Partida Rol por web

Una pelea de gallos en toda regla. Adele sopesó la situación junto con las respuestas que estaban dando los rangers, y aunque por un momento juzgó que su presencia provocaría rechazo, decidió también intervenir.

-En este momento somos la mejor baza que tiene para dar con su hijo, señor McKnight. El tiempo que tarde en comprarse la ayuda de las autoridades especializadas es tiempo que está desperdiciando cuando puede simplemente dejarnos cumplir con nuestro trabajo.-

El magnate miró a las dos mujeres como si fuera la primera vez que se percataba de su presencia. Escuchó sus palabras y su actitud retadora pareció desinflarse un poco. Sin embargo, el juez Corman tomó inmediatamente el relevo.

—Eliah, no perdamos más el tiempo con esta gente. No saben ni donde tienen el agujero del culo —intervino con rudeza—. El pequeño Ben no tiene nada que ver con la investigación de los Rangers y de los federales. Tu hijo no es el retoño indeseado de una familia marginal. Hasta que se demuestre lo contrario se trata de un asunto local, así que deja que Smith y yo nos encarguemos de todo.

McKnight contempló dubitativo al juez Corman, sopesando sus palabras, pero retornó la mirada hacia el agente Bennet. Smith, por su parte, seguía a la expectativa, con la boca cerrada aunque alerta. A aquellos de los presentes que le conocían bien les debía sorprender que pudiera contenerse durante tanto tiempo, lo que no dejaba de ser otra muestra más del poder de la estricta jerarquía local.

—El juez tiene razón —rompió su silencio McKnight—. Si son tan estúpidos como para creerse las palabras de esa putilla adolescente y arrestar a un pobre maestro de escuela, quizás no sean los más indicados para llevar ningún caso en este condado —volvió a provocar al trío de representantes de la Ley. Sus dos guardaespaldas, los gemelos Pickett, hicieron un leve gesto de aprestarse para defender a su jefe en caso de que fuera necesario.

Más de diez niños desaparecidos, el hallazgo del cadáver de uno de ellos, ¿¡y realmente está poniendo por encima su puto orgullo antes que la vida de su hijo!? – Seguía sin saber qué hacían allí parados mientras ese psicópata asesino se alejaba a cada minuto que pasaba, siendo cada vez más difícil de localizar. Le estaban dando tiempo para recrearse con Ben y borrar todas las huellas que hubiera dejado en el proceso.- Tienes razón, su hijo no forma parte de una familia marginal, pero su padre tiene el corazón tan podrido por dentro que no me sorprendería que hubiera hecho una excepción.- No podía controlar su lengua, mucho menos el carácter agrio de los Greenwrim cuando había una vida en juego, no percatándose siquiera de lo que estaba diciendo o a quién hasta que era demasiado tarde.

Se giró de nuevo hacia Smith buscando, tal vez, un poco de coherencia en el asunto. No quería colgarse una medalla para los Rangers, sólo encontrar al pequeño con vida.

No necesito vuestra aprobación, porque toda batida de búsqueda acepta voluntarios y, cuantos más seamos, más terreno ocuparemos.- Estaba cansada, todavía no había logrado siquiera acicalarse después de ese “coma”, y el calor no ayudaba a despejar su cabeza, sintiendo que todo su cuerpo ardía.- Sabes que estamos perdiendo el tiempo aquí. Desígnanos una zona y me encargaré de peinarlo.- Intentó una cooperación, tal vez para asegurarse de que supiera que estaban todos en el mismo barco o querer encargarse de un lugar que ellos no hubieran tocado, pero lo que estaba claro es que lo estaba intentando con todas sus fuerzas.

-Podría hablarle de ese maestro de escuela o, si lo prefiere, de Frank Macklin, quien verdaderamente abusó de... ¿cómo la ha llamado? Oh sí, esa "putilla adolescente" -dijo Bennet, con los ojos puestos en McKnight mientra hablaba con un tono claramente frío-. Porque a la hora de la verdad, el profesor que había sido señalado como abusador no tenía nada que ver con lo ocurrido, sino que era uno de sus trabajadores. El bueno de Frank, ¿eh? ¿Quizá usted lo sabía y procuraba que el sheriff Smith no arrestara a Macklin porque era uno de sus hombres de confianza?

