Partida Rol por web

Flame se llevó la mano a la frente y el brillo que emanaba de su escama desapareció por unos momentos. Después negó con la cabeza repetidamente y no dijo mucho más. Era absurdo seguir tratando de liderar ese grupo, nadie la hacía caso, como siempre. Y cuando a la mujer no le hacían caso, las consecuencias siempre terminaban por llegar, y generalmente nunca eran buenas.

Pero la muchacha no estaba tan loca como para moverse ella sola hacia el supuesto pasadizo que había encontrado el mediano. No sería tan alocada de marcharse hacia allá ella sola, así que resignada se decidió a acompañar al resto del grupo.

¿Os seguía algo, Aire?-Becky miró desconfiada hacia el camino recorrido-¿Y cuándo pensabais decírnoslo? Hay que darse prisa...

Becky cogió a Aire de la muñeca y tiró de ella los primeros cinco minutos de marcha. Para entonces, el murmullo era ensordecedor, pero no se divisaba ningún peligro más allá del centenar de pies que iluminaba el medallón de Tremens. Entonces el desfiladero se fue retorciendo hacia la izquierda, inclinándose poco a poco hacia arriba, con lo que Becky dejó a Aire a su suerte para tirar del vestido y que no se le arrastrase por la tierra. El ruido empezó a quedar atrás, y al coronar el repecho se estuvo lo suficientemente alto como para ver, entre dos picos, la cabeza del demonio del látigo prendida en llamas. A lo lejos esa eterna lucha continuaba. Daba igual, la habían evitado, no se sabe muy bien hacia qué otra dirección.

Más adelante, el desfiladero perdía exactitud. Se podía seguir reconociendo el camino a seguir, de tierra y piedras, pero las paredes de basalto a uno y otro lado se convertían en montes y valles escalonados, la mayoría por debajo de la nueva altitud a la que habían ascendido. Es como si en cualquier momento pudiesen abandonar el camino y perderse en un desierto irregular de baldosas negras.

Cruzaron un puente, que no era más que una gran roca alargada que unía las paredes de basalto del desfiladero que se dibujaba cincuenta pies más abajo, tanto a izquierda como a derecha.

El camino bajo el puente podría ser el desfiladero de la izquierda, en la bifurcación de la calavera. Si después de salvar a Viktor, el niño no quisiese volver a la calavera, podríamos ahorrar toda la vuelta descolgándonos con una cuerda.

Dejó ahí la idea, pero por el momento todavía les quedaba mucho que andar. Una hora después llegaban a la pared de la caverna. El camino terminaba en una gran boca, de proporciones gigantescas, una formación natural con aspiraciones a arco ojival de catedral, del que colgaban como dientes varias estalactitas. Cruzar esa puerta les llevó a una cueva de formas redondeadas, con el techo a un centenar de pies sobre sus cabezas, vislumbrado debilmente en los confines de la luz de Tremens.

La única salida para continuar fue un gigantesco túnel a mano derecha, que ascendía con anchas losas superpuestas a modo de escalones, cada una de la superficie de un huerto grande. De vez en cuando, la pared de la derecha se interrumpía por tramos, y desde lo alto se divisaba al fondo el fulgor rojo del lago de lava. No eran más que insectos diminutos serpenteando por dentro de la pared hueca de una gran casa. Pero lo más sorprendente es que la temperatura en esta chimenea se mantenía tórrida, cuando la lejanía del lago debería hacer que estuviese fresca.

Tyron, acostumbrado a la vida del pantano, tardó en interpretar su cosquilleo. Había escuchado antes de la afinidad con la piedra de los enanos, pero esta era la primera vez que lo notaba en sus propias carnes. Del otro lado de la pared izquierda del túnel quizás de unos quince o veinte pies de grosor, estaba el exterior de la montaña que contenía la gran caverna de techo de Brumas, y este túnel secundario. Tan cerca y a la vez tan lejos de la salida.

Lo malo de los subterráneos es que no tienes conciencia del paso del tiempo. El cansancio y el hambre empezaban a sugerir un alto para comer. Ya estaban a punto de darse por vencidos, cuando escucharon un poco más arriba...

¡NYAAAAAAAAAAARK! ¡HOARRRRRRK!

¡GRRRRRRR!

¡WARF!

El primero de los alaridos es inconfundiblemente de los Varrangoin. El alegre ladrido final es de Rufus, porque... ¿cuántos perros más puede haber en este lugar? Lo que no logran identificar es el gruñido.

