Partida Rol por web

Quiora arremetió contra un par de juguetes más hasta darse cuenta que habían parado de atacarles. Entonces se quedó quieta, sudorosa y resoplando como un caballo después de una carrera.

Su cuerpo estaba lleno de cortes por los que sangraba profusamente, pero aún estaba viva.

- Evidente.- Contestó Sapo a la explicación del viejo.-Un fallo de programación.- Asentía comprensivo, aunque no dejaba de parecerle una chapuza de trabajo. A pesar de eso el viejo relojero tenía asombrado al gnomo con sus creaciones. No sólo eso, sino con los valiosos objetos presentes en la tienda.

Sapo pasó la mano por el valioso catalejo. Sabía cómo funcionaba así que quiso comprobar su grado de aumento. Haciendo un esfuerzo por empatizar con la ignorancia de la magullada semiorca, trató de explicarle.

- Sirve para ver de lejos.- Empezó con simpleza para no tardar demasiado en complicar la cosa.-Su grado de aumento es en realidad la magnificación angular del catalejo, y es el negativo del cociente de la distancia focal de la lente objetivo entre la distancia focal de la lente ocular.- ¡Y había también una lupa! Cada vez que el gnomo se ponía en los ojos aquellos artefactos ópticos sus ya deformados ojos adquirían, reflejados en las superficies curvas de las lentes, unas deformaciones que asustaban.

Ante la petición de ayuda del relojero Sapo buscó la llave, pero no llegaba. Dio un par de patéticos saltitos y nada. En lo que se fue a buscar un taburete Alarico ya mostró su interés en una recompensa. Sapo no es que estuviera de acuerdo. Sin embargo, imaginaba que la recompensa iba a ser un gesto de agradecimiento del relojero que le saldría de forma natural. Su maestro siempre le decía que había que ser agradecidos.

Por supuesto, por supuesto... Una recompensa más que merecida. En el patio trasero guardo mi más reciente invento. Yo lo llamo dirigible. Es una nave atada a un globo que puede volar por el aire. Es un vehículo muy útil. Si lo vendéis al llegar a Karina malo será que no haya algún noble dispuesto a pagar dieciocho mil monedas. Han sido muchísimas horas de trabajo, pero os lo habéis ganado. Es lo menos que puedo hacer.

Eso serían tres mil monedas por cabeza, suficiente para comprar un arma mágica, o una combinación de escudo y armadura mágicos respetable. Miraron por el ventanuco que daba al patio: a mano derecha estaba la valla que daba al callejón y a la izquierda un portón enorme, como de granero, en el lugar en el que debía estar guardado ese tal "dirigible". Pero también había entre los montones de chatarra un autómata del tamaño de un ogro, que no les permitiría robar el vehículo si hubiesen optado por dejar al relojero en su jaula.

-¿Digerrrrrrible? ¿Qué serrrr digerrrrrible? Mirrrrrarrrrr mio costado. Esta herrrrrida dejarrrrr marrrrrca en mi noble piel. Esperrrrro que digerrrrrible valierrrrr tanto como desirrrrr o Fedorrrrra volverrrrr a visitarrrr a tu. - Dijo malhumorada la guerrera de espadas bastardas.

Si aquello era cierto y se trataba de una especie de vehículo volador, les permitiría moverse más libremente y llegar a donde quisieran. Más tarde, una vez no lo necesitasen podrían venderlo y con las ganancias mejorar el equipo del que ya disponían que empezaba a quedarse corto.

Oh, oooohhhh... -exclamó con admiración, pese a sólo quedarse con que el aparato servía para ver de lejos de toda la explicación expuesta por el brillante mago.

La semiorca  recogió el catalejo que le había mostrado el gnomo y le empezó a dar vueltas. Se lo puso en el ojo como había visto hacer a Sapo pero por el lado erróneo; no se veía nada. Le dio la vuelta y lo dirigió a una de las paredes; tampoco veía nada. Pensó que debía estar roto y lo tiró con despreció. Iba a por el siguiente artilugio cuando las palabras del relojero le llamaron la atención y se lanzó hacia el patio trasero. 

