Partida Rol por web

Regentada por Glarian (Semi-elfa), esta taberna está siempre limpia, la cerveza es fresca, el fuego de la chimenea, alegre; la comida, bien cocinada; y las habitaciones se alquilan a un precio razonable. La posada, ampliamente iluminada, cuenta con tres pisos, a los que se accede por una escalera con una barandilla de madera hermosamente tallada. Por el día, Fendrin (Humano Granjero), se suele encontrar aquí, casi siempre en estado de embriaguez.

Al entrar en la posada, véis que hay poca gente, apenas dos o tres personas, que presentan, a ojos vista, un estado de embriaguez algo elevado. Al veros, levantan las jarras y gritan..."¡¡POR LOS HJE...ROES DE FRAIRJHILL!!" casi al unísono....

"Yaaaa...yaaaa.....os han oído....y probablemente, medio pueblo también...¡¡Como volváis a gritar así, os hecho de aquí....¿queda claro?" dice una mujer de pelo dorado, recogido en dos coletas que caen al lado de su cabeza...los borrachos murmuran y ríen en voz baja...pero no osan levantar la voz otra vez. Con un sencillo vestido marrón, un delantal blanco y un pequeño pañuelo de color azul en la cabeza, Glarian, la posadera del lugar, os invita a entrar.."Pasad, por favor...estáis en vuestra casa..."

Rápidamente, una de las mesas del local es adecentada para vosotros, montando cubiertos, jarras y vasos de peltre, así como unas servilletas de tela, de color naranja. Baran la llama desde la barra, y tras hablar con ella, se despide de vosotros con un "Descansad bien...mañana hablaremos más...ésta noche mis hombres y yo os mantendremos a salvo."

Sin muchas ceremonias, Glarian saca una jarra de metal y un pequeño barril, de unos tres litros de capacidad, dejándolos encima de la mesa..."Vino y cerveza...tendrán sed....ahora vendrá la comida....¿cuántos van a ser?" pregunta, solícita, antes de irse hacia la cocina....

La bienvenida me abrumó, pero no positivamente. La gente que se emocionaba tanto y te convertía en un héroe, era la misma que te convertía en demonio si fallabas. Hipócritas que se creían en posición de juzgarte cuando nunca habían tenido que pasar lo que tú habías pasado. Y ahí estaba, todo el maldito pueblo. Si mañana fallábamos no podríamos retirarnos y volver aquí, ya que nos despreciarían y nos echarían. Definitivamente, no me gustaba. Y además, me estaban tocando. ¿Qué narices hacían? Odiaba el contacto con otros si no era mediante una espada o una flecha. Apreté con fuerza mis posesiones contra mí, asegurándome que nadie ni siquiera intentaba ponerles un dedo encima.

Y entonces Baran se puso a hablar. Entre la situación, mi humor y el cansancio, tuve que morderme la lengua para no hacer un comentario mordaz que de seguro acallaría a todo el mundo. Si valían su peso en oro no era mucho, ya que la mayoría estaba en los huesos. Me entraron ganas de atravesarle el pescuezo con una flecha cuándo, ni corto ni perezoso, prometió al pueblo que mañana podían hablar con nosotros. ¿De qué iba? ¿Para qué iba a querer perder el tiempo escuchando a un montón de personas agradecernos las hazañas o entrometerse en mi vida con preguntas indiscretas? No, yo no iba a hablar con ninguno de ellos. 

Cuándo la gente empezó a marcharse, me llegaron con claridad las palabras de alguien que ya empezaba a inventarse mi vida. Cómo odiaba eso. ¿Qué sabrían ellos? ¿Renegada de quién, si nunca tuve a nadie? Si ni tan siquiera había visto nunca un Drow.

Joder. Por eso trabajaba siempre en el anonimato. No me gustaban estas cosas. 

Cansada de toda la situación, apreté el paso para entrar en la taberna, sólo para encontrarme una copia en menor escala y versión borracha de lo acontecido fuera.

"Estás de coña..."