La cueva se abre en una gran explanada circular, abierto a un precipicio mortal. Uno de los Varrangoin sujeta a Rufus y alza el vuelo, pero no hacia el abismo, sino hacia un segundo túnel a mano izquierda. Rufus ladra al ver a Fosco, pero sus patas cuelgan como pesos muertos, como si el veneno le hubiese paralizado de cuello para abajo.

En el centro del nido, Das Vracken gruñe sobre el cadáver de otro Varrangoin, disuadiendo al tercer ala negra de atacar, en un duelo animal de gruñidos y amenazas. Realmente, Viktor parece más una bestia que una persona. Sus ojos se han vuelto rojos y su brazo izquierdo triplica en longitud al derecho, terminando en una garra de tres uñas, y con un color de piel violáceo bastante antinatural. La postura de Das Vracken es desgarbada, a cuatro patas, imitando la forma en la que su oponente Varrangoin eriza la espalda y agita las alas sobre la tierra.

¡GRRRRRROOOOOOAAAAAARRR!

Ya no hay duda, el gruñido era de Das Vracken. Definitivamente ha perdido su último soplo de humanidad.

Al fin! Habían dado con el hombre de la vistani, o lo que quedaba de él. Se había convertido en un monstruo. No!- pensó inmediatamente la bruja- seguramente se trata de alguna alteración mágica para luchar mejor contra esas criaturas.

Ayudad a Viktor!- gritó Leiath a la vez que sacaba una de sus varitas y apuntaba al Varrangoin que amenazaba a la bestia-hombre. Un misil mágico salió raudo al encuentro de su objetivo.

Tremens se seplazó para quedar relativamente cerca de los dos contendientes, el tipo que cayera con los otro y que ahora estaba terriblemente mutado y el bicho volador, se colocó de forma que el ser alado quedara entre él y el hombre mutado y luego descargó la flecha que había colocado en la cuerda a la velozcidad del rayo...

...la flecha voló certera impactando sin piedad en el cuerpo del ser alado arrancándole un chillido de dolor.

Onfale veía actuar rápido los que le rodeaban pero no habían atendido a sus explicaciones.

- Son resistentes a la magia y débiles a la plata.- ¿Era un reproche?Fue decir aquello y un argénteo destello brilló entre las manos del perfumista. Era el puñal de plata de Nikeras que le venía al pelo en estos momentos. Pero claro, lanzarse en su estado a primera línea de batalla no era lo apropiado. Miró a Flame ya que sabía que ella sí se había preparado para luchar contra los licántropos. Además recordaba cómo los varragoin atacaban con un aliento poderoso diferente según su naturaleza.- Cuidado con su aliento. ¡Dispersaos!

Flame señaló al demonio que se llevaba  Rufus volando. ¡Vosotros acabad con ése antes de que se escape! Dijo tratando de convencer a sus antiguos compañeros y con suerte también a los nuevos. Flame aún no sabía nada de las aptitudes de aquellas criaturas, mientras el resto luchaban con ellas, la pobre mujer se debatía entre la vida y la muerte por escapar del mar de llamas. No le había dado tiempo a aprender nada de ellas, ni tampoco de escuchar a la maga. Los magos, si podéis paralizar a Viktor mejor, no debemos dejarle que actúe, dormidle, paralizarle, ¡lo que sea!

Yo me encargo de éste. Dijo mientras salía a la carga del Varrangoin mientras su espadón emitía destellos plateados.

En cuanto escuchó las palabras de Onfale, la escama de Flame comenzó a brillar con un tono ahora negro y oscuro, como si una sombra los empezase a recubrir a todos. Parecía como si una especie de armadura ácida los protegiese a todos, incluído a Viktor y al mal intencionado del enano.

¡Haced caso a Onfale, cuanto más distantes estéis unos de otros mejor!

La situación cambió totalmente de cariz en cuanto llegaron al nido de las criaturas voladoras que se habían llevado al compañero del grupo que cayó de lo alto de la gruta. Todo el mundo se había puesto en marcha para ayudar a su... ¿compañero? Kaevhas no conocía a ese tal Viktor, pero algo le decía que ese no era su aspecto habitual.

