Partida Rol por web

Así pues el tan cacareado día había llegado.

Por haches o por bes era bien sabido que tocaría rendir cuentas por vuestras deudas con el insufrible Gran Xtenza, místico de los canales de Bastión.

Sus abogados os habían hecho llegar una citación ineludible, pues la propia ciudad y los sinsabores de la vida os habían arrastrado a la más absoluta miseria.

Como suele ser habitual, la firma os ha seleccionado de forma azarosa entre todas las víctimas de los tejemanejes del barquero de la máscara roja, para ahorrar tiempos y asegurarse de que alguien tenga posibilidades de volver con vida de esta búsqueda del tesoro.

Os han citado esta noche, aprovechando la tradicional exhibición del Gigante de Fuego, parte de las celebraciones con que se homenajea el aniversario del Puerto Neumático.

Posiblemente Xtenza ayude en el evento, haciendo gala de sus dotes para insuflar de vida a objetos inertes con el mero roce del herrumbroso garfio clavado donde otrora debió lucir su mano izquierda.

La imposible Bastión os ha obligado a salir de vuestros escondrijos de buena mañana para que podáis garantizar vuestra presencia ante los abogados en la festividad nocturna.
Las zonas de obras inesperadas, los sabotajes en las líneas de tranvía, la colisión del metro con una rata gigante, un experimento que ha secado una de las principales arterias marítimas de acceso a la zona y el rally homicida anual de los Murciélagos de Ante (Veteranos de la última guerra que se lanzan a las calles machete en mano para rememorar viejas batallitas) son solo una parte de los inimaginables accidentes que Bastión os ha ido lanzando a la cara, pero a través de las arcadas ya podéis ver los fuegos que iluminan las peculiares celebraciones de esta noche...

Arti caminaba por las calles con el alma derrotada, había sido un recluta en una guerra de la que nadie en el Bastión había oído hablar y a ningún periódico importaba. Había luchado, corrido, sangrado y sufrido por un salario escaso que con el tiempo se convirtió en nada, y con un poco más en una deuda con más números de los que podía contar.

Todo comenzó con una cuenta en una de las tiendas que atendían miembros de su culto, y luego un alquiler de una habitación de uno de sus conocidos, y otro que le hizo el contrato de la luz... de repente sus deudas con los seguidores del gran Xtenza eran lo suficientemente gordas como para tener entidad propia, y se hicieron denotar frente al líder de las Mascaras rojas. 

Así que ahora le debía su culo al extraño líder con un garfio por mano. 

Había buscado trabajo, claro que sí. Pero no destacaba por ser fuerte, ni ágil, ni siquiera era simpático. Artintatus era poco más que un despojo social, y al dejar de ser carne de cañón, volvió a ocupar su posición como cero a la izquierda. 

Suspiró mientras se abría paso hasta puerto neumático, donde la fiesta llevaba ya un par de días en activo, pero era a la noche cuando comenzaba la verdadera marcha. 

Rister termino de engalanarse para la fiesta, cosa poco sencilla estando desempleada y en la calle. Busco entre lo poco que pudo rescatar antes de ser desalojada el vestido más audaz, aquel de color blanco con el que es imposible pasar desapercibida. Debía causar la mejor impresión posible, ese trabajo debía ser suyo. Frotó algunos pétalos de las rosas y orquídeas con las que comparte aquel callejón por todo su cuerpo, luego escondió algunas píldoras. Quizás podrían serle de utilidad. Por último, colocó un pequeño retoño como adorno entre su blanco pelo, la flor mostraba todos los colores del arcoiris.

El callejón rebosaba de vida y vegetación (las plantas su único activo ya habían empezado a extenderse y a echar raíces con una fuerza inusitada), un pequeño Oasis verde en medio del cemento gris de la infinita Bastión.

Llamó a Phi el pequeño búho, luego de encastrar el sable roto y serciorarse de que el arma estuviera cargada partió  hacia Puerto neumático. 

Conseguiré ese puesto a como de lugar, cueste lo que cueste, aunque mí vida dependa de eso. O mejor aún; aunque las vidas de otros tengan que ponerse en jaque para solucionar todo el asunto. Nunca le debí a nadie, jamás... ¿Por qué debería ser distinto ahora?

Contonendose, una delicada y exótica flor se abre paso entre los transeúntes, no puede pensar en otra cosa que en su enorme ambición. Ambición y muchos secretos. 

Pyotr había propuesto que buscasen trabajos estables y quizás en unos cuantos años, o décadas pudiesen pagar la deuda. La sóla propuesta le daba ganas de subirse por las paredes. Taaan aburrido. Muy propio de su querido Pyotr proponer eso, pero por supuesto estaba totalmente descartado.

