Partida Rol por web

Decido volver a lo clásico, lo clásico siempre funcionaba y no había nada más clásico que un mago lanzando proyectiles mágicos. De modo que preparo la pose teatral de lanzador de conjuros, un pie adelantado mano derecha apuntando al objetivo y mano izquierda alzada al cielo con la palma abierta, y pronuncio las palabras mágicas. Cuatro rayos de luz salieron lanzados contra el cabalista que ya había recibido la bola de fuego. 

Aire contempló con suficiencia cómo su tormenta había contribuido a destruir a una de las criaturas y a parte del cabalista. No se fijó casi en que Flame huía de allí, ni cómo los demás tenían más o menos problemas con sus respectivos rivales. Para ella, el enemigo a abatir era ese hombre, pues si había convocado a una criatura, podía convocar a más. Y, cuanto antes cayera, más opciones tendrían de salir ilesos de aquel combate... Aunque fuera su magia la que se gastara lentamente.

Alzó la mano y unos zarzillos de fuego empezaron a rodear sus dedos, juguetones, sabiendo que iban a ser lanzados. A Aire le preocupaba la posición del cabalista. Lanzar el mismo tipo de conjuro no la beneficiaría, tenía que jugar con toda su magia, confiando en que si lanzase algún tipo de barrera mágica, los proyectiles pudieran con ellas.

Y volaron a su objetivo. Los cuatro dardos ejecutaron giros en el aire, buscando con agresividad al cabalista, que los estaba esperando.

Jadewo evitó las fauces del perro de yez y hundió su espada en el blando cuerpo del cabalista. La lluvia de cortes de Tybalt terminaron el trabajo. En cuanto al otro oponente, la lluvia de proyectiles mágicos ocultó su figura tras el humo de multitud de pequeñas explosiones mágicas. Nunca lo sabrían, pero ambos cabalistas se habían protegido con los conjuros. Sin embargo, la magia de los magos de la Cohorte de Becky era simplemente superior. De quién fueron los proyectiles que no superaron la barrera mágica no tenía mayor importancia.

Tres demonios organizadores descendieron para volar bajo. Uno de ellos apresó al sabueso yez para que no hiriese a Jadewo. Otro de ellos, cerca de Tybalt, hizo una seña a Yuri, consistente en un dedo degollando el cuello. La tormenta de hielo de Aire se disipó al lado del último cabalista. El demonio alado más cercano alzó el dedo índice.

Vaya... qué rapidez... Bueno, el caso es que uno de los cabalistas
ha muerto, y el otro está gravemente herido. Para dar por finalizado
el combate, el bando ganador debe, en un acto de extrema crueldad
gratuita, rematar al encapuchado moribundo. Proceded, y seréis
declarados ganadores, Cohorte de Becky.

Para que no hubiese dudas, tanto Yuri como los dos demonios que certificaron el estado de los cuerpos con un conjuro de reloj de la muerte, señalaron cual era el nigromante a sacrificar.

Esta es la mía, capturaré a Becky y me la llevaré de nuevo al Cárceri...

En cuanto Farastu hizo ademán de bajar a la arena de combate, dos demonios de la organización cayeron sobre él y le apresaron.

¡NOOOO! ¡SON MÍOS! ¡ME LAS PAGARÁN! ¡DEJADME, IDIOTAS!

Le arrastraron por los aires hasta una de las torres, para retenerle por los altercados. La piel pegajosa de Farastu hacía que fuese muy fácil de sujetar... otra cosa sería deshacerse de él dentro de unos minutos. Mientras, el resto del público, por lo menos los que eran lo suficientemente valientes para no salir huyendo por el aullido del sabueso yez, jaleaban a la Cohorte de Becky esperando que alguno consumase aquella ejecución pública.

Una vez dispersado el humo de las explosiones mágicas una sonrisa de medio lado se dibujó en el rostro del perfumista al ver el estado en el que había terminado el Cabalista. El combate había terminado, como demostraba la intervención de los demonios organizadores. En esos instantes de relajación, mientras el cuerpo y el latir del corazón volvían a recuperar su estado basal, Onfale observó con preocupación la algarabía que el Faratsu montaba en las gradas.

Eras pocos y parió la abuela.- Si Orkus no sabía ya que eran una congregación destinada a destruir la Rosa de Laón es que muy tonto tenia que ser. Pero, ¿qué podían hacer a más que seguir adelante? 

- Yo lo haré.- Dijo dando un paso adelante con tal de que Leiath no manchara sus manos de sangre y pudiera perder el favor de Hala. El perfumista, a lo largo de todas las peripecias vividas al lado de la Bruja, había adoptado también la fe en la Diosa Hala, aunque a su manera. No en vano le debía la vida.

