Partida Rol por web

-Buenas tardes, señora. Puede estar tranquila, no somos de Inmigración. Nos gustaría hablar con usted. Sólo será un instante-. Jamal intercambió una mirada significativa con sus compañeros y bajó el tono de voz, acercándose todo lo posible a la mirilla. -La compensaremos por su tiempo, se lo aseguro-, dijo en tono persuasivo mientras se hacía a la idea de que iba a tocar sacar la cartera.

Ya se sabe: los buenos confidentes cuestan dinero.

Tras un largo silencio, podéis oír un par de pestillos descorriéndose y la puerta se entreabre, quedando limitado su movimiento por una ridícula cadenita de cobre que ata la puerta con el marco. Sin duda, un placebo más para poder dormir por la noche en un barrio de compañías poco agradecidas. 

En ese pequeño hueco se asoma una mujer mayor y enjuta de rostro agradable, con facciones redondeadas y unos anteojos que descansan sobre su nariz. Tiene el ceño fruncido y el pelo cano y alborotado.

- ¿Y de qué quieren hablar conmigo, si se puede saber? -inquiere- ¿Quiénes son?

-Buenas tardes, señora. Mi nombre es Ahmad Jamal. ¿Es usted la señora Dabrowsky? ¿Katarina Dabrowsky?- (*).

El doctor sonrió. Más con sus ojos rasgados que con los labios. Quería parecer confiable a ojos de la mujer, a todas luces muy suspicaz. Quizás tenía buenos motivos para temer a Inmigración.

-Permítame presentarle a mis compañeros. La señorita Walker, el señor Kennedy y el señor Bennet. Verá, señora, querríamos hablar con usted de su hija... María-.

El doctor calibró una pausa dramática para no sonar apresurado. Omitió por el momento que al menos Bennet era agente de la Ley porque, para ser sincero, eso podría amedrentar a la buena mujer. Y además, el asunto, por el momento, seguía siendo secreto.q

-¿Podemos pasar?-. Empleó una vez más su tono persuasivo, casi confidencial. 

-Hola Sra. me llamo Megan, soy profesora en la universidad. Sólo veníamos a hablar un momento con usted. No se preocupe mis compañeros son buenos hombres, necesitamos su ayuda y estamos dispuestos a compensarla, pero creo que cuando sepa de lo que se trata, querrá ayudarnos.- Sonrío y le tiendo mi mano para que vea que no hay nada que temer.

- Kennedy se posiciona detrás de sus compañeros, dejando que sean estos quienes dirijan el interrogatorio con señora Dabrowsky, una vez que el Dr. hace las oportunas presentaciones Kennedy saluda de forma cordial al señora -

Buenos días señora Dabrowsky, un placer conocerla. 

William saluda con un leve gesto, sin decir ni pío. ¿Así que éste era el hilo del que quería tirar Jamal? Y no se le había pasado por alto que había omitido decir que era un agente de la ley. Para bien, seguramente, viendo el panorama.

Al ver que sus compañeros tienen la situación bajo control, William se limita a esperar la reacción de la mujer.

La mujer os mira de arriba a abajo y cierra la puerta sin decir nada. Durante un momento, pensáis que os ha cerrado en los morros y no os va a abrir más. Pero en unos segundos, se oye descorrer la absurda cadenita y os abre la puerta, echándose a un lado.

La señora Dubrowsky va vestida con un ligero vestido de escote redondo con sencillos acabados de encaje, típico de una mujer de su edad. No se ve un vestido caro, pues a juzgar por el barrio y el estado de la casa, se aprecia que no tiene mucho dinero, pero lo lleva de forma elegante. Luce un collar de pequeñas perlas que bien podría ser una imitación.

- ¡Ay por Dios! -exclama, con unas pinceladas de esperanza en su voz al oír el nombre de su hija-. Por favor, pasen, pasen. 

