Partida Rol por web

Golpeo la puerta desde dentro, con ambas manos pero si desantracarla, no puedo dar la espalda a los enemigos

-¡AYUDA, CUATRO ENEMIGOS, DERRIBAD LA PUERTA!- grito desesperado, intentado detener la hemorragia que sale de un costado, con el codo del escudo que mantengo pegado a mí.

Me quedo esperando a un lado de la misma con la espalda contra la pared.

Con un gesto rápido Vakaipa se echó a un lado para permitirle a Ilvor via libre.

- Tanto esfuerzo para que se acabe imponiendo la fuerza -negó para alzar los ojos al cielo, buscando una respuesta, antes de mirar al centauro-: Todo tuyo, al ataque.

Miró entonces a su hermana y se encogió de hombros.

- Cuatro dice, ¿todos para ti o ayudo un poquito? -bromeó mientras preparaba su báculo para lo que fuera que encontrasen al otro lado.

-Como lo pensé! no es bueno separarnos!- grito con una sonrisa al emocionarse y dejarse llevar por la adrenalina.

Corrió con fuerza y arremetió contra la puerta con un fuerte golpe, dejando caer todo su peso sobre ella.

En sus pensamientos, solo transitaban recuerdos de orcos siendo degollados por su hacha y poco a poco, sus ojos dejaban ver un amarillento color que invadía su ante color avellana 

Giacomo trepa con ayuda de sus compañeros, hasta llegar arriba todo bien, entonces comienza a descender, pero termina resbalando ya que en ese punto no tiene un apoyo y cae al suelo, por suerte no se hace nada grave. Escucha la voz de Leo pidiendo ayuda, pero no consigue verlo, el interior está a oscuras, no consigues ver nada, a excepción del muro sur donde pintado en el muro se halla la imagen descolorida de un sol, sus rayos dorados abriéndose en todas direcciones.

Bajo esta imagen, se levanta un altar de piedra medio cubierto de huesos y estiércol. Reptando sobre este repugnante montón de desperdicios se mueven unos escarabajos, tan grandes como cofres, sus cuerpos brillando como lámparas.

Leo grita en busca de ayuda, pide que derriben la puerta para ser auxiliado, se pone a la defensiva para evitar los ataques que vayan hacia él.

Giacomo siente como una lanza se le clava, pero no consigue ver quien es el atacante, por el otro lado una nueva lanza se clava en el mimo antes de que pueda llegar a reaccionar. Un nuevo ataque y Giacomo no consigue resistirlo cayendo inconsciente en el suelo

Ves que de dos habitaciones diferentes aparecen cuatro hombres lagartos más, Giacomo que había entrado por el mismo lugar que tú se ve sorprendido por los hombres lagarto, ya que no ve en la oscuridad al igual que lo haces tu. Aunque en estos momentos ni tu visión en la oscuridad te ayuda, te has alejado de los escarabajos que te dejaban ver algo mejor, ahora estás a ciegas.

El dragoncito pasa de Ashara a Vakaipa, mientras que Ilvor por fin puede romper las puertas, del golpe que da el centauro las puertas salen volando, golpeando a Leo que está detrás de ella y a un hombre lagarto.

Al entrar veis que todo el interior está completamente a oscuras y solo veis a un gravemente herido Leo luchando contra dos hombres lagarto

Gracias a vuestra visión en la oscuridad podéis ver que Giacomo se encuentra en el centro de la sala rodeado de cuatro hombres lagarto, el mimo se encuentra en el suelo inconsciente y perdiendo sangre.

La sala está llena de columnas que se han visto expuestas a los elementos. La lluvia entra a raudales a través de un agujero de unos 20 pies de diámetro en el techo, su circunferencia muestra signos de haber estado cubierta por una bóveda de cobre y cristales tintados, hace ya largo tiempo destruida.

El suelo está cubierto con charcos de agua estancada y los pilares están cubiertos de moho. Tras las columnas, abiertos en las paredes, hay unas cuantas filas de nichos poco profundos, cubiertos de sombras.

Pintado en el muro sur se halla la imagen descolorida de un sol, sus rayos dorados abriéndose en todas direcciones.

Bajo esta imagen, se levanta un altar de piedra medio cubierto de huesos y estiércol. Reptando sobre este repugnante montón de desperdicios se mueven unos escarabajos, tan grandes como cofres, sus cuerpos brillando como lámparas. 