Si lo que quieres es espectáculo eso tendrán.- La vida del Cabalista ya estaba sentenciada. ¿Qué mas daba si moría en medio de un combate a muerte o a sangre fría? La única manera que tenían de desviar la atención sobre las rarezas de su congregación era dar al público lo que pedía. Haber vivido como un esclavo había endurecido el corazón del eunuco. Quizá Tybalt hubiera sido capaz, de habérselo ordenado. Después de todo era un semi-infernal y un esclavo a sus órdenes, que como tal, debía obedecer. Podría haber confiado en Flame si no hubiera salido por patas. Pero, al final, lo mejor era hacerlo él mismo. Trataría de que no sufriera en demasía, de que fuera rápido.

De camino hacia el cabalista apresado y aún con un hilillo de vida, Onfale sacó su puñal de plata y guardó el estoque. Los recuerdos del bueno de Nikeras le agarrotaron la boca del estómago. No iba a ser la primera vez que aquel cuchillo, seguramente bendecido por el druida, acabara con la vida de un despreciable, en aras de un bien mayor. Cuando el mago llegó hasta el cabalista moribundo le echó para atrás la capucha para que todos pudieran ver bien su rostro. Con pocos escrúpulos lo puso de rodillas y se situó a su espalda, sujetándolo por los pelos con una mano. Elevó el puñal al cielo para que los destellos argénteos atrajeran la atención de los espectadores ávidos de sangre. Esperaba que lo vitorearan y pidieran a gritos su muerte inmediata. Tras unos segundos de espera le rebanó el cuello tratando de que no le manchara su sangre.

Tenía que ser rápido. Como hacían los prestidigitadores, Onfale trató de usar el cuchillo de plata, con su brillante filo, para distraer a todos los que le estuvieran mirando. Mientras se deleitaran con la perspectiva de un degollamiento inminente no se fijarían en su su portador rebuscaba entre las ropas del Cabalista moribundo. En el momento en el que el mago manipulaba el cuerpo de su enemigo para ponerlo de rodillas trató de hacerse con algún objeto que pudiera servirles en su sagrada misión.

Aire bajó las manos al ver cómo los cabalistas habían caído. No por eso había decidido relajarse, no. No había que fiarse nada en ese plano. No se podía saber si, de un momento a otro, bajarían los miembros de alguno de los otros grupos (derrotados o no) a intentar acabar con ellos.

Pero sí que se permitó echar un vistazo a su alrededor. Ella misma habría ido a acabar con la vida del cabalista, destrozando su cabeza hasta que ni sus sesos fueran reconocibles. Pero Onfale se adelantó. El refinado perfumista que hizo una pequeña actuación para que el público le virotease, para convertirse en uno de los favoritos. Aunque ya poco importaba. Eran los ganadores y el final de esa misión cada vez estaba más y más cerca.

A la benévola curandera no es que le pareciese de una moralidad intachable eso de ajusticiar a los enemigos caídos, pero entendía que en aquella circustancia no había medio de evitarlo.

Agradeció la forma en la que su amigo lo llevó a cabo; rápido para que no sufirse más de lo inevitable, y se lo hizo saber con una leve inclinación de cabeza.

Después murmuró una plegaria por los enemigos caídos ya que no había tenido ocasion de comprobar que realmente se mereciesen ese destino y se sentía algo culpable.

Pero pronto su atención se centró en el siguiente problema que se les presentaba; esa sabandija amarilla limón que no paraba de berrear. Si conseguía la atención de alguien con cerebro, quizás significaría el fín de su mision sagrada. Era intolerable.

La sagaz mente de la bruja se puso a trabajar rápido y se le ocurrió una de sus idea peregrinas, que si funcionase quizás les libraría de aquel nauseabundo ser.

Esperad!- gritó a la presentadora del evento- Si es verdad que esa babosa mentirosa quiere acabar con nosotros, por qué no darle la oportunidad ahora delante de todos y que así se divierta nuestro querido público?

Si pudiesen acabar con él en ese momento, no le iría con el cuento a nadie.

Suspiro aliviada, había sido mucho más fácil de lo que había pensado. Pero todavía no había terminado todo, faltaba ese asqueroso demonio amarillo y pegajoso, la maga se dispuso para el nuevo combate. Cuando los demonios organizadores se llevaron al asqueroso demonio. ¡Vaya!, por una vez las autoridades nos ayudan y no nos toman por ladrones o asesinos de niños.

