Partida Rol por web

-Excelente, excelente- dice mientras asienta y aprueba, como parece ser costumbre en él. -Me aseguraré de recordarlo. Será fantástico, usaremos unos tipos elegantes, góticos y enormes, como si se tratase de una proclama real y allí, justo bajo Edipo Rey, pondré tu nombre artístico- dice mientras con los dedos índice y pulgar de la mano derecha hace una especie de "c" invertida, como sosteniendo una placa invisible que contuviera el nombre que le acabas de dar, y lo desliza de izquierda a derecha mientras habla. -Será elegante y llamativo. La primera escena de toda obra comienza por su publicidad- dice mientras se sonríe y tienes la impresión de que no te habla a ti explícitamente, sino que parece estar repitiéndose a sí mismo esas cosas, con orgullo y satisfacción de sus ideas y del conocimiento del tema.

-¿Una pasión relacionada con el teatro?- dice el robusto lord que se ha detenido en seco para mirarte de nuevo, mientras vuelve a erguirse orgulloso, desplazando de manera leve y nada perceptible la distribución general de su sobredimensionado cuerpo. -¡Qué relevante! ¡Qué profesionalismo! Si es que has muerto para hacer esto, mi querida Angelina. Y ha querido el hado, en sus caprichosos azares, que cayeras en mis manos para que pudiese elevarte a las alturas del drama. Talía nos libre de que hayas terminado en mano de algún inescrupuloso vendedor de almas que te hubiese vendido a las forjas de la necropolis por una cantidad indigna. ¡Qué horrible tragedia habría sido aquello!- dice el noble sin poder (ni querer) evitar uno de sus artificiales y forzados arrebatos de declamación ante la situación.

Sonríe unos instantes antes de recomponerse. -Oh John, es verdad que estás aquí- dice finalmente mirando la lamentable figura de tu compañero de celda. -Necesitaré que instruyas a Angelina en todo lo concerniente a la disciplina de práctica y actuación que tenemos aquí mismo. Y por favor, ahórrate cualquier consejo de actuación. Puedo asegurarte que nuestra nueva estrella tiene más talento en uno de sus dedos que muchos otros en todos los huesos de su cuerpo- y mientras dice eso mira fijamente al hombre, quien parece encogerse ante las palabras y cuya mirada se ausenta como si estuviese sumergido en sus propios pensamientos.

-Ah... finalmente- dice mientras se gira al ver reaparecer al mismo empleado que envió hace unos instantes. Éste le pasa un pequeño libro húmedo y sucio que el Lord toma con cuidado. -Comenzaremos con Edipo Rey. He aquí la obra, mi niña. Tus parlamentos son los de Edipo, por supuesto. Y no dudes en pedirle John que actúe los otros roles mientras organizo un ensayo general. - te pasa el libro. El texto es una edición relativamente reciente que parece haber sido sumergida en el agua. Y aunque sus páginas se sientan mojadas y su forma esté doblada y curvada, todas las páginas se leen de maravilla.

Regresa la mano a tu hombro. -Bien, Angelina. Tengo algunos asuntos que atender y no darán espera. Así que te dejaré con John para que comencéis juntos a practicar. En cuánto a la cuestión de tu educación...- dice mientras te lanza una mirada fija -... supongo que podemos esperar hasta mañana. Ya me encargaré de preparar algo exhaustivo y de todas maneras- dijo mientras sonríe de manera algo perturbadora -tienes toda la eternidad por delante- sentenció con sus pequeños ojos brillando con algún secreto placer indiscernible.

Sonrío al tipo mientras se da sus aires y suelta el rollo. Me gustaría poner los ojos en blanco y decirle que se calle de una puta vez, pero sería contraproducente, así que me limito a asentir con la cabeza y poner cara de impresionada. 

-¿Que he muerto para esto? Vete a la mierda, gordo. Es lo que me faltaba. ¿Ahora se supone que mi muerte tenía como propósito que me esclavizasen?

-Oh, Milord... Es usted tan elocuente -susurro en voz baja tras su discurso, abriendo los ojos mucho y haciendo una reverencia. 

Pero vaya, lo que no puedo negar es que sus halagos y elogios son como un soplo de calidez en medio de todo este mundo frío y desangelado. Mi sonrisa se vuelve menos fingida en esos momentos y el eco de los aplausos que me dedicó hace un rato resuena en mis oídos, reverberando y cortando el paso al desánimo que quiere llenarme por entero.

Tomo el libro entre mis manos y miró a John, dedicándole una pequeña sonrisa. Al menos no lo van a convertir en una cortina por el momento, así que no he perdido a uno de mis dos únicos amigos en este nuevo mundo. 