Ya empezaba a darme la vuelta cuándo la posadera intervino y consiguió silencio, ese silencio que tanto ansiaba. Seguí las indicaciones de la mujer hasta dejarme caer en una banqueta. Cerré los ojos por varios segundos, agradeciendo el momento, hasta que la mujer preguntó cuántos seríamos.

- Cuatro. - le dije de manera mecánica mientras me servía media copa de vino.

Visiblemente cansado, como si lo que hubiera sucedido en los aposentos privados de la sacerdotisa hubiera drenado las pocas fuerzas que le quedaban al joven semielfo, Rashaniel caminaba junto a sus compañeros, asintiendo suavemente a Brand cuando le comentó la tarea que iba a realizar. Sumido en sus pensamientos, libre por el momento de la compañía del halcón peregrino, el cual ahora cabalgaba los vientos buscando su propio sustento para la noche, no se percató de la muchedumbre que les esperaba hasta que no empezó a escuchar las primeras palabras y murmullos de asombro. Rashaniel, visiblemente sobrecogido por las muestras de atención, las miradas de asombro y los agradecimientos que les profesaban, permitió que una lágrima de emoción corriera por su mejilla. Por primera vez en mucho tiempo se sentía apreciado por unos desconocidos que no veía, o no querían ver, su condición de mestizo. Había conseguido eliminar, con duro esfuerzo, esa imagen que sabía que todo el mundo tenía de él.

Como si fuera un niño perdido que finalmente encuentra a su madre, algunas lágrimas más corrieron por las mejillas del mago, y una estúpida sonrisa de satisfacción surcó su rostro. Limpiándose la cara con la manga de la túnica, entró en la posada, dejándose embriagar por el aroma a madera quemada, alcohol, serrín y comida recién hecha.

- ¿No te ha gustado lo que nos han dicho, Arue? - dijo, sorprendido, pero sin mostrar prejuicio en su juvenil rostro

Miré al semielfo* a los ojos, manteniendo el contacto varios segundos hasta que contesté.

- No me gustan las muchedumbres. Y me gusta menos que hablen de mí. - sobretodo cuándo no tienen ni idea de lo que dicen.

Claro que era mejor que te llamasen héroe que monstruo, pero yo había aprendido que la gente cambia rápido de opinión y que cuánto más arriba estás, más larga es la caída.

- Pero a ti si te ha gustado. - dije sin añadir mucho más, acallando mis palabras con un sorbo de vino. 

Rash era un buen chico, y además los mestizos solían afrontar más problemas que el resto sólo por haber nacido así. Ni que nosotros tuviésemos la culpa de ello. Por eso no añadí nada, no quería ofenderle, aunque mi humor en esos instantes me quisiera empujar a decir cosas ofensivas. Miré de reojo a Groland. El señor oso, siempre tan ruidoso y dado a hablar, parecía haber perdido todo su ímpetu desde lo ocurrido en el templo. Nunca hubiese dicho que a un mercenario le afectase tanto que no le convirtiesen en paladín de un Dios.

El joven asintió en silencio, a sabiendas de que Arue era una compañera de escasas palabras, y que si había algo más que debiera saber, lo comentaría. Sin embargo, se quedó observándola unos minutos más, apreciando sus duras facciones. Le había dado la impresión de que la semidrow se había contenido, y que si esa misma conversación la hubieran tenido un día antes, le habría soltado una parrafada. Sonrió, contento, y se recostó, agotado, en la silla. Si cerraba los ojos, casi podía imaginarse que estaba lejos de allí, en la posada de su pequeño pueblo, escuchando las discusiones sobre la cosecha de Adolf y Peregrine, y respirando el aroma a pan de cebolla recién hecho.

- Disculpe - dijo, cuando la semielfa, probablemente la dueña del establecimiento. Mostró sus vestiduras, destrozadas, y su piel manchada de hollín y sangre - ¿Es posible tomar un baño caliente? ¿Y podría recomendarme un buen sastre en la ciudad?

