Partida Rol por web

Boston 7 Anderson St

Octubre 1, 1931

8:00 AM

La vieja cafetera que tenías al fuego dio un par de borbotones anunciando que el café ya estaba listo. En contra de lo que siempre hacías esta mañana decidiste estrenar la taza con el logotipo de los Red Socks que te habían regalado por tu último cumpleaños.

Caminaste hasta la puerta de la calle con la humeante taza en la mano y abriste para recoger el diario que todos los días te dejaban en las escaleras de entrada. Una húmeda brisa agradable anunciaba la llegada de lluvia.

Cerraste la puerta y te sentaste a la mesa en la cocina. Ojeaste el periódico sin mucho interés. Hasta que una noticia llamó tu atención.

¡El doctor Gofrey! Era un reconocido entendido en Ciencias ocultas…

Matthew ojeaba el periódico sin prestar mucho interés. Ni siquiera el titular sobre desapariciones alertó a su mente, no tras leer que la noticia era de Nuevo México, pero un nombre saltó a los aún legañosos ojos.

¿William Gofrey? No puede ser el mismo. Pero dice profesor de la universidad de Nuevo México. No, no puede haber otro.

Leyó con cuidado la noticia hasta 3 veces y luego repasó rápidamente el periódico para verificar que no había nada más de su interés. Tras dejar el periódico en un lado se quedó unos minutos pensando con la mirada perdida mientras acababa el café.

Mientras se arreglaba para salir a la calle pensaba en cuál de sus contactos podía ser el más adecuado para preguntar sobre el doctor Geofrey.

Repasaste mentalmente tu círculo de colegas que quizá pudiesen ayudarte a cosechar información sobre el doctor Gofrey. 

El primero que te vino a la cabeza fue Joe Cornck. Joe había sido compañero tuyo en la universidad y ahorase dedicaba a dar conferencias sobre historia en los más variopintos lugares. Cafés, teatros, escuelas. Cualquier lugar le parecía idóneo con tal de compartir sus conocimientos.

Después recordaste a Karl Weistern. A Karl lo conociste en un combate de boxeo hacía unos años y os habíais hecho amigos gracias a vuestras raíces alemanas. Una de las cosas que admirabas de Karl era su capacidad para moverse por los bajos fondos sin que nadie se diese cuenta de lo que hacía.

También estaba Arl Keniss. Arl también se dedicaba a la parapsicología como tú. Habíais coincidido en varias conferencias y en más de una sesión de espiritismo. 

Mientras los nombres de posibles personas a las que consultar sobre el tema llegaban a su mente, Matt pensaba cual sería la forma más adecuada de abordar a cada uno. Haciendo memoria recordó que Joe solía asistir a unas reuniones para discutir sobre historia los viernes en una cafetería en Cambridge, por lo que decidió que iría esa tarde a ver si le encontraba por allí.

Otro posible informante sería Karl, un viejo conocido del ring, pensó en pasarse por el gimnasio de su barrio a ver si le encontraba. Dado que el asunto a tratar era delicado prefirió no llamarlo por teléfono y pasar por allí simplemente a ver si lo veía.

Pero antes de salir de casa, decidió hacer una llamada de teléfono a Arl Keniss, para preguntarle directamente o concretar un cita y así preguntarle sobre este asunto de las desapariciones.

Al otro lado del teléfono Arl te responde con cordialidad. – Hombre, querido Mathew. Hace tiempo que no hablamos. Pues sí que es desconcertante lo de William. Hace unos mese me dijo que tenía entre manos unas informaciones increíbles pero que no podía decirme nada sobre ellas aún ya que había intereses importantes por medio. Ya veo que deben serlo…

La verdad es que no sé nada más de él desde aquella conversación. Si te enteras de algo no dudes en avisarme. Sobre las otras desapariciones no te puedo ayudar. Lo siento.

Después de despedirse educadamente y prometer que mantendría informado a su colega Matt colgó el teléfono y se quedó un rato pensativo.

Así que estaba en algo importante. ¿Estaría relacionado con su desaparición? Es demasiado pronto para saberlo.

Se preparó para salir de casa, pero no llevó la chaqueta porque aún no había llegado el frío, y se dirigió al gimnasio donde solía practicar Karl. Bajó a la calle Cambridge y allí tomo el tranvía para dirigirse al centro.

Al llegar llegar al lugar le asaltó el intenso olor a sudor del moderno local equipado hasta el último detalle con sus sacos y mancuernas, en incluso tenía un ring donde los púgiles practicaban. Miró a los lados buscando a su compañero de guantes.

