

Cargando editor
07/05/2015, 15:08
Martín Vélez Manrique

Asistio a misa con la habitual reverencia que le acostumbraba, portando la alabarda con mas orgullo que un mariscal llevaba su baston. Comulgo y escucho con expectacion el final del oficio en el que un inspirado Don Gabriel alento a la tropa a defender al rey y a la religion verdadera, poco estimulo necesitaba pero saber, por boca de uno de sus ministros, que Dios estaba con ellos le reconfortaba e infundia animos.

Las pasadas penurias las veia como una prueba que le habia puesto Dios para probarlo y destinarlo a oficios mas altos o en su defecto morir en su nombre y no estaba dispuesto a defraudarlo. Ya podian venir todos los gabachos que quisieran que habia plomo y acero para rechazar a cuantos les enviaran. Pero molesto que tan cerca del final vinieran a inquietarlos.

-Si es cierto-penso- que Dios envia a sus mejores guerreros sus mas grandes batallas, debemos ser los mejores defensores de la fe catolica, ¡pardiez!. pero es buena oportunidad para destacar si el acero hereje no me encuentra y quizas ascender un poco mas, quien sabe si mi Valladolid natal me vera regresar colmado de honores y riquezas arrebatadas al enemigo y quizas un habito, se a visto otras veces. Lo unico que siento es que haya mas castellanos por aqui, lo italianos son de fiar y los valones no se comportan mal, pero estaria mas tranquilo con un tercio de mis paisanos.

Habia otro punto que le inquietaba, los problemas de rebeldia y traicion habian diezmado la compañia y la habia dejado muy mermada, tanto que si hubieran apurado un poco mas su mando de cabo y de sargento hubiera sido parecido, pero eran mas numerosos y el era un soldado venido a mas que si bien se habia esforzado en aprender los rudimentos de aquello que los señores oficiales llamaban tactica el era mas de soltar un cierra España y abalanzarse sobre los enemigos espada en mano para dar ejemplo. Quizas a este nivel no fuera suficiente esto, le tranquilizaba el saber que si bien podrian llegar a acusarle de impericia, jamas de falta de valor.
 

Cargando editor
07/05/2015, 22:18
Martín

El pequeño Martín caminaba ahora con el pecho henchido de orgullo más tieso que el mástil de la bandera o la vara de una pica. Era uno de los héroes, uno de los que habían detenido a los traidores y aunque buena parte del ejército de su majestad el rey de las Españas no supiera que aquel desharrapado muchacho era quien había apedreado con saña al capitán de la Rosa, el joven Martín sí que lo sabía y no perdía ocasión de pavonearse ante los otros mochileros del regimiento.

Respecto a la muerte de De la Rosa, Martín la recordaba entre miedo y alivio. Miedo por la muerte en la horca que hace que a uno se le encojan los hígados y le corra una corriente por el espinazo de imaginarse allí arriba, con los ojos saliéndose de las órbitas y la lengua fuera, ennegrecida. Alivio por saberse por fin a salvo de las maquinaciones de semejante truhán.

Martín había vuelto a su escuadra cuando terminó aquello y se había alegrado de verlos a todos bien, sanos y salvos y llenos de moratones y alguna cuchillada de poca importancia. El cabo Vélez no parecía enfadado con él, que en cierto modo había propiciado que todos acabaran engrilletados. De hecho, el vallisoletano había sido ascendido a sargento y caminaba más tieso y más hinchado que el propio Martín y o parecía dispuesto a guardar rencor al zagal.

Ferreira había sido ascendido también y aunque Martín le llamaba de vez en cuando teniente por error, parecía también contento con el cambio, quizás tanto con el cargo como por verse libre de los malhadados deseos del caprichoso De la Rosa.

Ahora solo quedaba lo más sencillo, batirse el cobre con aquellos herejes que pretendían ¡pobres! hacerles levantar el cerco. En estas andaba Martín pensando, más atento a sus sueños de gloria que a las palabras de Don Gabriel o a los actos de Enriquillo que hacía las veces de monaguillo.

Cargando editor
09/05/2015, 16:42
Anthoine Schetz, conde de Grobbendonck

Terminado el discurso del fraile, el mariscal se acercó a caballo en el centro de la plaza. Gallardo y con una mano en la cintura, a pesar de su barriga prominente, les miró a todos. Dió el pequeño discurso, paradójicamente en francés, lingua franca de aquel ejército y una de las lenguas madre de las tropas valonas, las más numerosas allí presentes.

-Soldats , notre terre est de nouveau envahi . Cette fois, non seulement par des hordes de protestants du Nord , qui veulent détruire vos églises et vous forcer à déshonorer Dieu. Les Français sont ici , et son seul but est de voler, tuer , piller et conquérir . Allez-vous permettre à ceux-là?

Respondieron alzando las manos.

-NON!!

-Donc , nous devons les arrêter . Nous devons détruire votre fierté , devant les murs que nous nous sommes construits . Ils ne savent pas qui se battent , mais découvrit bientôt . L'armée du roi d'Espagne , le plus puissant dans le monde! Nous allons payer très cher leur audace. Maréchaux , capitaines préparer ses hommes. Aujourd'hui, nous marchons dans la bataille!
 

