Partida Rol por web

 DeFuss fue sacado de su lugar por aquel temerario hombre que se avalanzó contra él; pero el sujeto no buscaba una pelea, sino sacar de el medio al agente para largarse a correr como un desaforado. El veterano, que ya estaba debilitado por el dolor de tripas que le atormentaba y lo bizarro de toda la escena, apenas pensó en perseguir al sujeto. Además, dejar a su compañera sola en aquel lugar podría ser terrible.

- ¡Hey, ven aquí! ¡El lugar está rodeado, puto loco!

 Para cuando DeFuss dejo de mirar al hombre y se enfocó de vuelta en lo que estaba pasando dentro de la habitación, pudo ver a su compañera haciendo lo impensado. Lewis estaba a punto de ejecutar a Rumsfeld, antes de que aquel malévolo hombre pudiese destrozar otra estatuilla de arcilla. Si bien DeFuss entendía lo que movía a la mujer, siendo él mismo víctima de aquellas extrañas sensaciones invocadas sobre él de alguna extraña y sobrenatural forma, no veía que todo aquello terminase bien para su compañera.

- Lewis... ¡ADELE, NO!

 DeFuss intenta arremeter contra su compañera y desviar el rumbo de su pistola. Pero para cuando logró acercarse lo suficiente a ella, el disparo ya había sido hecho.

 Jordan nunca olvidaría ese "BANG" tan catastrófico...

Los sonidos de Scott alertaron a una despistada Moira, quien rápidamente giró el rostro hacia su compañero sin entender demasiado qué estaba ocurriendo. Pero cuando sus balbuceos llegaron también lo hizo la tensión de un segundo “accidente” de vehículo y posterior escapada del sospechoso, siendo eso su punto principal de preocupación al ponerlo por delante del bienestar de Scott.

¡Joder! – Se movió como pudo dentro del vehículo en marcha para tomar el volante, haciendo lo posible para no acabar estrellados contra un árbol.

El caos en aquella habitación se incrementó con el disparo de la agente del FBI. El reverendo acusó el impactó y cayó al suelo, gritando de dolor. La intervención de Jordan DeFuss había desviado un poco la trayectoria hasta colocar la bala por encima del codo, pero el efecto esperado fue el mismo: la última figura de arcilla se quedó erguida sobre la mesa, desafiante.

El tipo que había empujado a DeFuss salió por la puerta a trompicones y se perdió de vista. La mujer, apenas visible en las sombras del fondo del cuarto, se asustó por la detonación, pero en seguida reanudó su búsqueda desesperada de algo dentro del armario.

La sargento Greenwrim se hizo cargo del volante con la rapidez y el nervio suficientes para detener el vehículo al borde del arcén. El otro coche del FBI continuó adelante sin percatarse de lo que había pasado. Apenas restaban una docena de metros para llegar a la verja de la casa.

Scott Bennet jadeaba pesadamente sin retirar su mano derecha del pecho. Desde el asiento trasero, Susan Delacroix se incorporó tras el frenazo y acercó todo lo que pudo su rostro al del policía.

—¡Muere, cerdo! ¡Revienta de una vez y púdrete en el infierno! —exclamó con una sonrisa diabólica y el rostro desencajado.

Scott se llevó una mano al pecho, notando una fuerte punzada, como si fuera a estallarle el corazón de un momento a otro.

En aquellos momentos, el ranger no pensaba en la detenida, ni siquiera en su compañera Greenwrim. Solo le importó comprobar que Moira había conseguido detener el vehículo in extremis. La casa de Peggy Slater se encontraba aún a una docena de metros, aunque para Scott era más que suficiente. Tenía que llegar a aquella casa y hacerse con el grimorio, si es que Rumsfeld estaba en aquella vivienda.

-Hay que llegar a la casa... -dijo Bennet, abriendo la puerta del vehículo y bajando de este con esfuerzo, asegurándose de no dejar la llave puesta-. Vamos. No hay tiempo que perder... -masculló, intentando caminar a duras penas hacia la vivienda de Slater.

Aunque hubiera logrado detener el vehículo seguían en la misma situación de tensión, no, se había incrementado por el estado de salud de Scott.

Le miró no precisamente preocupada porque le diera un infarto en mitad del arresto, sino por no saber si iban a darle más problemas.- No estás preparado Scott, vas a estorbar ahora mismo.- Sonó más borde de lo que pretendía, bajando del coche antes de dirigirse al asiento trasero.- Llama a una ambulancia y quédate atrás.- Por supuesto no iba a dejar a Susan sola en el vehículo para que se escapara o pidiera ayuda.

Tú, te vienes con nosotros.- Por suerte había visto el otro coche pasar de lado, teniendo intención de pedirle a alguno del FBI hacerse cargo de ella.

Scott miró a Moira con infinito desprecio. No iba a quedarse atrás solo porque su compañera se lo pidiera, no cuando estaba tan cerca de probablemente encontrar el grimorio que tendría que entregar a Riley.