-OH, OOOOHHHH!

La nave dejó estupefacta a la guerrera que nunca había visto nada tan grande flotar en el aire. Sería un dragón domesticado?
Desenfundó el hacha por si acaso y tanteó el objeto con el mango. Un golpecito, dos golpecitos... No respondía. Sin duda el dragón estaba bien entrenado.

Volvió a guardar el arma, segura de la cosa voladora no representaba ninguna amenaza inmediata.

- Y esto nos llevará al castillo? Nos ahorraría un montón de tiempo. Qué come?

Ah! Oye, viejo, no tendrás una tirita?
 

El vehículo volador era increíble, pero que principios lo sustentaban, era mágico, mecánico, mezcla de ambas? Fuera lo que fuera era una obra de gran calidad, sin duda sería mejor aprovecharlo y usarlo como medio de transporte, venderlo era perder una gran oportunidad, las armas mágicas se podrían conseguir con mas tiempo.

- Este vehículo es impresionante, pero quien lo pilota? Alguno está capacitado para llevar algo así?

Algo que permitiera acortar las flatulencias de Quiora y las personalidades de Fedora, era muy valioso, pero si no sabían manejarlo...

Sapo se movía inquieto, como un niño apunto de hacerse pis encima.

- Yo, yo , yo podría intentarlo.- Le contestó a Menon entre balbuceos de la emoción. Como buen gnomo Sapo era aficionado a la ingeniería. Quería estudiar de cerca el magnífico artefacto. El problema de quedárselo era cuando el grupo se separase. Con un poco de suerte todos morirían y podría quedárselo para él solo.

Hay tiritas en el cajón bajo el mostrador-dijo a Quiora.

Grabbs hizo un gesto al ogro autómata. El constructo abrió la puerta de la valla del callejón y volvió para coger una larga cuerda de amarre. Tirando de la cuerda desde el callejón, el dirigible avanzó sobre una plataforma con ruedas hasta ocupar todo el patio, empujando montones de chatarra que se derrumbaron a su paso.

Cualquier idiota podría manejarlo. Os enseñaré cómo. Lo primero es inflar el globo-dijo, señalando a una tela amontonada sobre el falso techo de cubierta-. Los fuelles del suelo, al pisarlos, empujan el aire por estos tubos hasta la tela cerrada. Cuando el globo se infle del todo parecerá una salchicha y empezará a ascender. Empezad a inflar, os llevará unas horas. Estos pedales hacen girar las hélices. Cuando estéis sobre los tejados de las casas, las hélices impulsarán el aire y os harán avanzar, con lo que podréis ir en direcciones distintas al viento. El timón de barco rota las hélices, y os permite girar un poco, pero con una tripulación de seis personas podéis hacer giros más bruscos: basta con que las dos personas del lado hacia el que queréis girar tiren hacia sí mismos de las amarras que unen el globo con la nave. Eso ladea el globo y desplaza el eje de avance del vehículo.

En total había seis puestos: el timonel, que giraba el timón para virar la nave y se encargaba de gritar a los arrieros para coordinar los giros; el pedaleador, que se encargaba de pedalear para impulsar la nave en caso de no tener viento a favor; y los cuatro arrieros, que pisaban el fuelle para mantener la presión del globo mientras tiraban de las cuerdas cuando el timonel lo ordenaba.

Y eso es todo. No necesitáis ser pilotos de verdad, salvo casos puntuales en los que tengáis que maniobrar la nave. Huracanes, dragones y cosas así. No tiene importancia. Si queréis hacer cabriolas en el aire, practicad y llegaréis a ser pilotos de nivel. Buena suerte.

Grabbs se bajó de la nave y cuando el globo estuvo lo suficientemente hinchado empezó a elevarse. Uno de los arrieros recogió el amarre que soltó el ogro autómata y el dirigible se elevó por encima de las casas. Vieron la carroza de Gabrielle Aderre en la calle principal y recordaron que se habían olvidado de comentarle a Grabbs que llevase de nuevo la carroza al castillo de Hunadora.