Aceptáis la invitación y entráis dentro de la vivienda. Se trata de una casa de escasos 40 metros cuadrados. La puerta de la calle da directamente al salón, que hace las veces de comedor. Pegado a él, una diminuta cocina con los elementos justos para poder cocinar, conectada al salón por una ridícula ventana interior a media altura. 

En la televisión, Charlie Chaplin con un absurdo disfraz de árbol en una reposición de la película Shoulder Arms. Una mujer entrada en la treintena se ríe en el sofá. Cuando os ve entrar, os mira con el ceño fruncido, sin decir nada.

- Eva, han venido unos amigos de María -anuncia, cerrando la puerta de nuevo tras de sí-. Por favor, siéntense, siéntense -señala al sofá y trae una silla de otra habitación-. No me he presentado, qué grosera. Soy Katarina, la madre de María. ¿Se encuentra bien? No sabemos nada de ella desde hace más de un año, estamos preocupadísimas.

La casa es demasiado pequeña para seis personas y ni siquiera tienen sillas suficientes, así que Katarina permanece de pie.

William se queda también de pie, por deferencia a la señora Dabrowsky.

- Que fue lo último que supo de su hija, señora Dabrowsky? - inquiere William con delicadeza - ¿Les escribía cartas?

La señora Dabrowsky se muestra visiblemente afligida al recordar a su hija. 

- La última vez que la ví fue a principios del año pasado -recuerda Katarina, visiblemente afectada-. La fui a visitar a casa de los señores Cornelisz, estaba enferma y guardaba cama. No hemos sabido nada desde entonces. 

- Porque esos Cornelisz se la han quitado del medio, madre -espeta rápidamente la mujer de corta melena ondulada, que no ha dicho ni una palabra desde que habéis llegado-.

- No digas eso, hija -reprende la señora Dabrowsky-. Los señores Cornelisz siempre se han portado muy bien con tu hermana y con esta familia. 

-¿Enferma? ¿A qué se refiere?-, insistió Jamal. Katarina Dabrowsky no mentía, desde luego. Sus declaraciones coincidían con lo que el alienista había leído en el diario de María, aunque recordaba que la última visita de Katarina a su hija databa de diciembre del 32, siendo la entrada que evidenciaba el parto de mayo del 33. En ese tiempo, a falta de unos cinco meses para el alumbramiento, era posible que María Dabrowsky evidenciara síntomas de embarazo.

Porque esos Cornelisz se la han quitado del medio, madre

Eva Dabrowsky

Jamal dirigió su mirada por un instante a Eva, la hermana de María. También aparecía en el diario. No la dejaba en buen lugar su hermana desaparecida, desde luego. Quizás Eva fuese de ayuda en la pregunta que iba a realizar el doctor J.

-Disculpe... ¿Qué le hace pensar eso?-, inquirió con tono sereno.

Valorando que ambas mujeres estaban siendo colaborativas y sinceras, Ahmad decidió dar otro paso para ofrecer confianza.

-Verá, señora, estamos tratando de dar con el paradero de su hija. Ustedes son de ascendencia polaca, ¿no es así? Hemos intentado dar con ella siguiendo los registros de inmigración, los cuales nos han remitido aquí. Es este el motivo de nuestra visita. Como le he dicho, no tenemos nada que ver con inmigración-. Jamal tranquilizó a la señora Dabrowsky tomando su mano y dando una suave palmadita en ella. -La última pista sólida que hemos tenido relacionaba a su hija con esa familia que han citado... Los Cornelisz. Al parecer, el agente de contratación de su hija fue un tal señor Grant. Jerry Grant. ¿Les suena de algo el nombre? Cualquier cosa que puedan recordar, nos será útil para localizar a su hija-.

Miro a Eva, e intento ser asertiva con ella sin dejar de ser sincera.

-Perdone Eva, yo tampoco me fío de los Sres. Cornelisz. Pero necesitamos su ayuda para encontrar a su hermana y saber que ha pasado. Si han sido ellos, tendrán su castigo. Eso desde luego.

