Forcejeas, gritas y pataleas, pero todo resulta inútil. Al final te rindes y aflojas los miembros, momento que aprovecha la enredadera para hacer más fuerte su presa sobre ti. Esperas que tus compañeros reparen en tu ausencia pronto y vuelvan sobre sus pasos, aunque con Kadar en el grupo no sería descabellado que te dejara allí abandonada a tu suerte solo por diversión. Él parece conocer de antemano los peligros a los que os enfrentáis pero nunca os advierte, como divirtiéndose cada vez que a uno de vosotros os ocurre algo malo.
Pasado un tiempo logras escuchar un par de voces siseantes que se acercan hacia donde tú estás. Comienzas a patalear y a intentar gritar para atraerlos hacia tu posición. Cuando por fin ves a quiénes has atraído, te quedas pálida por la sorpresa. Son dos humanoides con rostro de serpiente. ¡Hombres serpiente! La antigua raza que antes poblara el mundo según las leyendas. Ahora, lo más parecido a ellos que queda sobre la faz de la Tierra son los aborrecibles hombres cobra. Al verte, ambos se sorprenden, y dirías que hasta se alegran. Pronto se disponen a liberarte. Tú, prefiriendo tu cautividad vegetal a esta nueva expectativa, te revuelves y pataleas, intentando ponérselo difícil. Aun así, los hombres serpiente se ayudan de dagas para ir librándote poco a poco de las lianas. Pero una vez te liberan de la planta, te atan con las mismas lianas los pies y las manos a la espalda, un indicio nada bueno de sus intenciones. Entre los dos te cogen en peso y te llevan hacia algún lugar jardín adentro. De repente se detienen al oír una voz a sus espaldas. Es la voz de Kadar.
-"¡Eh! Eso es nuestro."
Los hombres serpiente se giran lentamente.
-"Nosssotrosss lo encontramosss." Responde uno de ellos en lengua común con un fuerte acento reptiliano. "Nosss perrrtenece." Y ambos vuelven a desenvainar sus dagas.
Kadar sonríe de medio lado y saca de su vaina un enorme alfanje de lo que parece un bronce negro muy bruñido. Lo hace con un amplio giro cargado de teatralidad. Puedes observar cómo el aire alrededor del alfanje reverbera por la temperatura. El arma emite una increíble cantidad del calor. Pronto, unas invisibles grietas que recorrían toda su superficie se iluminan en rojo hasta que alcanzan la luminosidad incandescente del metal fundido. Envalentonados por ser más en número, los hombres serpiente se abalanzan a la vez sobre Kadar. Este da un salto atrás al tiempo que lanza un barrido con su alfanje. La hoja choca con una de las dagas de los hombres serpiente, que alza su arma para parar el golpe. El alfanje cercena la hoja de la daga con suavidad, dejando ambos bordes al rojo. Al ver esto los hombres serpiente se miran entre ellos y salen huyendo. Kadar clava el alfanje en la tierra, que libera una voluta de humo y se acerca a ti para liberarte. Tras él ves aparecer al resto del grupo.
-"Gracias." Le dices, aunque con esfuerzo.
Kadar ignora tu agradecimiento y se limita a sonreír.
-"Esta ciudad es enorme y está repleta de hombres serpiente." Dice la princesa Sefa.
-"Creí que se habían extinguido hacía miles de años." Añade el viejo Hud.
-"Tus amigos quieren ver la ciudad." Repone Kadar. "Y justo cuando estábamos decidiendo por dónde empezar notamos tu ausencia. Es una suerte haberte encontrado aún con vida, así nos ayudarás a decidir por dónde comenzamos la visita."
Sección 10
Si quieres visitar el enorme edificio que parece un templo, ve a la sección 38.
Si quieres visitar el palacio, ve a la sección 39.
Si quieres visitar o hacer compras en el mercado, ve a la sección 40.
Si quieres visitar los jardines, no por los que llegaste, sino los jardines reales, ve a la sección 41.
Las ramas me llevaron a otro lugar en cuanto dejé de resistir casi dejándome llevar hasta que aparecieron unos cobras, apenas unos monstruos que se contaban a los niños para dormir o a los mayores para asustarlos pero principalmente nadie los había visto en bastante tiempo y ahora había dos que me querían de prisionera. Enseguida comencé a luchar de nuevo aunque en este caso tampoco tuve mucho éxito hasta que los compañeros aparecieron de nuevo y por una vez Kadar hace algo de utilidad y consigue poner en fuga a mis segundos captores.
Tras agradecer por salvarme comenzamos a sopesar nuestras opciones. Me alegraba ver a todos reunidos de nuevo con cierta sensación de seguridad que aporta el grupo.
-Vayamos al mercado, necesito hacerme con alguna daga y quizás podamos encontrar algún ungüento o poción para ayudar a curar las manos de Sefa, luego estaría bien visitar el templo, ahora tenemos que buscar quizás alguna respuesta, especialmente qué hacemos nosotros aquí en estos momentos.
Era fascinante pero tras lo que acababa de ocurrir no estaba muy cómoda del todo en el lugar pensando que podría pasar lo mismo más adelante.
Al mercado sección 40
El mercado ocupa una amplia plaza en la que cabría la bahía de Issâm completa. Es un lugar lleno de actividad y bullicio. A pesar de que hay puestos en casi cualquier callejón de la ciudad, es en la plaza del mercado donde se encuentran los puestos más importantes y los que venden la mejor mercancía. Ni que decir tiene que la mayoría de los objetos que se venden son de plata. Te llaman la atención en especial puestos como el de la pescadería de peces de plata. Una pescadería en toda regla que vende unos peces mecánicos, una especie de artefactos fabricados en plata. No sabes la utilidad que tendrán, ya que no parecen poder comerse, pero esos peces-artefacto abundan en el foso de ácido que rodea a la ciudad y muchos de sus habitantes se dedican a su pesca. También hay aves mecánicas fabricadas en plata del mismo estilo, pero por alguna razón estas son más escasas.
