Partida Rol por web

Con un gesto quitó importancia al asunto que había suscitado Saelh. Sabía que no había intención de ofender.

──Me interesan todas las semillas, primo, pero me complace que las escojas tú. Y quiera el vala que lo que crezca de ellas fortifique las costas a la vista del mar que tú navegas, y te otorgue un puerto seguro y hermoso.

El pasadizo parece no haberse usado en muchísimo tiempo. Es corto y conduce al exterior rápidamente. Salís a una hondonada resguardada de ojos curiosos, donde un pequeño estanque precipita una cascada del curso superior del Narog, formando un arroyuelo que vuelve al cauce del río. El camino ha sido seguro y tranquilo, sin embargo, el sonido de cuernos orcos retumba en la llanura de la planicie guardada. Parece que no podréis seguir el camino que hicistéis a la ida y puede que tengáis que tomar un camino alternativo si marcháis hacía el sur.

──¿Y dónde iremos? Un sitio donde nos puedan leer esto, diría yo. Donde tu gente, a las Falas, Annienor, o a cualquier otro sitio donde haya alguien versado en estas lenguas.

Se refería al libro, claro está, escrito en la lengua de allende los mares. Un libro traído por el enano, que una vez más demostraba su utilidad, y no en temas que tuvieran que ver con su habilidad natural, sin con un bien asentado sentido común.

- En mi opinión, - dijo Saelh - lo más prudente sería tratar de llegar hasta las Falas. El modo más seguro de ir hasta Lammoth sería en barco, pues las tropas del Enemigo temen el poder de Ulmo. - El montaraz miró hacia el sureste, en dirección a la costa donde vivían los falathrim. No conocía ese terreno, pero tenía una idea general de la dirección en la que se encontraban los puertos, y confiaba en poder guiar al grupo en este nuevo viaje.

Fue un alivio para todos, incluso para el enano, salir al aire libre; pero los ominosos cuernos sonaban amenazadores. Como habían temido en algún momento, el camino hacia el norte parecía cerrado. Ya Aenion y Saelh buscaban otras, y la de las olas y las tormentas parecían las más seguras en aquellos momentos inciertos.

-Sin duda el mar es más seguro que la tierra en estos negros tiempos, por triste que pueda parecer. Pero, ¡ay, las Falas! Desde la caída de Brithombar y Eglarest, las tierras que fueron siempre la morada de mi pueblo han sido mancilladas por orcos y hombres, y poca ayuda podremos encontrar allí. Sólo algunos rincones y ensenadas de la costa son refugios seguros, y unos pocos se aventuran allí, siguiendo inciertas esperanzas de reencontrar al pariente largamente perdido, o buscando amarga venganza. Se dice que algunos de los nuestros encuentran reposo en las ruinas de Barad Nimras...

Dirigió la mirada hacia el oeste, como si sus ojos pudieran penetrar a través de la negrura de la noche, a través de los bosques y los riscos, y atisbar las apagadas luces de los pueertos blancos, espejo de Tol Eressëa, y hasta entrever el fulgor de la espuma del mar golpeando contra los acantilados.

-Con todo -continuó, con tono grave-, también a mí me parece nuestra mejor opción. Viajar hacia el oeste, alcanzar la costa y rogar a los Valar para que pongan un barco más o menos entero a nuestro alcance. Seguir hacia el norte parece suicida, y volver a Balar sería largo y arriesgado. Pero el camino del oeste no será sencillo... ¿Atravesaremos Taur-en-Faroth para llegar a los alrededores de Eglarest? ¿Nos atreveremos a cruzar ese bosque, confiando en que nos oculte buena parte del camino? Es la ruta más corta, y aún así llevará una semana...

Se mesaba la barba y miraba a los ojos a sus compañeros, uno por uno, evaluando sus gestos y miradas. Volvió a hablar, esta vez con la serenidad que da hablar de lo que se sabe, con las maneras de quien se refere a un viejo conocido.