No tuviste que buscar mucho para encontrar a Karl. Casi al mismo tiempo que entrabas por la puerta el salía de los vestuarios terminado de atarse los guantes para comenzar a entrenar.

Al verte te miró como quien ve un fantasma. – ¿Matthew? ¿Matthew Caster? No me lo puedo creer. ¿Es que por fin vas a comenzar a entrenar? Esto sí que es toda unna sorpresa. – Apuntó con una sonrisa en los labios.

- Mi buen amigo Karl. - Respondió mostrando una sincera sonrisa. - Ya me gustaría volver a coger los guantes, pero desgraciadamente no he venido hoy por eso.

Con una mirada le rogó unos instantes de privacidad antes de que se subiera al cuadrilátero.

- Mira, he venido a preguntarte algo, espero que me puedas ayudar. El profesor William Gofrey es un parapsicólogo de la universidad de Nuevo México. Pues bien, ha desaparecido en Alburquerque. Me preguntaba si sabías algo del tema, porque ha habido más desapariciones en la zona.

Fue directamente al grano. No quería robarle tiempo de entreno a su colega. No estaba seguro de si sabría algo, pero sabía que era alguien que sabía dónde encontrar infomación.

Karl te mira con sorpresa y niega con la cabeza. – No. No tengo ni idea de quién es ese tal William Gofrey. Lo siento. No sé. Quizá podrías ir a preguntar en la Universidad de Miskatonic. Seguro que allí sabrán algo… me imagino. Si es profesor…

- Sí, tengo pendiente buscar información en la universidad sobre los trabajos de Gofrey pero antes de hacerlo había pensado en preguntarte si has oído algún rumor sobre la zona de Nuevo México. ¿Ya sabes donde encontrarme si te enteras de algo no?

Dijo sonriente para poco después despedirse para dejar entrenar al púgil.

Con mucho día por delante hasta la tarde cuando podría, esperaba, encontrarse con Joe pensó cual sería la mejor forma de aprovechar el tiempo.

No me da tiempo a ir Arkham a la universidad antes de que llegue la tarde, por lo que será mejor que consulte los periódicos desde aquí.

Se acercó a calle Washington a la sede del Boston Globe a ver si podía encontrar noticias relacionadas con el caso.

No tardaste mucho en llegar a la sede del periódico Boston Globe. El edificio era uno de esos nuevos edificios que ya no tenían recargados adornos colgando de la fachada. Era mucho más impersonal.

En información te hicieron pasar a la zona de espera en vestíbulo y te aseguraron que enseguida alguien vendría a recibirte. Te instalaste en uno de los sillones que bordeaban una mesa de cristal en la que había varios ejemplares del diario.

La chica de información que te había recibido uso el teléfono para avisar a una tal Margareth de tu presencia y te miró con una atractiva sonrisa. – Enseguida baja señor.

En efecto, a los pocos minutos se presentó una mujer de mediana edad. – Bienvenido al Boston Globe, señor. Mi nombre es Margareth y soy la secretaria de redacción ¿En qué podemos ayudarle? – Te dijo ofreciéndote la mano con una sonrisa.

- Buenas tardes Margareth. Verá, estoy realizando un investigación sobre una noticia que he tenido la oportunidad de leer en su diario hoy. Por eso quería consultar los diarios anteriores en busca de noticias anteriores que puedan estar relacionadas o … - se quedó unos segundos pensando – no, no creo que sea posible pero … ¿Hay alguna posibilidad de hablar con el redactor que escrito la noticia sobre las desapariciones?

Tanteó. No se le había ocurrido hasta ese momento ya que venía con intención de consultar los registros pero al recordar que la noticia la había leído en el propio diario, decidió tentar a la suerte y ver si podía contactar directamente con la fuente.

- Pues como no vaya a Nuevo México... - Te contestó Margareth mientras se miraba el esmalte de las uñas - es que nos envia los reportajes por cable, ¿sabe usted? - Aquí se encogió de hombros. - No hay nada guardado de ese redactor aquí en Boston. Vive allí, ¿se lo puede creer?

- Entiendo, quizás me podría facilitar su nombre y alguna referencia para contactarle en caso de que decida acercarme a la zona, ¿Es posible?

Respiró profundo antes de hacerle otra petición a Margareth.

