Partida Rol por web

De la pila de huesos del centro de la sala se forma una columna que atraviesa la estancia hasta la puerta que todavía tiene el investigador de lo oculto Threkor Ohrin en la mano cuando le golpea con violencia en un costado. Un instante después, la columna se divide en dos, dando lugar a dos amenazadores esqueletos con dagas en las manos y guardando el paso en la puerta tras cerrarla ellos mismos. Uno de ellos alza su óseo brazo y apunta con la punta roma de su arma hacia el Sr. Ohrin.

-Esto confirma lo que me temía -afirmé, observando al esqueleto que estaba plantando cara al señor Ohrin-. Si revelamos a los otros lo que hemos visto al otro lado de las puertas, los esqueletos no nos dejarán pasar. Estos rituales se deben realizar sólo para uno mismo. En el momento en que revelamos lo que hemos hecho tras estas puertas, las pruebas quedan invalidadas para el resto.

Eso implicaba que prácticamente ninguno de nosotros podría llegar a pasar por las cinco puertas, dado que tanto en la primera como en la tercera habíamos llegado a revelar lo que nos habíamos visto en la necesidad de hacer.

-Cuando supe lo que sucedería tras la primera puerta a causa del testimonio de la doctora, esa puerta quedó vetada para mí. Y ahora, la tercera ha quedado vetada para el señor Ohrin al saber de antemano qué es lo que va a encontrar detrás. Si queremos pasar todos a través de esas puertas, tendremos que mantener lo que veamos en el más absoluto de los secretos.

Bien, veamos, analicemos esto.  La Dra. Srinivasan trazó en la arena un cuadro con quién había entrado en donde y si sabía lo que había ahí:

Dejó las herramientas de escalar para que sus compañeros le ayudaran a completar el cuadro.

Me quedé quieto en el suelo ante la amenaza de los esqueletos que se cernían sobre mí. No intenté entrar por la puerta, sino que me arrastré de espaldas, sin perder de vista a los guardianes hasta situarme fuera de su alcance.

Me levanté con cuidado sin hacer movimientos bruscos que pudieran poner alerta al vigilante y me acerqué al grupo donde la doctora estaba haciendo un resumen de nuestra situación.

Pero no tiene sentido respecto a la primera puerta. Yo logré entrar después de que usted, doctora saliera y hablara sobre su experiencia.

Sharada dijo:  ¿Es en orden, entonces? 

Se encaminó a la segunda puerta, para ver si la dejaban entrar los esqueletos. 

Uno de los dos esqueletos gira su cráneo hacia la puerta que la doctora pretende cruzar, y con ayuda de corrientes de aire que aparecen de la nada, alcanza la puerta antes que ella. Con su daga hace unos violentos movimientos en el aire que dejan claro que no va a facilitar el acceso a través de la puerta.

Vale calaca flaca, -le dijo a la que le bloqueaba el paso- me iré a la 4ta puerta.   Se encaminó a ella, a ver si podía por esa sí entrar. 

Al ir caminando para allá, iba dejando de lado todas las emociones.  Al menos lo intentaba. 

A pesar de la desenfada respuesta de la doctora, las cuencas vacías de los cráneos siguen con la mirada y actitud hostil a Sharada, que camina a la cuarta puerta, el Camino del olvido de las emociones. Entre la oscuridad que habita en el pasillo que hay tras la puerta, ella se funde y desaparece, cerrándose la puerta tras de sí.

Al igual que anteriormente, el camino está configurado de la misma manera. Un frío, oscuro y húmedo pasillo recto hasta que una rampa en espiral comienza a ascender mientras poco a poco, la luz y el frío aumentan de intensidad. Al cabo de varios metros de ascenso, te encuentras en un mirador similar al que ya has visitado, con más amplitud que el resto del pasillo y unas impresionantes vistas a las montañas. También, como anteriormente, incrustada en el mirador hay una gran flauta metálica, dispuesta para tocar. A ambos lados de la misma, y causa del estremecimiento que recorre tu cuerpo, unas figuras erguidas y mirada inexpresiva. A la izquierda está tu hijo, absorto, desnudo, y con una herida en la cabeza que te provoca un profundo pavor. También a la izquierda, el etíope que no hace mucho te arrinconó contra el suelo y te violó, sintiendo como la ira asciende por tu estómago. A la derecha de la flauta, tu esposo, desnudo, y con los brazos abiertos aunque mirada congelada. A pesar de ello, te genera una y genuina gran alegría volver a ver su rostro. A su lado, tu hermana fallecida hace una década, con su precioso y largo pelo negro cayendo por su desnuda espalda, recordando con tristeza sus últimos días de sufrimiento. Por último, al lado de tu hermana, tu compañero de universidad y pareja sentimental durante un tiempo, produciéndote una sensación repugnante cuando todavía recuerdas lo que te hizo hacer.

Las cinco figuras parecen no haber notado tu presencia y yacen inmóviles.

Cuando la puerta que ha tomado Sharada se cierra, los dos esqueletos se desmoronan y se unen en una especie de ola de mar formada por huesos que rompe contra la gran montaña central, volviendo a quedar unida a ella.

-Si lo que creo es cierto, entonces solo quedará que uno de nosotros pase por la quinta puerta -dije, pensativo-. Aunque no estoy seguro de si lo estamos haciendo bien... Tal vez uno de nosotros podría haber pasado por todas las puertas, pero ya no creo que eso sea posible.

Tras aquellas palabras, me ajusté bien las gafas y crucé los brazos sobre el pecho. Lo que había visto al otro lado de la tercera puerta había resultado bastante impactante, y no estaba seguro de si quería vivir una experiencia similar o incluso aún más dura.

