Partida Rol por web

La bruja de Hala se acercó cuidadosa hacia el enmascarado que se balanceaba en la medio del recibidor.

- Hola? Me puede decir dónde encontrar a los guardias? Alguien está atacando el hospicio y matando a todo el que encuentra. debemos evacuar a los pacientes, están todos en peligro. Usted también si se queda aquí sin hacer nada. Acaso no ha visto todos los cuerpos que yacen al otro lado de la puerta?

De repente se acordó de la última vez que intentó ser amable con un desconocido que parecía igual de inofensivo; la agarró con rapidez y casi la mata estrujándola como a un peluche. 

Se alejó un par de pasos dejando una distancia prudencial por si se abalanzaba sobre ella. Cómo habría logrado esa persona evitar al Inevitable?

El aguerrido enano Thimaz tosió un poco de agua que le había entrado por la garganta, pese a aquel repentino asalto por parte de un desconocido; el enano se encontraba bien, tan solo que empapado debido a lo ocurrido. Lo cual, podría ser un problema de gravedad, teniendo en cuenta que el monstruo que los persigue es capaz de producir electricidad. ¿O quizás una ventaja estratégica?.

-Maldita sea, no sé quien ha sido, pero juro que estás en la lista de mis archienemigos jurados, justo delante del Pelotas Blanquecinas y el Pulmones Ineficaces. Y justo tras el Doctor Calvo. Como averigüe quien de vosotros fue, juro que pienso atropellarte con esta silla de ruedas.

El agua caía por la túnica del enano, la cual estaba empapada, resbalando por la silla de ruedas hasta llegar al suelo, formando un pequeño charco bajo las ruedas de la silla. Esto le dio una idea al enano.

-Me pregunto si podemos usar estas fuentes para hacer un gran charco de agua, así los guardias enemigos que vengan a atacarnos, ya sabéis los guardias de los que huimos -el enano no había visto al monstruo mecánico aún- al llegar aquí en tromba estarán en una situación de desventaja, pudiendo resbalar con el agua y caer. Y si tuviéramos algún lagarto eléctrico, como el que el Doctor Rehner tanto usó conmigo, podríamos dejarlos en Shock.

Diciendo esto, el enano dejó de hablar de forma repentina, pues, le había venido a la mente, de forma fugaz, un recuerdo de la tortura que había sufrido en aquella institución. Quizás debido a su poco conocimiento sobre la situación, la idea podría desenvolverse de forma distinta, pero para lo que él podía hacer, ya era bastante.

Thimaz se interesó por los materiales en los que estaba construída su silla. Era eminentemente de madera, con acolchados de cuero con relleno seguramente de algodón. Había algunas partes metálicas, remaches y refuerzos. Las ruedas seguían la estructura de las de carreta, con un recubrimiento de una fina banda metálica combada sobre la rueda.

En caso de que la silla entrase en contacto con un charco por el que corriese la electricidad, la madera evitaría que Thimaz se electrocutase. Sin embargo, una corriente lo suficientemente intensa destruiría la silla. Básicamente, la banda metálica de las ruedas conduciría la electricidad, y la temperatura alcanzada prendería pequeñas llamas en la rueda, en las partes de la madera en contacto con el metal.

Por último, en lo que a los intereses de Thimaz se refiere, uno de los pacientes afirmó ver al homicida que intentó ahogarle. Según la descripción que dió, y cito palabras textuales, el asaltante:

Tenía máscara. Más barata. Más cara. Más barata. Más cara. Más barata...

No terminaron ahí las penurias de Thimaz, ya que sufrió el cuarto ataque de la noche. En esta última ocasión, con la excusa de querer quitarle la máscara, una asaltante anónima, con la misma máscara y la misma túnica que la hacía irreconocible de los demás (pero su túnica tenía un lamparón de orina en el faldón), tiró y apretó la cabeza de Thimaz con fuerza mientras forcejeaba con la careta que ocultaba su rostro. Fue lo bastante doloroso como para ponerlo en la lista, pero no lo suficientemente humillante como para que superase a Pelotas Blanquecinas. Al final, no logró quitarle la máscara, lo que era prueba más que definitiva de que solo era un pretexto mal elaborado para torturar a un enano.