-No voy a quedarme en el puto coche -le espetó, con frialdad.

Notó que Moira quería llevar a Delacroix al tiroteo. No era la mejor idea, precisamente porque una bala perdida en medio del fuego cruzado podía abatir a la detenida, ya había oído de negligencias que provocaban esos resultados. Lo más lógico era tal vez dejar a Delacroix bajo su vigilancia, pero Bennet tenía claro que no iba a quedarse en el coche, ni con la detenida ni sin ella. Tenía que llegar a la casa. Lo demás no importaba,

No prestó mayor atención a Greenwrim, ni se quedó junto al coche o llamó una ambulancia. Tomó su pistola para tenerla a mano y comenzó a caminar como pudo en dirección a la vivienda de Slater.

 El disparo de Lewis solamente había rozado al reverendo en el hombro, dejándolo herido e parcialmente incapacitado, pero nada grave que fuera a complicar la situación de los agentes. DeFuss se hubiese permitido suspirar con un poco de alivio, si no fuese porque uno de los sospechosos se había dado a la fuga y otra de ellos seguía moviéndose desenfrenada por la habitación, en búsqueda de algo que la eludía.

 No sabía exactamente hacia qué lado dirigirse, pero algo le decía que lo que fuese que estuviese buscando aquella mujer debía ser algo peligrosos para ellos. Ya había mostrado una extraña habilidad para salir de la vista de los agentes. Permitirle que consiguiese más... "cosas" sería peor.

- Lewis, restringe al reverendo... ¡Eh, tu! ¡Quédate quieta, mierda!

 DeFuss se echó una carrera hasta el armario en el que estaba buscando algo aquella mujer. Completamente a base de fuerza bruta, el detective se interpuso entre la mujer y el mueble, incluso empujándola en el camino. Y, de ser exitosa esa maniobra, el hombre la miraría desafiante con una mano en la pistola. Listo para apuntar.

- Se acabo, mujer. Tírate al piso y pon las manos en la cabeza.

Susan Delacroix forcejeaba con la agente Greenwrim negándose a salir del coche, dando patadas e intentando morder las manos de la mujer policía. Mientras, su compañero avanzaba penosamente en dirección a la casa fuera de la cual estaba ya aparcado el vehículo del FBI que les había precedido y también el que conducían Jordan DeFuss y Adele Lewis.

De repente, los dos rangers oyeron una detonación apagada pero inconfundible: el sonido de un arma de fuego al ser disparada. Los agentes del FBI salieron de su coche cubriéndose tras las puertas y tratando de localizar la procedencia del ruido.

El sargento Bennet, mucho más perceptivo y alerta, sabía que se había producido dentro de la casa, de donde le llegaba también el ruido de voces humanas hablando a gritos. La puerta de entrada tenía los cristales rotos y estaba casi desencajada, dando muestras de que allí se había producido un violento forcejeo.

Scott suspiró con alivio al ver que solo había dos vehículos del FBI a la salida de la vivienda, lo que hacía un total de unos cuatro agentes. Cinco, contando con Moira. Si el grimorio estaba en la casa de Slater, iba a tener que apañárselas para obtenerlo sin que los federales y Greenwrim se percataran de ello.

Al escuchar el sonido del disparo, Scott supo que el enfrentamiento de los agentes del FBI con los sectarios no había terminado. Bennet decidió aproximarse en dirección a los agentes del FBI que acababan de salir del vehículo y que se posicionaban tras las puertas.

-Voy a buscar una entrada por la parte trasera para entrar en la casa -advirtió a los dos agentes federales, al llegar hasta ellos-. Ustedes permanezcan cubriendo la entrada -les indicó Bennet, comenzando a bordear la vivienda para intentar encontrar una entrada desde el jardín trasero.

Hubo una cierta satisfacción en Adele al ver al reverendo aullar de dolor. El grito de DeFuss le hizo mirarle un momento de reojo, y hasta con enojo. ¿Acaso la creía tan estúpida como para matarle, luego de todo lo que habían pasado para capturarlo? Una parte de Lewis hubiera querido seguir disparando, no lo iba a negar. Pero tenía clara su misión, pensó en Theresa, en Benjamín, en todos los niños que aquel hombre y su aquelarre habían herido...

Lewis sacó sus esposas con la mano que no sostenía la pistola y se acercó al hombre en el suelo. -Alan Rumsfeld, está bajo arresto por el secuestro e intento de asesinato de Benjamín Knight. Tiene derecho a permanecer en silencio, todo lo que diga podrá ser y será usado en su contra. Tiene derecho a solicitar un abogado; si no puede pagarlo, el Estado le proveerá uno.- La mujer se concentró en intentar contener y apresar al hombre, poniendo todas sus fuerzas en ello, mientras repetía lo que debía decirse  para hacer legal el arresto y evitar que aquel hombre tuviera alguna baza para intentar defenderse ante un jurado. -¿Entiende sus derechos?-

La mujer pareció fundirse con las sombras del armario abierto, como si hubiera desaparecido dentro del montón de vestidos colgados, justo antes de lanzar varias prendas sobre el agente especial DeFuss y salir corriendo también hacia la puerta de salida de la habitación.