El centauro tras derribar las puertas, reaccionó rápido y dijo -Reaccionen bastardos- refiriendose a los demás.

Sin dar pie a esperas absurdas, arrancó en dirección contra la criatura más próxima, usando todo su peso y el momento, embistió realizando un ataque feroz contra esta criatura.

-Muere maldita criatura- dijo entre dientes.

Reaccionar tarde supondría la muerte de Giácomo, de manera que rápido alzó las manos para conjurar su poder arcano.

- Lagartos de sangre fría, a dormir a dormir, como si no fuera de día- con suerte alguno caería al piso a dormir.

Miró entonces a su hermana con gran preocupación, allí había mucho monstruo y sólo 3 de ellos quedaban en pie, sus ojos se posaron sobre su nuevo y dracónico amigo.

- ¿Y tú, fierecilla? ¿Te sientes con ganas de atacar a estos lagartijos? -le animó estirando el brazo en dirección a los hombres lagarto- Muerde y aráñales un poco, ve.

Había estado bastante molesta desde que ese maldito lagarto la mordió, ya que se culpó a sí misma por mostrarse tan distraída y no haber visto los designios de su amada Diosa, los cuales de seguro la habían avisado del peligro a pesar de que ella había prestado atención.

Quizá por ello ni siquiera notó a Zayra reptando por su brazo mientras caminaban bajo la lluvia, ni le prestó la más mínima atención al dragón, a su hermano, a los interesantes frescos situados a ambos lados de la puerta de aquel sombrío lugar, o a los intentos fallidos de trepar hasta cruzar al otro lado sin romper nada del resto de sus compañeros.

Pero afortunadamente para ella, la sutileza de Ilvor tras abrir los enormes portones la sacó de su mutismo, y la apremiante necesidad de ayuda consiguió que por fin dejara de culparse a sí misma por algo que ya no tenía solución, para que se centrara en acatar los innegables deseos de la sagrada Luna… Además, su amada Diosa le había dado una segunda oportunidad para poder vengarse de los odiosos lagartos… aunque se tratase de otro tipo diferente de reptil.

Por todo ello, arrugó un poco la nariz con disgusto ante el adjetivo calificativo del centauro, justo antes de arremeter cual furia de la naturaleza contra uno de los cuatro enemigos verdes que rodeaban a Giacomo. La enarbolada Tiefling alzó su enorme espada con la intención de partir a su oponente en dos o, en el peor de los casos, conseguir echarle a un lado con su espada para poder apartarle del mimo y que corriera menos peligro.

Acto seguido, y encomendando sus plegarias a la Deidad más sagrada de todo el panteón celeste, Vakazara fue imbuida en un fulgor plateado, al tiempo que sus ojos destilaban oro líquido y un rayo argénteo centelleaba de sus purpúreos dedos, hasta impactar en el cuerpo caído de su compañero, logrando arrancarle de los brazos de la muerte.

Leo intenta atacar a uno de los hombres lagartos sin éxito, pero por lo menos ya no se encontraba solo, tenía refuerzos. De entre la oscuridad veis que se acerca un hombre lagarto que inserta con su lanza a Leo, golpeandolo a su vez con un escudo lleno de púas, Leo cae al suelo inconsciente. Maechen se enfrenta a uno de los hombres lagartos que acaban de dejar inconscientes a Leo, pero no consigue que su ataque termine en buen término.

Vakazara se acerca a donde están los enemigos que rodean a Giacomo, está demasiado lejos para realizar un ataque, pero sí puede lanzar un hechizo que cura las heridas de Giacomo y hace que se levante y esté lo suficientemente fuerte para luchar.

Ashara prepara su arco, pero agarra con tanta fuerza su arco que termina partiendo la flecha antes de lanzarla. Uno de los hombres lagartos que se enfrentaba a Giacomo cambio de objetivo poniendo en su punto de mira a Vakazara, la joven tieflin pudo esquivar el ataque con facilidad, aprovechó la cercanía del hombre lagarto para golpearlo, pero interpuso el escudo. Un segundo hombre lagarto comenzó a rodear a Vakazara que ahora se enfrentaba a dos de aquellas criaturas.