Groland terminó de un trago su cerveza y apoyó ruidosamente la jarra en la mesa mientras (casi) contenía un eructo. Cuando Rash hizo su pregunta a la mestiza, algo parecido a una leve sonrisa se dibujó bajo su bigote manchado de espuma. La respuesta de la elfa, en cambio, le cambió el gesto a una discreta mueca de disgusto.

—No te hagas mala sangre, Flowright —intervino el guerrero en un inusual arranque de confianza, sin dejar de mirar su jarra—. La gente del pueblo debía de estar aterrorizada por esos orcos... Es normal que se emocionen un poco.

Cualquiera podía ver que el humor de Groland había mejorado tras la ovación popular. Cuando llegaron a la plaza y descubrieron a la muchedumbre, el guerrero había reaccionado inicialmente con cierta reserva y desconfianza, no tanto porque temiera algo distinto a los agradecimientos que les dieron, sino casi por instinto. Un rasgo de su carácter. Sin embargo, otro de los rasgos del cormyriense era un profundo sentido del deber hacia la gente sencilla, para quien los guerreros eran la principal defensa contra los monstruos. De esta forma, las demostraciones de gratitud finalmente habían conseguido ablandar a Groland. Y además... ¡Qué demonios! ¿A quién no le gusta ser un héroe? Cuando quiso darse cuenta, se había acercado al gordo que le había señalado y ya estaba diciendo: “Diez, no, buen hombre... ¡Eran cien por lo menos! ¡JOAJOAJOA!” Groland no había podido disfrutar de un momento así en toda su vida de mercenario. ¿Quién quiere a un mercenario? Era uno de los motivos por los que había dejado todo aquello.

Mientras pensaba, recordó la actitud de Rash en el templo: viniendo de alguien que hasta el momento se había mostrado contemporizador, solícito y amistoso, el comportamiento del arcanista había causado cierta sorpresa y extrañeza al cormyriense, además de cierta inquietud. Voy a luchar de nuevo hombro con hombro con él: tengo que saber qué le pasa por la cabeza, qué puedo esperar de él.

—¿Y a ti, mago, qué te dio en el templo? —preguntó distraidamente—. Se te veía... uhm... cabreado... —Dudó unos instantes antes de sacar a colación otro de los temas sobre los que debían hablar—. ¿Es por el vampiro?

Cuando Groland le preguntó, el mago no le dedicó una mirada afable en absoluto, sino que podía destilarse algo similar al desprecio, aunque muy sutilmente. Un segundo después, y tras un silencioso suspiro, pareció cambiar de opinión y tornó la mueca en una sonrisa triste. Probablemente lo acontecido en el templo no hubiera sido su mejor rato.

- No todos hemos obtenido algo de esto, Groland - dijo, rascando con desinterés una mancha de grasa de la mesa hasta que desapareció - Esto no ha sido como las mazmorras de los cuentos de hadas donde al final espera el cofre repleto de objetos mágicos para los aventureros*, esto es la vida real. Kerri o tú tendréis vuestra espada, y Arue podrá tomar prestado el arco de Shendrill. Los demás... bueno, podemos darnos por satisfechos con haber salido vivos.

El pesado tomo que colgaba siempre de su hombro, remachado y cerrado con un grueso candado, reposaba ahora en su regazo, como un felino que buscara las caricias de su amo.

- Cuando Kerri regrese y descansemos, podremos regresar a ese castillo y ver qué podemos hacer con esa criatura, si es que todavía sigue allí... y entonces luego pensaremos en esa mantícora... o en la hija del herrero... así hasta que nos maten - dijo, encogiéndose de hombros. Su discurso se había vuelto amargo - Y todo por una cama caliente y unas palmadas en la espalda.

No contesté a Groland. Tampoco hubiera podido, de todos modos, ya que de repente parecía que su humor (o su ego) habían sido hinchados y quería celebrarlo. O dejar claro lo buen guerrero que era, lo cuál era cierto, pero la modestia o la honestidad no parecían estar presentes en sus palabras, aunque se notaba que era una exageración influenciada por el aclamar popular de hacía unos minutos.

