Partida Rol por web

Los ojos negros de Aire iban y venían, pues su energía mágica se agotaba. Aún así, no se rendía. Tenía una misión que cumplir, y la terminaría.

Justo antes de lanzar el conjuro, vio el rostro oculto de Onfale, y se detuvo un instante. ¿Y si le quitaba el velo? ¿Qué ocultaría? Su mente viajó al combate antes de que se pusieran contra la hidra. ¿No le había comido la cara una de las criaturas? Con esa imagen en su mente, sacó lo que necesitaba para realizar el conjuro.

Y otra vez, la magia corría por ella y sintió el efecto ya tan conocido. La hidra era tan predecible que estaba casi segura que ya no iba a necesitar su magia. Pero no iba a ser tan prepotente... De momento.

Flame ya se había tomado la poción que le cedió. Aire continuaba con su perfecta combinación de magia y puntería. Pero no podía evitar notar que la caprichosa maga tardaba lo suyo en disparar cada proyectil. ¿No se suponía que entre todos debían poder dispara el arma co mayor frecuencia? Así debía ser si se disparaba por un método convencional, pero Tybalt no debía olvidar el factor mágico que la mujer utilizaba en todo el proceso.

Y no lo hizo. Se guardó toda la impaciencia que iba acumulando en aquella angustiosa espera. Sus músculos comenzaron a tensarse mientras que sus nudillos palidecían, dentro de lo que su tono de piel le permitía, por la fuerza con la que sus manos se cerraban alrededor de la empuñadura de sus espadas. A pesar de haber sido ensartada dos veces, era imposible determinar cuanto habían dañado a la hidra realmente. El espadachín estaba comenzando a odiar especialmente a todos esos seres carentes de vida. Todos sus años de observación y de análisis parecían irse directamente al traste contra rivales a los que les daba lo mismo perder un brazo que media cara. Pero bueno, ya había obtenido su ansiada libertad y una diosa parecía avalar ese derecho. Así que pedir rivales con los que poder luchar cómodamente quizás fuese pedir demasiado.

Menos mal que el vestido de Leiath es verde oscuro y disimula las areolas de los sobacos. A pesar de ser de origen humilde, su madre la había preparado para el mundo espiritual, no para el esfuerzo físico. Ya solo faltaba un virote y no necesitaba cargar con él hasta después de que Aire disparase, así que se tomó un respiro para medir distancias.

El círculo que había conjurado alcanzaba a Flame y Tybalt de cintura para arriba (a Tybalt, en realidad, desde los muslos por la diferencia de altura). No protegía sus rodillas o sus pies, pero tampoco hacía falta: las altas cabezas de la Hidra se tenían que agachar, con lo que todos los ataques a esos dos les llegarían desde arriba.

Sin dejar de detenerse, una de las cabezas de la Hidra recogió con la boca el cuerpo de uno de los zombis rematados por Flame y Onfale, y se lo tragó. Por otro lado, y como se preveía, el cuerpo del zombi monstruoso había apisonado la muralla de nieve como una auténtica fuerza de la Naturaleza. Ya faltaba poco para que Flame la tuviese a tiro de vomitona.

- Esperemos que muera con este.- Dijo esperanzado en no tener que enfrentarse, ni el ni otros, con el tremendo zombi de la hidra. Ya estando cargada y apuntada la ballesta sólo quedaba que la prodigiosa Aire hiciera su trabajo. Mientras tanto Onfale cargó su propia ballesta aunque viendo su virote tan pequeño, sobre todo en comparación con el de la balista, se preguntaba si merecía la pena.

Claro que merece la pena por muy pequeño que sea siempre será mejor que nada.- Y él lo sabía bien, desgraciadamente.

Escuchó el comentario de Onfale, y no pudo evitar escupir. Dudaba mucho que esos proyectiles acabaran con la hidra, pero al menos la debilitarían lo suficiente como para intentarlo de otra manera. Sería muy complicado acabar con criatura de tal tamaño.

Veamos a ver si se va muriendo poco a poco otra vez dijo, mientras la balista salía disparada.

La maga volvió a cargar la balista, pero aún le quedaba un hechizo “un rayo abrasador de Hielo” aunque la maga prefería reservarlo para el último momento. No quería que como con el anterior conjuro este fallase y destrozase la balista.

El tercer proyectil hizo su característico silbido al cortar el aire trazando su infalible trayectoria hacia la arpía. "Ya solo queda uno." Contó mentalmente el tiflin sin apartar la vista de la monstruosidad que se acercaba a un ritmo exasperantemente lento; esperando que aquel virote detuviese su calmado avance. Una parte de si mismo mantenía la esperanza de que la bestia fuese abatida con la munición de la que disponían. Pero otra, más pesimista, se mantenía preparada para luchar hasta su último aliento contra el engendro de cinco cabezas. 

