Partida Rol por web

Rebuscas en la cómoda y no encuentras más que ropa de niño y sábanas revueltas. Si Olga decía la verdad, probablemente las haya revuelto ella cuando refirió poner la habitación patas arriba para buscar al señorito Adam una vez desapareció.

Me acerco tímidamente al escritorio, quiero curiosear el libro, y los papeles que hay esparcidos por él. Pero antes de eso, paseo por la sala mirando los lomos de los libros, quiero saber de que tratan los libros que consulta el Sr. Cronelisz. Eso puede decir mucho de un hombre, sobre todo de uno que tiene una biblioteca tan completa.

Nada tampoco en los cuadros. Son cuadros un tanto sosos, un tanto oscuros y cuyo marco está tan recargado con motivos y detalles que resulta difícil fijar la mirada en el cuadro en sí.

Uno de ellos es un bodegón de naturaleza muerta y el otro, un bosque con poca luz. Nada que te planteases ni siquiera poner en la habitación de un niño.

En las estanterías puedes ver libros de todo tipo. La mayor parte de ellos son libros de economía, de negocios, de tener éxito. Al final, no deja de ser un magnate de Nueva York. Ves que todos ellos tienen cierto polvo, como si no hubieran sido consultados o movidos en mucho tiempo.

Buscando un poco más, encuentras también algunos libros de novela universal, como la antología de Julio Verne o incluso la de Oscar Wilde. Estos libros dejan paso, en una esquina, a una sección más apartada donde los títulos se tornan un poco más oscuros: desde Frankenstein, de Mary Shelley a libros de carácter más ocultista escritos por un tal Jackson Elías. Estos últimos hablan leyendas de folklore africano con ritos de todo tipo a un dios al que sólo le gusta la sangre; hablan de unos seres atroces en el Perú que veneran a un dios en una pirámide escondida; hablan de unos marineros británicos que veneran a un dios de una ciudad sumergida.

Estos libros tan extraños, tan paganos, no tienen tanto polvo como el resto. Parece que ha estado consultándolos más a menudo y además, falta alguno en el estante.

Kennedy se gira hacia el señor William moviendo la cabeza como en señal de negación y un leve gesto de frustración en el rostro - Lo siento señor William aquí en esta cómoda no he encontrado nada, por el aspecto parece que alguien la ha revisado antes que nosotros. - al mismo tiempo Kennedy se gira hacia la señorita Lesek y le habla en un tono afable, intentando que no  perciba desconfianza en la pregunta - Disculpe señorita Lesek ¿ha sido usted quien ha revisado estos cajones con anterioridad?

Disculpe señorita Lesek ¿ha sido usted quien ha revisado estos cajones con anterioridad?

Olga asiente con la cabeza varias veces, nerviosa y sin aportar nada más.

La biblioteca evidenciaba un escasísimo mantenimiento por parte de la doncella, lo que hacía sospechar a Jamal que Cornelisz ocultaba celosamente algo. Desde luego, podía ser simple manía de coleccionista; pero algo le hacía intuir que no era así. La habitación contrastaba sobremanera con el estado general de la mansión, cuyas estancias resaltaban por su perfecta pulcritud.

El doctor sabía bien que el perfil del psicópata medio conserva la inteligencia y la aptitud necesarias para enmascarar sus impulsos, algo que, metafóricamente, casaba bien con la imagen mental de una brillante mansión que escondía una habitación del terror. Así pues, entró con cierta reverencia en aquella biblioteca, como cuando entraba en la mente de alguno de sus pacientes. Por algún motivo, recordó a Dustin Coleman y su pobre alma condenada tras asesinar a sangre fría a su familia.

¿Qué llevaba a algunos hombres aparentemente sanos a recorrer los tenebrosos pasillos de la locura? Tras algunos años ejerciendo su profesión, Jamal aún lo desconocía con total certeza. Sólo intuía que había preguntas que la mente, de alguna manera, no estaba preparada para responder con la verdad.

-Dígame, señorita Walker... Como criminóloga, ¿ha tratado en alguna ocasión con un criminal que asegurase obrar por orden del Demonio?-, inquirió mientras examinaba la voluminosa colección de libros que atesoraba Jacob Cornelisz en sus estanterías. -Algunos de estos extrañísimos individuos aseguran que en el sacrificio a oscuras deidades reside un terrible poder, vedado a los ojos de los ignorantes-, comentó mientras su inspección le llevaba junto a la profesora, al lado del escritorio.