Dio un nuevo sorbo al vino, mirando la cocina de reojo. Me moría de hambre. Cuándo Groland bajó de su nube de emoción y se dirigió a Rash, escuché con atención. A mí también me había parecido raro el ataque del tímido elfo y sentía curiosidad. Al parecer su explosión se daba al haber chocado con la realidad de ser un aventurero. Sonreí, pero no era malicia. 

- Puedes usar tú el arco si quieres. - le ofrecí aún sabiendo que probablemente no lo querría, pues su estilo de lucha era otro. - Si lo que quieres es hacer una fortuna con esto, vas a tener que tener paciencia y buen ojo. Paciencia hasta que tengas una reputación que te avale, ya que ahora sólo eres un chiquillo novato a los ojos del mundo. Y buen ojo escogiendo misiones. Un pueblo como este no tiene mucho que ofrecer, pero una ciudad grande con mercaderes o nobles ricos... Pero a veces el dinero no lo es todo. Por ejemplo, yo - estaba habalndo de mí, increíble - prefiero deshacerme de unos orcos que aterrorizan una aldea por algunas monedas y provisiones que acompañar a un gordo mercader entre ciudades por un saco de oro. Aunque no siempre fue así, pero ahora... ¿Para qué quiero el oro en la vida que llevo? Suficiente para mantenerme a mí y a mis armas, eso es lo que pido. Y siempre puedes decir que no, eso no te hace cobarde, sino prudente. Yo he rechazado algunos trabajos ya que el riesgo era demasiado alto. Hay gente que lo aceptaría por unas cuantas monedas de oro más. Yo no. Dame algo que me ayude a poner la balanza más equilibrada, no arriesgaré mi vida por un saco de oro. No te estoy diciendo que lo hagas por la aventura, por ser un héroe durante un tiempo o por caridad. No. Es normal que quieras algo a cambio y cada uno decide que es suficiente, pero tal vez las riquezas no te hagan sentir más satisfecho. 

Me recosté en la silla y observé al semielfo. Procuré no mirar a Groland, pues había sido un mercenario y seguramente pensaba lo opuesto a lo que yo.

- Dime Rash, ¿qué es lo que te interesa? ¿Qué es lo que quieres hacer en el futuro? Hay muchas maneras de conseguir un pago satisfactorio y no tiene porqué ser un metal precioso. Sólo tienes que saber dónde buscar.

El mago escuchó atentamente al largo e intrincado discurso de su compañera, primero con una mueca de sorpresa ante tal despliegue de conversación, y más tarde con suma atención al ver que le trataba con tanta educación y con una muestra de tener tantísimo mundo a sus espaldas. Cuando finalmente terminó y le hizo la fatídica pregunta, se quedó mirando la mesa, luego al grueso tomo, y finalmente al infinito.

- Todo aprendiz de la magia quiere convertirse alguna vez en un arcano de leyenda... tener tu lugar donde practicar y realizar tus propios hechizos, los cuales llevaran tu nombre a todos los rincones del mapa. Dudo mucho que alguna vez me convierta en Bigby o en un Tenser... pero bueno, primero quisiera ser capaz de aprender conjuros lo suficientemente largos como para llenar varias páginas de este tomo - esbozó una ligera sonrisa, parecía un sueño sencillo - Luego, quién sabe... dejar de ser un cobarde quizás...

Asentí a sus palabras. Bueno, para la torre sí necesitaba oro, pero me daba la sensación que también encesitaría años de experiencia con lo que eso podía esperar. Lo de los hechizos ya era otra cosa. Levanté uno de mis brazos apuntando al elfo por unos segundos con él, un claro gesto de "bueno, ahí lo tienes."

- Seguro que Shandrill puede ayudarte en eso. No parece la típica sacerdotisa, empezando por ser la dueña de tal obra de maestría como es el arco y sabiendo utilizarlo. Seguro que tiene conjuros guardados en algun lugar, pondría la mano en el fuego. Pide eso cómo pago. Seguro que para alguien como tú es más útil y valioso que unas monedas, ¿me equivoco? Y Shandrill no podrá negarse después de salvar a su pueblo. Y no digas que eres cobarde. Has luchado bien hoy.