Miro a Leiath sorprendida al ver que esta no reusaba el combate. Recuerda que ese monstruo ya ha matado a mucha gente, gente muy preparada. Todavía no tenemos suficiente poder para terminar con él. Era la prudencia lo que hablaba y no el miedo, o eso era lo que pretendía hacer Alice.

Por otra parte observo como el eunuco se encaminaba a realizar el sacrificio. Un sacrificio que mancharía las manos de todos aunque no empuñaran el arma, todos serian culpables por omisión.   

Alice tiene razón, Leiath. Estamos muy cerca de ir a ese mundo maravilloso del plano material en el que los demonios no existen. No tiene sentido arriesgarse, y además, no somos todavía lo suficientemente fuertes...

Mientras tanto, Onfale ejecutaba al último cabalista entre los aplausos del público. Yuri extendió un par de alas de murciélago y salió volando, a la grada, a una especie de palco de celebridades. Allí consultó la propuesta de Leiath con un ogro de aspecto regio...

Son los ganadores del Torneo de la Calavera, se lo han ganado. ¡La organización
acepta la propuesta de la Cohorte de Becky de enfrentarse al exaltado amarillo
del público! ¡Que lo traigan de nuevo!

Para cuando el contendiente había llegado, la magia aceleradora de Onfale se había agotado. Los demonios dejaron a Farastu en el centro de la arena y se retiraron para que el combate pudiese dar comienzo...

¡EL COMBATE PUEDE DAR COMIENZO!

Ocupado como había estado no entendía demasiado bien qué había sucedido. Cuando pensaba que se habían librado del Faratsu lo tenía en el centro de la arena para enfrentarse a él en un combate a muerte. La verdad es que, a pesar de una primera reacción de fastidio, tras pensarlo consideró que era mejor acabar con él de una vez por todas. Sabía cosas sobre ellos que sería mejor que no divulgase.

- El Faratsu se hace invisible, es vulnerable al frío y su piel desprende un limo pegajoso que hace muy difícil atacarlo cuerpo a cuerpo. No le ataquéis con ácido pues es inmune a él.- Advirtió a sus compañeros. toda esa información la había deducido símplemente por observación de su primer combate contra él pero, ¿qué mas sabía de aquellos seres? Mientras pensaba metió la mano en el aceite del conjuro que impediría al demonio hacerse invisible, cosa que ya había supuesto un problema la primera vez que se enfrentaron a él.-Sambha Kshammmmmmm, Ajna Piṣṭāni Yiótis.- Sopló con fuerza para que el polvo dorado se pegara al pegajoso cuerpo amarillo del faratsu. Una vez realizado el conjuro corrió a buscar la protección de sus compañeros.

Por Hala, cómo había sido tan insensata!

La bruja se acojonó al momento de ver entrar a la arena al demonio Farastu. Estarían ellos mejor preparados ahora que la primera vez que se enfrentaron a él? Estaría él peor preparado?

Quién había guiado su descuidada lengua, su sabia diosa o el orgullo desmesurado de una jóven sin apenas experiencia?

Pronto lo verían.

Jadewo contempló como Onfale degollaba al último contendiente, herido de muerte, entre las aclamaciones de público. También se fijó en aquel singular ser amarillento que despotricaba contra el grupo. Le tomó por sopresa las palabras de Leiath. Con el cejo fruncido simplemente guardó el mandoble a su espalda y sacaba el escudo para tenerlo a mano... una estrategia distinta, atendiendo las palabras de Onfale.

Cuando los demonios depositaron al tal Farastu, como medida cautelar, le lanzó un primer ataque para debilitarlo.

-¡Perdo Corporem!- Pronunció con determinamiento a la vez que un rayo de energía verde se lanzó contra aquel ser...

Aire no había estado atenta a aquella criatura amarilla. Parecía que había pasado una eternidad desde la vez que se enfrentaron. La muchacha observó con detenimiento como le dejaban en el centro de la arena, y entonces miró a su alrededor. Por un lado estaban los guerreros, por otro las hechiceras. No se lo podían haber puesto más fácil a aquel ser.

Había que actuar con rapidez. Y lo que había dicho Onfale le vino bien para recordar qué debía hacer.

Sin pestañear, lanzó de nuevo su tormenta de hielo contra Farastu.

¡Mierda! ¡Mierda! ¡MIERDA! ¡No estoy acostumbrada a dar espectáculos gratis, esto será un plus en nuestros honorarios! Comento al ver que se enfrentaba a otro combate mortal que iba a ser las delicias del público. Porque, enzima no cobraremos nada por ello.

Todas las veces que se habían enfrentado al demonio amarillo alguien había muerto y, literalmente, había perdido la cabeza. De modo que planeo su estrategia, primero convocar algo que le pudiera servir de escudo, luego ya lanzaría hechizos como había indicado el eunuco.