Una zona apartada del resto del mercado se dedica a la venta de animales. Puedes ver cabras, camellos, gallinas y sobre todo pequeños roedores del desierto. De roedores del desierto hay puestitos en cada esquina en los que los venden asados o caramelizados como una golosina.
Los puestos de verduras escasean tanto como el género que venden. Aparte de dátiles, apenas ves alguna calabaza y unas pocas manzanas de los manzanos que decoran el palacio real. Aquí puedes aprovisionarte de lo que necesites, pero ojo, solo aceptan piezas de plata en pago. Con las que te quedan en la bolsa puedes proveerte de comida bien conservada para el viaje de vuelta.
Sección 40
Si quieres visitar el enorme edificio que parece un templo, ve a la sección 38.
Si ahora quieres visitar el palacio, ve a la sección 39.
Si quieres visitar los jardines, ve a la sección 41.
Si ya has visitado todos los sitios o no quieres seguir visitando la ciudad y estás sola, ve a la sección 12.
Si ya has visitado todos los sitios o no quieres seguir visitando la ciudad y estás con el grupo de compañeros de viaje, ve a la sección 13.
En los diferentes puestos había multitud de objetos a cual más maravilloso curiosamente todos de plata. No pude encontrar una simple daga que era lo que quería y tampoco encontramos nada que pudiese servir para la curación de
Sefa, ahora podíamos buscar algo más en la ciudad quizás algo que mereciese la pena de varias vidas perdidas para llegar aquí, no podíamos simplemente actuar como unos visitantes cualquiera. Por lo menos teníamos en el momento suficientes monedas para comprar provisiones de regreso a nuestro lugar si decidíamos hacerlo.
-Vayamos a visitar lo que puede ser un templo, igual podemos darle un sentido a toda nuestra búsqueda.
Miraba de reojo a Kadar, sabía algo que ninguno lográbamos imaginar y eso no era bueno.
Sección 38
El Templo es un enorme edificio de planta rectangular rodeado por columnas de plata. Su estilo arquitectónico de techo a dos aguas contrasta radicalmente con la arquitectura vendhí del resto de la ciudad. Las amplias columnas que hay a cada lado pegadas a la pared, con un diámetro de varios metros, están decoradas con un relieve en espiral que da la sensación de que estuvieran retorcidas como una soga. La techumbre a dos aguas está decorada con dos frisos, uno delantero y otro trasero, que muestran imágenes de una lucha encarnizada entre hombres serpiente y lo que parecen ser astros: estrellas, soles y lunas. A ambos lados de la entrada hay sendos pebeteros de plata que arden con un fuego azulado.
Las enormes puertas de plata están abiertas de par en par y a través de ellas se puede ver el espacioso interior. Dentro hay dos hileras de columnas de plata similares a las que hay por fuera del templo. De cada una de ellas cuelga un candelabro, pero ahora mismo están todos apagados. La única iluminación con la que cuenta el interior es la que entra por la puerta y se refleja en el pulido interior del templo. Aparte de por las columnas, el interior del templo está vacío. Una única y gigantesca estatua se venera en este templo. Está tallada en piedra y colocada al fondo, de tal manera que se pierde entre las sombras.
Con parte de tu turbante enrollado en la punta de la cimitarra puedes improvisar una antorcha que permita ver la estatua del interior. La prendes en los fuegos azulados de la entrada. Tu improvisada antorcha apenas ilumina el amplio interior, pero es suficiente para desvelar los contornos de la ciclópea imagen del dios al que se venera en este templo. Te sorprendes al ver los rasgos de un rostro cuya representación reconoces al instante: Gilgamešh.
Reconoces su amplia frente, la nariz recta y la barba rizada. Pero nunca habías visto una representación como esta. Tiene los brazos cruzados sobre el pecho. Al cuello lleva el amuleto Dêva de los dioses antiguos. Su mano derecha sujeta la espada Sayf Faqâr, entregada por los dioses para derrotar al Emperador Cobra y que por azares del destino se encuentra en poder de tu familia, custodiada por tu madre Idrîs. La reconoces al instante ya que has crecido viendo esa espada. En su mano derecha sujeta el hacha Sreekâr. Hasta el momento son los abalorios habituales con los que se le representa en Vendha.
Lo sorprendente viene ahora: la gigantesca estatua, a partir de la cintura, comienza a perder su forma humana para terminar con la parte inferior del cuerpo en forma de serpiente, cuya cola se enrolla en la base. Es la primera vez que te encuentras con semejante representación de Gilgamešh, mitad hombre mitad serpiente. Debe ser una blasfema perversión del culto perdida en el tiempo.
Cuando te recuperas de la sorpresa de la estatua reparas en que tras las columnatas hay frescos en las paredes que narran historias. Todas están protagonizadas por hombres serpiente y por Gilgamešh. Parece que relata la búsqueda de la inmortalidad desde el punto de vista de los hombres serpiente. En los frescos se ve cómo el héroe destruye ciudades enteras y viola templos de los hombres serpiente en lo que constituye su búsqueda de la inmortalidad. Finalmente se ve cómo llega a la ciudad de plata y la conquista. Según los frescos, aquí bebe de una fuente sagrada y se convierte en su dios, mitad hombre mitad serpiente.
