Partida Rol por web

A pesar de la aparatosa tormenta que la noche anterior había azotado Londres la mañana había resultado ser uno de aquellos escasos momentos en Inglaterra en los que el sol brillaba con fuerza. La damas, vestidas para la ocasión, suponían un magnífico espectáculo de color y variedad con sus sobrillas desplegadas. Parecía que toda la alta sociedad se había dado cita bajo la carpa para recibir al eminente científico y sus descubrimientos. El alcalde, el jefe de policía y el Obispo se afanaban en saludar a todo aquel que se aproximaba a ellos. Tras observar a vuestro alrededor Cathelin descubrió a un antiguo amigo de su marido, el Dr. Sir Flinders Petrie, un eminente historiador y arqueólogo que se encontraba habalando con el alcalde. Parecía una magnífica oportunidad para conocer a alguien que, más que probable, estaría detrás de la llegada del barco.

- ¿Tiene usted otra de esas, Petrie? - dijo Lowell a su colega mientras con su cabeza intentaba indagar el contenido de la copa, no reparando en el acompañante del otro doctor.

- Ciertamente es un avance, aunque tardarán tiempo en reconocer a una mujer con experta en esos ámbitos así como en otros.- Joss sabía que era así aunque las cosas estuvieran cambiando, lo hacían muy lentamente. - Ustedes mismas son un claro ejemplo, así como Anne, ella podría tener su propia tienda de antigüedades, pero nadie la tomaría en serio no pasarían de pensar que es una tienda de souvenirs.- Siguieron a Kareen hasta un grupo donde habían comenzado a saludarse, Anne la miró con cara de sopresa ante aquella situación, su amiga no era muy dada a las reuniones sociales.

Mucho más comedido Daniel se limitó a pararse junto a su mentor con aire tímido.

-Buenos días, profesor-le saludó con voz educada tras carraspear brevemente. Con la gorra ladeada sobre su despeinado cabello y sus ojos parpadeando lentamente como un búho tras los cristales de las gafas de concha, el joven tenía pinta de estar bastante incómodo. En ese momento la oronda mujer que se carcajeaba hizo un amplio aspaviento con el brazo y Daniel tuvo que dar un saltito a un lado para esquivarlo. Intentando disimular volvió a carraspear-Siento haber llegado tarde, profesor-dijo sin perder la compostura-había un montón de gente y el coche no podía avanzar.

Al atravesar la masa de gente y llegar a la carpa una sonrisa sincera y animosa surgió en mis labios. No había espectáculo que me gustase mas que ver a toda la pompa reunida. La hipocresía con la que se movían era contagiosa pero sobretodo encendía mi peculiar sentido del humor. Al menos el despliegue de color y originalidad de los sombreros de las damas era una cosa digna de ver y de admirar. Al igual que el vestuario de mi querida acompañante, Gloria. El azul intenso que había escogido como protagonista de sus complementos destacaba de manera pasmosa sobre la sobriedad de la tela negra que portaba. No pude menos que admirarla, la envidia nunca había sido uno de mis pecados capitales.

Querida, ¡estas estupenda! una no puede negar que esta ante una profesional. permaneciendo cera suya comencé a otear a los presentes, un guiño de fastidio me surco la frente unos segundos mientras reparaba en el obispo recogiendo halagos y besos en su sortija. Seguramente habría que ir a rendir pleitesía...pero en otro momento. Cual fue mi sorpresa cuando entre el gentío apareció una cara familiar y sobretodo agradable. Amigas ese hombre de allí señale tímidamente con la mirada es el Dr. Sir Flinders Petrie, un antiguo amigo de mi esposo, es un ilustre historiador, así que si tenéis preguntas no vas a encontrar nadie mejor. Dando unas vueltas al paraguas miré a mis compañeras, Saludemosle.

Sin mas preámbulos me encaminé hacia él.

Karen, haciendo gala de una exquisita educación, os presentó en primer lugar a la señora Whittaker. La anciana, vestida con un magnífico vestido que se ajustaba perfectamente a la moda del momento, os sonrió educadamente a la vez que se sujetaba graciosamente un gransombrero coronado por un penacho de plumas. A su lado, un tímido joven se afanaba por responder las preguntas que Karen realizaba acerca de los diferentes momentos en los que había tenido la suerte de encontrarse con ellos.

