Partida Rol por web

La mirada de Adele se afiló. -¿Y dónde estaban esas personas que le cuidan cuando su hijo desapareció hoy, McKnight?- Soltó, sosteniéndole la mirada. -¿Dónde estaba ese personal de sobra? Ilumíneme, por favor.-

Tendremos que llevar las ruedas al laboratorio para un mejor análisis. También le mandaremos una muestra al FBI.- Cogió su teléfono y empezó a marcar el número del departamento donde trabajaba, esperando poder contactar con el laboratorio.- Mientras tanto, Smith, necesitaríamos una lista de todos los talleres mecánicos del condado.- Aunque esperaba a que los tonos sonaran, seguía intentando ordenar sus ideas. La verdad es que Moira estaba demasiado emocionada con esto, deseando acortar la distancia que lo separaba del secuestrador para demostrar a todos y a sí misma que podía hacerlo.

Las gomas son nuevas, ha debido de cambiarlas recientemente.- También estaba la opción de que fuera un nuevo modelo, lo sabía, pero tenía la certeza de que se trataba más bien de un cambio de ruedas. Tal vez para el terreno del condado.- Pasaremos también por los confesionarios por si acaso han vendido en las últimas semanas un vehículo de características similares.

—¿De verdad cree que va a funcionar esa patética estrategia de intentar hacer que me sienta culpable? —de repente había dejado de dar vueltas a su sombrero—. Haga lo que crea que deba hacer, pero no aparezca por mi casa si no es con una orden judicial. Frank, Bart —llamó a los gemelos—. Llevadme a casa. Quiero estar con Loreen.

Eliah McKnight dio así por finalizada su discusión con la agente Lewis. El juez Corman no salió tras el magnate, algo que, a primera vista podía parecer sorprendente. Los alguaciles tampoco se movieron de su sitio, esperando alguna orden directa.

—Como le dije a su compañero, mañana lunes les quiero en mi despacho para que me expliquen toda esa mierda que se traen entre manos ustedes y los Rangers —ordenó su señoría a la federal.

-Allí me verá.- Le aseguró Adele, haciendo énfasis en que sería ella quien asistiría. Esperó a que el magnate se hubiese marchado para salir ella también, y no dijo nada más hasta estar fuera de la comisaría, donde por fin resopló y apretó los dientes, ahogando un grito frustrado. ¿Cómo podía haber gente tan imbécil en el mundo? ¿Tan cegados como para ver más allá de sus putos culos? Necesitaba hablar con alguien que pudiera entenderla, necesitaba...

Y fue como si el shock que la había adormecido desde que supiera la noticia de Max desapareciera. La mujer tuvo que recostarse a la pared un instante, con el corazón agitado, conteniendo las ganas de gritar. Se había ido, estaba sola. La había dejado sola, para enfrentar un caso donde ella era un elemento hostil. -No puedes derrumbarte ahora. No aquí.- Logró murmurarse a si misma, y sintiendo los pies pesados empezó a andar de nuevo. Iría a buscar al grupo de voluntarios, quizás entre ellos hubiera alguna cara conocida, algo que le ayudara a dar un siguiente paso. Se le ocurrió de pronto una idea: era más que probable que AK-47 Will se encontrara entre los voluntarios. ¿Podría convencerle a él de dirigir al grupo de batida hacia la dirección del Bayou?

No había ningún reporte sobre coches robados desde hacía un tiempo, lo que definitivamente indicaba que el secuestrador no usaba un vehículo que hubiese sustraído. Con todo lo que había visto hasta el momento, Bennet tenía la sensación de que aquel asesino lograba pasar tan desapercibido que probablemente no había necesitado usar un vehículo robado. Todo indicaba para él que el secuestrador había utilizado un coche de importación, definitivamente no estadounidense.

-Smith -se dirigió al sheriff, tratando de hablarle en el tono más neutro posible-, ¿sabe de algún lugar donde suelan alquilarse coches de importación? Mercedes Benz, BMW, Lexus... Definitivamente coches no estadounidenses.

