Partida Rol por web

Nadie respondió al comentario de Grimm cuando le habló a Müller y cuando se fijó en el túnel, vio que no era muy grande y que no había nadie más aparte de Fuchs ni ningún lugar donde podía esconderse. Pero si tenía su presa de frente y tras hacer un gesto a sus hombre, los tres se abalanzaron sobre su presa como unos animales.

Soren se lanzó hacia delante al grito de GOD SAVE THE KING dispuesto a hacer su salida con uñas y dientes. El primero con el que chocó fue con Grimm que se le abalanzó como un animal con sus manos por delante. Pero Soren tenía en mente su entrenamiento y tras hacer un quiebro, aprovechó el impulso del ataque de Grimm para hundirle el codo en la cara.

La visión de Grimm se nubla y solo ve estrellas mientras su cuerpo se desploma en el suelo. puede oír un pitido por el golpe e intenta enfocar. Me ve a mi frente a él, tiene dudas, si es tan poderoso ¿Cómo puede haber caído ahora? Pero solo ha sido un tropiezo, se alzará y caerá… o eso cree él. Le veo mirarme, veo su expresión, sabe que estoy sonriendo mientras señalo sobre su cabeza.

Su visión está nublada, pero puede ver como una estalactita sobre su cabeza se mueve, casi podría jurar que hay manos a su alrededor. Intenta moverse, pero es demasiado lento. La estalactita cae y lo empala al suelo, escupe sangre y gime. Me acerco a él, ve de nuevo el símbolo y antes de morir le muestro la VERDAD. Le muestro la bastedad del universo, la grandiosidad de aquellos que estaban en él antes que el humano y que seguirían mucho después de su destrucción, y le hago entender la VERDAD. Que ellos no importan, su raza aria, su lucha, nada tiene sentido porque su vida es un suspiro en el cómputo del universo y serán devorados por la nada. Pues eso es lo que son los humanos. NADA. Su vida se apaga y rio, es lo último que oye. Y le llega la muerte, pero no con ello la paz, pues su alma es ahora mia. Así servirá para algo realmente importante. El alma de Grimm grita de dolor ante el tormento eterno que le espera.

Mientras caía Grimm, Soren no se molestó ni en mirarlo para prepararse para recibir a los otros dos soldados, tras de él sonó como un derrumbe y se arriesgó a ver qué había ocurrido. Para su sorpresa, una gran estalactita había caído y empalado el cuerpo de Grimm. Ahora solo tenía que quitarse a estos dos soldados y sería libre. El primero saltó sobre él y con un hábil giro lo esquivó, para el segundo no esperó y se lanzó sobre él, lanzándole un puñetazo a la cara haciéndole caer. Y ante él, el camino libre.

Incluso podía sentir la brisa del aire que se filtraba por la entrada, estaba muy cerca y nada parecía haber ya por delante de él pues el ruido se oía más abajo. Sin embargo, sintió como si algo le agarrara por los tobillos y trastabilló golpeando con la fría roca y haciéndose daño. ¿Con qué había tropezado? Miró hacia atrás mientras se intentaba recomponer, pero no vio nada salvo a los dos caníbales que se habían puesto de pie y ahora se lanzaban contra él.

Contemplas la escena que se desarrolla ante ti, el choque de Grimm y Soren, como este segundo le golpea en la cara haciéndole caer. Y entiendes que es el momento. Con la esperanza de aliviar el dolor, golpeas la estalactita que tiene encima, ese perro se retuerce mientras intenta levantarse. Pero no lo hará, de eso te encargarás tú. Usas todo tu oído contra la piedra que se parte y cae con fuerza sobre el débil cuerpo de Grimm. La estalactita lo empala y este gime. Mientras su vida se desvanece, puedes ver a su lado al encapuchado. Grimm grita, pero no lo hace él sino su alma que parece ser devorada por el encapuchado. Este se gira hacia ti...

YO me giro hacia ti y te muestro la VERDAD. Te muestro la bastedad del universo, la grandiosidad de aquellos que estaban en él antes que el humano y que seguirán mucho después de su destrucción, y te hago entender la VERDAD. Que vosotros no importáis, tu raza aria, tu lucha, nada tiene sentido porque tu vida es un suspiro en el cómputo del universo y sereis devorados por la nada. Pues eso es lo que son los humanos. NADA. Puedo sentir tu miedo, pues entiendes que el dolor que ahora sientes es mejor que lo que yo puedo ofrecerte. Pero no puedes elegir. Extiendo las manos. Bauer grita aunque nadie lo escucha.