La mujer se acercó a Joss y se apoyó delicadamente en su brazo -Es un placer concerle señor Nieman. He odio que su padre ha dejado el negocio, una pena- dijo mientras observaba atentamente la mirada de Joss -Se que se estará preguntado si nos conocemos. No se preocupe, no lo ha hecho. Hace tiempoq eu compré a su padre ciertos artículos para la casita que tengo en la campiña, usted era solo un mozalbete que correteaba entre las vitrinas. ¿Qué tal se encuentra su padre?-.

Me interno en el gentío que se agolpa debajo de la carpa para evitar mojarme el traje y trato de buscar alguna cara conocida. Para ello dirijo mi mirada hacia donde se espera que llege el Newcastle y miro la cara de la gente.

No veo a nadie que se parezca a la descripción de Honeybourne, pero no desespero, esta masa de gente es interesante de observar. Es curioso como el populacho se expone a la lluvio sólo para ver un barco y luego no son capaces de maravillarse ante algo tan curioso como el vuelo de una paloma.

Creo recordar que iban a poner unos refregieros....

Entre la gente congregada a mi alrededor veo caras conocidas, pero ninguna con la que en este momento me apetezca conversar. El comentario de Cathelin me hace sonreír - Gracias Cathelin, no hay que perder oportunidad de promocionar el negocio - Le guiño un ojo.
Cuando me señala a un caballero lo miro con atención. Me parece una gran idea conversar con alguien que conozca el tema, puede ser muy interesante. Me vuelvo hacia Rachel y la tomo del brazo - Señorita Hamingway, no puede perder esta oportunidad de satisfacer la curiosidad que veo en sus ojos ¿nos acompaña? - Camino entre la gente prodigando alguna sonrisa e inclinación de cabeza si mi mirada se cruza con alguien conocido, pero procurando dar a entender que no puedo pararme a conversar.

Se sintió un tanto deconcertado ante la familiaridad con que la señora Whittaker, realmente no recordaba a aquella dama, pero no dudaba que podía haber sido conocida de su padre. - Ya recuerdo, pero como bien dice era solo un muchacho que jugaba entre las vitrinas de la tienda. Mi padre lo lleva lo mejor que puede, de momento pese a su retiro en la casa de las afuras no puede evitar visitar The Chest Antiques al menos una vez al mes. Sigue siendo su pasión y creo que jamás podrá dejarlo del todo.- Joss sonreí como siempre hacía mientras hablaba tratando de mostrarse cordial y amable.- Le plantee acudir a esta recepción, pero prefería quedarse tranquilo en casa y que fuera yo el que le contara lo que viera, y usted, también viene para apreciar las nuevas maravillas traidas desde el lejano Egipto.

Rachel se sentía como un pequeño gorrión atrapado entre exuberantes pavos reales. No estaba acostumbrada al despliegue de moda, cortesía y poder que la rodeaba en estos momentos. Estados Unidos era una nación joven, orgullosa, pero carente de un tejido social tan complejo como el de la vieja Europa. Siempre había soñado con pasear entre las gentes de la aristocracia más rancia, pero nunca imaginó que iba a sentirse tan fuera de lugar. La sonrisa que había aflorado al principio se mantenía congelada en sus labios a modo de amable respuesta ante cualquier saludo que pudiera producirse. Con algo de temor en sus ojos se dejó llevar por sus amigas. -Vamos a saludarle Cathelin, será un placer conocer a tan insigne caballero-. Por favor amigas no me dejéis sola ni un instante entre este gentío, no sabría como comportarme sin importunar a nadie. La joven caminó tras Cathelin.

El doctor Flinders Petrie se volvió hacia sus colaboradores y les saludó afectuosamente. -Espero que me disculpe señor alcalde espero que podamos charlar e otro momento de ese asunto- dijo mientras despedía al hombre con un fuerte apretón de manos. El profesor vestía con un magnífico traje coronado por un sombrero a juego, todo en un elegante negro. Por primera vez os percatasteis que el título de Sir le confería algo mas que un añadido en el nombre, toda la alta sociedad parecía conocer al insigne doctor y le saludaban cortésmente al pasar junto a vosotros.

