Partida Rol por web

El elfo no se lo podía creer, le habían escuchado. Seguramente habría alguna trampa que no vio y les alertó, porque si no era prácticamente imposible que le detectaran.

-Bueno. No queda otra más que pelear.-

Desenfundó su estoque, y aprovechó que una de aquellas criaturas se le hubiese acercado demasiado para clavarselo casi hasta el fondo.

-Hey. No te acerques tanto, que corra el aire.-

Menos mal que los demás venían a apoyarle. Él solo lo habría tenido bastante complicado contra los tres.

-Chicos me alegro de veros. Los jefes han atravesado aquel portal. Si nos damos prisa en acabar con estos tipos a lo mejor los pillamos.-

- ¿En serio llevas eso en la cabeza voluntariamente? Pareces... no sé como decirlo, restos de una pescadería.

Con unos pesados y metálicos pasos, Égida llegó al combate y lanzó un chorro de llamas contra uno de los batracos heridos antes de llegar al cuerpo a cuerpo. Si conseguía enzarzarse, les resultaría más complicado alejarse y buscar a sus compañeros menos preparados para el combate. Además, ayudaría a Endozal a esconderse y atacar por su punto ciego.

El guerrero calishita había ido directo a por el jefe de los batracios. Era de los que pensaban que si cortabas la cabeza, el resto del cuerpo caía por si solo. El jefe era la cabeza.

Blandió el espadón de forma bastante caótica, tal y como era el hombre que la empuñaba el arma. Algunos golpes eran brutalmente certeros mientras que otros apenas rozaban la piel babosa de su enemigo. Dispuesto a acabar con aquello cuanto antes empleó todas las técnicas que había aprendido hasta ahora.

La arremetida de los aventureros fue brutal. El batraco más cercano quedó rápidamente malherido aunque ni Grend'Dail ni Égida fueron capaces de pararlo. Quien estuvo más cerca fue Abdali. Pharblex había saltado hacía mandíbula fuerte ignorando por completo las burlas de Lirio, pero el calishita se había interpuesto en su camino y cerca había estado de decapitar al hombre-rana.

-¡Agh!-gimió de dolor mientras con su mano se curaba rápidamente la profunda herida de uno de los cortes- No lo teneis,slurp, que proteger, pronto estareis tan,slurp, muertos como él-dijo escupiendo a la cara del guerrero una baba verde y espesa.

Los otros dos batracos continuaron su ataque contra el elfo que los había espiado. Las dos rudimentarias lanzas se clavaron en el cuerpo de Grend'Dail haciendo que sintiera una punzada de dolor. Por suerte no parecía que sus armas estuvieran envenanadas tal y como había temido.

Abdali consiguió evadir el veneno del enemigo aunque recibió algo de daño. De todas formas el movimiento del guerrero le colocó en mala posición y falló sus siguientes ataques.

Grend se vio de repente casi superado por enemigos, pero claro. Ese casi era lo que contaba. Su magia le protegió de las estocadas de los batracos, y él les respondió a su manera.
Que en teoría era clavando su espada en el enemigo, y no en una roca que había en el suelo.
Afortunadamente no estaba solo y quizás podría salir de aquella. Desafortunadamente no estaba solo y todos habían visto lo que había hecho.

El forjado, viendo cómo el batraco ignoraba su acometida para centrarse en Grend, volvió a rociarle de llamas para recordarle que él era un enemigo más peligroso.

- ¡Destrózalo, Abdali! - gritó, con su metálica voz.

- Eso Abdali, alguien con esa idea de lo que queda bien o lo que queda mal no merece la pena que viva. Si sobrevive con qué se adornaría la próxima vez ¿Pegándose un rabo de vaca en la nariz?

Abdali logro evitar que el veneno entrara en sus ojos o boca, lo que hubiera sido fatal. Pero las babas del hombre-sapo apenas le dejaban ver y, en un intento por golpearle a ciegas, con el impulso, golpeó una de las estalactitas haciendo que el arma rebotara y se le cayera de las manos.

Tampoco tuvieron mucha más suerte sus compañeros que no lograron herir ni distraer a los hombres-rana a excepción de Égida que logró prender fuego parte de los ropajes de Pharblex. Mandíbula Fuerte se lanzó a por él, igual que el resto pero no consiguió herirle. La bruma se movía formando jirones bajo los pies de los luchadores.

En cambio, Pharblex aprovechó que el calishita había quedado desarmado para clavar su lanza en él y herirlo. 

-¡Jajajaja! Estais, slurp, acabados-decía el batraco mientras luchaba. Tras él la luz del portal mágico brillaba ténuemente iluminando la húmeda cueva- Rezmir me dará grandes, slurp, riquezas cuando le entregue vuestras cabezas! 