Te fijas y a los pies, o mejor dicho, frente a la cola de la ciclópea estatua de Gilgamešh, hay una fuente similar a la representada en los frescos. Su interior está lleno de una sustancia que parece agua. Según la historia del templo, Gilgamešh obtuvo finalmente la inmortalidad bebiendo de esa fuente y reinó como un dios mitad hombre mitad serpiente. Esta es la versión de la historia que venera esta gente. Cuando en realidad fue la serpiente la que engañó a Gilgamešh, robándole la inmortalidad. ¿Cómo reaccionaría esta gente al saber que Gilgamešh está sepultado bajo el río Arvand? Echas otra ojeada a la fuente y te preguntas si realmente esta será la verdadera Fuente de la Inmortalidad. Por un momento te sientes tentada de beber de esa agua para comprobarlo, pero recapacitas. No es el momento de hacer ninguna tontería.
Sección 38
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Si quieres visitar los jardines, ve a la sección 41.
Si ya has visitado todos los sitios o no quieres seguir visitando la ciudad y estás sola, ve a la sección 12.
Si ya has visitado todos los sitios o no quieres seguir visitando la ciudad y estás con el grupo de compañeros de viaje, ve a la sección 13.
llegamos a ver la grandiosidad del templo en la medida que podíamos, enseguida pasamos a recorrer la estancia viendo las estatuas y las imágenes que se encontraban en el edificio. Algunas representaciones eran familiares mientras otras aunque también familiares era inquietante. Pensé en un momento en el papel que podría representar la espada que mi madre guardaba con celo, también el otro arma que aparecía representada ¿lo tendría algún otro grupo o casa noble?
Todo era fascinante y se podía ver la grandiosidad del lugar con lo que representaba y con lo que podía deparar en un futuro cercano.
-Unas figuras magníficas pero esa representación de Gilgamesh me inquieta bastante. Por desgracia no parece haber nada más de interés. No había más de interés pero la sensación de inquietud que generaba el lugar no lo comentaba en voz alta, quería salir de allí pero no quería ser muy evidente.
-Podíamos pasar por el palacio para ver lo que hay allí, puede que veamos a alguien interesante. Propuse al grupo para seguir moviéndonos tanto para abandonar el templo como para buscar posibles respuestas.
Vamos al palacio zona 39
El palacio es el edificio más grande y alto de toda la ciudad. Se eleva sobre la colina interior y además se eleva sobre la barbacana principal. Esto hace que sea visible desde cualquier punto. El palacioestá construido al puro estilo vendhí antiguo, antes de que se impusiera el estilo de vida nómada en todo el reino, antes de la guerra. Hartos de reconstruir sus ciudades tras cada ataque de las fuerzas del Emperador Cobra, los vendhí decidieron trasladar sus asentamientos para evitar así convertirlos en objetivos militares. Así el Imperio se quedó sin ciudades a las que atacar, sin más ciudades que destruir. En la antigüedad el desierto estaba lleno de ciudades como esta, rodeadas de impresionantes murallas y torres de amplias cúpulas. Probablemente esta ciudad fuese testigo directo de aquella época.
El enorme palacio está rodeado por una alta muralla rematada por esbeltas torres de cúpulas bulbosas. Banderines también de plata ondean en cada uno de los pináculos. El edificio interior está dividido en tres bloques, cada uno independiente pero con una distribución similar en torno a un torreón central más grueso rodeado de minaretes. Las puertas de las murallas están abiertas y el acceso al nivel inferior del palacio es libre. En este primer nivel se encuentran ubicados los artesanos de palacio y los edificios que ofrecen diferentes servicios profesionales: herreros, orfebres, joyeros. Echas en falta a los carpinteros, pero reparas en que hasta el momento no has visto ni un solo objeto hecho de madera en toda la ciudad.
La amplia avenida del primer nivel, que discurre entre la muralla y la barbacana y en donde se alojan los principales edificios, asciende a medida que rodea las edificaciones hasta desembocar en las puertas del segundo nivel. Frente a las puertas hay un destacamento de soldados armados con alabardas. Te fijas en el detalle de que las alabardas están rematadas por pequeños cascabeles. Intuyes que debe ser una técnica de lucha con armas largas de asta para ciegos.
Del palacio no vas a ver más, el resto está restringido. No sabes qué clase de cargo ocupará el regente, si se hará llamar rey, visir, hâkem o príncipe. Sobre la cúpula principal destacan en plata el símbolo de un sol y una luna.
Sección 39
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Veíamos con calma todos los lugares del palacio que se nos permitieron, era algo más acogedor que el templo que habíamos visto unos instantes anteriores aunque también era bastante impresionante.
Habíamos visitado gran parte de la ciudad pero no habíamos conseguido nada al parecer, podíamos ver si los jardines tenían alguna sorpresa de algún tipo. Podíamos ver lo que era la ciudad y porqué este lugar era tan importante para muchos y quizás veríamos otra vez a otros hombres cobra y hacernos con alguno de ellos para preguntar por mi captura.
-Apenas hemos visto un lugar bonito y los guardias nos impiden entrar a lo más interesante. Dije con una sonrisa
Podemos pasar por los jardines y quizás encontrar a esos cobras de antes y pedirles alguna respuesta.
Vamos a los jardines, pasamos al 41
Los jardines reales son, aparte de una zona decorativa, la única tierra de cultivo de la que dispone la ciudad para su abastecimiento. Dejando de lado una amplia zona dedicada a flores y otras especies decorativas, gran parte de los jardines está ocupada por árboles frutales, principalmente manzanos y pequeños arbustos con todo tipo de hortalizas. A pesar del tamaño de los jardines, puedes darte cuenta de que los productos que se pueden obtener de aquí no alcanzan para toda la población de la ciudad. Además hay otras zonas ajardinadas, palmerales y patios caseros con cultivos particulares diseminados por diferentes partes de la ciudad.
