Partida Rol por web

Ebardo aguanta en pie. Venderá caro su pellejo.

Esta vez la elegancia va de la mano de la eficacia.

 Mi torpeza llevome a caer al suelo, momento que la bestia aprovechó para lanzarse sobre mí. Sentí un agudo dolor en el vientre y el mundo a mi alrededor poco a poco se fue diluyendo en la niebla de la inconsciencia.

Mi último pensamiento fue para mi dios y el paraíso que deseaba me esperase al otro lado, para mí la batalla ya había finalizado.

Roldán siguió cantando, pero esto se estaba alargando demasiado, así que decidió confiar en su armadura y pasar al ataque. La oscuridad le estaba pasando malas pasadas, no veía bien y lo notaba.

Después de ver que se quedaba sin enemigos, se dirigió al que acababa de derribar a Basim con la esperanza de cojerlo por sorpresa.

Aquellos demonios parecían más querer protegerse que atentar contra las nuestras vidas. Sin dudar que no dejé de aferrar mi palma a mi lanza, y querer acabar con la infamia de la noche al momento.

El que parecía el líder de las criaturas dejó de aullar y empezó a dar algo parecido a la orden de retirada. Parecía que llevando al pobre BAsim ya habían cumplido con su objetivo.

Huyó el que tenía a Basim llevando a este a rastras, y el combate fué infructuoso por vuestra parte, ya que las criaturas lograron esquivar todos vuestro ataques menos el de Ebardo, que le atizó en el brazo a la criatura pero fué insuficiente para hacerla parar.

Después de esto salieron corriendo rumbo al cementerio, de este venían más aullidos, estas no parecían las únicas criaturas por estos lares. Cogieron entre varios a Basim y lo arrastraron con ellos. EL brujo recuperó la consciencia y lo único a lo que daba es para gritar mientras las criaturas lo arrastraban a una muerte segura. La niebla parecía envolver a las criaturas mientras regresaban al cementerio y escuchásteis algo que parecía una carcajada por parte del lider.

Ebardo vió como las critaturas se llevaban a Basim en volandas y dudó un instante, falto de fuerzas y de coraje. Mas cuando el moro volvió en sí y comenzó a gritar y a agitarse con desesperación, pidiendo ayuda a Alá, Ebardo supo que su padre jamás hubiese permitido que se llevaran a un compañero de armas. No era de buen compañero y no era de buen cristiano. Si Ebardo dejaba que se llevasen a Basim, merecería el infierno como lo merecen todos los moros.

Su obligación era ser buen cristiano y moriría esa noche si Dios lo había así decidido. Alzó su bastarda y como pudo se internó en la noche gritando.

-Aguanta Basim. ¡¡¡Por Santiago y cierra España!!!

¡¡Vuelve Ebardo!! ¡¡HAY MÁS!! No sabía si había sido por el fragor de la batalla o porque antes no habíanme oído, pero cuando me retiré un poco había visto en la lejanía más seres del demonio (al parecer éste no tenía otra cosa en qué gastar el tiempo al fabricarlos). ¡Vuelveee! -le volví a a gritar-.

Sin decir nada, pues necesitaba todo el aire para la corta carrera, Roldán cargó contra los seres renqueantes que le daban la espalda. No quería alejarse y dejar a los demás a merced del enemigo, pues tenían más heridos que el moro.
 

Los bichos siguieron huyendo, Roldán y Ebardo hicieron oidos sordos a los gritos de Inés y se internaron en la oscuridad lejos del campamento y de la hoguera. La carrera de Ebardo fué corta, debido a la fatiga que le causaban las heridas y no logró alcanzar a nadie. No así Roldán, que en su carga logró impactar por la espalda a uno de los que portaban el cuerpo obligándole a soltarlo. Basim seguía gritando y moviéndose a un lado a otro pero estába demasiado débil como para lograr soltarse. El que se quedó cojo se quedó luchando con Roldán, lo mismo hizo el que tenía las costillas rotas que le atacó por la espalda, pues Roldán lo había adelantado. Ya cada vez más cerca quedaba el cementerio, al menos de Roldán, y allí podía distinguir seis figuras más que animaban a las criaturas.