Se pusieron en movimiento, sobrevolando el río para aprovechar las corrientes de aire del valle. Unas horas después, Gorro Rojo les habló desde su jaula.

¿Recordáis que Gorro Rojo os dijo que olía a cadáver antes de entrar en el Muelle del Relojero? Jisjuasjisjus... El olor venía del sótano...-sonrío con malicia.

Que Grabbs supiese de las tiritas y que el ogro autómata le obedeciese dejaba claro que se trataba del dueño del lugar, pero quedaba la duda de qué haría ese buen hombre en sus ratos libres en el sótano. ¿Construía un gólem de carne? ¿Era un caníbal psicópata que guardaba cadáveres en la despensa? ¿Un nigromante que había levantado a su esposa muerta como zombi? Ya era demasiado tarde como para volver atrás. Bajo ellos se encontraba la capital: la ciudad de Karina, con sus establos y las mulas y el caballo allí abandonados. Ahora se les presentaba un problema: Grabbs les había dicho cómo despegar, pero no cómo aterrizar. La forma de la nave de madera convertía el río en un buen lugar para dejar al dirigible flotando, atado a puerto, pero primero tenían que descender.

Juasjisjuosjus... Gorro Rojo sabe cómo aterrizar, tan solo había que estar atento a las explicaciones de ese viejo chocho.

Se hizo un ovillo en su jaula y esperó para divertirse viendo cómo los otros ideaban una forma de aterrizar en el río.

Sapo no entendía la malicia de Gorro Rojo y no entendía pro lo tanto por qué el gnomo decía ahora lo del sótano. Se puso a rebuscar en su libro de conjuros aunque sabía la respuesta de antemano: no tenía aprendido el hechizo caída de pluma. ¿Para que un gnomo como él, paticorto, amante de las cuevas y la vida tranquila, iba a querer aprender un conjuro semejante?

- La gravedad provoca una aceleración de nueve metros por segundo al cuadrado.- Su privilegiada mente hacía cálculos sobre el efecto que la velocidad que adquirirían provocaría en sus cuernos de carne y hueso.

- Todo cuerpo sumergido en un fluido recibe una fuerza de abajo hacia arriba equivalente al peso del fluido desplazado. Resulta obvio que el dirigible, un cuerpo inmerso en la mezcla de gases llamada aire, recibirá una fuerza ascensional resultante  equivalente al peso de aire ocupado por su volumen , menos el peso de su estructura y su carga.- Se quedó un rato esperando el aplauso y el reconocimiento de su scompañeros. Al ver que no llegaba continuo hablando.- Tenemos que conseguir un descenso a una velocidad aceptable, contrarrestando con los fuelles la fuerza de la gravedad.- Fácil era decirlo, ahora bien, ¿cómo sería llevarlo a la práctica?- Disminuimos la presión del globo metiendo menos aire con los fuelles y bajaremos. 

Alarico miró unos segundos al Gorro Rojo con una ligera sonrisa desdeñosa. Quizás el ser pensaba que dejar atrás a un honrado nigromante, o a un creador de golems de carne, le causaba algún tipo de pesar. No era el caso. Por el contrario, en el supuesto que esta aventura terminara a bien, sería alguien con quien hablar.

Por otro lado, aunque lamentaba no haber avisado al comerciante que tenía que devolver el carruaje ello era del todo obvio. Por lo que había entendido el señor Glaston tenía relaciones con la dama Gabrielle Aderre y le habían dejado su carroza... a lo que había que sumar que el propio Alarico le había indicado que debían entregarle el carromato y la carta. Obviamente, era de esperar que el señor Glaston actuara con diligencia. Suspiró, mirando el dirigible e iba a hablar cuando lo hizo Sapo

- Coincido. Empecemos a meter la mitad de aire con los fuelles que hemos metido hasta ahora, e iremos descendiendo. Si en algún momento el descenso gana velocidad, volveremos a meter aire como hasta ahora, e iremos nuevamente reduciendo.

