Partida Rol por web

La mejor chaqueta sobre los hombros, los apuntes repasados una y mil veces y los nervios a flor de piel. Daniel Jackson no podía evitar la sensación de encontrarse bajo una fuerte presión siempre que su mentor, Flinders Pitrie, le pedía que acudiera a una de sus reuniones de alto nivel. Había leído mucho acerca del Dr. Edwin C. Lowell y sus controvertidas teorías químicas sobre la formación de la vida. Sabía que le habían expulsado de su cátedra en Química Orgánica de la Universidad de Cork y que el Dr. Lowell se había retirado a su residencia en la campiña. Daniel había tenido problemas los últimos meses con los trabajos de conservación de ciertas piezas provenientes de las exhumaciones en el Valle de los Reyes. Había dos pequeñas momias de cánidos que seguían degradándose a pesar de todos sus esfuerzos y, puede que el eminente químico, estuviera dispuesto a ayudarle.

Se encontraban en el café del University College of London, en el reservado para profesores. Ante él se sentaba el Dr. Lowell con su perfecta barba recortada y una enigmática mirada que parecía capaz de penetrar en los más oscuros secretos del propio Jackson. Daniel, sabía que era la única oportunidad que tendría para convencer a Edwin de que trabajara con ellos, era algo que no podía dejar pasar.

Hacía un par de meses que Edwin apenas había salido de su casa en la campiña. Desde que fuera despedido de su cátedra en Cork sus trabajos habían avanzado muy poco. Había tardado mas de un mes en acondicionar el sótano de la casa Victoriana para que albergara todo lo necesario para un trabajo de investigación y sus fondos empezaban a resentirse. Era cuando estaba a punto de lograr la síntesis de aquella extraña molécula cuando se había producido el incendio. Al principio parecía fácil de controlar pero por desgracia ciertos compuestos se encontraban próximos y habían aumentado la virulencia del fuego, dañando el laboratorio. Eso suponía mas retrasos.

La carta había llegado en el momento oportuno. El Dr. Pitrie, eminente egiptólogo del University College of London le escribía ofreciéndole una posible colaboración. En la carta mostraba su absoluto desacuerdo con parte de la sociedad científica por haberle retirado de su cátedra. Pitrie aseguraba que había visto sucesos extraños entre las arenas del desierto y que parte de las tesis del Dr. Lowell podrían ser acertadas. Por eso había decidido ir a aquella entrevista. Ahora Se encontraban en el café del University College of London, en el reservado para profesores. Ante él se sentaba Daniel Jackson, eminente colaborador de Pitrie.

Daniel carraspeó ligeramente para aclararse la garganta y sonriendo educadamente tendió la mano derecha por encima de la mesa que les separaba.
Doctor Lowell, mi nombre es Daniel Jakson. Debo decir que es todo un honor el que haya accedido a reunirse con nosotros hoy.

- Gracias Donald, hijo. Pitrie no deja de hablar de usted, con lo que espero que haga honor a sus palabras. ¡Que le puedo decir! ¡No podía menos que asistir! Me alegra saber que todavía hay gente cuerda en la docencia; últimamente sólo me rodeaba de mentecatos. No habría venido de no ser Pitrie el que me lo pedía, tengo que reconocerlo. Pero sus noticias... - el Dr. Lowell se frota nerviosamente las gafas - ¿qué me puede decir de esos sucesos, hijo? Oh, míreme, ¡parezco un chiquillo emocionado! Pero sabía que iba en la dirección adecuada... Por cierto, ¿no ha venido con usted Pitrie?

Daniel negó con la cabeza levemente.
Debe disculpar al Doctor Pitrie, me temo que ciertos asuntos urgentes le han reclamado, pero vendrá en cuanto termine. Me ha pedido que comencemos sin él, si le parece bien informó con voz amable.

- Ese canalla nunca ha destacado por su puntualidad... En fin, coménteme Dennis, ¡coménteme! Las noticias de Pitrie eran prometedoras pero estoy deseando saber como de aplicables son a mi modesta contribución a la Ciencia. Supongo que estará usted al corriente, ¿no es así? - Lowell enarca una ceja en una actitud un tando inquisitiva.