En la cara este de los jardines se ubican en hileras varios panales de abejas de donde sacan la miel para caramelizar los roedores del desierto que tan apreciados son en los puestos callejeros de toda la ciudad. Justo ocupando una posición central en los jardines hay un pedestal sobre el que se yergue lo que parece una roca partida en dos. En el interior se puede distinguir la impresión de un hacha, como si la roca fuera el molde del mismo. Un rótulo en el pedestal identifica esta roca como Sreekâr Mukthar, la roca que enviaron los dioses a Gilgamešh al final de la guerra con el hacha Sreekâr para que pusiera fin al Imperio Cobra. Viendo las proporciones de la impresión dejada en el interior de la roca, el hacha debía de ser enorme. Al acercarte te da la sensación de que la roca aún emana calor.
Sección 41
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Visitamos los jardines y lo único que nos llamaba la atención a parte de el poco terreno de cultivo que teníamos eran esas armas que aparecían simbólicamente por todos lados, un hacha era importante en esta ciudad para luchar contra sus enemigos, mi familia tenía una espada, quizás más adecuada para otros lugares en los que apareciesen símbolos de la espada.
-Parece que no hay mas que símbolos en el lugar y no gran cosa más, la ciudad puede ofrecer cosas importantes para algún erudito quizás, algún comerciante con artículos de plata o víveres que serán necesarios en este lugar y otros artículos que seguramente estarán dispuestos a intercambiar. Pero por mi parte no creo haber encontrado nada de util que me hubiera podido compartir el amigo de mi abuelo.
Deberíamos hacernos con algunas provisiones y abandonar definitivamente el lugar.
Miraba las monedas que guardaba y eran más que suficiente para hacernos con un buen montón de provisiones para poder dejar el lugar con suficientes garantías y volver al lugar de partida desde el que se hacían los negocios en los que solía ganar dinero o por lo menos en los que tenía cierta reputación y conocer un camino a la ciudad de plata quizás podía abrir algunos contratos nuevos.
He estado sin internet lo siento.
Nos vamos, escena 13
La visita por la enorme ciudad os ha dejado exhaustos. Buscáis un callejón sombrío donde refugiaros de los rayos del sol. Os dais cuenta que aquí el sol luce siempre y que el tiempo no parece transcurrir, lleváis varias horas recorriendo la urbe sin que el cielo muestre señas de que vaya a anochecer. La ciudad siempre luce un clamoroso sol sobre sus deslumbrantes cúpulas. Otra cosa que os llamó bastante la atención y facilitó vuestra visita es que la totalidad de la población de la Ciudad de Plata es ciega. Quizá debido al deslumbre constante y la intensa luminosidad, los ojos de todos los hombres serpiente de la ciudad muestran un velo vidrioso y parecen orientarse por el resto de sus sentidos. Esto os ha permitido pasearos de manera imperceptible por los principales edificios de la ciudad sin levantar sospechas. Mientras recuperáis el aliento en la fresca sombra del callejón, un joven hombre serpiente entra de improviso y tropieza de bruces contra Kadar.
-"¡Perdón!" Dice en el dialecto del desierto que usan en la ciudad.
Kadar lo agarra con fuerza del brazo. Al principio no comprendes su agresivo comportamiento con el joven, pero al ver caer una bolsa de monedas al suelo comprendes lo que ha sucedido.
-"¡Lo siento!" Se disculpa el joven. "¡Perdonadme, por favor, señor! ¡Os juro que no volverá a ocurrir!"
-"Por supuesto que no." Responde sombrío Kadar al tiempo que desenvaina su alfanje con un ágil movimiento y lo coloca sobre la garganta del reptil humanoide. Ves en su mirada que se dispone a acabar con la vida de ese joven hombre serpiente.
Sección 13
Si tratas de detener a Kadar, ve a la sección 45.
Si dejas que lo mate, ve a la sección 47.
Una ciudad con un sol casi de justicia en un caluroso verano pensaba mientras terminábamos de caminar entre las calles de la ciudad, afortunadamente no era uno de esos días y había sido más que otra cosa una visita turística de la ciudad de plata. Habitantes ciegos que se desenvolvían bien entre sus paredes aunque si estaban aquí manteniéndose había algo detrás que protegía el lugar y a los habitantes que moraban entre sus límites.
Mientras estábamos hablando el abandonar la ciudad apareció lo que parecía ser un muchacho tropezando con Kadar y aunque parecía gentil al disculparse por el incidente, enseguida nuestro compañero lo escaló dejándonos con la boca abierta sin saber reaccionar ante semejante ataque al joven que se veía aterrado. Luego al caer una bolsa con monedas nos dimos cuenta del robo frustrado y de las intenciones de Kadar.
-Kadar, es sólo un muchacho no merece la pena lo que estás pensando además si lo dejas te deberá un favor en esta ciudad.. extraña, si lo matas puedes enemistarte con las autoridades de la ciudad y quién sabe lo que puede pasar después. Que nos diga su nombre y dónde podemos encontrarlo para que nos pueda ayudar en otra ocasión, kadar, sabes que es lo mejor.
Miraba a nuestro compañero haciendo gestos suaves tratando de apaciguar la situación, que se hiciese lenta y nos diese tiempo a reflexionar y no ser tan impulsivos.
No está bien matar gratuitamente (a no ser que sea yo....) Vamos al 45
-"¡Alto!" Gritas al tiempo que agarras la mano de Kadar justo antes de que le corte el cuello al hombre serpiente.