Mientras conversábais, un olor a pescado, delicioso, comenzó a salir de la cocina. Un rato después de terminaros la primera (y la segunda) jarras, os sacan unos montaditos de pan, con un olor suave a vino blanco, recubiertos de una pequeña cortada de carne, fina y bien hecha, con un poco de queso por encima, derretido.

Mientras os termináis ése pequeño refrigerio, sacan una fuente de porcelana, que ponen encima de la mesa, tras poner una madera cuadrada en el medio. En la fuente veis pescado, Os sirven unos platos con el pescado, recubierto de una salsa de manteca fundida, trocitos de nuez machacada y en polvo, trocitos de fruta cortada y algo de perejil. El pescado va acompañado de ostras y pequeños trozos de queso. Además, os dejan unas hogazas de pan caliente recién horneado, crujiente.

Glarian sonríe satisfecha al servir el último plato..."Espero que os guste....". En ése momento, Rashaniel le pregunta por un baño caliente y el arreglo de sus ropajes..."Oh...claro que es posible. Os prepararemos un baño, a cada uno si queréis, para antes de acostaros. Los que deseen que se les arregle la ropa, que hagan lo siguiente. En la puerta de la habitación encontraréis unos pequeños taburetes. Usadlos para dejar la ropa sucia y a remendar en la parte de fuera, y yo pasaré a retirarla. Mañana por la mañana os la entregaremos limpia y arreglada. Si necesitáis algo de ropa hasta que os devolvamos la vuestra, hay unas túnicas, camisas y pantalones, sencillos, pero útiles, en los pequeños armarios que hay en las habitaciones."

Dicho esto, la semi-elfa se fue a terminar de atender al resto de mesas..."Bueno..bueno..bueno...creo que va siendo hora de que te vayas a casa......." le dijo a un hombre que estaba más dormido que despierto, encima de su copa, mientras lo levantaba del hombro y le ayudaba a levantarse.....
 

Veis entrar a Lauriel al local, seguida de Brand. Os localiza rápidamente y se aparta a un lado, dejando pasar a Brand por su lado hacia vosotros...."Hasta mañana....debo irme a realizar mis tareas...que aproveche." le dice a Brand, antes de salir rápidamente de allí.

El elfo, al entrar, lo primero que nota es que la sala está medio vacía. Apenas hay tres o cuatro personas, en estos momentos muy calladas, dos de ellas sentadas a solas, y otras dos juntas, bebiendo cervezas. Una de esas personas, un hombre con aspecto de campesino algo acaudalado, está siendo levantada y acompañada hacia la puerta por Glarian, una semielfa medianamente hermosa, una mujer de pelo dorado, recogido en dos coletas que caen al lado de su cabeza..va vestida con un sencillo vestido marrón, un delantal blanco y un pequeño pañuelo de color azul en la cabeza.

A pesar de estar medio vacia, la sala es agradable y espaciosa, así como muy bien cuidada (ver descripción en primer post). Mientras estás en la entrada de la posada, un olor a pescado inunda tus fosas nasales, así como a otras viandas...pan recién hecho, queso fundido, especias, manteca y vino.....carne y alguna cosa más que te cuesta identificar....Observas que en un lateral de la chimenea, ni demasiado lejos, ni demasiado cerca, hay una mesa cuadrada dispuesta con fuentes, cubiertos y demás, donde tus tres compañeros están dando cuenta de una opípara cena.....ves una fuente de pescado, recubierto de una salsa de manteca fundida, trocitos de nuez machacada y en polvo, trocitos de fruta cortada y algo de perejil. El pescado va acompañado de ostras y pequeños trozos de queso. Además, también ves unas hogazas de pan caliente recién horneado, crujiente....que está desapareciendo rápidamente.....una camarera se aleja con unos cuantos cuencos y platos ya vacíos desde la mesa de tus compañeros, al parecer, ya han acabado con algún pequeño refrigerio y están dando cuenta del plato principal...

