Partida Rol por web

-¡Bravo, Karel!

Lo dijo en un susurro entre dientes, pero el entusiasmo de Annienor era evidente. Dio un par de pasos adelante, decidido a adentrarse en el gran salón a la carrera, camino de las escaleras; pero echó un vistazo a Saelh y se contuvo a tiempo; el hombre parecía concentrado en decidir la mejor ruta dejada por el fuego. Así que dio un paso atrás y centró su atención en el enano, para intentar evitarle cualquier obstáculo con largos colmillos que se interpusiera en su camino.

Desde cierta distancia, hice señas a mis compañeros para que se acercaran hasta mi posición. Teníamos las columnas para ocultar nuestros movimientos y el humo del incendio. Era improbable que alguna mirada reparara en nosotros con tanto jaleo. Mi idea de quemar el campamento no era muy elaborada, pero sería útil. Nos había dejado el paso libre hasta las escaleras. Con susurros iba acompañando mis gestos de que se acercaran.

-"Vamos, rápido, venir."

Había varios caminos abiertos, sin duda una ruta directa parecía una buena opción. Los orcos parecían resignarse y se contentaban con rescatar las armas y equipamiento. No miran a nadie más. El paso parece seguro por ahora.

- Debemos aprovechar los momentos de confusión. - dijo finalmente Saelh, mirando a los dos Elfos. El paso parecía expedito y los despreciables Orcos parecían distraídos con sus propios problemas. Asintió de forma vehemente para que Maese Drûm lo viera y comenzó a avanzar hacia el Enano. Aunque los Orcos estuvieran ocupados en salvar sus pertenencias, Saelh procuró avanzar con sigilo y sin ser visto. Llevaba preparado su arco, pero solo lo utilizaría en última instancia. Llamar la atención de sus enemigos sería letal.

Fue como darle cuerda a un perro de presa. La parca frase de Karel Drûm impulsó a Annienor tras él, hacia delante, avanzando ligero con el arco preparado para hacer frente a cualquier posible percance. Pero el objetivo, aquellas escaleras, se acercaba cada vez más...

Vamos, vamos, vamos... Ese pequeño trecho parecía largo, parecía que llevaban días enteros, a causa de la tensión. ¿Habría acabado la misión? Ya quedaba más cerca la escalera. ¿Ya les habían descubierto?

Corréis sin ser molestados, los orcos parecen haber huido, apenas quedaba una treintena y han preferido huir del fuego y ponerse a salvo. Los escalones que ascienden hasta la cámara del trono están ennegrecidos y cubiertos de polvo, restos de huesos roídos y despojos. Los doscientos escalones terminan en una sala amplia que domina el hall principal, a ambos lados hay sitiales de piedra y gradas y al fondo se alza un trono de piedra blanca, incorrupta aún, sobre el trono cuelgan deshilachadas telas de tapices rotos. Una gran columna, frente a la escalera, bifurcaba el acceso al salón del trono.

Al acceder al salón, un grito desgarrador os paraliza, cuando reaccionáis encontráis la figura de un troll armado con un tronco de árbol agarrado con ambas manos. Se mueve lenta y torpemente, el sonido de una cadena acompaña cada paso que da.

Subimos corriendo los tropecientos escalones que había hasta llegar a la sala del trono. Sin temor alguno, accedimos a él tranquilamente, sin esperar que hubiera nadie por allí, pero... ¡craso error! Un troll enorme nos salió al paso con no muy buenas intenciones. Me quedé mirando fijamente la cadena, para ver si podía llegar hasta nosotros. En el caso de que no llegara, llevaría a mis compañeros hacia uno de los bordes de la sala para que no nos alcanzase el troll. Sino, estaría preparado para darle un beso con mi preciosa hacha enana.

-"¡Atrás! ¡Un troll de las cavernas!"

La subida fue penosa, por una ruta desconocida con escalones ennegracidos y el sonido de la propia respiración batiendo en los oídos. Al llegar arriba, el sobrecogimiento producido al contemplar en persona el que seguramente fuese el mismísimo trono de Felagund duró poco. El rugido del troll fue estremecedor, aunque no estaba claro* si había advertido siquiera la presencia de los intrusos. Pero, muy probablemente, así sería; si ea bestia vivía aquí, olería fácilmente a cualquier intruso, y más todavía a cuatro de ellos, subiendo agitadamente por las escaleras. Annienor avanzó rápido, lateralmente, sin perderle la cara y manteniendo la distancia, con el arco cargado y listo para disparar.

-¡Separaos! ¡Jugaremos a las cuatro esquinas con él!

Aunque apenas habían tenido tiempo de vislumbrar la sala, parecía prestarse a aquella estratagema para agotarlo y reducirlo a distancia y paulatinamente; un combate directo era impensable.

Así como Annienor fue hacia un lado, con el ánimo de confundir al troll si venía, Daebeg fue hacia el otro.

El sonido de la cadena le sugirió que cabía la posibilidad de que estuviera atado. No le hacía gracia, sobre todo, el ruido que pudiera hacer. Mala cosa. Muy mala cosa. Hizo sus movimientos procurando que no se le viera, ya que no podía impedir que se le oliera.

¡Un troll de las cavernas! Mala cosa, incluso si estaba encadenado a la columna que dificultaba el acceso a la sala. Si se quedaban en las escaleras, el troll podría bloquear fácilmente la entrada y, parapetado detrás del muro, defender la posición durante un tiempo del que realmente no disponían.

Por ello, aprovechando que el monstruo parecía estar tan sorprendido como ellos de su presencia mutua, corrió para adentrarse en la estancia que guardaba, alejándose hacia una de las esquinas de la sala. Su arco estaba preparado. Quizá podrían vencerlo a base de flechazos, aunque temía que la dura piel del troll hiciera que esta táctica fuera demasiado ineficaz como para acabar con el monstruo en un tiempo razonable.

Eso... si servía en realidad para acabar con él: eran seres extremadamente resistentes.

Ah, ahí estaba...

Reculó para tomar ángulo. Menos mal que, con lo grande que era, había troll de sobra por encima de la cabeza del enano como para apuntar a algo sin miedo a que fuera víctima de fuego amigo.

Los tres miembros de la partida pertrechados de arcos tomaron posiciones en torno al enorme troll, mientras el valeroso enano Drûm le plantaba cara en corto. Aenion fue el primero en tirar, con una precisión envidiable. Anienor soltó la cuerda, intentando emular al elfo verde.

El troll desconcertado fijo su vista en Karel Drun que avanzaba hacía él, hacha en mano, las flechas de los elfos profundamente clavadas en el abdomen e ingle del troll le hacían sangrar profusamente. El proyectil lanzado por Saelh había rebotado contra la dura piel de la bestia. El khazäd golpeó la pesada rodilla del troll, desequilibrándolo pero sin hacerlo caer. Furioso, levantó su arma con la intención de aplastar al enano. Las heridas de las flechas parecían que sangraban menos.

El enorme asta impactó al enano en el hombro empujándolo levemente, la armadura enana absorbió gran parte del golpe, evitando que el daño fuera mayor.

Mi armadura resistió bien el impacto, aunque un dolor lacerante me recorrió todo el cuerpo con el brutal ataque. Rabioso de furia, contraataqué rápidamente, centrándome en la rodilla herida. Era el lugar idóneo para abatirle, además de que estaba a mi altura...