-Lo vamos a sacar de aquí, ¿verdad Elie? -pregunto, todavía mirando a John-. Escaparemos con él y nos llevará a algún lugar donde nos quiten las cadenas de mierda y luego podremos ir donde queramos y conseguir algo de maría fantasmal. ¿Los muertos podemos fumar porros? -pregunté entonces, corrigiendo mi pregunta de inmediato- ¿Tú fumas petas o algo?

La mano del lord en mi hombro atrae mi mirada y mi atención hacia él y asiento con la cabeza, ampliando aún más mi sonrisa. 

-Cuente con ello, Milord. -Reverencia. -Empezaré a aprenderme el texto ya mismo -aseguro, acariciando la tapa húmeda del libro y evitando hacer una mueca de asco. A saber en qué taza de WC  había estado ese libro para terminar así.

Y antes de que se vaya, le hago otra reverencia, que total, se nota que le gustan. Cuanto más lo tenga comiendo en mi mano, más sencillo será que se confíe y consiga escaparme.

La sensación de calidez que emanaba del lugar desde el que Elie habla se extiende aún más cuando oye a Angie deletrear no sólo su nombre, sino también su apellido. Y luego, cuando ella hace lo que esa presencia ha sugerido, a la calidez la acompaña la expectación, esperando ver cómo el Lord se lo traga todo.

Y funciona, vaya si funciona. Tanto que es inevitable formular un "Qué puto coñazo" apenas él ha empezado a hablar.

Acto seguido, cuando el hombre dice esas cosas y la indignación de Angie crece, Elie no tarda en sumarse a ella.

—Hay que joderse —murmura con incredulidad—. No, si aún tendrás que darle las gracias a quien te hizo esto —añade con sarcasmo.

Acto seguido, cuando ella toma el libro y se dirige a ella para hablar con John, no tarda en responder.

—Haremos lo posible —asegura—. Pero si llega un momento en que tengamos que escoger entre nosotras y él, bueno... —dice, dejando la frase en el aire—. Intentaremos que no llegue. Aunque confío más en ti para convencer a alguien de que nos quite las cadenas, que en su memoria. Sólo hay que ver cómo te has ganado al gordo. Y a Lee.

Después, cuando el hombre pone su mano sobre el hombro de la chica, del mismo lugar de donde antes emanaba calidez ahora asoma un poco de asco.

—Joder, ¿de verdad tiene que tocarte? —pregunta—. Con lo fácil que sería que se metiera las manos por el culo. Joder. Espero que eso no sea sólo el principio de más.

Y tras esas palabras no tarda en cambiar de tema, recuperando las preguntas de ella.

—¿Que si fumo? —pregunta de manera retórica—. Tú no sabes con quién estás hablando, nena. Tendrías que verme liándolos, alucinarías. Ya te enseñaré cómo se hace. Y es curioso, porque no me acuerdo de mí fumando nunca, pero no creo que sólo liase, ¿no? —dice, y en esta ocasión no parece haber más que un leve rastro de tristeza en su olvido—. Dios, espero que cuando pilles esa hierba nos coloquemos juntas. Tiene que ser una mierda si me toca sólo mirar. Aunque seguro que te pones la ostia de divertida.

-Muy bien, muy bien- dice el masivo personaje. Su rostro parece quedarse observándote un momento, hasta el punto de que su silencio empieza a provocarte algunos nervios -Entonces espero que nuestro primer ensayo sea todo un éxito. ¡Si pones esa misma dedicación en todas nuestras obras, querida niña, te auguro grandes cosas en mi compañía- comenta, regodeándose con cierta pompa exagerada. Temes, por un instante, que vaya a abrazarte, pero sus movimientos no pasan de ser simplemente cierta clase de danza de su etiqueta, por demás reforzada y anticuada.

-Muy bien, buenas noches por ahora, querida Angelina. Adieu! y que descanses- dice el hombre mientras se gira. Baja unos escalones de forma lenta y torpe, y se detiene a mitad del camino, justo mientras su sirviente comienza a cerrar la puerta, sin considerar siquiera si sigues o no allí de pie. -Casi lo olvido. Lo mismo para ti John. Asegúrate que Angelina esté cómoda. Es nuestra nueva estrella, trátala como tal- dice mientras sólo gira de medio lado su cara, exhibiendo lo deforme que es su cabeza debido a la grasa que la rodea y que cubre todo su cuello. Luego reanuda la marcha y tras de él, la luz del pasillo se extingue mientras los ecos metálicos de la puerta anuncian que el empleado ha echado cerrojo.