Kennedy se acerca a la señora Lesek despacio y manteniendo una distancia prudente para no amedrentarla, me dirijo a ella con un tono firme pero compresivo  - Señora Lesek esta siendo de gran ayuda para la investigación, estoy totalmente seguro que quiere lo mejor para el pequeño Adam, pero ahora más que nunca cualquier información por pequeña que sea es vital para encontrarlo, por favor le ruego que me diga ¿qué estaba usted buscando en la cómoda?

William asiente distraído hacia Kennedy. Había algo en todo esto que no le encajaba. La señorita Lesek no parecía estar mintiendo, y de verdad parecía preocuparse por el crío. Entonces, ¿por qué iba a participar en su secuestro? ¿De verdad creía que estaría más seguro con esos hombres que con su familia? Cada vez parecía más vital descubrir en que chanchullos estaban metidos los Cornelisz.

Mientras todos estos pensamientos recorren su cabeza y Kennedy interroga a la señorita Lesek, William aprovecha para abrir la ventana y asomarse. ¿Tal vez los secuestradores hubiesen dejado alguna marca? ¿Alguna prenda de ropa? Ahora mismo, cualquier pista era mejor que nada.

¿qué estaba usted buscando en la cómoda?

- Lo siento, señor... Kennedy, ¿verdad? -frunce el ceño y esboza una sonrisa-. Simplemente estaba poniendo la habitación patas arriba para que los señores creyeran que estaba buscando al señorito Adam. De hecho... realmente lo estaba buscando, porque no terminaba de creerme que se lo hubieran llevado.

Suerte que antes de entrar en la academia de policía aprendiste nociones básicas de cerrajería, pues eso te permite examinar con conocimiento el pestillo de la ventana, que no presenta ningún símbolo de forcejeo. Hay unas únicas huellas que supones son las de Olga.

Sin embargo, en el alféizar sí que pueden verse algunos restos de tierra y puede que unas huellas ligeramente perceptibles. Son distintas a las del pestillo y, por la orientación, parece que el que las dejó lo hizo desde fuera.

Sacas la cabeza por la ventana y ves que las flores del jardín de justo debajo de la ventana están aplastadas o combadas, como si alguien las hubiera estado pisando.

La señorita Walker inspecciona los libros de las estanterías con detenimiento y, tras un rato leyendo los lomos de los libros ahí presentes, se para en una sección concreta frunciendo el ceño, casi al final de una de las estanterías.

Como la ves muy enfrascada y no podéis perder ni un segundo porque podrían aparecer el señor o la señora Cornelisz en cualquier momento y pillaros con las manos en la masa, te acercas al gran escritorio de madera de roble. Examinas un poco los papeles que hay por ahí esparcidos y llama tu atención que varios de ellos tienen dibujados simplemente unos círculos concéntricos con la pluma estilográfica. Hay diferentes variaciones en trazos, número de círculos y diámetro de los mismos entre los diferentes folios. Algunos de ellos tachados o con manchas de tinta.

Por otro lado, echas un vistazo al libro. Tal y como anuncia el lomo, versa sobre el folklore de las Islas Británicas. Al abrir el libro por la página que marca la cinta, te encuentras con un capítulo que habla sobre los Niños verdes de Suffolk, Inglaterra. El texto cuenta cómo en el siglo XII, dos hermanos, un niño y una niña, aparecieron de repente en el pueblo de Woolpit. Los niños hablaban una lengua extraña para los locales y tenían la piel completamente verde. Afirmaban venir de la Tierra de San Martín, pero se perdieron siguiendo el tañido de las campanas. El niño enfermó y murió, pero la niña perdió el color verde y se casó con un hombre del pueblo.

Hojeas un poco el libro pero sólo hay cuentos de niños robados por hadas o animales del bosque, en la misma línea que el cuento de Woolpit.

¡Un momento! Cuando ya vas a cerrar de nuevo el libro, te fijas en que el borde de una de las páginas del libro, unos capítulos más allá, está doblada hacia dentro. Al abrirlo por ahí, encuentras dibujos similares a los círculos de los folios. El texto que los acompaña cuenta que las piedras marcadas con dichos símbolos se solían poner en las fronteras entre el mundo de los mortales y el de los espíritus.

Me extraña lo que veo, pero ahora cobra sentido lo que Olga decía, este hombre tiene unos gustos literarios muy extraños, pienso irónica.