Mientras todos hablaban sobre como manejar el dirigible, Menon cavilaba sobre el olor a cadáver del sótano, tendría el tendero un muerto, sería un asesino? Si ese fuera el caso, podrían llevarse el dirigible y todas sus cosas caras, estaría justificado...

- Deberíamos investigar el sótano, ya sabéis por asegurar que todo está orden, no por que el hombre resultara ser un delincuente y quedarnos con sus cosas... 

Comento mientras manejaban los fuelles.

Mientras el gnomo y el discípulo de Bane se pusieron a hablar en un idioma raro del que no entendía más que palabras sueltas, Quiora se puso las tiritas que le había regalado el anciano. Usó todas y cada una de ellas por todo su magullado cuerpo. El trabajo final era impresionante, ineficaz pero muy vistoso.

- Y bien, tengo que hacer yo algo para que se mueva el dragón o me voy a dormir?

Quiora estaba enfurruñada. Habría querido llevarse a Firulais con ellos como prueba irrefutable de que lo que le pasaba a Malocchio era por parte de padre, pero nadie más parecía interesado en llevarlo a cabo. Y como la semiorca no era de grandes ideas, lo dejo pasar, aunque a disgusto.

También dejó pasar su opinión acerca del viejo de la tienda y del comentario del gorgojo; podría ser que el verdadero dueño de la tienda se encontrase en el sótano, muerto, y el de la jaula habría sido su atacante al cual habrían liberado y dado una carta con información importante, la cual no habían tenido la picardía de leerla antes de entregarla.

Un montón de cabos sueltos que, gracias a las pocas luces de la guerrera, le dejarían dormir tranquila incluso dentro de la barriga de aquel dragón mecanizado.

El globo quedó flotando sobre el río. Varios transeúntes se agolparon en los muelles de Karina señalando al gran dirigible en el cielo. Pasaron los minutos y se mantenían a la misma altitud. Gorro Rojo perdió la paciencia.

Oh, por las barbas de chivo de los sátiros... Así el globo tardará horas en perder el aire necesario. Los arrieros tienen que subir por las cuerdas y ponerse sobre el globo para que se desinfle antes.

Realmente tardaron un montón de tiempo en el patio trasero del Muelle del Relojero pisando los fuelles para inflar el globo lo suficiente como para que empezara a subir, era normal que tardaran también mucho en desinflarlo. Lo bueno es que se podían ausentar de sus posiciones en cubierta un buen puñado de minutos sin que eso tuviese consecuencias, lo cual sería muy útil para ir a hacer cosas a un cubo o disparar flechas a la gente de abajo. Subiéndose sobre el globo (con todas las medidas de seguridad, atados a una cuerda, trepando con cuidado y todo eso) tuvieron su descenso poco brusco en unos minutos.

Una vez atado el amarre en el muelle fluvial de Karina, el grupo fue a por los animales al establo. Sapo, Fedora y Alarico tuvieron que pagar seis monedas de cobre cada uno para recuperar de los establos a sus nobles monturas. Anochecía. Se les presentaba tres opciones para pasar la noche: las posadas de la capital, el castillo de Malocchio Aderre o ir a explorar las Brumas en plena noche con el olfato de Gorro Rojo.

- Uffffff, tinierrrrr más que harrrrrta... - Murmuraba en su acento del norte la guerrera del grupo.

Y es que a Fedora comenzaba a cansarle las palabras de listillo que usaba Gorro Rojo, que para colmo era su prisionero, o eso pensaban.

Una vez en tierra, no dudó en ir a ver a su fiel corcél, Mandriva.

- Ohhh, Mandrrrrriva bonita. Esperrrro haberrrrr trrrrratado bien por estos hombrrrrres. Si, parrrrreser que tu haberrrrr comido bien. Yo pagarrrrr gustosamente. - Dijo a los hombres que esperaban el pago en los establos, mientras ella no quitaba ojo a su yegua y la acariciaba.