El perfumista los había advertido de la resistencia mágica de aquellos seres, pero entonces Kaevhas recordó que Farastu también lo era... Y aún así, él pudo dañarlo. Se fijó en que todos se estaban centrando en el Varrangoin del nido, pero nadie se disponía a atacar al que trataba de escapar volando. Entonces escuchó a la mujer llamada Flame. -¡Yo me encargo!- Exclamó el mago. Sin apartar la vista del ser alado que trataba de escabullirse por un túnel, Kaevhas concentró de nuevo su poder interior tratando de concentrar su energía para transformarla y utilizarla. -In sonus orbis...- Susurró mientras en su puño cerrado se comenzaba a formar una pequeña esfera transparente que temblaba distorsionando el paisaje que se veía a través de ella. Con un gesto preciso, el mago extendió su brazo para dirigir el proyectil mágico hacia su objetivo.

Mi perrrrooooooo decía Fosco buscando ayuda. Luego cogió su estoque y escudo y se puso en marcha. ¿Entre tanta gente quien le vería? Y eso hizo... aprovechar la cantidad para ir alejado de la mirada de las ratas voladoras y acercarse con sigilo, flanqueando a las criaturas.

Aire iba a protestar cuando Becky la dijo que por qué no había avisado antes. ¡Si lo había hecho! Nada más llegar, lo dijo, pero nadie la debió hacer caso. Pero no pudo quejarse. La joven tiró de la muchacha y ella se dejó llevar, riéndose y divirtiéndose, porque apenas hacía esfuerzos para caminar... Hasta que Becky la soltó, que casi se cayó rodando.

La marcha estaba siendo larga, pero Aire estaba en forma y no la importaba caminar. Le hubiese gustado acercarse a sus compañeros, viejos y nuevos, para entablar conversación con ellos. Y, por supuesto, hablarles de su osito Aristóteles, lo bueno y maravilloso que era. Pero la voz de su peluche la detenía, advirtiéndola que estaban en una misión peligrosa. Así que se dedicó a cuchichear con el oso, acercándoselo al oído y murmurando.

Al final parecieron llegar a su destino. Esos pájaros estaban allí, y Aire intentó recordar al que casi había congelado a Aristóteles. Poco a poco se fue enfadando. ¡No sabía si ese monstruo estaba allí! Sus ojos empezaron a oscurecerse y su rostro se tensó. Los ojos ya eran totalmente negros cuando en su mano apareció una bola roja. Con un gruñido, la lanzó contra el pájaro que se llevaba a Rufus

Artho había avanzado en medio del grupo por todo el largo camino, su mirada lucia distante y más aburrida que preocupada, la larga caminata, aquel raro grupo con el que se habían encontrado, nada lucia lógico, ni siquiera para la lógica de aquellos lugares. Las articulaciones comenzaban a dolerle incluso al estirarse, constantemente acaricia con la diestra y zurda el pomo de su estoque y el mango de su hacha, no le agrada el estar tan expuesto y sin gran oportunidad para escabullirse entre algún recoveco donde pudiese seguir al grupo pero mejor cubierto, con tanta gente rodeándole se complicaba hacerse una sombra. – Tanto enemigo rodeándonos para cazarnos cual pequeños roedores a la búsqueda de comida, es cuestión de hacer un movimiento en falso y…- Sus pensamientos son interrumpidos por el ladrido del perro y la actitud bestial de un humanoide que devora a una de las bestias, algunos de sus compañeros parecen pretender ayudar al humanoide ya que dicen conocerle, incluso alguno dispara una flecha contra el enemigo que intenta huir con el perro. –Pero qué diablos, por que intentamos recuperar a un perro y una bestia, deberíamos continuar hacia donde quiera que esté la salida de este lugar maldito, llamar la atención de un nido de pájaros carnívoros no es nada inteligente.- Sin hacer otra cosa que sacar su arco y tensar la cuerda Artho se limita a asegurarse de estar listo para dar en el blanco… Cuando las bestias regresen con refuerzos.

Alice empezó a recordar todos los hechizos que sabía, Vaya, casi todos lo hechizo son...dañinos. No creo que pueda ayudar con Viktor. Aunque si podría ayudar con Rufus y su sufrimiento. La maga solo podía hacer una cosa, y rezar que hubiera un objetivo para cuando acabara el conjuro.

Solo los arcanos Aire y Kaevhas intentaron salvar al perro. Ya ni Fosco da una pieza de cobre por la vida de Rufus. El proyectil sónico de Kaevhas lacera la piel negra del Varrangoin, pero es insuficiente para que suelte a su presa. Rufus y su comensal se pierden de vista en cuanto el túnel de la izquierda hace un requiebro.