Los otros dos batracos continuaron atacando a Grend quien, gracias a su escudo mágico, logró desviar los golpes del primero sin mucho problema. El segundo, al ver que no tenía oportunidad de golpear al elfo gracias a su magia se lanzó hacia Lirio quien parecía un objetivo más fácil de atacar y que no paraba de reirse de ellos, aunque apenas entendían lo que decía. El hombre-rana dio un salto enorme y cubrió con facilidad los metros que les separaban, colocándose casi en la retaguardia del grupo de aventureros. Sin embargo el Sátiro estaba preparado para algo así y esquivó sus ataques.

El guerrero volvió a recoger el espadón del suelo pese a que se pudiera llevar un ataque en el intento, pero sin él se encontraba desnudo, y lo volvió a usar para intentar acabar con aquella grotesca rana gigante.

A pesar de su fallo anterior el elfo siguió presionando, el lider de aquellas ranas vitaminadas parecía ser muy peligroso, por lo que cuanto antes acabasen con los esbirros antes podría ir en ayuda del guerrero.

-Tranquilos. Enseguida estoy con vosotros. En cuanto me prepare un par de ancas de rana para comer. Que estas parece que se resisten un poco.-

En esta ocasión, la espada de Grend alcanzó a su enemigo provocandole más dolor.

-A ver si caes de una vez.-

- ¿Sabes lo peor que le puede pasar a un sapo? terminar convertido en sopa.

El gigante metálico, viendo que Abdali estaba dando buena cuenta del líder batraco, acudió en ayuda de Lirio y Grend para evitar que sus lugartenientes los pillaran desprevenidos.

Pharblex clavó la lanza en el muslo de Abdali cuando este fue a coger su espada. Pensaba que había eliminado a uno de sus enemigos, pero entonces el guerrero se dio media vuelta y hundió el acero en la protuberante barriga del hombre-rana. Un liquido oscuro brotó de su boca entreabierta en una mueca de asombro. Entonces Mandibula Fuerte le clavó su cuchillo en la papada.

-No ssoiss nada. El pantano pertenece a mi tribu y todoss loss tuyoss morirán-le dijo mientras los últimos instantes de vida de Pharblex se escapaban.

Frente a ellos Grend logró eliminar a uno de los batracos, sin embargo el que atacaba a Lirio logró esquivar la bola de fuego de Égida y logró herir levemente al bardo sin percatarse siquiera en que se había quedado solo, ignorando también las palabras y bromas de Lirio.

- El pantano pertenece a los mosquitos, moriremos todos y ellos seguirán ahí... 

El último batraco que quedaba parecía resistirse y pretender morir en combate. ¿Qué harán estas criaturas a sus prisioneros para pensar que recibirá el mismo destino si se rinde? La vida en aquellos pantanos parecía cruel y venenosa, siempre bajo la terrible amenaza del dragón negro. ¿Era una decisión valiente, o terriblemente cobarde, querer morir a manos de una rápida estocada o decapitado por la inmensa hoja de su compañero?

Lanzó una llamarada que impactó de lleno en el rostro del batraco mientras debatía consigo mismo y el líder de las criaturas moría entre estertores.

Cuando el elfo acabó con el hombre sapo una energía oscura salió del mismo entrando en el cuerpo de Grendel. Era algo que ya habían visto más veces, pero siempre resultaba algo inquietante. Sus ojos brillaron detras de las gafas cuando lo hizo. Pero por lo demás no parecía haber más efectos.

-Son tan tontos que no saben cuando rendirse. Pero bueno. Nosotros estamos también aquí en medio de una pelea territorial, así que quizás tan listo tampoco somos.-

El batraco que quedaba no estaba al alcance de su espada, por lo que trató de alcanzarle con uno de sus rayos mágicos. Pero se movía demasiado.

El guerrero estaba herido, pero las ganas de aplastar ranas no se le habían pasado. Pese a que quizás no llegase a la última viva, Abdali se acercó a ella balanceando su espadón. Claro que tener ganas y puntería eran dos cosas muy distintas.

Finalmente, entre las llamas de Égida y la Burla de Lirio se deshicieron del último batraco. La bruma se arremolinaba a sus pies iluminadas tan solo por el tenue brillo de las runas que, ocultas en el suelo, formaban ese portal por el que había escapado Rezmir y aquel mago rojo. 

Mandíbula Fuerte se encontraba agachado, rebuscando entre el cadáver de Pharblex hasta que al cabo de unos segundos se levantó. Sujetaba un anillo entre dos dedos.

- Esto ess lo que busscaba La Muerte Negra, essto y el libro. Con ello habeiss cumplido vuesstra promessa-les dijo a los cinco aventureros. Hizo una pausa como si esperara que se marcharan, pero rompió su propio silencio para añadir algo más-. Oss agradezco que hayaiss librado a mi pueblo de la tirania de loss batracoss.