El ranger tenía cada vez más claro que, pese a que tenía sus propias corruptelas, Eliah McKnight no estaba involucrado en las desapariciones. No obstante, el asesino podía estar aprovechando el hecho de que en aquel condado el sheriff únicamente actuaba si McKnight le daba la orden o se veía obligado a arrestar a alguien, como en la situaicón de Macklin.

-Pero creo que no es momento de absurdas discusiones. Es su hijo el que ha sido secuestrado y queremos ayudarle antes de que pueda ser demasiado tarde. Podemos encontrar a su hijo, pero necesitamos su colaboración. Díganos dónde estaba Ben la última vez que lo vio y no le molestaremos más.

El jefe Smith le hizo un gesto a la sargento Greenwrim para que ambos se apartaran del corrillo donde la tensión no paraba de crecer. McKnight no se percató del movimiento del sheriff, pero el juez Corman sí y su expresión facial mostraba hasta qué punto estaba en desacuerdo con la decisión tomada por el servidor de la Ley.

—Te encanta pelear en el barro, pelirroja —habló en voz baja el sheriff cuando ambos se apartaron unos metros del resto— y tienes más cojones que la mayoría de los que están en esa reunión; eso te lo concedo —Smith echó una larga mirada a Moira, bastante sucia; había logrado al fin la atención del veterano policía, aunque quizás en el peor de los sentidos—. Pero a mi no puedes ponerme un lacito en el cuello y pasearme como un puto chihuahua. He domado a potras más salvajes que tú —paseó la lengua entre sus dientes mientras contemplaba el escote de la ranger—. Si quieres hacer trabajo policial de verdad no voy a ser yo quien te lo impida; ni puedo ni tampoco quiero —hizo una pausa y recompuso el rostro para volver a ser el viejo cabrón de siempre—. Cuando llegamos a Cypress Chapel los parroquianos y la gente de McKnight lo había pisoteado todo, como si hubieran soltado una manada de vacas para pastar. Skinner sigue allí tratando de evitar que más paletos contaminen el escenario. Es el punto de partida y el único sitio que mi oficina controla. El alcalde Fallon trata de organizar a los voluntarios, pero es McKnight quien está mandando gente por toda la zona. Y si tu amigo no lo evita muy pronto tendrá a todo Jefferson buscando —concluyó señalando a Scott.

—Mi hijo estaba donde debía estar, pregúntenle al sheriff los detalles —respondió bruscamente, entrecerrando los ojos. Los hermanos Pickett cerraron un poco más las filas en torno a su jefe al ver cómo se iba envalentonando. Parecía una coreografía aprendida: McKnight le tocaba las narices a alguien y ellos dos se encargaban de defenderle de las posibles reacciones violentas. 

A pocos metros, la multitud estaba formando un semicírculo alrededor del hotel. El nivel de ruido había disminuido, sin duda para poder escuchar lo que decían unos y otros en aquella reunión.

—Creo que ya hemos perdido demasiado tiempo con estos chupatintas —atacó de nuevo el magnate, esta vez elevando el tono de voz para que la audiencia pudiera oírle—. ¡Necesitamos voluntarios! —bramó en dirección a los ciudadanos—. El que encuentre alguna pista del paradero de mi hijo o del hijo de perra que se lo ha llevado no tendrá que preocuparse más por su salario y sus facturas.

Un clamor se elevó entre el gentío y numerosas manos se alzaron, seguidas del movimiento de sus respectivos dueños hacia las filas delanteras. Sin embargo, la reacción había sido más pobre de lo esperado. Asimismo, la agente Lewis y el sargento Bennet percibieron un gesto de disgusto en el rostro del juez Corman quien, al igual que el sheriff Smith, no parecía comulgar con el hecho de que McKnight tratara de marcar el paso en aquella situación.

—Eliah —intervino su señoría en voz baja y con disimulo, aunque le era muy difícil susurrar con aquel vozarrón que poseía—. Fallon se está encargando de todo. No montes aquí una feria.