Los demás atacan con todo lo que tienen. La flecha de Tremens no es de plata, pero coge desprevenido al otro Varrangoin lastimándolo un poco. Flame, que sí porta un arma de plata, tiene la enorme fortuna de que el Varrangoin se ve sorprendido por la irrupción del pequeño ejército de hombres. De otro modo, el Varrangoin no habría tenido problemas es esquivar el golpe.

Luego llega Onfale, que arremete con el puñal... con tanto ímpetu que cuando el monstruo se aparta, Onfale llega al precipicio y cae, sosteniéndose en el último segundo en el borde de la explanada con una sola mano. Mientras su cuerpo pendula amenazando con caer al vacío, su primer pensamiento es tirar la herencia de Nikeras para tener una segunda mano con la que asirse y salvar la vida.

Sí, sí... Paralizar a Viktor...-dice, pasando las hojas de su libro frenéticamente-Voy, un momento.

Viktor actúa. Gateando con su desproporcionada garra izquierda, se acerca al borde del precipicio y hunde sus zarpas en la carne del brazo de Onfale.

¡Atontar! ¡Lo tengo! অচেতন করা

Sacude su cabeza, eludiendo el hechizo de Becky, y se centra de nuevo en Onfale. Es una escena demasiado familiar. Pero esta vez el brazo de Viktor es fuerte y logra sostenerle, arrastrando al perfumista de nuevo al nido. Si lo ha salvado por humanidad o para poder comérselo luego es una incógnita que se dirimirá en breve.

Un par de minutos después, Fosco logra dar su gran rodeo para coger por la espalda al Varrangoin, solo para ver cómo la criatura descarga su ira contra Flame. Clava primero sus garras, y después el aguijón de su cola pendula como el de un escorpión hasta probar el cuello de la mujer vómito.

Flame notó como aquel repugnante ser le envenenaba por dentro, y entonces el oscuro brillo de la escama de su frente comenzó a cambiar nuevamente de color. Esta vez tenía unas tonalidades carmesí, un rojo fuego que seguía brillando sobre la piel de todos sus compañeros, especialmente sobre la de Flame y Fosco.

La mujer contempló la situación de peligro de Onfale, pensaba que el medio chico no sería tan tonto de exponerse a un combate cuerpo a cuerpo, cuando especialmente ella y Fosco eran los guerreros del equipo. Aún así lo hizo y terminó por acabar al borde del suicidio. Flame suspiró algo más tranquila al ver que aunque Viktor lo hería, al menos lo salvaba, por el momento, la vida. Al menos eso era un consuelo y daba que pensar que quizá, aún no estuviera todo perdido. Luego Flame se dio cuenta que realmente, si su excontratista se moría, tampoco ella lo iba a echar de menos.

Perdida entre sus pensamientos, Flame intentó golpear a su enemigo esta vez sin ningún exito. Parecía como si el veneno le hubiera hecho más daño de lo que parecía a simple vista.

¡Joder Becky! ¿Qué clase de lanzadora de conjuros eres que no sabes ni para qué valen tus conjuros? Suspiró molesta.

Onfale!- Los ojos de leiath casi se salían de sus órbitas cuando vio al perfumista lanzarse al vacío, menos mal que Viktor había reaccionado y le había salvado la vida. Debía curarle pero no quería pasar por en medio de los contendientes.

Como había observado que el estilizado hechicero ya no tenía la misma chipa de inteligencia que solía tener le lanzó un consejo que esperaba siguiese para permanecer con vida: no entres en combate, cúbrete para que no te den y cuidado con el precipicio no vaya a aparecer otra bestia por ahí y se te lleve!

Flame también había sido herida, pero su estado no era muy grave asi que usó de nuevo su varita para lanzar un proyectil mágico al Varrangoin.

Fosco iba detrás del murciélago buscando su punto débil... y donde el pensaba que debería tener un punto débil ahí metió su estoque...

Los ojos de Aire no tuvieron tiempo para cambiar su tonalidad. Tan pronto como vio que la criatura se iba volando, alejándose de su camino, volvió su mirada al combate más cercano. La situación era tensa, pero su fría mente la obligó a centrarse en Flame. En otra situación, Aire hubiese reaccionado de otra manera distinta, pero ahora le interesaba acabar cuanto antes con aquel ser. Con cuidado, pero decidida, se acercó todo lo que pudo hasta Flame. Recibiendo un calambrazo, apoyó la mano sobre ella, transmitiéndole energía.