Había propuesto huir a alguna parte, cambiar de identidad y esconderse. Lo cual la había tentado. Podría convertirse en Jenny la Roja, princesa pirata. Aunque necesitaría un barco. O Agnes von Fraülein, científica loca. Aunque suponía que para eso tendría que estudiar cosas de engranajes y tripas y elementos y cosas y eso le llevaría algún tiempo. Pero al parecer Pyotr se refería a algo como Mary, pescadera. Se necesitaría pescado. No, por supuesto que no.

Y entonces había llegado la invitación. Y esto sí era una propuesta interesante. Asistir a todo un acontecimiento y la oportunidad de pagar su deuda al mismo tiempo. Pyotr bufó, se quejó, explicó todos los problemas y riesgos, y luego, como siempre, hizo lo que ella quería.

Problemas, esa invitación tenía en el dorso grabado a fuego invisible la palabra problemas. Y gordos. Saldar una deuda nunca era sencillo y una muy abultada equivalía a serios quebraderos de cabeza. También es verdad que me permitiría empezar de nuevo. Buscar nuevas mezclas y nuevas líneas de investigación con materiales más caros y mejor equipo, y volvería a endeudarme. Pero así era la vida aquí. 

Mi laboratorio estaba desordenado, quizás si en algún momento lo hubiera arreglado también podía haber arreglado mi vida, pero hubiera dejado de ser yo, lo que equivale que soy dueño de cualquier ente que tuviera el suficiente dinero para prestarme y el último había sido Gran Xtenza. La última vez que le había visto me obligó a vestir una máscara roja, no era su seguidor pero cualquiera que le debe dinero se convertía en su siervo y acataba sus órdenes. La encontré detrás de una caja de probetas rotas en un rincón del laboratorio y la guardé en mi abrigo lleno de agujeros de ácidos, chispas y penas. Salí del callejón empantanado y sus fétidos desperdicios me recordaron que quizás debiera utilizarlos para encontrar mi fórmula mágica, quién sabe, igual la solución a mis problemas había estado más cerca de lo que pensaba. Bueno, eso sería en otro momento, el puerto neumático no estaba lejos pero debía moverme como una rata en una cloaca, es decir como un ser a la que no valía la pena asaltar.

La invitación de Xtenza el rojo llego al señor Smith mientras se disponia a competir en una cata de vinos de sueño, todo un desafio para alguien sin papilas gustativas.

La misiva en si misma resultaba intrigante. La figura del Gran Xtenza le resultaba confusa y dificil de recordar "ah si, me ayudo a financiar mi segundo cuerpo. Y probablemente espera alguna clase de remuneración por ello. Era un buen cuerpo". Encontrando la perspectiva que le podría ofrecer el Gran Xtenza ligeramente mas interesante que sus posibles empresas actuales decidio acudir a la reunión.

El viaje resulto de lo mas entretenido de por si, teniendo que rodear una inundación de licor de moras en la plaza de las Generaciones Perdidas y luego uniendose de forma honoraria a los Murcielagos de Ante en su rally homicida.

Y aun así llego a tiempo al puerto neumático para la exhibición del gigante de fuego

Los bastionitas salen de sus agujeros raudos y osados, a la búsqueda de cualquier novedad que les pueda hacer olvidar sus mortecinas vidas. Puede que una fiesta de barrio portuario no sea el destino que uno podría imaginar para los señoritingos y los caza títulos, pero hasta ellos necesitan un buen espectáculo de vez en cuando y la presencia de Xtenza, un poderoso wizodd era un reclamo más que apetitoso.

La instalación de las atracciones había durado más de una semana. Las asociaciones vecinales del lugar (Los Garfios de Victor, las Hermanas Destripadoras y los Matones Escamados) habían hecho colecta común durante todo el año para poder traer a su ratonera maravillas eléctricas como nunca se habían visto en la ciudad.

Aun así la gente más mayor de la ciudad odiaba con todo su corazón aquella furia de ruido y movimiento que parecía embobar a su juventud. Si algo les atraía aquel lugar era el tratar de preservar la tradición del Gigante de Fuego. Esta había sido amenazada por las asociaciones más progresistas de Bastión, que veían en aquella práctica una clara muestra del embrutecimiento y la violencia propios de una cultura pretérita, completamente ajena al progreso y la humanidad.