Flame tomó aire, como si en lugar de un gran vómito, fuera a echar una bocanada de aire, y apuntó a la hidra. No sabía si aquel último golpe habría sido el decisivo, pero la hidra no parecía dar muestras de estar en muy mal estado. Así que apuntó al cuerpo, pues normalmente las cabezas de las hidras se regeneraban, al menos las normales, tal vez las muertas tampoco se regeneren, y le lanzó un espectacular vómito. Confiaba en que aquello fuera suficiente.

El pequeño virote de Onfale se estrelló contra las escamas de uno de los cuellos y salió rebotado hacia un lado. El tamaño sí importa, y donde el eunuco fue impotente, Aire se la logra clavar bien clavada a la hidra. Y ya van tres veces.

Más abajo, en la nieve, Flame suelta su aliento. Poco a poco, la vomitana pierde altura y a punto está de quedarse corta, pero para algo tan grande como una hidra y tan lento como un zombi es difícil esquivar los chorrazos. Gracias a que la Hidra se estaba acercando, el ácido logra corroer el pecho casi sin fuerza, dejando al descubierto un par de costillas amarillentas entre la musculatura necrótica.

Y a pesar de todos los ataques recibidos, la hidra sigue avanzando inexorable. Sus cinco cabezas se inclinan hacia delante para una devastadora carga con la que devorar a Flame y Tybalt.

Y... ZOOM! Otro virote sobrevoló certero hacia el horripilante monstruo, pero éste no cejaba en su avance.

'Hala, bendita seas en todo tu poder y esplendor, protejenos de esa maléfica abominación'.

La bruja mantenía la posición para dar valor y refuerzos si estos fueran necesarios a los dos valientes guerreros, y mientras, entre murmullos, rezaba a su diosa.

¡Mierda!

No había manera de hacer hoy algo a derechas. Dejó caer su ballesta y se puso a apuntar de nuevo la balista. Había que saber cuando echarse a un lado y dejar de ser un estorbo en aras de un bien común. Si la hidra llegaba a ellos, con sus cinco cabezas con sus cinco bocas, durarían menos que un suspiro.

Aire volvió a alzar las manos y a conjurar su magia. Un aura negra pareció rodar su cuerpo, como si la magia se quisiese escapar de su cuerpo. La joven se tambaleó levemente, pero se mantuvo en pie sin ayuda, consiguiendo que la energía negra volviera a su interior.

El conjuro había funcionado una vez más. Ahora, sólo quedaba esperar a que el proyectil pudiera hace rmás daño que nunca

Tybalt miraba hacia arriba para no perder de vista ni a una sola de las cabezas de la hidra. Después de tanto tiempo esperando a que aquel monstruo llegase, el tiflin se dio cuenta de que no le hubiese importado que tardase un poquito más. Se contuvo para no preguntar a gritos por qué no disparaban la ballesta pero en lugar de eso flexionó ligeramente las piernas para bajar su centro de gravedad en un gesto que preparaba al espadachín para el inminente combate. Por más que le pesase, debía confiar en la excelente puntería de Aire y en las otras hechiceras para hacer el mayor daño posible antes de enzarzase en un peligroso combate cuerpo a cuerpo. Así que puso sus sentidos al máximo para prevenir cualquier ataque que pudiera recibir.

Flame miró de reojo al tiflin, e imitó su movimiento. El aura plateada cubría el cuerpo de ambos y también el de sus compañeros, confiaba en que los dos pudieran hacer frente a la hidra, pero también confiaba en que Aire encajara el último proyectil y que éste fuera suficiente para eliminarla. Fuera como fuese, Ayash estaba muerto de ganas de empezar a luchar, pero Flame tenía que contenerlo, sabía que empezar aquella batalla, podría suponer un peligro demasiado temprano.

Solo un poquito más... solo un poquito más... Pensó mientras se cubría con los brazos preparada para esquivar cualquier mordisco de las cabezas.

Las cinco cabezas compitieron por ver cual comía primero. Impactaron contra la nieve levantando una polvareda blanca que impidió seguir viendo a los dos valientes que se quedaron a entretener al zombi monstruoso. El barco y la gente que había sobre cubierta retumbaron contagiados por el impacto

¡TYBALT, NOOOOO! Y Flame, por supuesto. Tybalt y Flame. Que yo no tengo nada en contra de Flame, ¿eh? Que conste.