Su tacto es caliente. No caliente como el calor que emana de un cuerpo tras un duro ejercicio, sino caliente como las tenazas de una fragua. Kadar se retira y te lanza una mirada iracunda. Por un momento sus pupilas se inflaman con una luz rojiza en forma de llamarada.
-"¿Cómo osas siquiera tocarme?" Te espeta mientras su cuerpo parece crecer e inflamarse.
Alza su terrible alfanje que luce grietas incandescentes y comienza a humear. Justo cuando se dispone a descargarlo sobre ti, el viejo Hud le lanza con gran intuición un puñado de arena a la cara. La arena lo ciega y provoca un humo espeso y blanco en torno a su rostro. Los sirvientes de Sefa, sujetando cada uno el extremo de una capa enrollada, la colocan tras sus tobillos de tal manera que provocan que el cegado Kadar caiga de espaldas al suelo, dejándolo por unos instantes a tu merced. No desaprovechas la oportunidad y hundes tu cimitarra en su pecho en cuanto tienes oportunidad. Tu espada se calienta hasta que se pone al rojo mientras atraviesa el cuerpo del efreet. De la herida parece brotar metal fundido y el djinn se retuerce en el suelo con un grito desgarrador. Desclavas la cimitarra, que sacas al rojo vivo, para volver a descargar otro mortal golpe, esta vez sobre su cuello. Separas de un tajo la cabeza de su cuerpo y los gritos se detienen haciendo que brote un río de lava por el cuello cercenado. Con esto, el cuerpo se inflama y se deshace en una nube de denso humo negro. Todos os quedáis atónitos observando la mancha negruzca y quemada que hace un instante ocupaba el cuerpo de Kadar.
-"Era un djinn." Concluyes. "Al final iba a matarnos a todos."
-"¿Cómo lo sabes?" Pregunta Sefa.
-"Ese era el motivo de que nos acompañara. Debía ser una especie de guardián que vigila a todos los que buscan la Ciudad de Plata y se acercan demasiado. Por eso estaba cerca del viajero Eris, y posteriormente del mercader Qâsim."
-"Gracias." Dice en lengua del desierto el atónito hombre serpiente, que ha presenciado toda la escena.
-"Más que un simple gracias tu vida valdrá al menos un servicio." Le comentas al joven hombre serpiente.
-"¿Mi servicio? ¿En qué puedo ayudarte, mi señora?" Se extraña el joven.
-"Necesitamos guía en la ciudad, somos forasteros y aún desconocemos muchas cosas."
-"¿Forasteros? Eso es imposible. Nadie sale ni entra a la Ciudad de Plata."
-"Lamento contradecirte." Le arguyes.
Al joven hombre serpiente se le desencaja el rostro en una mueca de preocupación, una mueca limitada por sus escamas.
-"La ley prohíbe entrar o salir, hablar o revelar la situación de la ciudad ni la manera de llegar."
-"Pues un pescador nos cruzó el foso por dos piezas de plata." Le revelas.
-"¡Pescadores! Esos venderían hasta sus primeras mudas de piel por un puñado de dátiles."
-"Y con lo de entrar y salir, ¿te refieres a que desde el otro lado solo puedes acceder cuando lucen en el mismo cielo el sol y la luna?"
-"¡Shhhh! No lo digas en alto." Te dice asustado. "Entonces... ¿Venís del otro lado? ¿Qué clase de criaturas sois? ¿Puedo?"
Y alza sus manos escamosas para tocaros los rostros. Sefa se aparta con desagrado, pero tú le dejas que te toque el rostro. Es su única forma de ver. Su tacto áspero y frío en tu cara es desagradable, pero a juzgar por su expresión a él tampoco tu rostro le resulta demasiado agradable.
-"¿Sois así todos los que vivís del otro lado?" Te pregunta curioso.
-"La mayoría. Aunque hay muchas otras criaturas. Todas diferentes."
-"¿Alguna como nosotros?"
-"Hace siglos que los hombres serpiente no caminan del otro lado. El único vestigio que queda son los hombres cobra." Respondes.
-"¿El culto de los hombres cobra ha sobrevivido?"
-"¿Culto?" Preguntas confundida.
-"Sí." Te explica el joven. "Como te habrás fijado, de todas las razas de hombres serpiente que hay no encontrarás en la ciudad ningún cobra. Fueron expulsados, desterrados para siempre..."
-"¿Por qué?"
-"Comenzaron a separarse del resto, a profesar cultos prohibidos, magia negra, artes arcanas y blasfemas, ya sabes, todo eso que está prohibido. Pronto se creyeron superiores al resto, se volvieron más huidizos, se separaron, formaban guetos en las ciudades y se protegían los unos a los otros, a veces con exceso de celo. Su culto se convirtió en una amenaza incluso para el Basilisco."
-"¿Basilisco?" Preguntas.
-"Sí, para los hombres serpiente viene a significar algo así como un rey. El líder de todas las razas. Pues bien, cuando obtuvieron suficiente poder, el líder del culto de los cobra, que era adorado como un dios en vida, se autoproclamó Emperador y desafió al resto de la especie obligándolos a elegir: o se unían al culto o serían exterminados. Entonces comenzaron las Guerras Sierpes. Hubo tres, cada cual más mortífera. Los hombres del Basilisco nada podían contra las artes oscuras de los cobra. Crearon horribles artefactos de destrucción. Nuestra civilización se hallaba en un momento de descubrimientos y avances científicos. De esa época son los artefactos pez y las aves mecánicas que tenemos en la ciudad."