Mientras avanzabais tratando de localizar a vuestro contacto, un tal Wilhem Drugos (La segunda W del gabinete de abogados WWF) la gente parecía apartarse a vuestro paso, pero os quedó claro que no erais tan especiales, simple y llanamente estaban despejando la explananada para la gran atracción del evento, lo que os permitió localizar con más facilidad al ratonil Drugos, quien hacía todo tipo de aspavientos bajo una farola de iluminación verdosa. 

Al avanzar más veloces hacia él os descubristeis unos a otros como miembros de la tropa citada por el notario. Puede que os acompañasen vuestros ayudantes pero los auténticos cazadores de tesoros fuisteis los primeros en alcanzarle.

Al quedar despejado el lugar os fue más sencillo ver el despliegue de embarcaciones que se movían entre cuerdas, boyas y linternas acuáticas. Por encima de la línea del puerto se destacaba la embarcación de Xtenza, el Martillo de Plata, pero había algo que os inquietaba. El barco debía su nombre al brillante material que lo cubría, pero el wizodd de la inquietante máscara roja se movía sobre una representación fantasmal del mismo, no había brillo precioso en aquella estructura, solo una transparencia violácea ultraterrena.

Supongo que Drugos os pondría al corriente de a qué se podía deber aquello en caso de que fuese significativo para vuestra misión. Los siervos de Xtenza se movían por el barco cargando con velas, linternas y bengalas, concentrando su atención en un gran bulto oscuro que se iba cubriendo de tenues puntos de luz hasta descubrir el rostro de un gigante de expresión dubitativa, un masifista del Pueblo Masivo, sin duda.

El wizodd rojo parecía dictarle instrucciones a aquel individuo al oído, parecía querer tranquilizarlo, pero era difícil precisarlo desde tan lejos.

- Buenas noches, caballeros.- Os llamó al orden Drugos, obligándoos a abandonar vuestro fisgoneo sobre aquella versión del Masrtillo de Plata. - Déjenme repasar mis apuntes, por favor.- Continuó, abriendo una abultada carpeta para revisar unas fichas en las que parecía confirmar vuestras identidades, leyendo nombres en voz alta antes de cotejarlos con vuestros rostros. - Tenemos a la señorita Rata, a Rister, al señor Alkimium, el recluta Artinatus, Mr Smith y... Vaya a Porridge le ha debido de surgir algún otro compromiso, esto no le va a hacer gracia a nuestro cliente.- Wilhem tomó un sello rojo de uno de sus bolsillos y plantó una enorme X roja sobre una de sus fichas.

Mientras hablaba, el Martillo Fantasma había alcanzado un extremo del la explanada, desplegando una plataforma hasta tierra firme. Otro barco realizaba la misma operación en el lado opuesto de la llanura. Otro gigante, ataviado con bengalas, velas y de más parafernalia, parecía enfrentarse al súbdito de Xtanza. Así que era año bisiesto... A alguno se os había pasado, esto iba a ser... Interesante...

- Como bien saben, les hemos reunido aquí de parte del señor Xtenza, para sugerirles alguna posible solución a la cuantiosa deuda que con él han contraído, pero lo cierto es que nuestro admirado gurú se ha topado con tantos frentes de interés y nuestro gabinete se encuentra tan desbordado de peticiones que les puedo ofrecer distintas opciones... Déjenme ver.- El abogado escarba entre sus notas hasta extraer una larga lista en la que ya hay varios frentes tachados con tinta roja...

A cada extremo de la explanada los gigantes son coronados con halos de bengalas, la gente contiene la respiración.

- Tenemos una misión de exploración al Coral de Hierro, en un pueblecito a una hora en barco de Bastión. 

Sendos niños, portando antorchas, se inclinaron sobre las túnicas que portaban los nativos del Pueblo Masivo.

- Tenemos una incursión para tratar de localizar unas escrituras en una biblioteca cercana.

Las telas comenzaron a arder. Los gigantes gritaron como criaturas del infierno y comenzaron a correr por el puerto.

- Hay un barco encallado cerca de la costa del que nos gustaría obtener más información.

Los gigantes participaban en una justa aterradora, yendo el uno hacia el otro mientras mil fuegos, petardos y bengalas los ataviaban como si de personificaciones de elementales de fuego se tratara. 

- O... Vaya... Esto... Parece ir en contra de nuestro representado, peor otro cliente ha ofrecido una interesante suma de dinero por la recuperación del Martillo de Plata, que como habrán podido apreciar no está en posesión del Gran Xtenza ahora mismo.- Os comentó dubitativo, como si aquel papel no debiese estar allí.