El aluvión de cortes terminó con la vida del cabalista en una muda escena que seguro fue del agrado del público. Aunque no hubiesen gritos que acompañasen, el brotar de la sangre del mago compensaría sobradamente la carencia de sonido. Sin relajarse, Tybalt se giró para contemplar cómo estaba el resto. Una nube de escarcha en el otro extremo se fue disipando para dejar ver al moribundo contrincante y el gesto de un demonio de la organización sellaba su destino. No hacían falta palabras para saber que habían ganado la ronda y que tan solo les pedían el último tributo de sangre.

Fue Onfale el que puso fin a la vida del cabalista con la teatralidad que se esperaba del duelo. En aquel momento, desde su muda burbuja, Tybalt estuvo a punto de guardar sus armas cuando un nuevo evento parecía producirse. No supo muy bien por qué, pero unos demonios alados traían a otro ser hasta el centro de la arena. El espadachín frunció el ceño ante la inesperada situación. ¿No se suponía que tan solo debían enfrentarse a las congregaciones participantes? ¿Era aquel engendro un integrante más del grupo? ¿Un primo lejano en busca de venganza, tal vez? ¿O simplemente se trata de una prueba extra para compensar la velocidad con la que terminaron la ronda? Fuera cual fuese el motivo, las reacciones de sus compañeros fueron las que lo sacaron de toda duda. Sin duda se trataba de un nuevo enemigo a batir y tan solo había una opción posible. Tybalt flexionó sus piernas y se preparó para cargar contra el asqueroso y amarillento ser sin perder detalle de su rival. No conocía el nivel de habilidad del demonio pero no podía dejar que llegase a trabar a ninguno de sus compañeros. Con Flame en retirada, solo quedaban Jadewo y él mismo para ser el muro que defienda al grupo. Además, con el aura de silencio podría sabotear cualquier intento de pronunciar algún conjuro si es que esa amalgama amarilla tenía tal poder. 

Jojojojo... Vais a lamentar esto. Os llevaré a todos arrastras hasta la dimensión-prisión de los pantanos de Orthys, haste el fin de los tiemp...

Como callándole la boca, Tybalt cayó sobre él con la furia de un tiflin, sellando sus últimas palabras en el área de efecto del silencio. Casi simultáneamente, una tormenta de aguanieve y granizo se desató sobre el escuálido cabezón de piel amarilla. Luego llegó el rayo de Jadewo.

Desde la cortina de nieve surgió la garra del Farastu desgarrando la mejilla de Tybalt, que a estas alturas empezaba a creer que el tipo estaba muy por encima de sus posibilidades. Para rizar el rizo, la garra siguió su curso hasta la nuca, y el Farastu tiró de Tybalt apresándolo en un abrazo mortal...

Unos segundos después, un méfit de hielo se materializaba en el cielo. Por desgracia para Alice, ella no sabía de la resistencia del Farastu sobre el frío...

Jadewo no tenía muy claro el motivo de ese cobate, esa... violencia gratuita, y menos orquestrada por Leiath. Pero en cualquier caso parecía un adversario muy peligroso y capaz. Viendo que su rayo habia resbalado por encima del engendro, mostrando una fuerte defensa arcana, el conflicto le llamó más la atención... sin querer dejar a Tybalt solo, se sumó en el combate para ayudarle e intentar neutralizar tal Farastu.

Concentrando sus capacidades, en un abrir y cerrar de ojos, el guerrero lanzó un fuerte ataque con su cimitarra, causando una fea herida al amarillento ser pero, de nuevo, parecía que su magia no era capaz de dañarlo...

¿Qué es lo que hace daño a este maldito bicho? Parece que el hielo no. Pregunto Alice en busca de conocimiento, aun le quedaba otro hechizo de convocar monstruo y esta vez no quería falla. Mientras tanto, recurrió a los fiables proyectiles mágicos.

El fuego tampoco le afectaba mucho. Y creo que al ácido era inmune... ¡El sonido! Pero... claro, el conjuro de Silencio de Leiath. Su conjuro más poderoso de sonido no serviría de nada mientras Tylbat no se alejara de él.

La última vez un conjuro de grasa le impidió el movimiento. Ella no poseía ese conjuro, los suyos eran diferentes. Metió la mano en su bolsa de conjuros y sacó un poco de pelaje. Frotándolo entre sus dedos, la electricidad estática apareció y rapidamente se formaron chispas de electricidad.

Esperemos que el rayo le fulmine soltó. Las palabras arcanas salieron de sus labios como suspiros y una línea eléctrica atravesó el campo de batalla hasta llegar hasta Farastu