-Sí, Dr. alguna vez he tenido que tratar casos de psicópatas que dicen estar poseídos, o ser servidores de deidades de todo tipo, desde los que matan en nombre de dios, hasta los que dicen haberle vendido su alma al diablo por un emparedado de mantequilla de cacahuete. Siempre he considerado que son más enfermos mentales que asesinos como tal, pero puede que en este caso, estemos ante un verdadero psicópata de manual que ha intentado hacer algún tipo de ritual con su propio hijo, no descarto nada.

Voy directa hacia el escritorio y miro que es lo que tiene despamarramado sobre la mesa,

Te acercas al gran escritorio de madera de roble, donde Jamal está hojeando, muy interesado, el libro que hay sobre la mesa.

Examinas un poco los papeles que hay por ahí esparcidos y llama tu atención que varios de ellos tienen dibujados simplemente unos círculos concéntricos con la pluma estilográfica. Hay diferentes variaciones en trazos, número de círculos y diámetro de los mismos entre los diferentes folios. Algunos de ellos tachados o con manchas de tinta.

Al echar un vistazo a la página que el doctor tiene abierta, descubres unos dibujos similares a los círculos de los folios. El texto que los acompaña cuenta que las piedras marcadas con dichos símbolos se solían poner en las fronteras entre el mundo de los mortales y el de los espíritus.

Viendo que en la habitación poco más queda por rascar, William vuelve a cerrar la ventana y se dirige a Olga.

- Me gustaría ir al jardín al que da esta ventana, señorita Lesek - aunque lo formula como una petición, el tono del agente deja claro que se trata más bien de un hecho que va a suceder -. ¿Algo más que quiera revisar aquí, señor Kennedy?

Kenedy se encoje de hombros y pone un gesto de afirmación a la respuesta de Lesek - me resulta difícil entender como alguien puede buscar por un niño en una cómoda, pero bueno, las personas pueden comportarse de manera extraña bajo situaciones de gran tensión, y la verdad no veo mentira en sus ojos - Tranquila señorita Lesek, la creo, puedo llegar a entender su forma de actuar bajo esas circunstancias. - me giro y me dirigo hacia el señor William, cuando estoy cerca, le susurro - Creo que dice la verdad o al menos eso creo, ¿Ha encontrado usted algo señor William? -  Kennedy busca por pruebas alrededor al mismo tiempo que habla a William, pudiera haber pasado alguna por alto, miro en la zona de la  cama y la ventana.

Aunque no has visto ese símbolo antes en ninguna parte, tu experiencia como criminóloga trae a un primer plano de tu mente algunos casos de asesinos en serie que haces estudiar a tus alumnos. Todos ellos dejan mensajes ocultos para sus perseguidores. Para sus mentes perversas, matar y es un juego y cada elemento, cada símbolo que dejan es un desafío, tiene un significado.

Aunque estos círculos distan de parecer un mensaje de este tipo, la relación que guardan entre ellos y de la forma en la que se describen en el libro, te hacen pensar que se trata de un mensaje que cumple una función muy concreta en esta conexión entre ambos mundos. ¿Una puerta, quizás? ¿Un nexo de unión? 

Jamal habría estado encantado de poder extenderse en un largo diálogo con la profesora Walker sobre las particularidades de las psicopatías, pero lo que encontró en el escritorio de Cornelisz captó sobremanera su interés.

-Vaya... Debía ser un emparedado especialmente bueno...-, alcanzó a murmurar mientras estudiaba los garabatos que poblaban diversos papeles diseminados por el escritorio. ¿El doctor J. había hecho una broma?

-Profesora Walker, mire. Parece que tiene una ligera obsesión con este patrón. Un círculo concéntrico. Me atrevería a decir que ha estado ensayando para reproducirlo con precisión...-. Jamal tendió varios de los dibujos a Megan con un gesto de su largo brazo. Algunos estaban tachados y los que no lo estaban tenían tamaños distintos. -Trata de plasmar, con mayor o menor fortuna, este símbolo...-. Mostró el libro que estaba inspeccionando por una página marcada. -Folclore británico. Curioso... El poder del círculo como símbolo protector frente al mundo de los espíritus. Valdría la pena buscar este distintivo patrón por la casa y sus alrededores, ¿no cree?-.

Jamal quedó un instante pensativo antes de posar su penetrante mirada en Megan.

-No creo que sea buena idea llevarse nada del escritorio. Suponga que el señor Cornelisz echa en falta alguno de estos volúmenes...-. De nuevo, su mirada elocuente. Esa que hablaba sin decir palabra. -¿Ha encontrado algo de utilidad en las estanterías, profesora?-.