La gente aplaudía y jaleaba a los gigantes, pero justo cuando iban a colisionar... Las dos moles en llamas se voltearon y corrieron directamente hacia los espectadores, creando un tumulto de gritos y carreras desesperadas.

- Vaya, también está aquí lo de las sobrinas lombriz... Unas parientas de nuestro señor que necesitan ayuda con un... ¿secuestro? Algo de una monarca gusano... Creemos que es necesario un buen número de personas para cualquiera de estas incursiones, pero dejamos en sus manos el decidirse por alguna de ellas. Todas parecen incluir posibles oportunidades para que se hagan con las 10.000 libras que nos deben.

El caos se mantenía a cierta distancia de vuestros pero aún así parecía que solo sería cuestión de unos segundos que aquel maremagnum de gritos y fuego os alcanzase.

Los libros como buen investigador y científico no me eran ajenos. Los prefería a cualquier otra aventura con artefactos o locuras variadas de las personas así que saldar mi deuda intentando averiguar que escondían esas escrituras me beneficiaba. Además quién sabía, igual se trataba de una fórmula que todavía no había descubierto y podía aprovecharme de la situación..... doblemente.

¿Por qué no podía pensar con claridad en estos momentos de tensión?

Demonios de ciudad de Bastion, siempre nos obligaba a prestar atención a mil y un detalles y esta reunión no podía ser menos..... Esperaba que estos dos gigantes y su espectáculo del infierno no me causaran problemas....

Soy una bella mujer pero con cerebro, me decanto también por la biblioteca; cuando unos libros le hicieron mal a alguien. Además, apuesto que sin dudas son viejos tomos polvorientos llenos de secretos.

Apoyo la moción del Sr.

Por cierto mí nombre es Rister, creo que nos hemos visto antes, pero no recuerdo ahora donde. ¿A que se dedica Sr... ?

Tomo al caballero del brazo (el hombre con pintas de científico que creo haber reconocido) mientras me acerco con él a Wilhem y contemplo con asombro lo que suceda con el resto de los presentes.

Una vez llegado al puerto no tardo en ser localizado por el leguleyo de turno de Xtenza, que parece haber reunido asimismo a un interesante número de deudores del wizzod

-Mucho gusto, caballeros, señoritas. Soy Mr. Smith- saludo con una leve inclinación de cabeza y tocandome el sombrero, pese a que nadie mas parece presentarse de momento*

El abogado empieza su arida exposición de posibles trabajos para compensar la deuda pendiente, pero al mismo tiempo se inicia el festival del gigante de fuego y mi atención queda totalmente dividida. El festival en si es arcáico y bárbaro, y tal vez por eso me resulta tan interesante

Prestando atención a medias respondo cuando la señorita Rister dice apoyar la idea de alguien que no he llegado a escuchar

-a mi lo del monarca gusano me resulta fascinante, mirad, parece que la turba huye hacia nosotros, ¿no es interesante?-

Artintatus miró al chupatintas como una vaca que mira pasar el tren. Pero le preocupaba más lo que veía por encima de hombro. A veces se le olvidaba que la gente del Bastión era mucho más literal de lo que parecía y en este caso, resultaba en dos enormes masas de carne, músculo y hueso sembrando la destrucción a su aterrorizado paso. 

¿Quién podía culparles? Si a los demás los convirtieran en una bola de llamas para el entretenimiento público les pasaría lo mismo. 

- La biblioteca está bien.- Comentó el recluta, atraído sobre todo por la idea de no tener que alejarse mucho de la zona que conocía. Aunque con la situación de la ciudad, que era cualquiera en cualquier momento, tampoco le daba mayor ventaja. Dio un par de pasos a su derecha mientras un, o una, ciudadana el bastión pasaba a su lado con un cuchillo en mano para abrirse paso.- Podríamos buscar un lugar más tranquilo, si es que eso existe, para discutir los detalles.

Era del todo injusto que se enfadaron con ella por estropear un poquito aquel barquito, cuando aquella gente tenía cantidad de ellos, era lo que pensó Kate al ver el Martillo Fantasma. Lo pensó, pero no dijo nada, porque aunque a veces incluso ella reconocía que podía ser un poco impulsiva, no significaba que fuera idiota. O suicida.

Pero puesto que no estaban dispuestos a perdonarle, tenía que escoger una de las opciones. Todas sonaban de lo más interesantes, fué lo que pensó mientras echaba un ojo a los gigantes ardiendo. Qué extraordinario espectáculo.