Kennedy no puede otra cosa más que quedarse estupefacto ante lo que allí se está contando, su cara es una mezcla de sorpresa e incredulidad ante las afirmaciones hechas por la familia de María.

- No puede ser que esta madre diga que vio a su hija por última vez cuando ésta estaba enferma, ¿qué sucede, no han sido capaces de volver por la casa de los Corneliz para preguntar por la evolución de su hija María? Al mismo tiempo su otra hija parece no tener ninguna duda sobre la suerte que ha corrido su hermana, y ahora esto, la madre justificando a la familia Cornelisz. - ¿Por qué no han ido por la policía a denunciar la desaparición de María? -

Kennedy repetidamente aprieta los dientes intentando no interrumpir el interrogatorio de sus compañeros, pero su paciencia se empieza a desmoronar ante aquellas afirmaciones, a todos ojos sin sentido.

Ustedes son de ascendencia polaca, ¿no es así? 

- Así es, venimos de Krasnik. Vinimos con mi marido, Dios lo tenga en su gloria -se santigua-. Encontró trabajo en la construcción, pero hace un par de años tuvo un accidente laboral y falleció -se notan tintes de tristeza en su voz y, sobre todo, en sus ojos, pero no se le quiebra en ningún momento.

Al parecer, el agente de contratación de su hija fue un tal señor Grant. Jerry Grant. ¿Les suena de algo el nombre? Cualquier cosa que puedan recordar, nos será útil para localizar a su hija-.

- El señor Grant, por supuesto que sí -asiente, con una dulce sonrisa-. Siempre ha sido muy amable con nosotros, desde el primer día. Le ofreció a María un buen trabajo. Nunca hablaba de él, y siempre vestía impoluto y con una sonrisa.

Estira una rodilla y dobla la otra con un quejido. Tiene las rodillas hinchadas, probablemente por la edad.

- Los Cornelisz -prosigue-, siempre se han portado muy bien con nosotros. Nos dijeron que María ya se encontraba mejor, y que había bajado al pueblo a comprar. Que insistió, quería estirar las piernas y que le diera el aire -suspira-. Pero el señor Jacob dijo que nunca más volvió -se la ve visiblemente disgustada-. Esta María siempre ha sido muy impulsiva, ya desde pequeñita. Y dejar plantados así a los señores... Se mostraron comprensivos y nos dieron una gran suma de dinero tras la desaparición -mira a Eva-. Por eso, hija, hay que ser agradecida.

-Disculpe... ¿Qué le hace pensar eso?-, inquirió con tono sereno.

 - Creo que no hay nada más que añadir a las palabras de mi madre -pone los ojos en blanco-. Entenderá usted por qué sospecho de esos ricachones, doctor -un tono cargado de arrogancia-.

-Perdone Eva, yo tampoco me fío de los Sres. Cornelisz. Pero necesitamos su ayuda para encontrar a su hermana y saber que ha pasado. Si han sido ellos, tendrán su castigo. Eso desde luego.

- No tengo pruebas pero tampoco dudas, señorita. Hemos tratado de hablar con ellos alguna vez más pero no nos dicen nada nuevo, siempre la misma historia -mira a su madre-. Aunque madre no quiere que les incordiemos más. Como si buscar a tu hermana desaparecida fuese un incordio, ¡faltaría más! -le da un escalofrío-. Y ese Grant es el que peor espina me da. Fuimos a denunciar la desaparición a la policía y entonces fue cuando nos dieron el dinero. Si lo vas a decir, dilo todo, madre.

-Ay hija... -suspira, como si hubieran tenido esta conversación mil veces y estuviese ya sin fuerzas de seguir rebatiéndole los mismos argumentos una y otra vez-.

Jamal asintió, comprensivo ante las palabras de Katarina Dabrowsky. La joven Eva, más impulsiva que su madre, parecía convencida de la versión oficial de los Cornelisz no se sostenía. Y fue el detalle final, esa denuncia frustrada a la Policía, la que terminó de persuadir al doctor J.