El policía se vio envuelto en una maraña de tela y apenas percibió a una sombra pasar a su lado a toda velocidad. Estaba seguro de que era la mujer tratando de escabullirse, pero las ropas que le había tirado encima evitaron que pudiera echarle mano al momento.

—¡No! ¡Aléjate de mí, semilla oscura de Cam! —el reverendo Rumsfeld se retorció en el suelo como una serpiente, a pesar de su edad y de la herida en el brazo. Trataba de ponerse de pie y de alejarse de la agente Lewis, a la vez que la señalaba con los dedos índice y anular de la mano izquierda—. ¡Estirpe inmunda de Caín, no me arrebatarás la dulce venganza del Señor!

Adele sintió algo extraño en el ambiente, un olor a ozono y a quemado que inundaba sus fosas nasales. Su cerebro pareció apagarse durante una milésima de segundo y las esposas casi se cayeron al suelo…

Susan forcejaba y Moira peligraba en perder la paciencia, dedicándole más tiempo del que debería a la sospechosa cuando tenía cosas más importantes.- ¡Estate quieta, joder! – Centró su atención en la mujer, dando un tirón a las esposas y comprobando que su compañero se adelantaba.

No puedo llevarla conmigo.- La idea de que sufriera un disparo por fuego cruzado era tentadora, pero la necesitaba con vida para interrogarla. Sin embargo tampoco podía dejarla sola.

Se acercó a uno de los coches que habían ido por delante de ellos, los federales, esperando que alguno de ellos se encargara de la detenida.- Tú.- Señaló a uno cualquiera, sin pararse a ser amable.- Vigílala.- Le entregó a Susan como si fuera un paquete, sin demasiada delicadeza.- Si se escapa, estás despedido.- No podía seguir soportando a la mujer y había perdido la iniciativa que tenía, buscando a Scott para seguirle si le daba tiempo.

Scott Bennet avanzaba por el lateral de la vivienda buscando la trasera. En su avance seguía oyendo ruidos y voces provenientes del interior. Moira Greenwrim, que le seguía cada vez más cerca, también las oía. Algo gordo estaba pasando allí dentro y sus compañeros del FBI podían estar en peligro.

No habían terminado de llegar al patio de atrás cuando un hombre, que ambos identificaron como Peter Mansfield, el abogado que reclamaba Tim Mortimer y supuesto miembro de la iglesia de Alan Rumsfeld, cruzó delante de ellos como una exhalación, corriendo hacia los árboles. Iba tan deprisa que ni siquiera se dio cuenta de la presencia de los dos agentes.

El hombre no cejaba de forcejear, y la agente Lewis empezó a resoplar en intentar mantenerlo quieto, pensando incluso en apretar su mano en la herida de bala para ver si de ese modo dejaba de resistirse. -Alan Rumsfeld, ¿entiende sus der...?- Adele iba a insistir de nuevo, pero de pronto sintió que se mareaba, y tanto su pistola como las esposas cayeron a suelo mientras ella trataba de apoyarse sobre la pared, presintiendo que estaba por perder el sentido. -Jordan...- Murmuró...

 Aquella mujer estaba desquiciada, no solo porque evidentemente estaba en un completo pánico sino porque también parecía que se salía de la misma realidad. Se desvanecía en el aire como si fuese estuviese hecha de humo, y en cuestión de segundos había sido capaz de escapar del agarre del veterano detective y de también taparlo en una montaña de ropa que le tiró encima. Lo que parecía más bien una jugada infantil resultaba muy efectivo para la sospechosa, quien encontró en esa oportunidad un lugar para darse a la fuga.

 Pero DeFuss ya estaba harto de esta gente demente y frenética. Ya se le había escapado uno de esos paletos locos, el cual esperaba que se topara con toda la fuerza de la ley afuera. No podía permitir que otra chiflada se diera rienda suelta en frente de él. Jordan tenía los cojones por el suelo.

- ¡No me obligue a disparar!

 Pero fue una advertencia vacía. Nada iba a cambiar la decisión del detective, quien haciendo uso de todas sus habilidades de agente se hizo un hueco entre tanta ropa para ver hacia afuera y con la puntería especializada de alguien  que sabía trabajar en la oscuridad, efectuó un disparo certero contra la pierna de la mujer. Esperando que la realidad no se moldeara una vez más y aquella bala no traspasara la pierna de forma sobrenatural.

- ¡LEWIS, AGUANTA! ¡Solo un poco más! ¡No te dejes maniobrar por este loco asesino!