Contemplas la escena que se desarrolla ante ti, el choque de Grimm y Soren, como este segundo le golpea en la cara haciéndole caer. Una estalactita cae del techo atravesando al pobre desdichado. El perro de Soren parece estar superando a sus atacantes, también se deshace de los dos soldados teniendo vía libre para escapar. No lo permitirás. Te abalanzas sobre él y tiras de sus pies. No se lo espera y ves como cae pesadamente al suelo. Eso da la posibilidad a los soldados nazis alcanzarle. De nuevo los tiene casi encima. Y reparas en algo más. Soren tiene un cartucho de dinamita en el bolsillo.

Hartmann se acerca a su compañero dispuesto a ayudarle, pero no termina de fiarse. Tal vez es el tono de Hoffmann, tal vez su mirada enloquecida. Pero gracia a eso, cuando llega a su altura y el oficial se abalanza sobre él con una piedra, Hartmann está preparado y evita el golpe, esquivándole con una llave. Hoffmann cae sobre el líquido negro apoyando su mano y un terrible dolor le invade. Un dolor indecible como ningún otro ha sentido. Retira la mano esperando ver que ya no la tiene, pero en vez de eso, lo que contempla es una mano de dedos alargados, una mano de seis dedos. Hartmann se aleja un poco y planta sus ojos en mi.

- Él quiere llevarse la gloria de este hallazgo. ¿Vas a dejarle hacerlo? –

Más allá de la sala en la que os encontráis, se oye mucho barullo, gritos de dolor, risas coléricas. Algo se acerca a vosotros.

Encender esa dinamita era ahora su prioridad. Si no tenía cuerpo, no podía sentir dolor. No al menos más dolor del que ya sentía. Entonces, si hacía explotar aquel cartucho de dinamita, el traidor moriría y él obtendría una corta pero gratificante recompensa al menguar su martilleante y continuo dolor al menos por unos momentos.

La pregunta era evidente: ¿cómo encender la mecha? Si alguno de los farolillos que colgaban de la pared seguía encendido, entonces podría acercarlo y entonces... todo volaría por los aires. Sonreiría de haber podio. Esa había sido una muy buena idea. Alzó la mirada en busca de uno de aquellos objetos de su deseo. Le bastaba uno solo. Si podía prender la mecha con éste entonces... 

- Auf Wiedersehen Herr Fuchs. - Pensó regocijándose en su propia maldad.

Hoffmann gritó de dolor tan fuerte que estuvo a punto de reventarse los tímpanos. Un dolor terrible le invadió la mano que había apoyado sin darse cuenta en el líquido negro. Maldijo en todos los idiomas que conocía hasta que se percató de lo especial que se había vuelto su mano. Aún así el dolor era tan grande que sentía como la mano desaparecida le palpitaba. Hoffmann desenfundó el arma con la mano intacta y apuntó con ella a Hartmann.

—Lárguese de aquí, Hartmann. Usted no es digno de conocer los secretos que oculta este lugar —le advirtió mientras apuntaba al capitán se movió alrededor del altar hasta colocarse junto a la hendidura.

Con una furia desbocada y utilizando viejas estrategias entre de combate entrenadas, Fuchs consiguió esquivar en un primer momento a aquellas bestias e incluso le aplastó la cara a Grimm con el codo. Este cayó al suelo y, tras un derrumbe a sus espaldas, vio que aquel desgraciado quedó empalado por una estalactita.

—Púdrete en el infierno, nazi cabrón —llegó a decir antes de tratar de seguir rumbo al exterior.

Incluso consiguió esquivar con gran pericia a los dos soldados. Pero algo lo agarró y lo hizo caer. Ese lugar infernal lo detenía. Los dos soldados volvían a por él.

«Vamos, Arthur, hijo de puta, en pie, vamos». Haber derribado a Grimm y haberse visto tan cerca de la salida fue su perdición, pues ahora deseaba vivir, deseaba salir, cuando hacía unos segundos ya había asumido su muerte.

«El rey todavía puede obtener algo de ti, si todos mueren, puedes volver y seguir tus labores de espionaje», se dijo a sí mismo, con la esperanza de seguir siendo útil a la Corona.

Se puso en pie y sólo pensó en salir de allí a toda prisa.

pues mira, perfecto a lo de oficial por tiene sentido. luego, Artero es una persona astuta y malintencionada, me dirás que no pega. Soren es un traidor por lo que seria honorable que lo mataras. Y esperando en chicle... quieres de manera disimulada encender la mecha por lo que banalidad también se podría añadir.

Soren comenzó a arrastrarse por el suelo mientras intentaba ponerse de pie, pero uno de los soldados locos le saltó encima. Comenzóa propinarle golpes mientras este intentaba morderle con saña en el cuello. Mientras el otro se lanzaba a su pierna. Mientras golpeaba y pateaba, intentaba avanzar, luchando por quitarse a los dos locos de encima. Al ondo ya veía la salida. Estaba muy cerca.