La agente Lewis recorrió los grupos de ciudadanos que merodeaban por los alrededores de la comisaría. Estaba cayendo la tarde y algunos de los batidores estaban regresando a Jefferson con las manos vacías y las gargantas sedientas.

El local de Auntie Skinner estaba lleno a rebosar de paisanos y paisanas trasegando cerveza y algunos chupitos de bourbon para combatir la calurosa noche sureña. El olor de la parrilla le recordó a la agente federal que no había echado nada al estómago desde el desayuno.

No le fue muy difícil encontrar a AK-47 Will dentro del pintoresco local. Dominaba un corrillo numeroso que asentía gravemente a todo lo que iba diciendo. Adele pudo reconocer a algunos de sus acompañantes: Gregor O'Hara, el matrimonio Tillman y Tim Mortimer, el dueño de los bungalows turísticos a orillas del bayou de Uncertain (a este último lo reconoció por los carteles de su establecimiento con su rostro que salpicaban las calles y carreteras de ambos condados); pero a su alrededor se congregaban bastantes más personas.

Cuando Adele se abrió paso hasta ellos, se hizo de pronto el silencio, seguido de muchas miradas incómodas. Johnny Cash tronaba en los altavoces del local y su voz ronca podía escucharse ahora con mejor claridad.

—Buenas noches, usted debe ser una de los agentes federales que andan por la zona —decidió romper el hielo Tim Mortimer, alargando su mano para saludar a Lewis.

—En este condado hay dos concesionarios de coches y solamente uno de ellos vende vehículos de importación, el de Simon Dupré —respondió el sheriff Smith—. En Marshall debe haber algunos más pero esa no es mi jurisdicción. Creo que podrían utilizar las páginas amarillas del condado de Harrison o incluso Internet. Dicen que los polis modernos como ustedes lo utilizan para todo, ¿no?

El alguacil Skinner respaldó la ironía de su jefe con una sonrisa socarrona. A pesar de que la luz del sol iba menguando rápidamente Jeff Skinner no se había despojado de sus gafas de espejo. Seguía con manifiesta incomodidad las evoluciones de los dos rangers y miraba hacia otro lado cada vez que su superior les prestaba ayuda. Por eso esta pequeña rebelión del sheriff le había gustado tanto; porque sentía que aquellos dos policias estatales les estaban meando encima.

—Aquí ya no hacemos nada. Skinner, manda a casa a toda esta buena gente y vete tú también. Mañana proseguiremos la búsqueda. Sin luz no vamos a encontrar una mierda.

Y sin esperar nada más echó a andar en dirección a su todoterreno. Skinner se permitió echar una última mirada a la pelirroja, con aquella sonrisa suya en los labios y se despidió de ella. Ignoró al agente Bennet como si no existiera.

Simón Dupré.- Repitió el nombre para recordarlo, no recordando haber visto ningún cartel por el camino del concesionario.- Podemos comenzar por ahí.- También cabía la posibilidad de que hubiera adquirido el vehículo en otro condado, pero por ahora iban a centrarse en lo más cercano para ir descartando.

Alzó la mirada a la par que el resto para comprobar que el sol estaba escondiéndose por el horizonte, dificultando así su búsqueda. Tengo que agenciarme una linterna. Sin embargo le sorprendió ver que el sheriff parecía haber tirado la toalla en ese día, ¿cómo iba a marcharse sin más? Tenían una pista, varios caminos y sobre todo poco tiempo. No podían dejar que las pistas se enfriaran.

Voy a pasarme por ese concesionario.- Sentenció a su compañero ranger, no queriendo parar ni un minuto. Además, tener la cabeza ocupada con el trabajo era una especie de terapia que la ayudaba a afrontar el resto de mierdas que le iban ocurriendo.- No creo que esté abierto pero tal vez encuentre alguna huella parecida en las cercanías.- Se quedó mirando la marcha de Smith y Skinner, estando tan pendiente de las huellas de neumáticos que ni había prestado atención a la forma del segundo.- Bennet, ¿te encargas tú de enviar las muestras al laboratorio y a Lewis?