Mientras, en el rincón sur, el paciente que tranquilamente seguía balanceándose en la mecedora, prosiguió balanceándose en la mecedora en un arrebato de originalidad. Ni hizo ademán de responder a las palabras amables de Leiath, ni intentó abalanzarse sobre ella para matarla. Nada de lo dicho por su interlocutora pareció preocuparle lo más mínimo.

Quizá la máscara de los guardias esté más suelta y se pueda quitar, así que a lo mejor podríamos saber si hay alguno de ellos entre nosotros pensó Aire en voz alta, como si estuviese hablando con Aristóteles, pero sin que estuviera allí.

Onfale, ¿no crees lo mismo? preguntó, pero justo en ese momento, su hija se abalanzaba sobre el enano de agua y le apretujaba la cabeza ¡Oh, mi niña, que tiene novio! Pero no me le has presentado, así que no puedes intimar tanto con él. ¡Ven aquí, hija mía, compórtate como una señorita! tiró de nuevo de la muchacha para alejarla del enano antes de que él la atropellara con la silla.

Entró en la habitación en la que estaba Leiath, y se quedó a su lado, a una distancia prudencial. Miró a ambos enmascarados. ¿Y si era todo una trampa? Allí, meciéndose, parecía una abuelita simpática. Pero podría ser fea. O un orco. O un orco muy feo. O ese demonio que les quería comer. O el monstruo que se la comió a ella...

¿Y si pasamos sin más? No causa jaleo, seguro que el robot no la hará nada.

Piedmon se había quedado analizando el disco verde que había encontrado. Le daba vueltas al objeto a ver si era capaz de distinguir algo de lo que ahí había. No entendía para qué era eso, pero su subsconsciente le invitó a guardárselo. Algo le decía que ese objeto podría terminar siendo útil en algún momento. O quizá no y solo lo habría cargado de forma estúpida.

Después vio que el enano parecía haber sido atacado, pero tampoco le dio importancia, al fin y al cabo aquél no solo tenía problemas mentales, sino que también los tenía físicos, así que, lo más probable es que alguien lo estuviese haciendo un favor tratando de acabar con su pésima vida.

Suspiró hondo, se guardó el disco y se unió al resto de enmascarados esperando a ver cuál era el siguiente paso que creían que era más aconsejado dar. De momento parecía que habían avanzado y que habían evitado el peligro principal.

La benévola bruja se quedó como un pasmarote esperando una respuesta por parte de la figura enmascarada de la mecedora hasta que alguien, a quien le pareció reconocer como su amiga Aire, rompió el encantamiento.

- Esto, sí claro, sigamos adelante. Creo que tenemos que poner más distancia entre nuestros perseguidores y nosotros.

Se acercó a a siguiente puerta, sin perder de vista ni un momento al silencioso paciente prudentemente, y la abrió.

La idea del enano era mala. Por mucho que le habían explicado lo que era un Zelekhut no se daba por enterado.

- Nuestro perseguidor no es uno de los guardias. Es un constructo robótico que ataca con cadenas electrificadas. Empapar el suelo sólo le facilitará el trabajo puesto que el agua en conductor de la electricidad.- La máscara podía tener sus ventajas y es que permitían a Onfale ser todo lo pedante que quisiera y luego desaparecer como por arte de magia. Se alejó del enano en cuanto la chica del lamparón de orín se acercó a él.

- No es mala idea.- Contestó a la ocurrente Aire.- En lo que abre Leiath la siguiente puerta podemos echar un vistazo a las máscaras.- Sabía que iba a ser una fuente inagotable de problemas. Primero ponerlos en fila, después aguantar sus locuras, y para acabar las protestas. ¿Y por qué nadie mira las vuestras?

Pues porque somos el puto Aquelarre de Hala.- Tenía los nervios a flor de piel, pero trato de controlarse.

- Tienen que tener algún tipo de mecanismo para quitar y poner.- Alguien había visto un ojo de cerradura o algo similar , pero no estaría demás ver si Aire tenía razón y las de los guardias no tuvieran que abrirse con una llave.