Mientras aún estaba terminando de saborear el pequeño trozo de pan con carne y queso, y se sorprendía de la delicadeza y cuidado con que la tabernera había preparado aquel refrigerio, Rashaniel abrió los ojos de par en par cuando llegaron a la mesa los distintos platos que conformaban la comida principal. No sólo Glarian había conseguido mantener ostras frescas en una región tan apartada de la costa, sino que además había cuidado cada detalle de tal manera que aquello era más propio de una corte real que de un pueblo perdido en las montañas.

Asintió en silencio ante las explicaciones de la semielfa sobre la ropa, y miró sus vestiduras en silencio mientras evaluaba si sería mejor una túnica nueva. Decidió darle una oportunidad a las habilidades con la aguja de la anfitriona. Siempre podía ir a una tienda y obtener una por su cuenta con el dinero que había obtenido de aquellos orcos.

- Sois muy amable, Glarian - dijo, inclinando suavemente la cabeza - Tenéis un don para la cocina que haría enrojecer a más de un cocinero Real.

Cuando la posadera se hubo marchado y Rashaniel se hubo introducido el primer pedazo de pescado en la boca, dirigió su atención a Groland.

- Groland, hay algo que quisiera saber - preguntó, con los ojitos brillantes por la bebida - ¿Cómo fue tu conexión con la Diosa? Algo así no sucede todos los días...

Groland había escuchado las quejas de Rash con atención; primero con el ceño fruncido, luego más relajado y pensativo. Su primer pensamiento cuando escuchó los reproches del semielfo había sido, de hecho, “¡La espada me corresponde a mí!”. Pero sabía que no era así: también a la clériga le había hablado la Diosa. ¿Qué habría pasado si el mago hubiera desenvainado el arma? ¿O la drow? Probablemente lo mismo. "Quizás deberíamos tomar la espada en común y que el que la quiera compre su parte a los demás..." Algo común entre mercenarios. Groland decidió callarse tan genial idea, no fueran a hacerle caso. El mago había seguido hablando, explicando sus expectativas iniciales. ¿Qué esperaba de aquella misión, que básicamente había sido una labor de “control de plagas”? Ni siquiera Groland, el mercenario, había aceptado la empresa por la (inexistente) paga, sino por nobleza... y también para tener el favor de las gentes del pueblo. "No puede pensar así", había pensado. "En los cuentos, puede, pero en el mundo real no toda cueva de troll guarda el rescate de un rey. Tiene que aceptar que no siempre es llegar y llenar el saco". Groland era de los que pensaban que había que tomar lo bueno de las cosas: la experiencia, el favor de la gente, la fama... "O acepta eso o aprende a elegir mejor sus empresas".

Había querido contestar a Rash, pero Arue se le había adelantado y, además, para sorpresa del guerrero, expresando con una opinión muy parecida a la que él mismo tenía. Groland olvidó su intención de decir algo cuando la elfa continuó su discurso. "¡Por todos los dioses! ¡Qué parlanchina se ha vuelto!", exclamó para sus adentros. "Y qué experimentada..." Groland tenía que reconocer que Arue entendía de esas cosas mucho más que él. (Y por la expresión de Rash, el elfo pensaba igual.) Su respeto y simpatía hacia la drow crecía por momentos, especialmente cuando descubrió el altruismo de su compañera. "Fui un tonto al desconfiar de ella", pensó algo avergonzado.

Cuando la elfa acabó, Groland atendió con interés a las respuestas de Rash sobre sus propias ambiciones. El cormyriense no entendía mucho de cosas de magia, pero lo que dijo Rash le produjo una buena impresión: sencillez, pasión, búsqueda de reconocimiento, afán de superación. Esas eran cosas que un guerrero como él sí que entendía, y respetaba. Sin embargo, cuando el elfo concretó sus deseos, Groland soltó un gruñido de contrariedad. "Pierde el tiempo en un pueblo como éste, tiene que ir a una gran ciudad, servir a un mago poderoso que le enseñe a cambio de su trabajo, reunir dinero para pagar su formación o quizás jugarse la vida en ruinas olvidadas y llenas de peligros... y tener mucha suerte". Antes de poder decir nada, la drow se le había vuelto a adelantar. Como antes, fue la voz de la razón. "¡Shandrill! ¡Claro! Jamás se me habría ocurrido..."