-Sin duda, parece sospechoso que el señor Grant comprase... por así decirlo, su silencio cuando María desapareció-. Dejó sobrevolar un tenso silencio antes de proseguir. El típico silencio que precedía a una de sus habituales estocadas verbales. Jamal intercambió una mirada significativa con William, casi una cortesía profesional con su amigo. Parecía querer decir algo como "Will, allá voy".

-Verán, señoras. Quiero creerlas-. La sonrisa del alienista desapareció, intercambiándose por una mirada más afilada, más inquisitiva. -Pero hay un detalle que no termina de encajar. ¿Por qué desapareció María? Según sus palabras, señora Dabrowsky, su hija estaba bien considerada por los Cornelisz. ¿Por qué irse sin despedirse de ellos? Y lo más importante... ¿Por qué irse sin volver con su familia? No parece lo más lógico en su situación, más aún si había estado enferma... ¿Por qué irse sin ni siquiera dar una pista sobre su paradero?-. Jamal se llevó la mano al mentón con gesto pensativo. -Y luego está el asunto del dinero que usted ha desvelado, Eva... Las familias adineradas tienden a pensar que pueden comprar la solución a sus problemas. ¿Qué ganaban los Cornelisz comprando su silencio?-.

Un nuevo silencio. Tentado estuvo de sacar el diario de María, pero se guardó el as en la manga. No era cuestión de avasallar a la madre. Al menos, de momento.

-Señora Dabrowsky. Según nos consta, el 15 de enero del pasado año, usted y su hija discutieron. Creo que sabe a qué me refiero, aunque no ha querido contármelo. Y la comprendo. No la juzgo, créame. Es una mujer religiosa y cree en la virtud... y el pecado. Pero ocultando lo que pasó, no ayuda a su hija en este momento. Necesitamos que nos cuente la verdad-. Jamal varió el tono a uno más suave, como el del sacerdote que invita a la confesión. Dudaba que Eva supiese de qué estaba hablando, pero no la perdió de vista. Estaba muy claro que sus sospechas sobre los Cornelisz eran compartidas por el grupo de investigadores. -Ayúdenos a encontrar a su hija, señora Dabrowsky-.

Se puede observar como Kennedy asiente con la cabeza cada una de las exclamaciones e hipótesis planteadas por el Dr. 

- Muy bien Dr. siga por ahí, su propia hija la acaba de descubrir, la señora Katarina sabe mucho más. Vamos Dr. sea inteligente, esta mujer no tiene un pelo de tonta, ella sabía que su hija estaba embarazada!!!

!!!Hahaha, me juego dos pintas a que se lo saca!!! -

De repente Kennedy reacciona a la forma de actuar del Dr.

"Señora Dabrowsky. Según nos consta, el 15 de enero del pasado año, usted y su hija discutieron. Creo que sabe a qué me refiero, aunque no ha querido contármelo. Y la comprendo. No la juzgo, créame. Es una mujer religiosa y cree en la virtud... y el pecado. Pero ocultando lo que pasó, no ayuda a su hija en este momento. Necesitamos que nos cuente la verdad"

Sin duda el periodista es consciente del sutil cambio de estrategia que ha tomado el Dr. en relación a la señora Katrina.

Hahaha, muy bueno viejo lobo de mar - Esta actitud trae al periodista recuerdos de su infancia en Brooklyn, cuando antes de la misa tenía que confesarse con el Padre Joseph (Fuente de Estabilidad), el párroco de la iglesia a la que asistía cada domingo con su familia, el padre empezaba de la misma forma sutil que el Dr., hasta que el joven Kennedy se confiaba y confesaba todas las gamberradas hechas con su primo Michael (Fuente de Estabilidad) y amigos del barrio durante la semana a la salida del colegio, por supuesto terminado con un buena ristra de Padre Nuestros y Ave Marías.

Me dirijo a la Sra. Katarina, intentando ser muy amable.

-Señora, sabemos lo de María, y creemos que la obligaron a hacerlo. Creemos que todo esto es culpa de los Sres. nadie culpa a su hija, de verdad.