¡El sobresalto!  ¿Su hijo?  ¿Cuál de ellos?  ¿El mayor, hijo de él y Amesh?  Ahí estás, querido querido Amesh. Te extraño.  ¿El más pequeño, el bebé que trajo de Etiopía, y de otra dimensión, hijo biológico de aquel cultista? ¡Ahí está ese tipo!   Perdona Sharada, los enojos.  Deja que esa emoción se vaya.  Paz.   Desapego, sin perder el amor, por tu esposo.  Algún día no estarán juntos.  Es el amor vivido cada día lo que ilumina.  Es la a-yoidad, no eres tú el "yo", sino todo el amor de mujeres por su pareja.   Se movía mirando a uno y luego al otro, examinándolos,    examinándose,   los sentimientos. 

¡No me puedo separar de la preocupación por mi hijo!  Es instinto.  Está bien, está bien..  -Se repetía.   Está bien con su padre, hermanas, su hermano, y el resto de la familia.  Están todos bien.  -Deja ir esa emoción.  La reconoces como buena, como cuidar y proteger.  Existe en tí, y por eso, puedes dejarla ir, para estar aquí, en este momento y oscuridad y montañas.

¿Desapego de las emociones?

Sharada se acordó de su auntie Jaya, y la plática a que había dado cuando visitó su ciudad, a la que había asistido justo dos días antes de irse a la universidad.  

Se acercó a la gran flauta metálica, y usando su habilidad artística, trató de pintar la melodía de cada emoción.   

Miedo.  Preocupación. -

Amor.   Extrañar.- 

Tristeza.  Soledad. -

Enojo.   Defensa. - 

Vergüenza.  Dignidad. - 

Con cada nota, buscaba dejarlas ir. 

No soy yo, nadie en particular.  Soy búsqueda de iluminación.  Camino.  Los 8 pasos de la gran rueda. 

El desapego, para encontrar.  El sentido de la vida.

No le era fácil, con tanto que cambiar y hacer bien en el mundo, pero dejaba ir en cada respirar y en cada sonido. 

Con la melodía saliendo de la flauta, las figuras se subliman y junto a ellas, las emociones por cada uno de esas personas se olvidan. Lo has conseguido, olvidaste las emociones que te unían a ellos y en cambio te has dirigido a hacer sonar la flauta.

Al otro extremo del Camino del olvido de las emociones, donde conecta la sala donde están tus compañeros, suena el sonido de la puerta abrirse y rebota por las paredes hasta llegar a ti.

Sharada emitió el último sonido de la flauta lo más ausente de emociones que pudo.  Dejó ir la nota hasta imperceptiblemente hacerse silencio.  

Oyó la puerta abrirse, y regresó hacia la sala, hacia sus compañeros. 

La puerta del Camino del olvido de las emociones que da a la sala central se abre y al cabo de unos minutos, la Dra. Srinivasan aparece de entre la oscuridad del pasillo al otro lado, tan solo quince minutos después de haber emprendido el camino. Finalmente, la puerta se cierra de nuevo y volvéis a estar todos reunidos.

Serena, salió del lugar.  Les sonrió a todos para indicar que estaba bien. 

¿A quien no dejaron pasar, tocó la trompeta/flauta al final del pasillo que visitó?   -su pregunta era general, por si la cláusula de no-compartir era el problema.  Aunque ahora sospechaba que era la comunicación con los seres de aire la clave del rechazo. 

Me dispongo a entrar a la quinta puerta, si es que no hay otra reflexión que compartirme.  Su hablar denotaba menos emociones que su habitual.  ¿Había quedado así, tal vez, después de la experiencia?

La doctora apareció a través de la puerta número 4. Parecía tranquila y serena.

Yo solole la flauta en la puerta número 1. Quizás deba seguir su mismo camino doctora.

Me encamine hacia la puerta número 4.

Espere aquí a que vuelva. Con uno de nosotros desaparecido tenemos suficiente. No explique nada más. Iré a probar si me dejan pasar.

Me dirigí hacia la puerta número 4 a ver si esta vez los esqueletos me daban acceso a la sala.

Esta vez, los huesos reaccionan más violentamente que las veces anteriores. Primero, giran velozmente como si fuera un tornado sin control, y luego, con cada uno de los huesos dispuestos en un lugar concreto, la criatura resultante no tiene nada en común con un esqueleto humano. Su estructura es enorme, y posee seis extremidades con dagas en cada una de ellas. Con un veloz movimiento que describe un arco paralelo al suelo, hace un corte en la espalda del Sr. Ohrin, rasgando su espeso abrigo y tiñendo el relleno blanco de color carmesí, el de la sangre.

El montón de huesos se mueve a veces como un gusano con seis extremidades, a veces como una especie de masa informe con seis apéndices independientes. Con todo su gran tamaño, se coloca delante de la puerta que el investigador de lo oculto pretendía cruzar.

Rápidamente oberseve horrorizado como aquella montaña deforme de huesos hería a mi compañero, que retrocedįa.

Acercándome con urgencia y recordando mis estudios de primeros auxilios lo rescoste y examine la herida.

-Ha tenido suerte, aunque haya sangre no ha sido muy profundo. Deje que la desinfecte.

A cada segundo que pasaba me encontraba más incómodo en la sala. La amenaza de aquellos esqueletos era constante, y según parecía se estaban haciendo cada vez más violentos.

-Creo que uno debería pasar por la última puerta y acabar con todo esto. Si lo he entendido todo bien, así se abrirá la puerta central.