Partida Rol por web

Ónice suspira y da unos pasos hacia la gema azulada. Pone los brazos en jarras y se inclina un poco para dar una impresión más protectora, casi maternal.

- Luna, ya hemos hablado sobre esto. Primero, rescatamos a Ámbar. Luego, con su ayuda y su guía, podremos hacer algo más. De momento, nos ceñiremos al plan. Bastante me sorprende que no nos hayan descubierto... ya...- con esas últimas palabras, se pone en guardia y vuelve a adoptar una postura erguida y llena de fuerza.- Vámonos. Vosotras dos, haced lo que queráis. Si nos seguís, tendréis problemas.- os amenaza.

Esmeralda también suspira, aunque suena más como un gemido que otra cosa.

- ¿Otra vez con esto, Ónice? Ya han demostrado que son de fiar.- se gira hacia la otra Esmeralda y hace un gesto conciliador.- No le hagáis caso, es que ella es algo...

Antes de que pueda seguir hablando, Ónice la agarra por la cintura y empieza a arrastrarla. Piedra Lunar va a decir algo, pero cambia de idea y decide seguir rápidamente a sus compañeras.

Las misteriosas gemas cruzan la puerta que dirige a la salida, como ellas mismas han dicho, y Ónice no parece muy dispuesta a girarse para comprobar si la seguís. Esmeralda y Piedra Lunar sí que lo hacen y os dedican unas miradas llenas de comprensión.

El holograma que tienes delante empieza a hacer ruidos ininteligibles que suenan rasposos y caóticos. La luz a su alrededor cambia a un tono más rojizo y, de repente, da un "paso" hacia atrás (porque más bien parece que se haya flotado hacia allí). De su gema sale una voz, pero eres incapaz de comprender lo que te dice. Tras un momento de tenso silencio, vuelves a oír la voz de la gema conocida.

- Un acercamiento tan directo y agresivo puede molestar a las demás gemas. ¡Prueba algo más-!- la voz se corta, así que te quedas sin oír el consejo completo. El grotesco holograma vuelve a su tono natural y vuelve a colocarse en el punto donde estaba.

Junto las manos sobre el pecho, algo compungida por la amenaza de Ónice. Me quedo quieta mientras las gemas avanzan hacia la puerta derruida que, espero, es la salida de ese sitio. 

Libertad sin respuestas. ¿Qué voy a hacer a partir de ahora? Sola, desamparada, sin mi Diamante, sin una función. 

Obsoleta. 

Me estremezco y desvío la mirada. Lo que ha dicho Piedra Lunar...

- ¿Vais a dejar a las otras gemas aquí atrapadas? - pregunto con más pena que reproche.

Ahora lo tengo claro, no soy la única víctima. Las burbujas. Quiero con todas mis fuerzas salir de aquí, pero... 

- Si no hubiese podido regenerarme y encontraros... también me habríais dejado aquí... 

¿De qué me extrañaba? Jamás le había gustado a nadie. No debo de significar nada para esas gemas. Pero trago saliva, y aprieto los puños. Alzo la cabeza, reúno mi dignidad. Mi mirada... está llena de determinación. 

- Sois guerreras. Gemas fuertes - enfatizo - ¿No deberíais ayudar a las gemas desvalidas? ¿No las vais a salvar ahora que podéis?

Por mucho que lo odiara, la repipi de Citrino tenía razón. Estaría en una burbuja... Y estas malditas gemas en bruto no habrían hecho nada para ayudarme. ¡Al Infierno!

-Citrino, tiene razón. -dije poniendo los ojos en blanco.- No podemos dejar a las demás aquí.

Esa Ónice... ya le estaba cogiendo tirria. Lo sentía por la otra Esmeralda, estar fusionada con ella debe de ser un suplicio. Se podía ser impulsiva, se podía ser egoísta, o incluso insegura. Pero lo que no se podía era ser estúpida en un momento como ese. Tendría que haber aceptado, sería más fácil para todos.

-Entonces... Nuestros caminos se separan. Siento que no queráis venir, podríamos resolver esto juntas. Pero... Como Gema de Cristal... He de ayudar si alguien está mal. NO IMPORTA LA COMPLICACIÓN. -le incriminé a Ónice.

Puede que hubiese alguna otra Esmeralda, esta vez de mi escuadrón. O quizá alguna Gema de Cristal. Tenía que ayudar a las otras gemas. No me iría de allí sin las demás. Me giré a Citrino.