- No podemos dejar a este paciente ahí o lo matarán.- La verdad es que le daba igual si lo convertían en carne churruscada, pero sí que quería hacerse con algún tipo de arma, por mierdosa que fuera, lo antes posible.- ¿Alguien puede invitarle a levantarse y venir con nosotros?- Él estaba ocupado con lo de las máscaras. Si no lo haría él mismo.

Aire se encogió de hombros. La verdad es que dejarle allí era la mejor idea, pero si insistían, habría que probar suerte

¡Hola! Iba a decir señor, pero no se si es señor o señora. Pero eso da igual, ¿no? Le hablaría igualmente fuese lo que fuese. A no ser que me quisiera comer, que a lo mejor no le hablaría... Bueno, que eso no es a lo que iba. ¿Le gustaría acompañarnos? Bueno, puede venirse con nosotros y dar un paseo, alejarse de un robot asesino que a lo mejor pasa por aquí y le frie con sus descargas eléctricas... ¡Venga, acompáñenos! ¡Seguro que se lo pasa genial!
 

Piedmon no pudo guardar el disco verde, por la falta de mochila en su espalda o bolsillos en su túnica. Pero solo tenía que llevarlo en la mano si no quería dejarlo atrás. Mientras, el enmascarado de la mecedora no hizo ademán de aceptar la invitación de Aire. Mientras se mecía adelante y atrás, parecía que su cara asentía a la proposición, pero luego ni se molestaba en levantar el culo de su asiento.

Al abrir la puerta, Leiath encontró un pasillo que al fondo torcía a la derecha. Había dos habitaciones a la izquierda del pasillo. La primera se adivinaba por una puerta de madera, cuyo picaporte se giró lo suficiente como para saber que no estaba echada la llave. La segunda habitación del lado izquierdo ni siquiera tenía puertas, solo el dintel vacío, y en su interior Leiath vió algunas sillas dispuestas en un círculo. Seguramente fue la sala en la que tuvieron esa sesión de autoayuda con el Doctor Heinfronth, alias Cara de Ángel. Antes de que Leiath pudiese doblar la esquina, surgieron problemas más atrás...

¡Alto! ¡No te acerques!-dijo a Onfale uno de los enmascarados, sacándose un cuchillo de la manga.

Onfale, por lo visto, se había aproximado al enmascarado adecuado al que inspeccionar la máscara. A no ser que fuese un loco con un cuchillo, el comportamiento del tipo era el que tendría un guardia infiltrado que veía peligrar su identidad.

Soy un guardia infiltrado que veía peligrar mi identidad. Sí, ¿y qué? Como alguno dé un paso más, le rajo. Ahora mando yo. Caminad hacia el pasillo. Me haréis de escudos humanos para llegar a la salida.

Uno de los pacientes empezó a carcajearse sin ningún motivo.

Por más energía que le pongo en tratar de ayudar al vago enano a liberarse de su molesta máscara, está claro que él no quiere colaborar y se limita a quedarse cómodamente sentado en su silla rodante mientras yo hago todo el trabajo duro.

«Bah, así no se puede» —pienso, dándome finalmente por vencida.

Lo cierto es que encuentro algún extraño y largo tiempo olvidado placer en manipular a un ser vivo a mi antojo e incluso encuentro atractiva la posibilidad de intimar con él como mami sugiere. Usar por una vez en lugar de ser usada, un placer que hasta ahora siempre me ha sido negado...

Hago caso omiso de las pudorosas indicaciones que tratan de disuadirme y comienzo a acariciar las piernas del enano, por si acaso alguna de las tres no estuviera tan muertan como aparentan todas ellas. No consigo descubrirlo a tiempo porque un nuevo alboroto parece estar formándose a mi alrededor. Hay dos pacientes que han empezado a discutir, parece que no soy la única que trata de cortejar a otro y a la que le dan calabazas.

Aquel pobre enano parecía que la suerte no le sonreía ni una sola vez, desde que fue llevado al Sanitarium y torturado por los doctores, incluso habiendo sido lisiado por estos; pese a que la oportunidad de escapar de aquella pesadilla se le presentó, cada vez hacía más difícil de soportar todo lo que estaba ocurriendo. Su mal fario le resultó en ser atacado en 4 ocasiones, y tan solo había cruzado una habitación. ¿!Que diantres le reparará el futuro a medida que avancen por este psiquiátrico de las pesadillas?!