Cuando la nieve cayó de nuevo al suelo y la visión se había recuperado, Tybalt seguía en pie y sin un rasguño. Había evitado el envite. Una de las cabezas de la hidra había pasado de largo, impactando contra el casco del barco. Con su cráneo aplastado, su cuello se tambaleó un instante antes de caer a un lado. Las otras cuatro cabezas se alzaron para lanzarse a un siguiente ataque.

La nieve en suspensión se difuminó lo suficiente para ver a Flame, que también había resistido sin sufrir nuevas heridas.

Tsk, cachis.

-¡Ooooooooh!- Emitió Onfale un agudo grito al ver como las cabezas se precipitaban hacia los valientes guerreros.

Demasiado tarde.

Involuntariamente lanzó una mirada de desprecio hacia Aire. ¡Por Hala que la chiquilla debía ser más rápida!Muchas veces le costaba ser indulgente cuando se trataba de otros que no fueran él.

- ¡Dispara o se los comerá a los dos!- La tensión se palpaba en el ambiente mientras la nieve en polvo levantada por el tremendo impacto de las cabezas de la hidra se asentaba de nuevo dejando ver qué había sucedido. Afortunadamente Tybalt y Flame estaban bien, habían resistido la embestida.- ¡Voy a ayudaros!-Gritó el perfumista recuperando el coraje y buscando un objeto entre sus pertenencias.

-Ksham , ¡¡Ajna Kalpitah!!- Las palabras sánscritas resonaron a su alrededor y un Onfale portando su mortífera daga se colocó junto a los dos valientes compañeros, formando una inquebrantable muralla.

Ayyyy, por Hala y todas las sus Santas Brujas!- exclamó Leiath al impactar las cabezas de la gigantesca hidra tan cerca de ella.

Los reflejos le habían hecho cerrar los ojos por un momento , pero enseguida los abrió pues debia comprobar el estado de Tybalt y Flame... Seguian ahí de una pieza, todo bien.

Venga, resistid, no va a poder con nosotros!- dijo para animar a los guerreros-  Aire, por amor a Hala, lanza ya ese virote!

Ya estaba ahí. La monstruosa hidra por fin había llegado hasta el barco pero Tybalt había estado esperando, atento, observando y aprendiendo. El agudo instinto del tiflin le permitió adivinar parcialmente el errático patrón de movimiento de la bestia. Y allí donde su intelecto no pudiese llegar, sus reflejos y agilidad harían el resto. Y así fue.

El espadachín no tuvo ni que esquivar la primera de las cabezas, la cual fue a dar contra el duro cascarón del barco para luego caer inerte. Tybalt no se dejó distraer por el estruendo causado y se mantuvo alerta. Con un ágil paso lateral evitó el segundo ataque y, con un movimiento encadenado y fluido, dio un paso hacia adelante a la vez que se encorvaba para dejar pasar a la tercera cabeza por encima de él. El furioso ataque del monstruo había levantado polvo nieve para terminar de darle un tinte más cinematográfico y agravar el suspense de la escena. Pero aquel detalle no era importante para Tybalt. Con una mirada seria, el espadachín comenzó su danza particular dejando que sus espadas cortasen primero el frío aire de aquel páramo y luego la carne podrida de la hidra.

Justo cuando Aire iba a disparar, los gritos de Onfale y Leiath le resonaron en el oído. El proyectil salió disparado, mientras ella se giraba y les miraba desafiante.

¡Calláos! Si sois tan capaces, ¿qué hacéis aquí gritando? Si antes la bruja se había mostrado debilitada, eso se había esfumado. Su mal carácter la fortalecía, y ahora sentía haber atacado a la hidra, y no haber disparado a cualquiera de los dos bocazas.

Flame dio un paso hacia delante para encargarse de la hidra, si aún no la alcanzaba trataría de encajarle un corte a una de las cabezas, pues en el fondo pensaba que no se regenerarían dentro de la cúpula.

Después suspiró hondo por pensar que eso solo era el primer día de veintitantos y que confiaba en que el Mane llegara mucho antes de lo previsto, porque seguía dudando que sobreviviesen. Empezaban a estar agotados y los lanzadores de conjuros estaban en las últimas. Cada vez quedaba menos, pero cada vez estaban más cerca de la tumba.

Aún así todo eso le dio fuerzas a Flame y también a Ayash para continuar el combate. La suerte estaba echada, y ya no había forma de volverse a atrás. Pero sus pensamientos eran demasiado pesimistas, y seguramente no tendría la suerte que esperaba.