Uno de los hombres lagartos golpean a Maechen hiriendola. El dragón de Vakaipa salta de su brazo para dirigirse a uno de los hombres lagarto que habían atacado a Leo mordiendole, aunque su ataque no hizo mucho daño. El hombre lagarto contra ataca clavando la lanza y el escudo en el pequeño dragón dejándolo gravemente herido. Vakaipa lanza un conjuro de dormir sobre el grupo de hombres lagartos que rodeaban a Giacomo y a su hermana, solo uno de ellos se quedó dormido, aquél que había intentado golpear sin éxito a Vakazara.

Ilvor no tiene espacio para cargar, por lo que golpea a una de aquellas criaturas con gran fuerza dejándola gravemente herida

Sus ojos inyectados de ira, arrastraron su mirada a la alimaña que yacía gravemente herida e impartió otro fuerte tajo, buscando abrir su craneo.

-Deja de estorbar!- grito al dejar caer el arma sobre la criatura.

Tras esto, observo la otra criatura y se proponia a dejar sin vida dicho ser.

Su amada Diosa había conseguido arrebatarle una vida más a la muerte, y Giacomo pudo ponerse en pie y continuar luchando a su lado. Aunque las cosas no pintaban demasiado bien, ya que un nuevo compañero había caído y ella misma estaba herida, a la vez que flanqueada por dos odiosos hombres lagarto.

Igualmente, nada podía destruir la determinación de la fiel seguidora de Selune, la cual, tras mostrar una sonrisa felina al ver como su querido hermano puso a dormir a uno de sus enemigos, volvió a alzar su espada con ímpetu y se dispuso a asestar un poderoso golpe, esperando poder darle esta vez.

No estaba demasiado segura de esto último, así que entonó una nueva plegaria a Selune para que le diera las fuerzas suficientes para continuar luchando, y poder derrotar a esas bestias de una vez y para siempre.

Ilvor ataca al hombre lagarto que está herido de gravedad y casi lo mata, pero el hombre lagarto parece ser más resistente de lo que en un principio se podría imaginar.

Vakazara intenta sin éxito golpear al hombre lagarto que tiene delante, usa su último conjuro de curación para sanar sus heridas, todas ellas se cierran al instante.

Uno de los hombres lagarto ataca a Maechen con su lanza, hiriendola, aunque no parece que la guerrera se deje abatir por la herida. Giacomo siente como los pinchos del escudo se clavan en su piel dejándolo a las puertas de la muerte una vez más. Un nuevo hombre lagarto aparece desde detrás de unas columnas dirigiendose hacia Ilvor, pero al estar Maechen por medio termina atacando a la guerrera, la cual es golpeado con el escudo de puas.

El dragón furioso por haber sido herido se lanza contra el cuello del hombre lagarto, de un gran mordisco acaba con él, el dragoncito se acomoda encima de su víctima y comienza a comersela

Joder... Aquello era lo peor, otra vez siendo atacados y otra vez que estaba a punto de reunirse con el Viejo Dios que Ríe. ¡Él no se había apuntado para eso! Desde luego, esa era la última vez que se enrolaba como mercenario.

Los enemigos estaban por todas partes y aunque había conseguido recuperar las fuerzas, una de esas bestias estaba otra vez dejándole más muerto que vivo. Ah, pero si iba a caer, no lo haría solo. Apenas veía nada en esa oscuridad, pero podía distinguir la silueta de una de esas criaturas a su lado. Lo encaró y le propinó un golpe con la lanza y una patada en el torso. La patada sólo movió el aire, pero la lanza mordió la carne. No hizo demasiado daño, pero al menos había alcanzado a esa criatura. Podían superarles en número de nuevo, pero por los dioses que no moriría lloriqueando como un cobarde.

Giacomo mueve su lanza impactando en algo duro, reza porque sea un enemigo y no un aliado, un gruñido de uno de los hombres lagarto le confirman que ha acertado el ataque, en cambio su puño roza al hombre lagarto sin llegar a darle. Del mismo lado donde su arma ha impactado, Giacomo nota como de nuevo la lanza atraviesa su piel hiriendolo de gravedad, haciendo que perdiese la consciencia.

Maechen se queja de dolor cuando uno de los hombres lagarto consigue herirla con su lanza, creando una nueva herida en la joven. La guerrera contraataca con su hacha dando un fuerte tajo a su adversario y dejándolo malherido