Viendo como aquella lunática maloliente casi le arrancaba la cabeza del cuello por los tirones de la máscara y viendo que no le daba resultado pasaba al otro cuello. No pudo sentir más que una profunda alegría y alivio al comprobar que; en esta ocasión, alguien la había interrumpido, aún si fuera un guardia y amenazara a otro enmascarado. Al menos no era a él.

-Pues no me parece una mala idea lo que dice el guardia, hacedle caso, id caminando por el pasillo... quizás con suerte nos encontremos con más guardias y podamos hacer frente a la amenaza, o al menos abrir las puertas de este lugar y salir todos en un "sálvese quien pueda". 

Que estuviesen en ventaja numérica de, aproximadamente, 1 a 10, provocó que la bruja de Hala no se preocupase en exceso del arma que había sacado el supuesto guardia. Tenía todas las de perder. Pero el quid de la cuestión estaba en poder sacar el mejor provecho posible de la situación. Por eso, Leiath dejó lo que estaba haciendo- explorar la ruta de escape- para volverse hacia el jaleo montado por el encapuchado con cuchillo.

- Sé inteligente y no amenaces a locos peligrosos. Todos queremos ir hacia la salida, solo dinos dónde está y te llevaremos pacíficamente allí. Además, cómo sabemos que de verdad eres un guardia y no un paciente que se cree uno? Quítate la máscara para que lo podamos comprobar. Coopera con nosotros y nosotros seremos dóciles como perritos, pero si sigues con esa actitud seguramente morirás. A cuántos vas a poder rajar antes de que te quitemos ese arma y te lo hundamos en las tripas? Piensas que vas a poder parar a esta gente que ha sido torturada por tu jefe y ahora ve la posibilidad de escapar?

Tenía la esperanza que la situación no se les fuese de las manos por el bien de todos.

- Con esa actitud solo nos estás retrasando. Dinos dónde está la salida, quítate la máscara, y no perdamos más el tiempo.

¡Aja!¡Pillado!- Al final un poco de presión hacía desvelar la identidad del guardia, si es que sólo había uno de ellos. Había que ser muy bueno para acabar con la vida de una persona con una daga, por muy afilada que estuviese. Dudaba mucho que esos matones de tres al cuarto que había colocado a dedo el doctor Rehner en el sanitorium llegaran a un nivel de destreza tan alto. No le parecían más que meros chivatos y abusones que, aprovechándose de su anonimato y la ventaja de su posición, se creían superiores a los demás.

- Te cuidado no te vayas a hacer daño con eso...- Empezó a decir y su tono de voz pasó de ser el sumiso y meloso que había mostrado delante de los doctores a uno sibilino, de serpiente venenosa. Sin embargo el eunuco se vio sorprendido pro la intervención de Leiath. Empezaba a sacar su genio y de qué manera. Mientras su compañera hablaba Onfale ya estaba en guardia y se movía felino para tratar de rodear al aquel energúmeno que osaba amenazarlos. De esa manera daba más peso a las palabras de la Bruja de Hala.

Al final tenía razón dijo Aire, alejándose del loco de la silla y uniéndose al grupo. La imagen no dejaba de ser algo aterradora. Un grupo de enmascarados terminarían rodeando a otro enmascarado. ¿Se enfrentarían entre ellos? ¿Sería capaz de usar ese arma? ¿Cuántas vidas se llevaría por delante antes de que le despojaran de la daga?

No has entendido nada a ese robot, ¿verdad? Aire intentaba que sus palabras sonaran fuertes y serias, pero sin la magia, no sabía si conseguía ese efecto. Eres un elemento discordante en este grupo de locos. ¿No lo ves? El robot de ahí dentro lo sabrá, y hará que sus cadenas electrificadas te destrocen antes de que puedas gritar si estuviera allí Flame, ya le habría escupido en la cara antes de que ella o Alice hubiesen podido abrir la boca para soltar algún conjuro. Incluso si Aristóteles hubiese estado allí, hubiese sido todo distinto.

No sólo nos vas a decir dónde está la salida, si no también dónde están nuestras cosas.