-"Sí, eso es algo que también me tendrás que aclarar..." Reconoces. "Aún no entiendo por qué los pescan."
-"Por la plata. Ya te he dicho que los pescadores son la peor casta. Los peces de plata son unos artefactos creados en la Primera Edad de los Artefactos. Son seres cuasivivos. Vida artificial. Son capaces de proveerse alimento y reproducirse. Desde que fueron creados hasta ahora han existido por sus propios medios. Los sabios de ahora no son capaces de comprender su funcionamiento. No son capaces de crearlos, ni siquiera de copiar sus mecanismos. Son complejos artefactos de la antigüedad. Los pescadores los quieren solo para fundirlos y extraer la plata."
-"Bueno, no te vayas por las ramas y continúa con la historia de los hombres cobra." Le apremias.
-"Pues los artefactos de los cobra eran mucho más avanzados y letales. Poco a poco, ciudad a ciudad, los hombres serpiente fueron sucumbiendo, exterminados por una raza de su propia especie. Los dioses nos abandonaron. Muchos dicen que incluso los dioses temían el poder del Emperador Cobra y que por eso se fueron."
-"¿A dónde se fueron?"
El hombre serpiente señala hacia arriba y su mirada nublada se dirige hacia el cielo.
-"A las estrellas. No dejaron de ayudar, pero dejaron de luchar por nosotros. La ayuda de los dioses siempre llega desde el cielo, donde aguardan."
-"¿Entonces es cierto que los dioses navegan los cielos en una enorme nave?" Preguntas ingenua.
-"Eso parece. Mientras, los hombres serpiente estaban desesperados ante la masacre a la que estaban siendo sometidos. Cada clan, cada especie intentó salvarse a su manera. Algunos intentaron usar los templos de los dioses para huir hacia el pasado o hacia el futuro, colonizar otras eras. De esos clanes nada se ha vuelto a saber. Otros huyeron hacia el mundo subterráneo, donde no alcanza la luz del sol. Pero fue el Basilisco Ekindu el que ideó y construyó la Ciudad de Plata..."
-"¿Ekindu?" Te sorprendes. "¿Ekindu no era un dragón, compañero de Gilgamešh?"
Según las creencias vendhís, Ekindu era el rey de los dragones y ayudó a Gilgamešh en su empresa de encontrar la fuente de la vida eterna, para ser después engañado por una serpiente.
-"¿Ekindu un dragón?" Se sorprende el joven con una sonrisa. "¡Qué disparate! Además en esa época aún ni existían. A los dragones y todo lo demás, como los nefilim, los trajo después el Emperador Cobra."
Nefilim, así llamaban los sabios a la estirpe de los gigantes, una raza repudiada por aliarse al Imperio durante la última guerra.
-"Continúa." Le apremias.
-"Pues como decía, Ekindu ideó y construyó una ciudad toda de plata, un metal que puede ser encantado para atribuirle propiedades místicas especiales. Así esta fortaleza quedó al margen del mundo, sincronizada con los ciclos de la luna, pues la plata y la luna están unidas a través de lazos místicos. Además la plata es el único elemento inmune al ácido del Basilisco, un potente veneno que es capaz de disolver cualquier material. Y así fue cómo desaparecimos a los ojos del Emperador. En el desierto somos un espejismo, una ciudad resplandeciente que nunca se llega a alcanzar, salvo en los ciclos en que la luna y el sol comparten el cielo. E incluso durante esos días estamos defendidos por el foso del Basilisco. En contrapartida, la ciudad se quedó del lado del sol. Un sol que nunca deja de brillar. Un sol que generación tras generación ha acabado por cegarnos a todos los que vivimos del otro lado."
-"Por cierto, ¿cuál es tu nombre?" Le preguntas.
-"Ya'rat Krhu."
-"Bueno, mejor te llamaré Yarat."
El joven se encoge de hombros.
-"Yarat." Le explicas. "Tú pareces conocer el negocio, así que sin duda sabrás qué botines son los más indicados en la ciudad para una buscatesoros como yo. ¿Qué tesoros oculta la Ciudad de Plata?"
-"La fuente del templo contiene el Amrita, el elixir de la inmortalidad. Todos en la ciudad somos inmortales."
-Umm. Piensas. El elixir de la inmortalidad está codiciado por reyes y hâkems, podrías sacar bastante por ello.
-"Pero no se permite salir de la ciudad una vez has bebido de él."
-"¿Por qué no?" Repones.
-"Es la ley." Responde muy serio Yarat.
-"¿Y si te lo bebes una vez fuera de los muros de la ciudad?" Le desafías. "¿La ley dice algo sobre eso?"
Yarat lo medita durante unos instantes antes de responder.
-"Pues no dice nada... pero será porque fuera no se puede beber."
-"Eso son conjeturas tuyas. ¿La ley dice algo al respecto?"
-"No."
-"Pues entonces no hay nada que prohíba tomarse el elixir fuera de los muros de la Ciudad de Plata."
-"¿El señor de la ciudad está soltero?" Pregunta la princesa Sefa, que había permanecido en silencio desde la horrible muerte de Kadar.
-"Oh, no, el Basilisco lleva felizmente casado desde hace milenios." Responde orgulloso Yarat.
-"No termino de creérmelo." Añade el viejo Hud entrando en la conversación.
-"Aparte de la inmortalidad, ¿qué otras cosas puede ofrecer una ciudad construida enteramente de plata a una cazatesoros como yo?"
-"Los tesoros están muy bien vigilados y los artefactos libres no se dejan coger fácilmente."
-"¿Artefactos libres?" Preguntas.