-Me alegra que hayan llegado sin muchos problemas- dijo mientras señalaba a un camarero que le acercara un par de copas para sus acompañantes. -La verdad es que me tenían un poco preocupado, por un instante pensé que seguirían trabajando con las momias...- justo en aquel instante y antes de finalizar la frase una mujer se detuvo frente al profesor. Vestía un hermoso traje blanco que contrastaba con una chaqueta de diseño a juego en tonos marineros y un pequeño sombrero. Junto a ella se encontraban una joven de tímida mirada y otra mujer enfundada en un sobrio pero elegante vestido negro. -Cuanto tiempo señora Bennet, es un placer volver a verla. A usted y a sus acompañantes claro-. Despacio, Pitrie se giró para incluir en la conversación a los dos hombres que le acompañaban. Ambos formaban una extraña pareja, se trataba de un joven vestido mas para dar clases que para la recepción y de un hombre rondando los cincuenta que miraba extrañado a los nuevos acompañantes. -Tengo el placer de presentarles al Dr. Lowell y al Señor Jackson, ambos científicos colaboradores en nuestros trabajos de egiptología- dijo mientras esperaba que la señora Bennet le presentara a sus acompañantes.

A lo lejos, la banda de música comenzó a interpretar un alegre himno.

El anciano hombre se afanó en evitar a cualquiera de las personalidades que pudieran reconocerle. Hacía días que había organizado todo de forma que sus secuaces controlaran cualquier suceso que pudiera ocurrir durante la llegada del barco. Todo debe acontecer tal y como el amo lo ha dispuesto. A lo lejos divisó al joven anticuario y a sus acompañantes del día anterior. Disimuladamente, se introdujo entre un grupo de gente y dió órdenes de que los tuvieran bajo vigilancia. No se que hacen aquí pero empiezan a meter sus narices demsiadas veces en mis asuntos. Despacio, tomó una nueva copa de Jerez y la agitó levemente para disfrutar de su aroma. Hoy era el día que tanto había esperado.

Alcalde...con razón esa cara me sonaba de algo...Ensimismado Daniel tardó en percatarse de la llegada de las tres mujeres. Sonriendo con timidez desde detrás de sus gafas de concha se llevó la mano a la cabeza y se retiró la gorra educadamente en señal de respeto. De ojos verdes y cabello rubio pajizo parecía no ser consciente del atractivo de su rostro y del particular aire travieso que adquiría su cara cuando sonreía. Joven promesa en el campo de la egiptología, el joven arqueólogo solía pasar más tiempo sepultado entre libros polvorientos y momias petrificadas que entre las personas y menos aún entre el género femenino. De hecho, a lo largo de su corta vida, su contacto con el sexo débil se había limitado casi exclusivamente a su madre que, en los últimos tiempos, había sido sustituida por su celosa casera, la señora Meadows, que era todo menos débil y que había hecho de la vigilancia constante e insidiosa de sus inquilinos su razón de vivir. Por ello, cuando el profesor Pitrie les presentó se limitó a murmurar

-Señoras...-mientras las miraba con cara de susto. Incómodo se pasó la mano por el pelo rubio pajizo despeinándoselo con su característico gesto nervioso.

Moviéndome de forma desenvuelta entre el gentío, alcanzo a Cathelin en el momento en que saluda al Doctor. Me siento a gusto entre las multitudes ruidosas y siempre me ha gustado conocer gente nueva. Adoro ese primer momento en que de un vistazo y sin poder evitarlo, me hago una idea en mi cabeza del carácter de la persona y del tipo de vida que lleva. Yo estoy segura de dar una imagen acertada de lo que soy. Voy vestida a la última, con una falda negra y celeste que favorece mi figura, pero sin intentar ostentar una aristocracia que ni tengo ni deseo.
A la espera de que Cathelin nos presente, observo a los tres caballeros con una sonrisa alegre en los labios, y sin poder evitar una chispa de risa en mis ojos al observar al joven rubio, que obviamente se siente algo desconcertado.