Fue entonces cuando llegó la comida. La mesera aún no había desaparecido de nuevo por la puerta de la cocina cuando Groland ya estaba terminándose el primero de aquellos extraños (y absolutamente deliciosos) panecillos de carne y queso. Tras dar un trago a su cerveza y mientras cogía un nuevo panecillo, Groland sólo había dicho:

-Flowright tiene razón, mago: tienes que ser realista y escoger bien tus misiones. -Se encogió de hombros sin mirar a sus compañeros.- Con tesón, buen tino y suerte, todo se andará. -Y con la boca llena de un nuevo bocado:- Fandrill farece uma fuema offión...

...

Durante un buen rato, los compañeros dieron buena cuenta de aquellos entremeses que les había servido Glarian, luego del estupendo plato de pescado y siempre de la cerveza y del vino. No podía creerse el banquete que les estaban ofreciendo. Con el alcohol, el guerrero se fue soltando y entre bocado y bocado fue comentando distintas cosas que se le fueron ocurriendo: comentó la lucha del patio del castillo, dio consejos de combate, elogió varias veces la idea de Rash que les consiguió derrotar al ogro, expresó su intención de dejar que le remendaran y lavaran la ropa y de darse un baño, y contó algunas batallitas de mercenario y otras cosas de su vida. Por ejemplo, confesó a sus dos compañeros que andaba buscando a un hombre llamado Grogere de Fleur, grande y fuerte como él, pero avejentado y con el pelo entrecano.

...

En un momento, Rash le preguntó por su visión de Freya. Se puso serio y tardó unos segundos en contestar.

-Fue... raro -murmuró. Al momento se movió incómodo, consciente de que no era una gran respuesta-. Ya noté algo raro cuando empecé a desenvainar la espada, como si no estuviera del todo aquí... Luego, dejé de ver lo que había a mi alrededor y el tiempo se paró. -No se sentía cómodo explicando algo tan íntimo y cuya descripción escapaba a las capacidades de su educación, pero la cerveza le había soltado la lengua y se sentía en confianza con aquellos dos aventureros.- Al momento estaba en un gran prado, rodeado de trigales hasta el horizonte... -Se humedeció los labios. No miraba en ningún momento a Rash y a Arue: miraba su cerveza como si estuviera viendo en ella todo lo que describía.- Entonces un halcón voló hacia mí y... Y cuando tocó el suelo, se convirtió en un lobo blanco, y luego en un ciervo blanco, y luego, cuando llegó a mi lado... -Se revolvió en su sitio, dubitativo, tímido.- Bueno, era Ella. -Carraspeó.- Tiene unas largas trenzas rubias y lleva una armadura de plata y es muy... En fin: muy guapa. -Hizo un gesto con la cabeza como para decir “ya sabéis, ese tipo de cosas”.- Me dio la espada, me dijo que luchara por ella, “Haz la guerra a mis enemigos y...” -En este punto pareció darse cuenta de algo, se sonrojo y bebió de su jarra. Se encogió de hombros, como avergonzado.- Fue raro.

Terminó su relato y se cayó: se sentía estúpido y torpe por no poder hacer justicia a lo que había visto. "Si fuera un bardo..."

-¡Espero que me hayas guardado sitio como te pedí, Rash! -se oye a Brand exclamar felizmente desde la puerta de posada mientras se acerca hacia la mesa-. Estoy hambriento y la jarra de cerveza que me he tomado no ha hecho nada para solucionarlo.

Ante la oferta de un baño y remiendos, acepté sin poner pegas.