Se arrastró otra vez y el que intentaba morderle el cuello le clavó las uñas en un costado haciéndole resbalar. La sangre brotaba y vio como el caníbal se relamía mientras intentaba morderle en la herida. Consiguió cogerle la cabeza y con un rápido movimiento, le partió el cuello, pero el otro seguía agarrado a su pierna.

Entonces, sobre su cabeza, una lámpara de aceite que alumbraba el recorrido saltó de la pared hacia él y cayó en su cuerpo. Soren se lo apartó rápido antes de que le prendiera mientras seguía intentando quitarse de encima al nazi que aun quedaba. Pero algo atrajo su atención, como un silbido. Y cuando miró donde había caído la lámpara sobre él, vio que tenía el cartucho de dinamita que se había llevado. Y ahora estaba encendido.

El caníbal comenzó a escalar por su cuerpo mientras Soren veía como la mecha estaba casi consumida y por instinto, esperó a que el loco abriera la boca, le metió el cartucho y con ambas piernas consiguió empujarlo para atrás. El soldado se inetntó incorporar cuando la mecha se acabó y la dinamita estalló, reventando su cabeza en cientos de trozo.

La explosión tiró a Soren al suelo y le hizo perder la orientación pues todo le empezó a dar vueltas y en sus oídos solo oía un pitido. Algo le golpeó, luego otra cosa. Rocas. El túnel se estaba derrumbando por la explosión. Usando todas las fuerzas que le quedaban, el soldado se arrastró mientras decenas de rocas caían sobre él. El dolor era indecible, pero su voluntad mayor. Y el túnel finalmente colapsó y por un momento, todo se volvió negro.

Pero no fue el final, lentamente abrió los ojos y vio de nuevo la luz de la salida. Intentó avanzar otro poco pero no pudo, tenía la piedra pillada por unas rocas. Tirando con fuerza, la sacó y comprobó que estaba rota. Pero eso no le impediría salir. Su cuerpo se siguió arrastrando hasta que salió de la cueva.

Y cuando lo hizo, vio un espectáculo dantesco, partes de cuerpos por todas partes, carcomidos, expresiones de horror y sobre su cabeza las estrellas ¿Cómo era posible si era de noche? Entonces frente a él vio a un encapuchado de túnica amarilla. Su rostro cubierto por un manto de oscuridad insondable. Se acercó a él. Se agachó y entonces los vio, en vez de ojos, un mismo símbolo brillaba en aquella oscuridad.

Y Soren gritó como nunca antes lo había hecho. Y se desmayó.

Ves como se arrastra con el cuerpo y se debate con los dos soldados. Estos, aunque se esfuerzan, no son rivales para ese traidor que, aunque en el suelo, parece tener suficiente ánimo para deshacerse de ellos. Le rompe el cuello a uno, el otro se abalanza sobre él. Y entiendes que es tu momento. Usando una lámpara de gas cercana, la vuelcas sobre él, asegurándote de que la llama prenda la mecha de la dinamita. Y cuando cae y Sören se la quita de encima, sonríes al ver como tu objetivo se ha cumplido. ¿Oh no? Fuchs parece haberse dado cuenta y coge el cartucho, se lo mete en la boca al soldado y lo patea hacia el interior de la cueva. Entonces la dinamita estalla llenándolo todo de humo y oscuridad. Pero tu ves perfectamente. Ves que del soldado no ha quedado nada, pero ves que el traidor sigue vivo, sigue avanzando. Sientes la necesidad de detenerle, de terminar tu trabajo. Pero no puedes, porque eres un fracasado.

Ahora reparas en mi ¿Verdad? Siempre estuve a tu lado. Pero siempre fuiste un fracasado. Y ya no hay nada que puedas hacer. Alzo mi mano, tus ojos se pierden en la oscuridad de mi rostro. Gritas. Pero eso da ya igual, pues en la oscuridad de mi rostro entiendes la VERDAD. Que vosotros no importáis, tu raza aria, tu lucha, nada tiene sentido porque tu vida es un suspiro en el cómputo del universo y seréis devorados por la nada. Pues eso es lo que son los humanos. NADA. Tu alma ahora forma parte de mi. Y tu desapareces en la nada.

Aquella revelación final fue terrible. Rambert quiso gritar, gritar muy fuerte y de una forma terrible y desgarradora. No obstante, no le salía la voz, pues al fin y al cabo él estaba muerto y la nada, la terrible nada era lo único que le quedaba. No podría ver, no podría oler, ni tocar. No recordaría nada y de hecho no podría ni pensar. Su cuerpo inerte se pudriría en aquella cueva comido por los gusanos y por otras alimañas y nada quedaría de él. Su esencia se perdería para siempre en eones de profunda oscuridad. No, se equivocaba, pues la oscuridad era algo y a él únicamente le deparaba la más absoluta nada...

- FIN -