No esperaba menos de las dotes sociales de Sir Petrie, así que cuando me saludo le dedique una sincera sonrisa debido a los años de amistad que habíamos compartido. ¡Ah! Sir Petrie siempre tan atento le tiendo la mano a mido de saludo, solo que esta vez el gesto es mas femenino que el que apretón de manos que tiendo a ofrecer a los clientes del bufete, simplemente una ligera cadencia de los dedos. Un placer Dr. Lowell... Señor Jackson un ligero asentimiento con la cabeza y una mirada escrutadora que se pasea por sus figuras es todo gesto hacia sus acompañantes.

Abro un poco mas el circulo y me vuelvo hacia mis acompañantes Tengo el placer de presentarles a la Señorita Peacock una eminencia en el mundo de la moda, y a la señorita Hemingway, una joven americana que ha decidido alegrarnos con su presencia en su viaje por el viejo continente. Mientras presento a cada una de las mujeres las miro a los ojos y sonrío tímidamente mas con la mirada que con un gesto facial. Al terminar me dirijo hacia los eminentes hombres con los que compartimos los minutos de espera.

Ya que tenemos la suerte de pasar estos momentos con ustedes, podrían adelantarnos algo del momento que esperamos todos los reunidos...

Saludo en primer lugar a Sir. Flinders alargando la mano con elegancia Caballero, un placer conocerle Después me vuelvo hacia el Doctor Loerll y alargo le ofrezco igualmente mi mano - Doctor, mucho gusto le digo amablemente mientras inclino levemente la cabeza. Luego me vuelvo hacia el Sr. Jackson y le alargo igualmente la mano, sin poder evitar sonreír ante su azoramiento - Señor Jackson, encantada... - inclino igualmente la cabeza con suavidad, pero sin dejar de mirar al muchacho.
Me dirijo hacia Sir. Flonders en tono desenfadado - Espero que lo que haya dentro de ese barco consiga apaciguar la curiosidad de esta multitud -

Flinders sonrió levemente a cada una de las acompañantes de Cathelin, saludándolas cortesmente con un breve apretón de manos. El hombre precía ligeramente nervioso, como si la espera del atraque supusiera uno de los culmenes en su carrera. - Recibimos una misiva hace una semana de un barco pesquero que recogió el correo del Newcastle-. dijo mientras jugueteaba levemente con la empuñadura de marfil de su bastón - Esperoq ue los tesoros que prometen traer a bordo cumplan las expectativas de todos. De echo, espero que gusten de acompañarnos a bordo del barco si así lo desean, pues hemos de ser os receptores del contenido del mismo-.

A lo lejos la banda de música comenzó a interpretar el himno real.

La gente parecía ponerse mas nerviosa por momentos. Hacía mas de dos horas que se había empezado a acumular la muchedumbre en torno al muelle y la policía casi no daba a basto para mantenerlos a todos tras la soga que separaba la carpa del resto del puerto. A tu alrededor numerosos camareros portaban bandejas con diferentes bebidas y refrigerios, siendo el más típico el Jerez. A lo lejos, la banda de música empezó a tocar el himno nacional.

La mujer sonrió ante las palabres de Joss recordando el carácter de su padre. -E suna pena me gustaría haberle vuelto a ver-[B] dijo mientras iniciaba una lenta marcha agarrada del brazo del anticuario [B]- Y digame como le va el negocio. Supongo que no le habrá sido fácil encontrar un permiso para entrar a esta aprte de la carpa- a lo lejos, la banda de músico inició la interpretación del himno real -Aunque por loq ue veo tiene usted amistades improtantes- dijo la anciana mientras esperaba con ojos intrigantes la respuesta del anticuario.

La gente parecía ponerse mas nerviosa por momentos. Hacía mas de dos horas que se había empezado a acumular la muchedumbre en torno al muelle y la policía casi no daba a basto para mantenerlos a todos tras la soga que separaba la carpa del resto del puerto. A tu alrededor numerosos camareros portaban bandejas con diferentes bebidas y refrigerios, siendo el más típico el Jerez. A lo lejos, la banda de música empezó a tocar el himno nacional.