Piedmon no se inmutó ante la presencia del supuesto guardia. Se estaba empezando a acostumbrar a múltiples chorradas entre los pacientes, así que simplemente dio por hecho que era uno más que estaba un poco más majareta que el resto, y eso sí, que al menos era mucho más avispados que los demás, pues él tenía un arma.

Piedmon llevaba en una mano el disco verde, y colgado del hombro llevaba la sábana que había quitado de su cama. No dudó ni un segundo en acariciarla con la mano que tenía libre. Confiaba en que si el soldado-paciente se ponía salvaje podría usar su truquito y convertirlo en su primer llavero para la colección.

El elemento discordante... ¿Sería eso lo que pasaría? ¿El guardia (o supuesto guardia) llamaría la atención del Zelekhut?

¡Cállate, puta!-dijo a Aire, y casi al mismo tiempo bajó el tono de su voz como un niño que trata de no llamar la atención de un monstruo-No dejaré que me mate. Puedo volcar la silla del enano, o puedo cortar los tendones de los pies para dejar a uno de vosotros varado y desangrándose, cebos destinados a entretener a esa cosa y darme tiempo a salir de aquí.

No hizo ninguna mención a dónde estaban sus cosas, así que solo seguían contando con la palabra del Doctor Rehner al respecto, dada durante la cena: los objetos deberían estar en el desván.

Cogeos de las manos. Formad una cadena, y meteos en el puto pasillo.

Con mirada desconfiada, vigiló a Onfale mientras trataba la maniobra envolvente. Pero no hay superioridad numérica cuando en lugar de un grupo entrenado y organizado solo tienes a un montón de locos yendo cada uno por su lado. Nadie flanqueó con Onfale al guardia, y cuando se inició el asalto para tratar de arrebatarle el cuchillo, el guardia respondió con un codazo en el torso. El ataque se perdió entre las dobleces de una túnica demasiada ancha para ceñirse al cuerpo delgado de Onfale.

El tipo reculó, invadido por la cautela, y volvió a hacer una declaración.

Por última vez, todos al pasillo. O pienso rajaros uno a uno como quién limpia una trucha.

La bruja abrió los ojos como platos al ver que el supuesto guardia le había echado el ojo a Onfale, y pese a que eso no se podía observar tras su máscara, cualquiera que la conociese bien, se lo podía imaginar. 

No lo podía permitir! Hasta aquí había llegado! Tantos días de meditación no habían servido para mucho, en verdad.

Cogió una de las almohadas que se habían traído y la utilizó como escudo. Luego, con rabia, se lanzó a bloquear al enmascarado.

- Que todas las maldiciones de Hala recaigan sobre ti, testarudo carcelero del demonio!

Intentó interponer la almohada entre su cuerpo y la daga. Rezó por que esa distracción animara al resto a actuar.

Viendo como toda la situación iba evolucionando poco a poco y temiendo porque se estaría perdiendo el tiempo en vez de poner tierra entre aquel monstruo mecánico que, al parecer, los estaba persiguiendo; pero por algún motivo dejó dicha persecución por unos cuantos minutos, o al menos tenía grandes problemas con la verja metálica; el enano habló.

-Al igual que yo no he dado importancia a aquel malnacido que me pasó su escroto por mi cara; al igual que yo no he dado importancia a aquel hijo de mil hombres que me dio un baño en la fuente; y al igual que yo no he dado importancia a aquel cuya madre parió de un estornudo cuando me golpeó y me tiró de mi catre, y al igual que yo no he dado importancia a aquella que tiene suerte de no tener patas de asno por el momento de su concepción, que me atacó la máscara... ¿!PODEMOS HACERLE CASO A ESE GUARDIA Y ALEJARNOS DEL PERSEGUIDOR?!.

Dicho lo cual esperó que algún desquiciado lo suficientemente concentrado para que amablemente cogiera su silla de ruedas y se dirigieran en dirección contraria hacia donde aquel monstruo mecánico se encontraba; aunque viendo la suerte que le estaba deparando, era pecar demasiado de confiado y optimista.

Onfale esquivó la mordida de aquella rata acorralada y, al ver que Leiath se lanzaba a por él con la única ayuda de una almohada, no dudó en lanzarse a por la daga del traidor enmascarado, aprovechando la furibunda reacción de su querida Bruja.