-"Sí, los peces y las aves autómatas. Pululan por ahí libremente. Son criaturas cuasivivas, hay quién defiende que en cierta manera son formas de vida, solo que de una raza artificial."
Eso quizá te plantee dudas morales, ya que eres cazatesoros, no esclavista. Los tesoros con los que tú comercias no suelen tener vida propia.
-"Yo me conformaría con el conocimiento que has adquirido como justo pago por haber encontrado la ciudad." Te aconseja el viejo Hud.
-"Cada uno tiene un género con el que comercia." Te justificas. "El tuyo es el conocimiento. A mí nadie me paga por lo que sé, sino por lo que traigo. Si no traigo nada, no pagan nada. Así de simple."
-"¡Ah! Y también están las herramientas de los dioses en el museo. Se trata de una serie de artefactos muy antiguos (ni siquiera funcionan actualmente) que se supone que fueron los que utilizaban los dioses cuando vivían en este mundo. Están en un museo y son piezas muy valiosas, pero están muy mal vigiladas. Serían relativamente fáciles de robar..."
-"Y de vender como perditecnia." Completas la frase en voz alta. "Interesante."
Sección 45
Si decides robar elixir de la inmortalidad del templo, ve a la sección 43.
Si decides intentar capturar artefactos cuasivivos, ve a la sección 44.
Si decides robar las herramientas de los dioses del museo, ve a la sección 49.
Evitar que el asesinato del chico dio un giro muy inesperado, de los gritos y forcejeo inicial acabó la situación con la muerte de Kadar y lo que descubrimos nos sorprendió a todos, no era lo que esperábamos pero explicaba muchas cosas .
-Guardianes de la ciudad que no nos dejarían salir y a los que no impartábamos si moríamos o vivíamos por el camino.
Por lo menos ahora teníamos a un aliado aunque fuese temporal de mejor predisposición supuestamente que el cuerpo que yacía en el suelo. Ahora se abría un nuevo abanico de posibilidades para hacernos con algún botín y quién sabe si con algo para mantener a los cobras lejos en el caso que decidiesen volver. Yarat nos indicaba lo que podría ser de interés en la ciudad y era interesante las posibilidades.
-Muy bien, las herramientas de los dioses puede ser interesante, algo poco vigilado y que casi nadie conoce su valor. Uno de esos seres podrían ser interesantes para el estudio Hud pero esas reliquias serán una aportación interesante a la par que posible de estudio. Llévanos a revisar ese museo Yarat
Vamos a por las herramientas de los dioses sección 49
Yarat os conduce al museo de los dioses, un edificio bastante modesto en comparación con los que visitasteis por el resto de la ciudad. Se compone de una sola planta en forma circular y con un techo abovedado y bulboso típico vendhí rematado por un sol y una luna ensartados en una lanza que apunta al cielo. Lo sorprendente de este edificio es que su interior está forrado en dorado, en lugar del plateado habitual, esto confiere a su interior un ambiente cálido poco usual en la ciudad. El espartano interior está amueblado únicamente con estanterías dispersas repletas de objetos extraños, también dorados, y algún que otro tapiz colgado de la pared que resume de manera alegórica alguna batalla importante que siempre involucra a hombres serpiente. Te fijas en el detalle de que los hombres serpiente que aparecen en los tapices carecen de extremidades inferiores y se desplazan sobre una gruesa y larga cola. El edificio está vacío.
-"¿Siempre están vacíos los edificios en esta ciudad?" Le preguntas a Yarat.
-"Si tuvieses la eternidad como nosotros te darías cuenta que los museos tienen más que ver con el sentimiento de melancolía que con el conocimiento."
El viejo Hud asiente con gesto pensativo. Te das un paseo observando el contenido de las estanterías, buscando algún objeto que te parezca digno de interés. Hay de todo tipo: objetos tubulares que se despliegan en forma de volante, esferas, objetos cubiertos de gemas, con pantallas de cristal, en forma de serpiente... Hay uno, no obstante, que te llama poderosamente la atención. Es un cilindro de metal, mejor dicho, una estructura cilíndrica de metal que contiene en su interior una enorme gema de un color rojizo. La parte superior está rematada en forma de ojo, de tal manera que el asa por donde agarrar el cilindro formaría parte de uno de los párpados mientras que la propia gema sería el iris. En el interior brilla latente una débil lucecilla. La tienen expuesta en una estantería y conectada a través de un hilo color cobre a otro artefacto lleno de gemas de colores que no cesan de parpadear.
-"¿Qué es esto?" Preguntas.
-"El Ojo Mágico hace que funcione el otro artefacto a través del hilo de cobre." Explica Yarat. "En la Primera Era de los Artefactos eran muy comunes. Los artefactos por sí mismos no hacían nada a no ser que estuvieran conectados con uno de estos ojos. Al parecer había infinidad de ellos, pero se fueron agotando y no fueron reemplazados, así que acabaron por desaparecer y con ellos infinidad de artefactos que funcionaban gracias a su poder. Así concluyó la Primera Era de los Artefactos."
-"¿Y qué pasó con la Segunda Era de los Artefactos?" Preguntas.
-"Pues no hay Segunda Era de los Artefactos." Responde sorprendido el reptil. "¿Qué te hizo pensar eso?"
-"Si hay una Primera Era debe haber una Segunda Era, si no, se llamaría únicamente 'La Era de los Artefactos'".
-"Pues después de la Primera Era no hay ninguna otra más que la actual, en que los artefactos se autosustentan sin necesidad del poder de las gemas. Pero en consecuencia, los artefactos son más costosos, hay muchos menos y ofrecen menos utilidad. En definitiva, son menos poderosos."