Antes de que su compañero le respondiera, Moira se fijó en un vehículo estacionado en la entrada al prado de la iglesia. Se trataba de un 4x4 enorme, de esos con el eje trasero más ancho para poder llevar más carga en la batea trasera. Indudablemente no podía tratarse del coche que buscaban, pero había algo en la actitud de sus ocupantes que le mosqueaba.

Eran un hombre y una mujer. Dada la distancia y la luz menguante del sol no podía ver muchos más detalles, pero estaba segura de que uno de ellos, concretamente la mujer, les observaba con un par de prismáticos. Luego, con muchas parsimonia, se subió al asiento del acompañante. La camioneta no tardó en arrancar, salir a la carretera y dirigirse en dirección contraria al pueblo.

Moira no alcanzó a distinguir nada más, ni número de matrícula ni el modelo exacto de la camioneta; aunque la reconocería en seguida si volvía a encontrársela.

-Así es, soy la agente Lewis. Ya algunos aquí me conocen.- Adele ni llegó a estrechar la mano que le ofrecía el hombre, mirando hacia O'Hara y a los Tillman un momento antes de dirigirse a Jefferson. -Asumo que sois parte de la partida de voluntarios de McKnight, o que estáis investigando por cuenta propia. El hombre está desesperado pero es demasiado orgulloso como para aceptar la ayuda de una mujer negra del FBI. Me da igual si vosotros pensáis lo mismo, porque mi intención es la de ayudar y resolver las desapariciones con o sin vuestra colaboración. Ahora bien, preferiría que dejarais de lado cualquier prejuicio por mi raza y sexo, y me veáis como lo que soy: una jodida agente federal con años de experiencia comprobable que desea tanto como vosotros encontrar a los culpables de los secuestros antes que hagan más daño.-

Tomó aire un momento, y continuó. -Si estáis de acuerdo, entonces: quiero revisar la zona del Bayou. En el secuestro de Theresa O'Hara, el secuestrador llevó a la niña hasta una caseta donde posiblemente le esperaba un bote. El lugar está abandonado y podrido, por lo que no creo que haya sido utilizado de nuevo, pero puede haber lugares similares en donde puede tener escondido al niño o el bote. ¿Me ayudaréis en esta empresa?- Finalizó, esperando una pronta respuesta, positiva o negativa.

—Señora, con el debido respeto —intervino bastante serio Tim Mortimer tras un incómodo silencio—. Si pretende meterse en el bayou de noche creo que sobrevalora su propia capacidad de raciocinio. Aunque le acompañemos gente experimentada como yo mismo, adentrarse ahora serían ganas de tentar al diablo. ¿No crees, Will?

—Estoy de acuerdo con Tim, agente —respondió el interpelado—. No hay nada que podamos hacer de noche en ese laberinto y menos si no sabe qué está buscando. Hay centenares de pequeños embarcaderos. ¿Cómo sabe cuál estamos buscando?

Gregor O'Hara y los Tillman se mantenían en un segundo plano, atentos a la conversación. El resto de los allí reunidos se dividían entre los que apoyaban las advertencias de Mortimer y AK-47 Will y los que miraban con cara de fastidio a la agente Lewis.

Puede que fuera el hecho de sentirse observada, pero en mitad del silencio de Scott se dispuso a buscar por los alrededores sin saber qué estaba buscando exactamente. Fue así como dio de casualidad con un vehículo cuyas características no parecían corresponder a las del secuestrador, pero eso no significaba que aun así sus instintos estuvieran lanzando luces de emergencia, como si no debiera perderlos de vista.

Pero no podía distinguir demasiado, no con la luz y la distancia que había entre ambos. Aun así creyó ver el brillo de un cristal pequeño, como unos prismáticos, los cuales parecían esconderse cuando se percató de ello, arrancando el coche.

Sus pies caminaron solos para acortar un poco de distancia pero era demasiado tarde, se habían marchado, aunque intentó memorizar la silueta de la camioneta y su color para localizarla.