A pesar de las formas repulsivas en las que la miraba o se dirigía a ella, saber que al menos estaba dispuesto a decir algo más aparte de palabras de superioridad fue un alivio, o más bien un hilo del que podía tirar. Por eso le escuchó con atención aunque, con el rabillo del ojo, estaba pendiente también de los movimientos del millonario, o más bien de los escudos humanos que le protegían, como si esperaran la mínima provocación para atacar.

De acuerdo, es un buen lugar para empezar. Gracias por la cooperación.- Se giró hacia Scott y Adele, quienes parecían querer seguir con la guerra de Eliah. Ya le había quedado bastante claro que a ese hombre la vida de su hijo le importaba lo mismo que una piedra pero, hablando de hijo, ¿dónde estaba la madre? Echó un vistazo a su alrededor, buscando a la mujer que recordaba haber visto en el artículo, sorprendiéndose también que no estuviera en la batida.- Iré a la Iglesia, el último lugar donde fue visto Ben. Quiero comprobar personalmente un par de cosas y ayudar si es necesario.- No lo dijo en voz alto pero tampoco hacía falta hacerlo, pero quería ver si había pruebas que no iban a contarles ya fuera por el orgullo de Eliah o porque todavía no se fiaban de ellos. En cualquier caso si había una escena, lo mejor sería que fuera.- En cualquier caso no perdáis más tiempo aquí, tenemos mucho trabajo por delante.

Eliah McKnight no daría su brazo a torcer, y tal y como estaba la cosa, no merecía la pena insistir en tratar de llegar a un entendimiento. Lo único que podían hacer en esos instantes los rangers era encontrar alguna pista que les indicase qué había sucedido con el hijo de McKnight. Aparentemente el niño había sido visto por última vez en Cypress Chapel, lo que desde luego no encajaba con el resto de las desapariciones que conocían, que se habían producido en los hogares de los niños.

De inmediato, Bennet pensó en la madre de Ben. ¿Habría sido ella quien se encontraba con el chico cuando había desaparecido? Quizá simplemente se había distraído y el niño había sido raptado sin que ella se percatara de ello. Pero, ¿hasta qué punto sabría el secuestrador que el hijo de McKnight iba a acudir a aquella iglesia?

-Voy contigo, Greenwrim -decidió Bennet, pensando en si encontrarían un rastro como el que habían seguido desde el jardín de la casa de los O'Hara-. Cuatro ojos ven más que dos.

La iglesia de Cypress Chapel se encontraba situada en un prado cuidado y agradable. El edificio blanco se erigía al final de un largo camino de tierra y detrás del mismo, a una distancia considerable, crecía salvaje la vegetación típica de la zona. El espacio que ocupaba la parroquia y sus aledaños daba una idea del tamaño de sus feligreses y de sus donaciones, de las cuales, no cabía duda de que las de Eliah McKnight debían ser de las más generosas.

El alguacil Smith era el único representante de la autoridad presente en la escena. Su coche estaba aparcado a la izquierda del camino, antes de llegar a la iglesia, en una zona que parecía ser el lugar de estacionamiento habitual de los vehículos a juzgar por el estado de la hierba y las numerosas huellas de rodadas.

Había un cordón de cinta policial alrededor de un lujoso SUV, que tenía las cuatro puertas abiertas. Alrededor del mismo no había nadie, pero desperdigados por el prado todavía pululaban unas cuantas decenas de parroquianos, algunos mirando al suelo y charlando entre ellos la mayoría.

El sol comenzaba su descenso pero la temperatura y la humedad no cedían ni un ápice. En el cielo se iban formando algunas nubes que amenazaban con descargar un aguacero esa misma noche.

En otra ocasión le hubiera gustado saber que iba a llover ya que aquello significaría que el tiempo refrescaría un poco y podría descansar del asfixiante calor, pero también significaba que las huellas o pistas que podrían haber se borrarían para siempre. Tenían que ir rápido.