-De Brithombar al monte Taras, tres días de navegadión dulce y ligera; desde Eglarest, dos días más. Pero al doblar el monte Taras, donde Turgon construyó la vieja Vinyamar, las corrientes y los vientos dejarán de favorecernos. En el estuario de Drengist tendremos el cortante viento del norte en contra, o ningún viento en absoluto, y sí nieblas espesas y traicioneras. Nos llevará otros cinco días, quizás siete, avistar Losgar.

Karel escuchó con atención. Se mesó la barba con cuidado y pensó antes de dar una respuesta.

Si bien es cierto que no me querría montar en un traicionero barco así me dieran todo el oro de Nogrod y Belegost- Dijo mirando al suelo pensativo- Creo que es nuestra mejor opción para evitar al enemigo... Los elfos dijeron que había un Balrog liderando tropas por esta zona, y no olvidemos a los dragones y otras maldiciones del enemigo del norte... Creo que contra más avancemos, más peligroso será el camino... pero no me atrevo a tomar una decisión entre ir hacía poniente o al sur...

El montaraz de los Edain se acarició la barba un momento, mientras pensaba. - Sigo pensando que las Falas son nuestra mejor opción. Si algún espía nos ha visto llegar a Nargothrond, lo más probable es que piense que vamos a intentar volver a la isla de Balar. - Saelh miró hacia poniente - Y además, el corazón me dice que la salvación, si llega, vendrá del oeste, y del mar. - Se encogió de hombros. - Mi voto es ir hacia allí.

──De guiar en la parte del bosque, junto con el buen Saelh, me puedo encargar sin problema. Me gustará ver cómo crecen esos árboles bien de cerca. Luego...

Porque la cosa parecía decidida. Irían a las Falas. Se sacó el anillo. No había que llamar la atención más de la cuenta.

Cuando empezáis a salir de la hondonada, observáis que estáis en el lado norte de Nargothrond, el Ringwil es el arroyuelo que nace en las cavernas de Finrod y ante el cual habéis salido del reino muerto de los hijos de Finarfin, el de los cabellos dorados, de quién solo Galadriel sobrevivió a la desgracia de su casa. A vuestro frente, mirando hacía Poniente, se alzan las montañas bajo las que yace Nargothrond, y más allá, en las llanuras el Río Nenning, pero aún tendréis que cruzar un paso de montaña más para poder descender hacía el oeste.

El camino que se os presenta guarda la dificultad de atravesar la montaña y cruzar después el río. Sin embargo, aún tardaréis al menos un día en llegar a las llanuras y al menos una semana en alcanzar el río. Los problemas, de uno en uno. Después ya pensaréis como alcanzaréis Lammoth, si lo haréis remotando las Falas a pie o buscaréis la suerte en los puertos abandonados de Eglarest y Brithombar.

Por ahora, creéis que el camino es seguro. Es difícil que los orcos os puedan encontrar en esta zona y menos que puedan subir en grupos muy numerosos. Sin embargo, habréis de tener precauciones al llegar al paso para bajar a las llanuras. Al menos, podréis acampar tranquilos cuando caiga la noche.

- Vamos, amigos. - dice Saelh, animoso al dejar atrás las cavernas llenas de orcos y estar de nuevo al aire libre. El viento en su cara le anima, a pesar de que sabe que está en territorio enemigo. - Alejémonos de esta caverna y avancemos hacia el oeste. - Comienza a avanzar, abriendo el camino. Es para lo que se unió a esta misión.

Todas las noches, mientras se lo permitía la luz, Daebeg estudiaba aquel libro y discutía con cualquiera que tuviera siquiera un poco de conocimiento de esa lengua aquello que leía. Observaba también lo que leía en el suelo que pisaba, y escuchaba y venteaba inspirando el aire casi con glotonería.

Los orcos no conocían el sendero que va desde el nacimiento del Ringwil hasta el camino principal que recorre los pasos altos sobre Nargothrond. Sin embargo al llegar al camino principal aprecias que hay rastros, de hace al menos cuatro días parece una patrulla a pie. La comida no es problema para el grupo, encuentras frutos, plantas y alimentos suficientes para poder comer todos, así como abundantes manantiales de agua pura. 