- Me atreveré a hacerle otra petición si es tan amable. Supongo que tendrá por aquí una hemeroteca o algún sitio donde consultar diarios pasados, ¿Verdad? Me sería de gran utilidad si podría acceder a la misma para comprobar si hay otras noticias que puedan relacionarse con el caso.

Dijo tratando de ser amable y educado. No sabía si habría más información de otras noticias relacionadas con el caso aunque fueran de otro redactor y quería estar seguro de comprobar todas las puertas antes de dejar el periódico.

- La verdad es que aquí no hay nada más que lo que está escrito en esa edición del periódico. Todas las notas que pueda tener el redactor relacionadas con esa noticia, tiene que tenerlas él. Ya la digo que las envia por cable.- Margareth te ira con un poco de pena al ver tu insistencia y su nula aportación.

- Lo siento de veras, pero no le voy a poder ayudar en esto. - Te responde con sinceridad. - Quizá pueda encontrar respuesta si va a hablar con él a Nuevo México.

Una sonrisa amarga se dibujó en el rostro de Matt al no poder acceder a echar un vistazo a los archivos del periódico. Por muy amable que intentase ser Margareth no le había ayudado en absoluto a recuperar algún dato más relevante sobre el caso.

Se despidió amablemente a pesar de ello y al salir a la calle miró el reloj y decidió y comer antes de dirigirse a Cambridge. Tras almorzar un sándwich vio que tenía tiempo por lo que caminó hasta el otro extremo de río Charles cruzando el puente Longfellow y siguió subiendo por Broadway hasta llegar a la zona universitaria.

Cuando llegó buscó entre la gente el rostro de su amigo deseoso de saber como estaba pero también inquieto, dudando si su colega le daría más datos sobre la desaparición de Gofrey.

Por más que buscaste por todas partes no fuiste capaz de encontrar a tu amigo. Había incluso alguno que nno sabía quien era. Que cosas.

Por más que dabas vueltas por Boston no lograbas encontrar información en ningún lugar sobre el doctor Gofrey.

Quizá tuvieses que ir a buscar en el lugar de la desaparición...

Al informarte de como sería la mejor manera de viajar a Nuevo México descubriste que un tren partia hacia allá en un par de horas.

Tras la decepción de no encontrar a Joe Matt vagabundeó un rato de vuelta a casa por las calles de Boston. No se podía quitar de la cabeza este asunto y sabía que en estos casos la celeridad es primordial para encontrar pistas.

Al pasear por el parque Common sentía una prisa que le llevó a consultar las posibles formas de llegar allí. Un tren partía hacia nuevo en dos horas.

No. Es una locura ir allí. Quien me manda meterme en este asunto. Seguro que la policía se ocupa del caso con diligencia y … y ocultan todas las pruebas de aquello que no quepa en sus cuadradas mentes. No señor, no voy a permitirlo. Alguien debe ir a ver si hay algo importante sucediendo allí.

Tardó pocos segundos en autoconvencerse de partir para allá, ya que antes de acabar de pensar esto ya estaba con la pequeña maleta abierta sobre la cama y poniendo un par de mudas para el viaje.

Bloc de notas, lápiz, cinturón, dinero, … mi reloj. Todo lo necesario. Pensó mientras miraba su reloj de bolsillo, no tanto para mirar la hora que ya le apremiaba si no recordando en cuantas ocasiones lo había utilizado en sesiones de hipnotismo.

Al cruzar la puerta para salir un escalofrío, le recorrió la espalda, una sensación de pequeñez y frío le golpeo el corazón y, sin saber muy bien porque, fue al aparador de su dormitorio y cogió la pistola automática y las balas y las metió en la maleta mientras se juraba que no las necesitaría.

Con tu equipaje y todas tus dudas acerca de la desaparición del profesor Gofrey te dispusiste a ir a la estación de tren.

Te subiste en marcha de una de esos tranvías que circulan por las calles empedradas de Boston y te apeaste unas cuantas paradas más allá. También en marcha, por supuesto, con esa elegancia de los que saben hacer las cosas sin proponérselo.

Una vez en el tren no te costó mucho trabajo encontrar tu departamento. Al llegar viste que estaba ocupado por otros dos pasajeros que charlaban a la espera de que rel tren se pusiese en marcha.

Al entrar en el departamento Matt se encontró con los otros dos ocupantes del mismo. Saludó cortésmente antes de subir su maleta al altillo del equipaje.

- Buenas tardes caballeros.

Tras dejar la pequeña maleta en su lugar, se sentó el asiento que le correspondía y se puso cómodo esperando que el tren se pusiera en marcha.