¿Habéis comprobado las huellas de neumáticos? – Se fijó en el suelo, buscando alguna más oscura que el resto, como si alguno tuviera prisa. Si el responsable de su desaparición tuvo la suficiente calma como para no acelerar es que tenía todo bajo control y, posiblemente, conociera previamente al niño.

De paso miró por los alrededores, buscando algún negocio o cámara de seguridad que pudiera haber de casualidad. Había que descartar todas las opciones.

¿Están todos interrogados? – Señaló hacia la multitud que todavía charlaba entre ellos. Tal vez podrían hacer una pequeña lista de asistentes a la misa y, a partir de ahí, ir descartando sospechosos.

Bennet observó la iglesia de Cypress Chapel. Sus ojos se posaron de inmediato en el SUV, preguntándose por qué aquel lujoso vehículo se encontraba estacionado allí con las puertas abiertas y luego dirigió una mirada en dirección al vehículo de Smith. Si querían buscar huellas de neumáticos, lo más útil sería dirigirse allí en cuanto pudieran hacerse una idea de cómo se habían desarrollado los acontecimientos.

El ranger decidió aproximarse hacia el SUV, observando el vehículo y la tierra a su alrededor, claramente extrañado, ya que no alcanzaba a entender qué papel jugaba el vehículo en la desaparición del hijo de McKnight.

Adele había visto al igual que el resto que no había manera en convencer a aquel hombre de actuar de manera sensata. Se tomó un momento en sopesar si ir con los Rangers, pero finalmente habló hacia ellos. -Manténganme informada. Veré qué cosas puedo averiguar en este circo.- Les sonrió a ambos, antes de levantar la mano. -Me ofrezco voluntaria también.- Dijo, mostrando un gesto casi burlón en su sonrisa. Si estaba solicitando gente para la búsqueda y estaba desesperado por ayuda, rechazar la oferta de la agente del FBI sería contraproducente para la imagen que quería dar. Y de ese modo, la mujer afroamericana esperaba poder ver mucho más de cerca tanto a Corman como al magnate y sus perros de caza.

Mientras el agente Bennet inspeccionaba el SUV de los McKnight, observado de cerca por el alguacil Skinner, su compañera recorría la zona buscando algún tipo de rodada que se saliera del esquema caótico que habían trazado todos los vehículos que habían entrado y salido aquel mismo día. 

Se identificó ante los parroquianos y logró averiguar por boca de los más colaborativos que nadie había visto ni oído nada fuera de lo normal, pero que tampoco hubo muchas probabilidades para ello ya que todos estaban en el interior del edificio religioso atendiendo al sermón del reverendo Rapaport. La iglesia no tenía cámaras de seguridad y tampoco había ninguna otra construcción en los alrededores, solamente aquel prado idílico flanqueado por la exhuberancia de la vegetación local.

Cuando estaba a punto de tirar la toalla, Moira Greenwrim se aproximó a los primeros árboles y arbustos que crecían en el borde norte del terreno de la iglesia, detrás de la misma y de un amplio espacio abierto dedicado a usos múltiples. Una pareja de mediana edad caminaba por allí de regreso a la parte frontal y saludaron con la mano a la ranger, con quien habían estado hablando unos minutos antes. La mujer los dejó atrás, recorrió unos treinta metros y se acercó más aún al extremo de la propiedad y allí, justo en el lugar donde el césped cuidado dejaba paso a la grama y a las plantas silvestres, descubrió una rodada reciente.

Provenía del oeste aunque era imposible trazar todo el recorrido y se detenía en aquel lugar, dejando al vehículo oculto por la propia iglesia de cualquiera que estuviera en la parte frontal. Luego había dado la vuelta precipitadamente, a juzgar por los pequeños derrapes que habían quedado en el suelo y regresaba por donde había venido. Pero ya fuera por iniciativa propia o por casualidad, se había metido en la alfombra vegetal y sus huellas se habían perdido.

Por la anchura de los neumáticos, la distancia entre ejes y la profundidad de la huella, Moira estaba segura de que pertenecían a un todoterreno o a una furgoneta de reparto no muy grande, de no más de dos mil kilos de tara. 

También estaba completamente segura de que era el vehículo en el que habían sacado a Benjamin McKnight de allí.