- Disculpa, ¿es posible también encontrar a alguien que arregle una armadura de cuero tachonado para mañana? - el ogro había dejado un hueco en mi espalda al atravesarme - me había atravesado, lo que parecía increíble ahora - y siempre era mejor tener la armadura sin desperfectos.

***

La noche fue avanzando mientras nuestros estómagos agradecían ser llenados, y nuestro paladar sin duda disfrutaba también de lo lindo. Para ser un pueblucho la cocinera se había lucido con platos dignos del comedor de algun noble. 

Groland pareció volver a su actitud de "siempre" (si ese siempre se basaba en como había sido estos dos días hasta el altercado de la espada) y no callaba. Yo ya había hablado mucho por hoy, pero tal vez dada exquisita comida y la buena bebida me relajé más de lo común y participé en la conversación. Incluso llegué a reírme de algunas de las batallitas del señor oso, sorprendentemente.

Fue tras la explicación de Groland de su visión de la diosa que el silencio pareció ir a asentarse en la mesa... Aunque Brand se encargó de que ese momento no llegase, apareciendo justo en ese instante y acercándose a la mesa.

Le señalé con la mano la cuarta silla libre y su plato, ahora algo frío tal vez.

- Estábamos a punto de comernos tu parte para no desperdiciar tal manjar. 

Con una suave patada, Rashaniel empujó un taburete a un lado, en una señal inequívoca para que el hechicero se sentara junto a él, y frente a Groland. Luego palmeó el mismo asiento con la mano.

- Vamos, que se enfría - dijo, en tono afectuoso.

Ante las palabras de Rashaniel, la cara de la semi-elfa se sonroja de placer..."Oh...no es nada....lo merecéis...ésto y mucho más, por lo que he podido oír...las gentes de Fairhill somos sencillas, honradas y trabajadoras....y agradecidas cuando toca, señores. Pero muchas gracias por vuestros cumplidos, en verdad no ha sido fácil mantener la comida fresca....pero os diré un secreto...el río que hay al sur de aquí provee de buenos pescados, así que para eso no hay que irse muy lejos...eso sí, las ostras son más complicadas de traer...pero vosotros os las merecéis. Disfrutad." con una inclinación, ordena a una de sus camareras, una joven de unos 14 o 15 inviernos, que retire los platos y cazuelas de barros usadas y se va hacia una mesa, donde acompaña a un borracho hacia la salida....

Glarian se acerca a Brand y solícita, le acompaña hasta la mesa donde sus compañeros le están haciendo señas y aspavientos, voces y demás......"Señor.....por favor...claro que tiene usted sitio en mi posada....precisamente la mejor plaza estaba reservada para usted, pero no se lo diga a ellos, no se vayan a enfadar conmigo..." te dice, con una dulce sonrisa....claramente, es una broma, pero la dice con gracia. El plato de comida está tibio, lo suficientemente aceptable para poder comerlo con gusto, y Glarian, solícita, saca más Jarras de cerveza y Vino, así como repone pan crujiente para el nuevo invitado....."Comed...bebed.....no os preocupéis...disfrutad."

Ante la pregunta de Arue, contestó..."mmmm...quizás Voril, el herrero...pero últimamente está muy triste con la desaparición de su hija....viene mucho por aquí y no trabaja casi nada, la gente está comenzando a hablar y veo que está empezando a desperdiciar su talento y si sigue así, su vida......Quizá si habláis con él, y le prometéis que la buscaréis, él tenga a bien reparar vuestra armadura y entregárosla rápidamente...Cuando quiere, es un excelente herrero y artesano.."

La mujer se aleja hacia las cocinas, sin duda, a planear su siguiente tanda de comidas....

-¿El mejor sitio dices? Me alegra que se reconozca al fin mi grandeza -continua la broma Brand mientras se sienta agradecido a la mesa. Después de dar un par de grandes mordiscos a la comida frente a el el hechicero da un gran trago de la cerveza-. ¡Delicioso! Mucho mejor que la comida del camino, desde luego.

No queriendo desperdiciar mas tiempo hablando, Brand se pone a comer con gusto mientras escucha la conversación a su alrededor.