Cargando editor
09/05/2015, 16:55
Pedro de Pastrana

El sargento mayor se adelantó unos pasos, girándose a la formación.

-¡ATENCIÓN EL TERCIO, EL MAESTRE DE CAMPO!

Cargando editor
09/05/2015, 16:56
Don Enrique de Alagón y Pimentel

El maestre de campo sabía que en aquel combate debía ganarse de nuevo su confianza. Confianza erosionada por el asunto de la compañía del capitán De la Rosa. Por eso hablaba cerca de dichos hombres, subido en su caballo purasangre, con la armadura pavonada y repujada, su banda de seda roja y la mirada afilada como un cuchillo.

-¡Tercio de Fuenclara! Hoy es nuestra hora. Hemos entrenado para éste momento, hemos sufrido en las trincheras para éste momento. Os hablaría del sacrificio de nuestros mayores, de la gloria que alcanzaron frente al francés en Pavía o Génova. De la humillación del rey Francisco preso en los Lujanes, o de la hartera alianza del francés con el turco en tiempos del rey Carlos. Pero todo eso, es glorioso pasado. Ahora, nos toca rubricar un glorioso presente.

Les señaló.

-Da igual que seáis gallegos, castellanos, aragoneses, vascos o catalanes. Al francés a eso se le da un hardite. Desea invadir nuestro país, y lo invadirá si no le detenemos. Nuestro primer campo de batalla está aquí y ahora, en Flandes. Ellos creen que somos débiles, que el tiempo nos ha hecho nuestra propia mortaja. ¡Pero yo digo, que aún hondea en Flandes la Cruz de Borgoña, que aún flamean las armas del rey, y están enhiestas nuestras picas!, ¡Demósles una lección que jamás olvidarán!, ¡Por Dios, por el Rey, por España!, ¡España!

-¡ESPAÑA! -contestaron.

Cargando editor
09/05/2015, 17:02
Pedro de Pastrana

Dió un golpe con la alabarda en el suelo.

-¡TERCIO DE FUENCLARA, ÓRDEN DE MARCHA POR COMPAÑÍAS, AVANCEN!

Tocaba mover los pies.

Cargando editor
09/05/2015, 17:08
Diago Ferreira

El nuevo capitán se giró a sus hombres. En la infantería española, las órdenes se daban en voz queda, no dando voces, como en otras naciones. El enemigo se sentía acobardado por el poder de su silencio y el de su disciplina. Así que el capitán se giró, jineta en mano. Martín, su paje, sujetaba la rodela con la que le cubriría durante la batalla.

-Sargento Vélez, que se muevan los hombres.

Cargando editor
10/05/2015, 02:41
Pedro Negrete

Las semanas de cautiverio y humillación mellaron un poco mi carácter. El honor era lo único que poseía la mayoría de las veces, cuando faltaban los dineros, la familia, los amigos…Y verlo arrastrado por el barro me había llegado bastante adentro. No fue suficiente con ver a más de uno  pasado por horca, ni lo fue mi ascensor a Cabo…Lo que era menester es un gran desfogue. Uno que me permitiera derramar toda la rabia acumulada y toda la afrenta. Es por eso que las semanas posteriores permanecí taciturno a mayoría de las veces. No tenía ganas de tonos jocosos ni de chanzas.

Hoy esos gabachos herejes iban a pagar mis frustraciones. Casi que ni hubiera hecho falta el discurso de Don Gabriel o de los otros. Aunque todos ellos ayudaron a venirme arriba. Aún más.

- ¡ESPAÑA! - bramé, al unísono con mis compañeros. Pica en mano, rodela y mi espada al cinto.

La tropa brama y llega el momento de movernos. Yo junto a mis camaradas, a los que consideraba como iguales a pesar del cargo inesperado que se me vino encima. El capitán Ferreira da la orden al sargento Velez, y yo, como buen soldado disciplinado, espero las suyas hacía mí.

Cargando editor
11/05/2015, 09:25
Karl Moritz

Escuchaba los discursos con cierta desgana. ya era perro avisado y ya sabía de qué iba la misa. Quizás para los bisoños fuera necesaria esa motivación extra, pero para gente como el viejo Karl. Él sabía cual era la verdad. Nada de banderas, patrias ni zarandajas similares. Uno de los dos bandos iba a visitar las pozas cubierto de cal. Y Karl quería que fuera el bando contrario el que tuviera ese fin.

España! Grité, de forma mecánica.

Cuando se da la familiar orden de avanzar, me pongo en marcha, con el resto de mis compañeros. Los automatismos van bien para ir entrando en materia. Con el montante sobre el hombro sé que va a tocar batirse contra una horda de enemigos. Sajar, tajar, cortar, cercenar, clavar... Y todo la ristra de acciones malévolas acabadas en ar con las que quiero obsequiar a mis enemigos. Son ellos o yo. No hay más. Voy a luchar por mi vida y por mi paga... Y con un poco de suerte por el botín que ya huelo, detrás de las murallas de Boom.