Tus ojos están a punto de abrirse como platos pero consigues controlar tus emociones para evitar que salgan a la luz. Si Pitrie te hubiera comentado mas acerca de los trabajos del Dr. Lowell...Tratas de hacer memoria y recuerdas que su fama se debe a sus trabajos en química orgánica. Los últimos trabajos publicados mostraban una cierta inquietud por lo paranormal, un intento de explicar todas aquellas situaciones que se daban en ciencia y que eran desechadas por el resto de los estudiosos. Recuerdas uno de sus últimos alegatos ante el tribunal que le retiro su cátedra, ¿Y si existieran realmente otras formas de vida diferentes a las que conocemos hoy en dia?

Sobreponiéndose rápidamente a la sorpresa e ignorando el hecho de que el Doctor Lowell parecía no tener muy claro su nombre, Daniell dijo con voz amable.
Por supuesto, Doctor Lowell se apresuró a aclarar. Como bien sabrá el Doctor Petrie y yo mismo nos encontramos trabajando en ciertas piezas encontradas recientement en el Valle de los Reyes. Son piezas antiguas y delicadas que, desgraciadamente, no se han conservado muy bien...Daniell suspiró recordando todas las dificultades que había tenido hasta el momento. En concreto, hay dos momias de cánidos cuyos jeroglíficos apenas se pueden leer y nos preguntábamos si quizás vuestros extensos conocimientos podrían arrojar cierta luz sobre ellos.
Daniell aguardó mirando al hombre de hito en hito. Bueno ya estaba hecho

La cafetería del University College era famosa porque en ella muchos hombres estudiosos habían encontrado la inspiración que hizo posible sus trabajos. Como todas las mañanas, había varios profesores reunidos en mesas o leyendo la prensa en solitario. Pese a que en el exterior había cierto bullicio formado por el cambio de clases la cafetería se mantenía en un moderado silencio que la convertía en un lugar comfortable.

Uno de los camareros se acercó hasta vuestra mesa y, tras esperar unos instantes para no interferir en la conversación se dirige a vosotros.

-¿Desean tomar algo caballeros?. Su mirada se paseó brevemente de uno a otro.

Daniell desvió la vista molesto por la interrupción y miró contrariado al camarero. Dudó un momento asintió
Sí, gracias, un te negro con una rodaja de limón, por favor. Y para usted Doctor Lowell...
Volvió la vista hacia su acompañante interrogante.

El Dr. se vuelve hacia el camarero y con una amplia sonrisa le dice:- Una copita de jerez sería maravilloso - inmediatamente, vuelve a fijar toda su antención en Daniel Jakson, esta vez con el ceño algo fruncido - ¿En el Valle de los Reyes? Sí, claro... pero, dime hijo, ¿cómo crees que un pobre químico podría ayudaros? Cierto es que no pocas revistas científicas muy reputadas -dice mientras agita el dedo y adopta una actitud orgullosa, esperando en cierta medida el asentimiento del joven - han alabado mis limitados conocimientos de biología, pero tal vez un historiador, un arqueólogo o un antropólogo os fueran de mayor utilidad.

¡Oh! Doctor Lowell se apresuró a contradecir Daniel desde luego sus conocimientos sobre química distan mucho de ser limitados...tras alabar el orgullo del profesor continuó De hecho si hemos acudido a usted es porque esperamos que su extenso conocimiento en química orgánica nos sea de ayuda. Sonrió amablemente y se inclinó por encima de la mesa para decir con aire de misterio, bajando la voz. Hay algo en esos especímenes que se nos escapa, puede que un microorganismo esté actuando rápidamente degradándolos, no sé, pero no es normal que aún no hayamos dado con la clave para su conservación. Desde que los sacamos de esa tumba, literalmente, se deshacen entre nuestras manos. Concluyó Daniell con voz pesarosa agitando las manos con ademán expresivo.

El Dr. Lowell frunció aún más el ceño y preguntó, bajando a su vez el tono de voz - unos microorganismos, ¿eh? ¿Quién está trabajando en su equipo, David? Y, sobre todo, ¿dónde tienen ustedes a esos chuchos, o lo que quede de ellos?