Nos estaban vigilando Bennet.- Se maldijo a sí misma por no poder haber sido capaz siquiera de apuntarse mentalmente el número de la matrícula, un error de novata que les retrasaría bastante. Sin embargo tenía la sensación de que volvería a encontrarse con ellos tarde o temprano.- Debemos irnos. No es seguro hablar aquí.- ¿Serían periodistas queriendo encabezar los titulares de los periódicos con exclusivas? No tenía sentido entonces que los vigilares a no ser que el secuestrador no estuviera solo.

En ese caso estarían bien jodidos.

El sheriff Smith les informaba de que había únicamente había dos concesionarios de coches, pero que el único que vendía vehículos de importación era el de Simon Dupré. Bennet tomó nota sobre aquel nombre, pues tendrían que acudir para interrogarlo. Sin embargo, el ranger se sorprendió cuando el sheriff indicó que no podían hacer nada más y que seguirían con la búsqueda al día siguiente.

Bennet apenas podía dar crédito a lo que escuchaba. ¿Es que Smith no iba a esforzarse más ni siquiera por buscar al hijo de McKnight? Cada día que pasara habría menos posibilidades de que encontraran al secuestrador y el chiquillo estuviese con vida, y si no lo lograba, esa muerte pesaría sobre su conciencia. El ranger aún podía recordar a Jordan mencionando que la siguiente desaparición iba a producirse en pocos días y que aún tenían una posibilidad de encontrar al asesino antes de que secuestrase a otro chico. Pero la habían perdido y ahora se enfrentaban a una carrera contrarreloj si querían encontrar a Ben con vida.

-¡Esperen! -se dirigió al sheriff Smith y a Skinner, bastante tenso y nervioso, al punto de ignorar completamente lo que le hubiera dicho Moira-. ¿De verdad se van a ir después de lo que han encontrado aquí? ¡Las primeras veinticuatro horas son cruciales! ¡Tiene que enviar a alguien a visitar a ese Dupré para averiguar si el vehículo salió de su puto concesionario, joder!

Maldiciendo por lo bajo, Bennet se dirigió a Moira, escuchando que esta decía que alguien les estaba vigilando.

-¿Qué? ¿Que nos estaba vigilando? ¿Conseguiste al menos memorizar la matrícula? -Bennet respiró hondo, sintiendo que lo que hicieran las siguiente horas podían suponer la diferencia entre la vida o muerte del pequeño-. Ni de broma vas a ir sola al concesionario, Greenwrim. ¡Hay que interrogar a Dupré cuanto antes, olvídate ahora de llevar muestras a ningún laboratorio!

Smith y Skinner se alejan aún más, en dirección a sus coches patrulla. Desde la distancia los rangers todavían tienen oportunidad de escuchar la voz socarrona del sheriff que les provoca una vez más:

—Ustedes son los expertos. Traigan algunos juguetitos de Austin. Qué sé yo: helicópteros con focos, perros rastreadores, a los putos SWATS...

Los dos sargentos se quedan solos en el prado idílico sobre el que comienzan a alargarse las sombras del edificio del la iglesia y los árboles circundantes. El 4x4 de McKnight se queda allí también, con las puertas abiertas y la cinta policial alrededor.

-Luego de todo lo que he escuchado de vos, esperaba más cojones de vuestra parte, señor Jefferson.- Aunque parecía que Mortimer tenía el mayor carisma de los presentes, Adele confiaba en que el llamado AK-47 tendría menos éxito en evitar sentir su orgullo herido por las palabras de la mujer. -Imaginad por un momento que quien estuviera desaparecido no fuera el hijo de McKnight, sino el suyo. Imaginadlo todos.- Esta vez miró a cada uno. -¿Me vais a decir ahora que no estaríais dispuestos a hacer lo que fuera por hallarlos? ¿Que no llegaríais a realizar actos que otros considerarían "tentar al diablo" si hubiera la oportunidad de hallar a vuestros hijos? ¿Podríais dormir toda la noche y esperar a mañana?-