De nuevo en el cuarto pobremente iluminado, quedas tú y John. Y Elie, si se podía asumir que estaba presencialmente allí, con los dos. Los pasos del lord y de su criado se pierden escaleras abajo, mientras John mira hacia el suelo, como si estuviese sumido en su propio trance. Con el aspecto delgaducho de su cuerpo, era apenas lógico pensar que en cualquier instante se desplomaría como una pila de huesos y carne sin vida, como un cadáver. 

Sin embargo, levanta su rostro y se acerca arrastrando sus pies hacia ti, mientras tira de las cadenas en sus tobillos, que tintinean gravemente. Su pierna derecha tiembla levemente, y cuando está a unos centímetros sin que parezca violar tu espacio personal, habla con voz baja, suave.

-Si necesita algo, hágamelo saber, por favor- dice en un hilo de voz, sin levantar la mirada. -En cuanto usted lo desee, puedo indicarle... cómo funcionan las prácticas y los ensayos- añade finalmente y se queda allí, esperando una reacción tuyo, con cierta actitud servicial no muy diferente a la de los demás criados de Chamberlain.

Mi duda se apacigua con la respuesta de Elie y sonrío mentalmente al encontrar otro punto en común con mi nueva amiga. -Jo, justo cuando me... morí -mastico la palabra, obligándome a pronunciarla como las veces anteriores, aunque cada vez me va resultando menos difícil- acababa de fumarme una hierba cojonuda. Espero que Edith la aproveche y se la termine en mi honor o algo.

La despedida del lord atrae mi atención y lo miro con deferencia hasta que se marcha. -A lo mejor debería haberle pedido que no cerrase la puerta. Aunque es pronto para eso, ¿no? Pero podría haberle preguntado cómo puedo avisar si me pasa algo urgente. ¿O crees que directamente se la suda todo por completo? Supongo que si nos pasa algo tendremos que gritar como locas o algo así... -Detengo el hilo de pensamientos al ver la expresión de John al dirigirse a mí y frunzo el ceño. -¿Y ahora qué bicho le ha picado a este?

-No, no, no. -Niego con la cabeza, dando énfasis al monosílabo repetido tres veces y todavía repito el movimiento una vez más. -No me trates de usted, John. Ni tienes que servirme ni nada, ¿eh? Ni se te ocurra. Delante del lord nos tenemos que portar así como si todo girase a su alrededor -Y con lo gordo que está no me extraña que sea un centro gravitacional o como se llame esa mierda-, pero tú y yo somos amigos. -Hago una pausa y busco su mirada algo dubitativa. -Lo recuerdas, ¿verdad? No podemos dejar que te conviertan en una cortina, ¿vale?

Al escuchar hablar de nuevo al Lord casi puede sentirse cómo Elie entrecierra su mirada, convirtiéndola en una advertencia.

—Para eso tendríamos que quedarnos, Lord Michelín —susurra, consciente de que sólo Angie puede escucharla.

Después él continúa hablando, aunque nada de lo que dice tiene demasiado interés para Elie. Sí lo tienen sin embargo las palabras de Angie, a las que responde devolviendo su sonrisa con el tono de su voz.

—¿Sabes lo que habría molado? —pregunta—. Que llegaras a este lado toda puesta de esa mierda. Así a lo mejor el capullo de Jonathan habría parecido un poco menos gilipollas —expone antes de dejar unos segundos de silencio.

—Para la próxima —dice después en referencia a sus siguientes palabras—. No creo que estando muertas haya nada urgente de lo que avisar —comenta—, pero si le dices que te gustaría poder ir al escenario cuando te entre la inspiración, aunque no sea hora de ensayo, fijo que le mola.

Acto seguido, en el momento en que Angie se fija en las tonterías que el chico está haciendo así lo hace también Elie, que emite un sonido que parece un resoplido.

—Ya está —enuncia—. Le ha dado. Se le ha girado la tuerca. Y ya sabemos por qué ya no es la estrella. Lo mismo se le ha olvidado ya lo que hemos hablado antes, o el Lord le tiene hecha alguna mierda mental para que le obedezca o se le anule la personalidad cuando le vea.

-Yo... es que...- dice John mirándote con sus ojos. Hay una inmensa tristeza que parece estar enterrada profundamente tras sus pupilas. Tarda unos instantes, pero parece como si volviese a reconocerte, sonriendo nerviosamente mientras asiente de manera efusiva. La oscuridad se desvanece unos instantes mientras él agacha la cabeza, a manera de un pobre cachorro que estuviese arrepentido por haber hecho alguna travesura que molestase a su dueño. -Lo... lo siento Angie. Cuando Chamberlain dijo lo que dijo... pensé... pensé que preferirías ser tratada diferente. Como una estrella- dijo él mientras camina un poco hacia atrás, haciendo sonar las cadenas con el metálico sonido de los eslabones al ser arrastrados sobre el suelo.