- Bueno, camarrrrradas. Viaje no mucho cansado ya que no venirrrrr a pie ni en caballo, sino en digerrrrrible voladorrrrr. Si alguno estarrrrr cansado podierrrrr descansarrrrr aquí en castillo, parrrrreserrrr serrrr más barrrrrrato que taberrrrrna local. Si no estarrrr cansados, poderrrrr llevarrrrr a pequeño, feo y susio.... Ejem... A gorrrrrrrro rrrrrrrrojo a que nos guíe en brrrrrumas. Yo votarrrrr porrrrr esto último, da. - Añadió.

Sapo acarició con una ternura que nunca había mostrado con ninguno de sus compañeros a su amada Lentejuela. La vieja mula era su mejor amiga, junto con su serpiente, Shish. Al igual que Fedora pagó con gusto el dinero que había costado su manutención.

- Antes de partir hay que vender el dirigible.- Dijo con pena por desprenderse de una obra de ingeniería tan alucinante.- Y con lo que nos den podríamos equiparnos mejor para enfrentarnos a las brumas.

Quiora se sintió mucho mejor con los pies en tierra.  El artilugio era práctico pero algo aburrido y la idea de venderlo para equiparse mejor le pareció bastante buena.

Recogieron las dos piezas de carne de equino y se preparó para seguir a Sapo e ir de compras.

- Después vamos al castillo a recoger nuestra recompensa, no?

Ay, al final iba a sacar una fortuna de aquella misión, una preciosa medalla y unos cuantos dientes más para su collar!
Quiora, contenta, comenzó a tararear una cancioncilla irreconocible con voz gutural.

Después de hacer unas compras, el grupo se despidió del dirigible y cruzó el puente que llevaba al otro lado del río. Se desviaron del camino que llevaba al castillo de Loupet y se dirigieron al oeste, hacia el lugar del accidente.

Auuuuuu...

El aullido hizo a Lentejuela rebuznar de pánico. ¡Con lo bien que estaba ella en los establos! Siempre que Sapo estaba cerca ocurría alguna desgracia. Una vez hasta se cayeron a un hoyo. Los demás recordaron las palabras del señor Lampedoño:

Yo llevo vino y cerveza al castillo.
¿Qué cargamento es más importante que ese?

Esas palabras no, las otras palabras.

Sí, hay lobos en estos bosques. Pero evitan este camino y a
las personas que lo recorren. La razón es que se concentran
en las orillas del río Noisette, dónde los ciervos y demás
animalillos que forman parte de su dieta se acercan a
abrevar y son abundantes.

Pues se habían salido del camino. Y la semana pasada habían tenido suerte, porque los perros fugados de Malocchio Aderre ahuyentaban a los lobos de la zona, pero sin su presencia los lobos habían vuelto a hacerse con el territorio. Contaron un total de diez lobos rodeándoles en un semicírculo, dejando solo libre el flanco del río.

Sapo recordaba perfectamente cada palabra dicha por el Señor Lampedoño así que, cuando escucharon el aullido, se puso en guardia con rapidez.

- Tranquiiiiila Lentejuela, eeeah.- Acarició el musculoso cuello de su mula para tranquilizarla.- Yo me ocupo.- Ni corto ni perezoso se puso delante de su mula como si no diera importancia a la decena de lobos que aparecían en su camino.

- Mmmppfh mmmppffffff.- Mascullaba amasando el éter entre sus manos mezclándolo con unos polvos de colores de su bolsita de componentes. El resultado: un precioso abanico que reflejaba la luz visible en un espectrograma de múltiples colores hipnóticos.

La semiorca no estaba de buen humor. Claro estaba que no era la más lista del  grupo pero podrían hacer caso a su instinto de vez en cuando, si no para probar rica carne de lechón humano al menos para haberse llevado al padre de Malocchio o ir esa misma noche a entregar las buenas noticias al castillo.

Pero no. Ahí estaban, al anochecer, en un bosque infestado de lobos y de cosas aún peores. Al menos se había podido comprar algunas cosillas en la ciudad y eso le hacía no cabrearse del todo.

Absorta, admirando su nueva adquisición, no se dio cuenta que los enemigos les rodeaban con rapidez.

-Eh, qué pasa?