No encuentras nada que te haga pensar que los orcos tengan un puesto fijo en este camino, hasta por lo menos el paso por donde se inicia el descenso a las llanuras que conducen al Nenning.

──Hay rastros. Una patrulla, a pie. Hace cuatro días. ──Que eran orcos no había ni que decirlo. Por cómo pisaban, podías pasar por alto una huella, si no eras avezado en estas cosas del rastreo, pero una vez la veías, no podías pensar en otra criatura. ──El enemigo debe saber que hemos llegado a Nargothrond, espero que piense que en una misión que nos conduzca a Doriath. Sin embargo estoy seguro de que vigilará todos los caminos. Necesitamos ir borrando todos nuestros rastros, porque hay aquí poderes que, si los encuentran, van a poder seguirlos a mucha velocidad, no importa cuán rápidos seamos. Por tanto, no es importante ser rápidos.

Era todo un discurso, porque Daebeg llevaba mucho tiempo sin hablar. No acostumbraba a hacerlo. No parecía tener que ver con nada más que con la pura costumbre de no hablar. Había encontrado frutos y raíces de sobra para que todos comieran, aunque ni siquiera se le había pasado por la cabeza matar a algún animal para que los que tuvieran más gusto por la carne comieran.

Llevaban una buena caminata por una senda que en enemigo no parecía conocer, la que partía del nacimiento del Ringwil, y que desembocaba en el camino principal, al que acababan de llegar. Las huellas estaban en dicho camino.

¿El motivo de la disgresión? ──Es que no se me ocurre la razón de que patrullen este camino, salvo que nos están buscando.

- Uno de nosotros debería ir borrando nuestras huellas. Daebeg, yo puedo encargarme de ello, si tú abres la marcha y nos guías hacia el oeste. - dijo Saehl. - Aunque la razón de que este camino esté vigilado puede ser más simple: puede que ya, en esta parte del mundo, todos los caminos estén vigilados por los orcos y el resto de servidores del Enemigo. - Suspiró. - ¡Ay! Las guerras han terminado con nuestra derrota completa. Esta tierra ya no nos pertenece, salvo los escasos refugios como la Isla de Balar o los grandes bosques de los laiquendi.

──Nuestros bosques están libres, pero no plenamente gracias a nosotros. ──¿Había tensión en la voz del joven elfo? Sin duda se refería a los pastores de los árboles, que eran gente bien despierta en estas edades. ¿Había agresividad, vergüenza, quizá? Sostenía la empuñadura de su arma. Tenía la necesidad de colaborar, y cuanto antes.

──Os guiaré en cabeza. Aprovecharemos que nuestro amigo Karel es algo más lento y así podré ir y venir en vanguardia.

Asintió a las palabras de Daebeg y se colocó en último lugar. A partir de ahora, era el encargado de ir borrando las huellas de que iban dejando, y las suyas propias. Lo que más le costaría sería eliminar el rastro del Naugrim, pero esto no le ponía de mal humor: una compañía como la que ellos formaban debía compensar las debilidades de unos y otros con las fortalezas de los demás.

Te adelantas para hacer de avanzadilla y reconocer el camino, la verdad es que el rastro de la patrulla es cada vez más reciente, parece que acamparon y continuaron su viaje. Al llegar a un punto donde el sendero se ensancha y se forma una pequeña explanada, distingues una tienda de orcos, pero no aprecias a nadie y decides acercarte. Te acercas tanto y con tanto cuidado que logras estar al lado de la tienda. Estas seguro que nadie a reparado en ti y esto te permite ver lo que buscabas: cuatro orcos hablan con una figura flamígera que derrite la escasa nieve a su alrededor detrás del recodo del camino. gash...fuego... un Balrog de Utunmo. No es el más grande que hayas visto, pero es una visión imponente. Medirá unos dos metros y medio de alto, quizás tres y empuña un enorme martillo de hierro negro. 

La seguridad que te da el haberte acercado tanto sin ser detectado, te permite volver a buscar al grupo. Estas muy seguro que no has sido visto por nadie.