En los brazos, las piernas y el estómago siento el familiar cosquilleo que antecede a la lucha.

Cargando editor
11/05/2015, 13:01
Perot Vilaplana i Llonch

Vilaplana lleva dos mechas enrrolladas en las manos. De vez en cuando las sopla mecánicamente para que no se le apaguen. Masca un poco de tabaco previniendo el mal saber de boca que le dejarán las balas y la pólvora. Escucha los discursos con cierta sorna. Cuando todos gritan el escupe un chorro de saliva negra. Ni Rey ni patria son para él. Pero jamás le ha dado la espalda al enemigo y no va a empezar a hora. Primero matará a esos gabatxos y luego saqueará Boom.

Cargando editor
11/05/2015, 22:54
Martín Vélez Manrique

Escucho la orden del capitan y la transmito a la tropa.

-COMPAÑIA, ADELANTE!

Me santiguo y siento un cierto estremecimiento por la inminencia del combate.

No es la primera vez que me bato con los franceses pero nunca nos ha ido bien lo que me inquieta bastante a la vez que me exalta pues son muchas las cuentas que tengo con ellos.

Hoy Satanas o Velez quedaran saciados, y si hay suerte, ambos.

Cargando editor
12/05/2015, 22:30
Director

Compañía tras compañía, el ejército se situó en el llano, bajo el abrigo de los muros de tierra apisonada. Los cañones cambiaron su ubicación, pasando de un lado a otro. Ya no tirarían contra la plaza, solo quedarían algunos en aquel sentido, en previsión de una posible salida del enemigo. El grueso de los mismos apuntaba ahora al llano, sobre sus cabezas. Tiraban sobre los franceses que se aproximaban, mientras los tercios formaban sus cuadros.

Era algo admirable de ver, un festival de coordinación. Picas al centro, formando "prolongados de gran frente", mangas de arcabuces y mosquetes en los flancos, banderas en el centro, con el maestre de campo bien protegido tras la masa. Los capitanes, reformados y veteranos, ocupaban la primera fila de combate. "La hilera de los capitanes". Solo en los tercios españoles ésto era un honor disputado, y no una cuestión de suerte o disciplina.

Los tambores callaron, los hombres estaban en posición. Ocho mil de ellos, tudescos, españoles, italianos, valones e irlandeses, se enfrentarían a veinte mil holandeses, suecos y franceses. Habría mucho hideputa que matar, y pocas manos para darles factura. Tan confiado venía el enemigo que no se hiló en formación de combate hasta estar a tiro de los cañones más modestos, los de doce libras. Sabían que el enemigo no les atacaría antes de que se ordenaran para el combate, así que se tomaron su tiempo. El fuego artillero, sin embargo, fue desgranando sus números. Pronto, a los cañones imperiales se sumaron los del enemigo, haciendo blanco en la formación y el terraplén tras ella.

Un piquero a la izquierda de Negrete cayó a causa de las esquirlas. Una pica seca a sus espaldas, rellenó el hueco, mientras los compañeros tiraban del herido hacia atrás. Vilaplana ordenó a su escuadra que encendieran las mechas de los mosquetes, Moritz aguardaba detrás de las picas, dispuesto a abrirse paso cuando se trabaran en combate. Un momento de silencio, introspección. El duelo artillero prosiguió, los hombres caían por decenas, pero la formación aguantaba.

El enemigo confiaba en su número, y los sacos de pólvora se agotaban. Era menester acudir al polvorín. El respiro siempre era la señal de que la refriega iba a comenzar. Sonaron los tambores, y un regimiento francés se aproximó en buen órden al Tercio de Fuenclara. Voceaban apellidos en su lengua, tremolaban sus banderas blancas con la flor de lys. Al otro lado, los españoles aguardaban en silencio.

Cargando editor
12/05/2015, 22:52
Don Enrique de Alagón y Pimentel

El maestre de campo controló a su montura, nerviosa por el ruido de los cañones. Un mosquetazo le pasó zurreando a un palmo, y él se limitó a escupir en el suelo, entre dos de sus alabarderos alemanes.

-Que preparen el fuego.

Dijo, sin vocear.

Cargando editor
12/05/2015, 22:54
Pedro de Pastrana

El sargento mayor asintió y apartó a un par de hombres con la vara de escuadronar, abriéndose paso hacia las mangas.

-¡Capitanes y cabos de arcabucería, preparen las hileras de fuego!

Cargando editor
13/05/2015, 04:54
Martín Vélez Manrique

La hora de la verdad.

Velez paso la alabarda a uno de los mochileros que le alcanzo el arcabuz con los doce apostoles y se incorporo a la manga de arcabuceros de la compañia para liderarla estando entre ellos. Aunque le causaba un gran placer el poseer la alabarda se sentia mucho mas comodo con su arcabuz.

-Preparaos, con calma y sobre seguro-dijo en voz normal, eran veteranos, no hacia falta ni gritos ni mas consejos.

Miro por encima de su hombro para ver al resto de la compañia con Ferreira al mando y se preparo para escuchar la voz de fuego, mientras volvia otra vez la mirada al enemigo. Mientras, por lo bajo, entonaba el padre nuestro.