El bichejo de las costillas rotas logra impactar en la pierna con un mordisco que atraviesa la armadura de Roldán como si fuese mantequilla. El otro sólo se da la vuelta y falla su ataque.

No era por cobardía, pues a valor nadie ganábame, sólo era por sentido común lo que hizo que quedárame al lado del merino y de la joven Inés. Había visto muchas muertes en batalla y sabía que la del moro estaba perdida, era una locura querer ir en ayuda de alguien que, a esas alturas, ya tenía un pie en el más allá y el otro a punto de tenerlo. Aquellos dos insensatos, movidos más por el corazón que por la razón, parecían empeñados en seguir la misma suerte que el moro.

—Locos... —Murmuré para mis adentros.

Veíase movimiento en el cementerio, donde más bestias de aquellas parecían estar esperando la oportunidad de saltar de nuevo sobre nosotros. La oscuridad, las heridas de mis compañeros y que las bestias eran numerosas, no ayudaban a que aquella pelea virara a nuestro favor.

—Volved insensatos. —Grité con fuerzas.

Las monstruosas criaturas ganaban terreno, pero Roldan cargó contra ellas y las obligó a detenerse y encararlo. Así pudo al fin alcanzarles y soltar un mandoble que alcanzó su objetivo guiado más por la providencia que por la exiguas fuerzas de sus brazos.

-¡No huyáis. Devoldednos a Basim! - Gritaba entre lágrimas de agotamiento e impotencia, inconsciente del peligro en el que él mismo se hayaba.

Apreté los dientes. Miré la impenetrante oscuridad y chasqueé la lengua, rechinando también los dientes. Se llevaban a Basim. Ese moro habíame acompañado todo el viaje, y lo poco que conocía de él o había hablado de sí mismo parecía dejar entrever que era buena gente... Maldición, ¿habríame de ir tras un moro en manos de un demonio? Harta impensable combinación, pero en sabiendo que Carlos estaba ahora con el merino, que tomé con fuerza la lanza y avancé en la oscuridad todo lo que pude, detrás de Ebardo y del caballero Roldán...

Quedáos aquí -les dije-, no os mováis, traeremos al moro y volveremos.

Entonces tomé mi escudo de metal por delante, protegiéndome, mientra que me desembaracé del del madera y se lo entregué a Carlitos, por si hacía falta. Entonces me interné en la oscuridad hasta que me dejaron de ver. Buscaba ahora a esas malditas criaturas.

El dolor le sacó de su furia de combate, decidió cesar en su persecución, pero no así dejarles huir sin ataque, dejó caer el escudo y con ambas manos blandió su arma hacia la oscuridad.

Ebardo cargó contra el que tenía las costillas rotas y le propinó un fuerte tajo en el brazo que hizo que el bicho cayese inconsciente. Roldán por su parte soltó dos buenos tajos al que tenía enfrente, pero este era demasiado ágil y esquivó sus ataques. Inés se esforzaba en llegar al combate, y Carlitos protegia al Merino exhortándoos a que volvieseis.

El lider de los bichejos viendo como dejábais fuera de combate a uno de los suyos cogió enfurecido a Basim, os lo mostró y os pareció ver como le mordía el cuello y sorbía su sangre. Cuando acabó lo tiró para atrás y se echaron todas las criaturas como alimañas a devorar el cuerpo. Fué bastante desagradable y pese a no verlo bien debido a la oscuridad, podísteis intuirlo por el movimiento de las sombras y los gruñidos que proferían.

Inés llegó al lado de Ebardo y Roldán. Estában los tres frente a los bichos contemplando la escena.

Acabar al bichejo de las costillas rotas fue una ejecución más que un combate. Cuando llegó a su altura soltó un solo tajo frente al que la criatura apenas pudo cubrirse con los brazos para protejerse. En vez de cortarle el cuello, el acero le abrió un profundo surco en el antebrazo y lo sumió en la inconsciencia.

Ebardo levantó la vista para entrever como daban cuenta de Basim, entonces el alma se le calló a los pies y no pudo aguantar en el estómago el pedazo de bizcocho que el moro le había obsequiado para cenar. Las piernas se le convirtieron en chicle y le tuvieron en pie tan sólo el tiempo justo de volver junto al merino y dejarse caer de rodillas junto a un árbol para vomitar entre lágrimas hasta la primera papilla.