-Una cortina...- responde como si estuviese de nuevo perdiéndose en sus pensamientos, más cercano a la actitud que había mostrado inicialmente contigo. Negó lentamente. -... no creo que podamos hacer mucho. Cuando ya no le sea útil, es seguro que pueda prescindir de mí. No tengo demasiadas esperanzas- su tono alicaído empataba con la actitud derrotista que mostraba, mientras se resistía a levantar la mirada. Sólo estaba allí, como un triste maniquí delgado y apenas vestido, cuya existencia sólo era evidente cuando alguien detallaba en él.

Levanta la cabeza para darte un vistazo. -¿Quieres... quieres ensayar o prefieres... descansar?- pregunta finalmente, esperando atento su respuesta. -Creo que tendremos... tiempo- y pronuncia la última palabra como una exhalación, como si sus últimos alientos estuviesen aún presentes en aquella parodia de su vida después de la muerte.

-Esa es una idea cojonuda -pienso cuando Elie sugiere lo del escenario-. Seguro que cuela. La próxima vez que lo veamos se lo preguntaré. Si cree que me porto bien durante un tiempo seguro que se confía.

Entonces llegan las primeras palabras de John y lo miro algo descorazonada. Parece haber perdido toda la vitalidad otra vez. -Maldito gordo...

-No, no, John -repito, negando con la cabeza-. Cuando venga, pues actuamos y ya está. Para eso somos actores, ¿no? Pero cuando estemos solos, somos amigos. Y nadie te va a convertir en una cortina si puedo evitarlo. 

Miro hacia el suelo y camino de vuelta hacia la pared para sentarme apoyando la espalda en ella, como antes. No es que esté cansada, probablemente no pueda cansarme teniendo en cuenta que estoy... muerta. Y eso. Pero en fin. Me siento abatida y vacía así que al final recupero la posición de antes, sólo que ahora con el libro en las manos.

-Vayamos aprendiendo el texto -digo entonces, tratando de ilusionarme con eso para hacer más llevadero el resto del día. O de la noche. La verdad es que ya ni sé qué hora debe ser en el mundo real, el de los vivos. 

Algunas horas después me aburro de estudiar y empiezo a ensayar algunos trozos con John, pero al final termino aburriéndome de eso también.

Finalmente cierro los ojos en silencio y apoyo la cabeza en la pared. Echo de menos a Josh y Edith. A Luka y Beth. Y a mis padres. Nunca pensé que los echaría de menos, pero lo hago y me dan ganas de llorar cada vez que pienso en cómo traté a mi madre la última vez que nos vimos. Si pudiera volver atrás y arreglar todo lo que hice mal...

-"No te dejaría ir, Angie. Nunca."- La voz de Josh resuena en mi mente y me estremezco.

- Ojalá todo sea un sueño -me repito con cierta desazón-. Ojalá ahora me quede dormida y al despertar esté en mi casa. O en el hospital y todos estén a mi alrededor felices porque he salido de un coma. Ojalá todo sea un jodido sueño o un viaje muy malo por la hierba. Ojalá no sea de verdad y no esté... Muerta.

Desde el interior de la cabeza de Angie Elie observa una vez más la situación. Por un momento sus pensamientos la llevan a imaginarla como el fin del acto de una obra de teatro donde ella, la Sombra, es mucho más que la villana oculta y disfrazada. Es la verdadera personalidad de Angie, todo lo que teme dejar salir y lo que debe, tarde o temprano, tomar el control.

Mientras la chica y John ensayan Elie —si es que realmente ella misma debería llamarse así— aprovecha para evaluar su situación. La conclusión es claramente favorable. Angie está engañada, y culpa de sus desgracias a otros, confiando totalmente en ella. El juego está en marcha.

Casi le da pena el pobre John. Casi. Aunque lo cierto es que no lo soporta. Lo tolera un poco más que al gordo, o a Jonathan, pero lo cierto es que a esos les detestaba por su posición de poder sobre Angie, consecuentemente, sobre ella. Sin embargo lo de John es totalmente distinto. Es un inútil, un pusilánime y un perfecto idiota. Pero Angie no parece preparada para dejarle atrás, de momento. Y quizá pronto necesiten un cabeza de turco.