Aunque ella prefería las que transcurrían más cerca del agua, siempre se sentía mejor con el balanceo de la madera sobre el agua- reflexionó mientras buscaba algún sitio desde donde contemplar lo que sucedía sin ser pisoteada.

Pero parecía que la cuestión ya estaba decidida- caviló mientras se apartaba a un lado para apartarse del paso de la gente en pánico y se acercaba a la atalaya que había escogido.

-Yo preferiría explorar el barco encallado,-dijo, mientras se encaramaba a un muro con unos preciosos relieves que, además de aportar interés arquitectónico a la obra, resultaban de lo más convenientes como asideros y apoyos para los pies-, pero si los demás preferís la biblioteca, podemos ir ahí-terminó, sentándose en lo alto de su oteadero seguro, balanceando los pies en el aire.

La celebración del Gigante de Fuego no os era extraña, no dejaba de ser una celebración pensada para asustar a los niños y los inocentes a la par que servía para reírse de los pobres refugiados del Pueblo Masivo, pero no dejaba de ser un espectáculo callejero controlado, que no suponía un gran peligro para ninguno de sus participantes. Puede que alguna quemadura leve por parte de los pobres gigantes o, en el peor de los casos, algún salto de emergencia al agua para rescatar a algún niño asustado que había caído distraído, pero... No... No solía haber víctimas desde hacía décadas.

Muchos habían tratado de prohibir tal celebración pero los más ancianos del lugar la seguían defendiendo como parte de su herencia y no había manera de luchar contra ese muro. Lo que fue mala suerte es que os coincidiese aquella reunión durante la celebración de un año bisiesto, ocasión en la que, en vez de azuzar a un solo gigante, se alentaba una suerte de justa entre dos titanes, dejando a un lado a niños y espectadores.

Y aparte de eso, quedaba claro que los dos participantes flamígeros estaban conchabados, se habían lanzado a por la gente en vez de enfrentarse el uno al otro, arrastrándolos a su paso y dejando un rastro de cuerpos vapuleados a su paso, daba la impresión de que tenían un objetivo y el resto de sus acciones eran una mera estratagema para ocultar sus intereses reales.

Kate y Pyotr consiguieron encaramarse en aquel precioso muro mientras ella daba su opinión sobre el tema que allí se trataba, preferían una misión con agua de por medio pero el resto parecían algo más perezosos a la hora de plantearse el tomar una embarcación para sus menesteres.

Al veterano Artinatus le preocupaba más que al resto el alejarse de aquel espectáculo dantesco y por suerte pudo seguir e ejemplo de los dos elementos más jóvenes de aquella junta, logrando apearse no sin cierta dificultad aprovechando los relieves de aquel muro. La biblioteca era lo que más le atraía... Caila no se quedó rezagada, era joven y su vida en las calles le daba alas en según qué circunstancias.

Rister, la joven de larga cabellera blanca y modales refinados, tomó del brazo a Alkimium, al pensar que ya lo conocía de antes, y puede que aquel gesto hubiese salvado a ambos pues al ser alcanzados por las gentes que se apartaban del gigante, consiguieron apoyarse contra un tabique, evitando caer bajo sus furibundos pies. El búho robot de la joven y el misterioso ayudante del químico también lograron zafarse.

El que no había tenido tanta suerte cuando la marabunta los embistió, seguida muy de cerca por los pasos del gigante rubio, cuyos cabellos ya habían sido consumidos por el fuego, fue Mr Smith, que era quien más cerca estaba del señor Drugos. Su cuerpo mecánico se vio arrastrado por la jauría y su ayudante, una silenciosa mecánica que había permanecido en segundo plano, le siguió bajo los pies de aquella masa, poseída por el pánico. Para bien o para mal, aquel ser artificial consiguió sobrevivir, los cierres de su cuerpo habían estado a punto de abrirse por la presión que había sufrido pero todo seguía en su sitio.

Peor suerte tuvo su acompañante quien logró sobrevivir, pero al salir de debajo de la mole de Mr Smith, echándose una mano al rostro de forma automática, descubrió que había perdido uno de sus dedos, liberando algunas salpicaduras escarlatas sobre su mejilla antes de conseguir apretarse la herida tratando de detener la hemorragia. La idea de recuperar el dedo era harto imposible en visita del panorama general. Había gente ofreciendo primeros auxilios y al ver a la joven, la abdujeron para tratar de detener la hemorragia y darle sutura.

Y la mecánica no había sido la única víctima cercana, el cuerpo de Wilhem Drugos descansaba sobre el suelo, en una posición imposible, pero pasmosamente seguía vivo. Alargaba un papel con mano temblorosa hacia Mr Smith.