-"Todo esto es muy interesante." Interrumpe Sefa. "Pero me aburro. Si no os importa os esperaré fuera."
Resoplas ante el impertinente comentario y reanudas la búsqueda de algún artefacto al que puedas sacarle beneficio en Vendha. En una estantería arrinconada, con escasa iluminación y aparentemente olvidado ves un medallón. Cuelga de una gruesa cadena de oro de cerrados y sólidos eslabones. El amplio colgante está fabricado en lo que parece oro macizo con incrustaciones de gemas preciosas. Muestra toscamente la cara de un felino, lo que parece un puma khytyano, aunque un análisis más detenido muestra que la intención de la pedrería es representar una piel cubierta de escamas. Entonces el rostro tallado en el medallón ya cobra unos rasgos reptilianos y ves claramente que representa a un hombre serpiente. No uno cualquiera, los enganches por los que el medallón está sujeto a la gruesa cadena parten de ambos lados de la cabeza a modo de la corona que lucen las cobras. Es un amuleto de los hombres cobra*. Y te suena de haberlo visto antes, pero ¿dónde? Haces un esfuerzo mental por recordarlo sin que obtengas ningún resultado.
*(La descripción del amuleto en las Crónicas de Zayn permitió con posterioridad identificarlo como Dêva, el amuleto de Gilgamešh, uno de los tres objetos que le enviaron los dioses para derrotar al Emperador Cobra y con los que fue sepultado. En algún momento del pasado fue sustituido por el de la tumba en base al juramento de préstamo que estableció con estos objetos el Rey de Erech tras su muerte, pero se ve que nunca fue devuelto, permaneciendo aquí, en la Ciudad de Plata.)
-"Este artefacto," Te diriges a Yarat. "¿tienes idea de para qué sirve?
El joven reptil busca una placa explicativa en la base de la estantería sin éxito.
-"No tengo ni idea." Responde finalmente. "Pero tendrá que ver con la inmortalidad, los amuletos cobra a menudo hacen referencia a eso, entre otras muchas cosas... quizá hasta esté maldito."
No terminas de creerte ni una palabra del ladrón, pero el amuleto te llama poderosamente la atención, así que es el primer objeto que te llevas. Además, pesa poco y ocupa poco espacio. Con esa misma idea recoges cuantos artefactos quepan en tu mochila. El enigmático Ojo Mágico te llama la atención, pero parece pesado y quizá no te ofrezcan por él más que por otros artefactos de aspecto más complicado. Una vez llenas tu mochila salís del museo sin que nadie os moleste. Ha sido realmente fácil. Más fácil que el saqueo de unas ruinas, pues estas suelen tener siempre trampas que protegen los tesoros.
-"Sigo sin entender por qué no ponen vigilancia en el museo." Le preguntas a Yarat.
-"¿Quién iba a robar estos artefactos?" Replica el hombre serpiente. "Nosotros no podemos salir de la ciudad. ¿De qué nos sirven estos artefactos? ¿A quién se los íbamos a vender?"
Tenía su lógica. Os despedís de Yarat y cruzáis el jardín que da acceso al foso. Allí volvéis a requerir los servicios de un barquero, que por un par de piezas de plata y sin ninguna pregunta os cruza el foso. Te preguntas cuántos conocerán el secreto de la Ciudad de Plata y cruzarán el foso de esta manera. Por el momento sabes que los djinn lo hacen, al menos los efreet. Puede que lo que usen algunos magos, de esos que presumen de su poderosa magia, sean tan solo artefactos traídos de la Ciudad de Plata. Desde ahora mantendrás los ojos mucho más abiertos con los magos charlatanes. Te viene a la mente la imagen de Sorak, un cliente habitual. Al viejo Sorak le encantaría visitar la ciudad sin duda alguna.
Casi sin darte cuenta ya estás al otro lado del foso. Por suerte vuestros camellos están donde los dejasteis, con la excepción del saurio de Kadar, que ha desaparecido. Al menos ha tenido el detalle de no devorar ninguna de vuestras monturas. Cruzáis el desierto por la tierra de los saurios sin ningún percance. Los saurios parecen últimamente más escasos que en el pasado y su territorio más seco. Quizá ambos hechos estén relacionados. El caso es que en cuatro jornadas llegáis al oasis de Dhûl Faqâr.
Parece que hace años que partisteis. Aquí vuestros caminos se separan. La frustrada princesa Sefa regresa a Vendha sin haber conseguido nada de la Ciudad de Plata. El viejo Hud, pretendido sabio, ha vuelto mucho más sabio y se dedica a vender su consejo. En cuanto a ti, no eres, de momento, la mejor cazatesoros del mundo, pero consigues vender los artefactos por cerca de mil dinares de oro, cantidad suficiente para retirarte, o para esperar, sin mucha prisa, un encargo que desafíe tus habilidades.
- TU AVENTURA TERMINA AQUÍ -
Sección 49
Has completado la aventura.
Si además cogiste un huevo de dinosaurio cuando atravesaste las tierras de los grandes saurios, ve a la sección 50.
Espero que te haya gustado la aventura. Ahora hay dos caminos posibles a elegir: dejar la partida con el buen sabor de boca que te ha dejado el final de Zayn o volver a empezar de nuevo en una sección anterior que elijas.
¡Tú decides!
Un saludo, gracias por la partida, aún me acuerdo de alguno de estos libros, de niño la experiencia y a la larga el recuerdo es mejor. Se limitan las cosas obviamente pero alguna otra son algo metidas con calzador. Pero ha estado bien en general y me ha recordado un pelin al juego de mesa que tenía de pequeño.
Muchas gracias por la aventura