-Rubita, ¿Vienes? No te esperaré todo el día.

-Encantada- dice algo confundida -Me llamo Heliótropo y creo que necesito pasar por aquí-. Su cuerpo, ligeramente, se vuelca hacia uno de los lados del holograma, esperando a que este se corra y la deje pasar.

-¿Con... Permiso?-.

Esto se le antoja ridículo a la gema neonata pero prefiere no molestar y pasar por un costado sin generar conflicto.

Ónice gruñe con fastidio. Deja a Esmeralda en el suelo y se detiene. Mientras habláis, se queda de espaldas a vosotros, pero al final se gira y cruza los brazos.

- Todo este discurso inspirador me recuerda demasiado a Ámbar.- dice con una sonrisa socarrona.- Está bien, pesadas, vamos a hacer algo, pero será algo rápido y eficaz, porque si no seremos las próximas víctimas.- os mira a cada una con los ojos entrecerrados.- Como me estéis engañando, vosotras y yo nos las veremos.

Avanza unos pasos y hace una señal a sus compañeras.

- Vosotras dos os vais. Llevad a Ámbar a casa y haced que se regenere en un lugar seguro.- ambas parecen estar a punto de protestar, pero Ónice, que lo ha visto venir, las interrumpe.- No discutáis. Ya sabéis por qué hemos venido. En ningún momento pretendíamos acabar con este lugar. Al menos, aún no.

- Vale, pero no me gusta dejarte sola, Ónice. A veces te gusta demasiado lucirte, ¿sabes?- le dice Esmeralda a la vez que coge a Piedra Lunar de la mano.

- Alguien tiene que darse cuenta algún día de que soy la mejor.- bromea Ónice.- Venga, largo. Y vosotras, ¿algo a añadir?- os pregunta mientras camina hacia vosotras.

La luz toma una forma algo más definida, y de ella sale lo que parece ser un brazo. El brazo se te acerca y te da unas palmaditas amables en la cabeza. Es curioso que esa imagen pueda ser sólida.

- Qué educada eres, bonita.- dice el holograma con un tono robótico.- Pasa, pasa.

En un instante, se desvanece y las figuras que estaban proyectando el haz de luz vuelven a esconderse en las paredes.

- Así es como debes tratar a las demás gemas. ¡Pero cuidado! No siempre serán tan comprensivas como ésta. Hay otras que se enfadarán contigo sin razón... Tendrás que estar preparada.- explica la voz misteriosa.- Aprenderás que, para vivir en cualquier mundo, debes adaptarte a tu entorno. Siempre es mejor ir un paso por delante. Analiza y estudia el comportamiento de las gemas y así estarás siempre prevenida.

El discurso tampoco te da oportunidad para que respondas. Suena como si no esperara que lo hicieras, o como si no te lo permitiera.

- Ahora, continúa, querida.- dice finalmente.

A más velocidad Heliótropo continua, esta bienvenida se está volviendo algo tediosa. Quiere seguir hablando con algo o alguien, descubrir ese mundo del que tanto se habla pero con una profunda respiración se relaja y sigue sin preocuparse por ese pasillo a fin de encontrar la prueba siguiente.

-¿Por qué me dice que pueden atacarme? ¿Pretende asustarme? No me da miedo combatir... Creo-.

-Sí, que dejes de ser un dolor en el culo. En marcha. -dije quedándome sin paciencia. ¿Ahora sí quería venir?

Mire a Citrino. Al parecer había más en ella de lo que se esperaba de una supervisora estirada.

-Yo me quedo en la retaguardia, vigilaré bien a esta.-dije mientras apuntaba a Citrino con mi hacha.- Pórtate bien.

- Pe-pero... Yo no soy una gema guerrera... - digo, insegura. He perdido la determinación tan rápido como la había ganado - Yo no os seré de utilidad... 

Entrelazo los dedos sobre mi pecho y agacho la cabeza, avergonzada.

- Ni siquiera tengo arma...

Miro a Esmeralda razonable y a Piedra Lunar.

- Quizá debería irme con ellas - sugiero-. Yo sólo sé redactar informes. No haría más que retrasaros...

-Ha sido idea, así que tú vienes con nosotras.-dije a punto de explotar.- Así me aseguro de que no nos tiendes un trampa, demonio amarillo. Así que ya estas caminando.
Me iba a explotar la cabeza. Si Aguamarina hubirse estado ahí habría sido la intermediaria. Ella era dulce, buena con las palabras... En cambio yo solo era buena con los puños.
-Si no vienes te llevaré, en el bolsillo.