Poco a poco la cafetería del University College of London comenzó a encontrarse más solitaria que al inicio de la tarde, cuando habíais iniciado la conversación. A lo lejos el comentario de un camarero os hizó levantar la vista a ambos. En el dintel apareció el Doctor Petrie. Su cara dejó translucir un gesto de cansancio. Mientras que, poco a poco, sus pasos le situaron junto a vuestra mesa.

-Buenas tardes Dr. Lowell. El hombre le tendió la mano, esperando a que este se la estrechara. Espero que no le haya hecho esperar mucho. Supongo que Jackson ya le habrá contado que es lo que esperamos de usted. El hombre se sentó liberando con un pequeño suspiro en la silla de hierro colado y esperó la respuesta de sus contertulios.

Visiblemente relajado por la llegada de su mentor, Daniel asintió a modo de saludo y permaneció callado mientras los dos hombres se saludaban.
En ese momento el camarero regresó portando una bandeja. El silencio se extendió entre los tres académicos mientras el hombre posaba con ademanes pasuados la copa de jerez y la taza sobre la mesa de mármol. El vapor salió de la tetera mientras vertía el líquido negruzco sobre la delicada porcelana. Tras dejar ésta sobre la mesa junto al azucarero se volvió hacia el recién llegado con mirada interrogante.
¿Usted desea, sir Pitrie?

Lowell, al ver aparecer al Dr. Pitrie, se levanta inmediantemente y estrecha efusivamente su mano, a la vez que le da palmaditas con la otra en la espalda. - ¡Pitrie, amigo! ¡Cuánto tiempo! Dios mío, creo que no te veía desde aquella campaña en Guinea! Me gustaría decir que los años te han tratado bien, pero mentiría bellacamente! ¿A qué viene esa expresión? - Lowell parece caer en la cuenta de lo que venía hablando con Jakson sólo unos minutos antes y vuelve a fruncir el ceño - Por supuesto... los cánidos del Valle de los Reyes... tu solícito compañero estaba poniéndome al corriente de vuetsro pequeño descubrimiento, ¿no es así Daniel? - los ojos y la expresión del Dr. Lowell ya no son los de un viejo atolondrado, sino que dejan traslucir un brillo de inteligencia y de sagacidad - ... ¿qué demonios habéis encontrado ahí?

El Dr. Petrie sonrió levemente ante los comentarios de Lowell. Este hombre siempre tan excéntrico. Con un pequeño gesto de la mano invitó al químico a tomar asiento de nuevo y, tras negar con la cabeza, esperó a que el camarero se alejara lo suficiente.

-Hacía mucho tiempo que no nos veíamos, efectivamente. El Dr. Petrie mantuvo la mirada clavada en los ojos de Lowell. He leido mucho acerca de su caso y he de decirle que no estoy en absoluto deacuerdo con todo lo que le ha ocurrido. El eminente cientifico esperó unos instantes para que el comentario calase en el hombre. Pero no es eso lo que me ha llevado a llamarle.

La mirada de Flinders pareció ensombrecerse un instante al pensar en lo que iba a decir. ¿Qué era lo que le preocupaba?. Sus manos se posaron sobre la mesa mientras sus dedos, crispados en un gesto de nerviosismo, tomaban un color blanquecino.

-Antes de acercarme hasta aqui he pasado por el laboratorio. Como le habrán indicado hemos traido un magnifico tesoro arqueológico desde Egipto. Pero se nos está deshaciendo entre las manos...Su mirada se posó en Jackson y sonrió levemente. Espero que mi ayudante le haya sido de ayuda. Es uno de las mejores promesas de estos momentos. Domina varios idiomas arcaicos y es un buen trabajador. Poco después de sus palabras su rostro se tornó serio. Me acaban de informar que las momias estan rezumando un extraño líquido. Me gustaría que nos ayudara a conservar estos ejemplares y que trabajara con nosotros para explicar todo el proceso de momificación. Que me dice, ¿Le apetece volver a estar en circulación?.

Rezumando un extraño líquido ignorando el té que le acababan de servir Daniel se removió inquieto en su asiento. Se moría de ganas por interrogar a su jefe pero la buena educación primó y permaneció en silencio conteniendo el aliento mientras esperaban la respuesta del Doctor Lowell. Por favor...empiezo a estar desesperado