—Wow, wow, wow... Relájese un poco, agente —intervino Tim Mortimer, el hostelero—. ¿Cómo puede hablarle así a estos padres afligidos? ¿Se ha dejado el corazón en el cuartel general o es que no se lo adjudicaron uno al nacer? —adoptó un tono más conciliador antes de continuar—. Mire, todos los presentes estamos agotados después de un día de búsqueda. ¿Sabe qué podría pasar si nos adentráramos de noche en el bayou? ¿Quiere ser responsable de cualquier posible accidente que pudiera suceder?

—¡Maldita sea! ¡Qué prisa les ha entrado ahora! —interrumpió Will Jefferson—. Mi hijo Will desapareció hace medio año, Theresa O'Hara hace dos y el pobre Samuel Tillman ¡4 años! ¿Y ahora que "desaparece" —hizo el gesto de las comillas con los dedos— el hijo de McKnight quiere meter a todo el pueblo en los pantanos? ¡Anda y váyase al diablo!

Will Jefferson salió del local y detrás de él todos los que le acompañaban. Tim Mortimer salió el último y echó una última mirada a Adele y quizás fuera que la agente Lewis estaba muy cabreada, pero tenía la sensación de que había triunfo en aquella mirada...

Dentro de la tranquilidad y frialdad que solía mostrar Bennett, aquella reacción tan desesperada le pilló desprevenida, dando un pequeño respingo cuando comenzó a gritar y a dirigirse hacia ella con esa exasperación en su mirada.

No, estaba demasiado lejos como para ver la matrícula, pero estoy segura de que si veo de nuevo ese 4x4 lo reconoceré.- Moira no quería hablar más de la cuenta, no en mitad de la calle y teniendo poco tiempo antes de que el concesionario cerrase si tenían suerte. Eso si no lo había hecho ya.- Iremos a ver a Dupré.- Asintió, aunque no estaba de acuerdo con dejar las huellas neumáticos sin enviar al laboratorio. Desconocía cuando volverían a tener la oportunidad de estar frente a algo tan fresco y decisivo.

Se agachó ella misma donde las huellas para recogerlas y hacer las fotos pertinentes para mandar, apuntándose mentalmente de que en el hotel debía pasárselo al FBI.

Vámonos.- Intentando guardar una ligera calma, indicó a Bennet que la siguiera para dirigirse al concesionario.

Adele seguía mirando la puerta del local con rabia contenida aún luego de que la fugaz sonrisa de Tim Mortimer quedara atrás. Cuanto daño había hecho las malas gestiones de los Sheriff, como para que la desaparición de un niño les causara hasta indiferencia sólo por ser hijo de alguien de dinero. Hubiera querido recordarles que ella no estaba allí movida por McKnight, que no había hecho falta una figura poderosa para que se apersonara al caso. Pero, ¿acaso serviría de nada ante aquel grupo de ignorantes y prejuiciosos? La seguirían mirando del mismo modo.

Se acomodó la chaqueta del traje, y salió con la cabeza en alto. De ahora en adelante, no pensaría en resolver el caso para darle paz a los pobres padres, desgraciados y desagradecidos. No, resolvería el caso por su propia paz mental, por detener a los secuestradores y evitar que se cobraran más víctimas... También lo haría por Max.  Y cuando todo acabara, daría gracias de poder mandar a la mierda a aquel puto condado y sus paletos habitantes.

Más en contra de sus propios deseos, tenía que admitir que no estaba en condiciones para peinar el Bayou por su cuenta a esas horas. Estaba decididamente agotada física y mentalmente, necesitaba un momento para si misma, para poder centrar sus ideas y pensar cuál era el siguiente paso a seguir. Tenía que aceptar, apretando los dientes con rabia, que por esa noche no había más que pudiera hacer. Así, se puso en movimiento hacia el hotel, a la espera de alguna noticia de los Ranger, y ver si luego de cenar y adecentarse podía volver a llamarse persona.