Ónice ahoga un suspiro exasperado. Se pasa una mano por el pelo y con la otra saca de la gema de su frente un martillo  de guerra bastante grande que, por lo que deducís, debe de ser su arma. Se acerca a Citrino y apoya la cabeza del martillo en el suelo, provocando un notable estruendo.

- Pensaba que todas las Esmeraldas serían como mi amiga.- dice fingiendo un tono de confidencialidad entre ellas dos.- Creo que ésta se ha dado un golpe en la cabeza.- se ríe de su propio chiste y se gira hacia el objeto de su burla.- Mira, bonita, te estoy haciendo un favor. O aceptas mi ayuda, o me voy. Es así de fácil. Y si Citrino no quiere venir, me alegro por ella, porque es verdad que sólo será una carga. Aún así, no pienso dejarte sola con mis compañeras.- dice mirando de nuevo a Citrino.- Si te vas, te vas sola. Si te quedas... te quedas sola. ¿Queda claro?- sonríe sin un ápice de enfado en su rostro. Está claro que está muy tranquila, aunque sus palabras digan lo contrario.

Poco después de que Ónice acaba de hablar, oyes una voz conocida en tu cabeza. Tardas poco en identificarla: se trata de la gema pequeña a la que llaman "Luna".

- Lo siento. Ónice es muy protectora con nosotras.- mirando a tu alrededor, puedes ver que nadie más parece estar oyendo eso. Piedra Lunar te está mirando fijamente, concentrada.- A mí no me importaría que vinieras, pero no me hará caso. Esmeralda... mi amiga... puede llevarnos a un lugar seguro. ¡Dile a Ónice que te irás sola! Si quieres, claro...

Usa un tono lleno de duda. Se nota que no está acostumbrada a hablarle a la gente así, porque habla despacio y haciendo varias pausas. Cuando acaba, puedes verla a lo lejos mirándote con expectación.

Por fin logras girar esa esquina. Al final del pasillo ves una puerta. Parece diferente a las que has abierto, pero igual de escondida. Tu intuición es la que te permite reconocer los mecanismos que antes has visto y que se encargaban de mostrar lo mínimo de esas puertas. Supones que, si llegas hasta allí, podrás abrir la puerta con facilidad. El pasillo es igual de largo que lo que has recorrido hasta ahora.

Fijándote un poco mejor, te das cuenta de que en las paredes y en el suelo hay aperturas pequeñas. Dada tu experiencia, deduces que esas fisuras podrían esconder algo mecanizado bajo la superficie, como los brazos que te han mostrado la imagen de la gema que te ha dado la bienvenida. De nuevo, oyes esa voz.

- En el mundo hay peligros, querida. No sólo están en las otras gemas, sino también en el entorno. Tienes que cuidar mucho cada paso que des o serás víctima de los accidentes. ¿Qué vas a hacer?- su tono es ahora más misterioso y casi suena como si te estuviera desafiando.

-Me estáis cansando. EN MARCHA. -bramé. No podía creer lo pesada que era ese pedrusco. Tal vez prefería que Ónice se quedara con las otras.

Empujé a Citrino y la puse delante mio.

-Camina. -insistí cansada.

Sin decir nada más nos dirigimos hacía el pasillo que suponía que nos llevaría a las demás gemas. Esperaba que la pesada de Ónice abriera la marcha.

Aquello era... ¡inconcebible! Unas gemas de rango inferior que me trataban como si no fuese más que un terrón acabado nacer.

Cuando estoy al borde del llanto la Esmeralda ruda me empuja, tratando de obligarme a ir con ella y Ónice.

- ¡Ya os he dicho que no sirvo para esto! - grito, perdiendo la compostura - ¡Está bien! ¡Sé que soy una inútil! ¡Me iré de aquí, sola! - se me quiebra la voz - Así no os molestaré. Ni a ti ni a tus compañeras...

Miro a Ónice, furibunda y triste.

- ¿Es eso lo que querías oír?

En ese momento me siento mal por ser un Citrino. Me doy cuenta de que mi poder no es más que una ilusión, un artefacto que solo tiene sentido en el Planeta Natal. Nadie me respeta en este lugar. Aquí, perdida en la Tierra, no soy nada. 

Tan solo un Citrino...

Trato de dirigirme a la salida, ignorando a la amenazante Esmeralda ruda y a las otras gemas. Tan solo dirijo una leve sonrisa a Piedra Lunar.