Partida Rol por web

Cuando el sol apenas comenzaba a tocar las tejas de las casas de Encanto, un estremecimiento poderoso, como un temblor, hizo levantar a todos de sus camas. Por un momento, les recordó a cómo todo había comenzado a fracturarse el día en que Mirabel había enfrentado a su abuela. Algo había pasado, algo que había comenzado a fracturar una vez más los cimientos de Casita.

Al salir, todos pudieron observar desde los balcones una imagen terrible: en el centro de la estancia se encontraba el cuerpo de Mariano. Estaba tal y cómo le habían visto la última vez, la nariz un poco más desinflamada. Pero sin un hálito de vida. ¿Quién había cometido tal crimen? Todas las puertas de entrada y salida de la Casita se cerraron de inmediato, impidiendo que nadie entrara a la casa... o saliera de ella. La persona que había actuado contra Mariano Guzmán debía encontrarse allí dentro. ¿Escondido en algún lugar de la casa? ¿O a la vista de todos?

La noche anterior, Dolores había salido de su habitación justo a tiempo para ver todo aquel despliegue de mala suerte. Lo cierto es que, en otras circunstancias se habría sentido tremendamente inquieta ante todo lo sucedido, pero, de algún modo, comprobar que su Mariano estaba tanto o más nervioso que ella incluso, la hizo relajarse más de lo que esperaba, logrando que esa nube negra que había enturbiado su cabecita con más intensidad que la de Pepa, desapareciera al darse cuenta del amor que sentía por él.

Incluso cuando Luisa le dijo que era un poco patoso pero que la quería, ella no dudó en contestar.

-Lo se… ¿has visto como se ha preocupado de vestir a juego con mis colores favoritos? ¿No te parece adorable? – Había dicho, con un brillo de amor en sus ojos color Hazel.

No obstante, las horas pasaron, y Mariano no había dado señales de vida desde que pidió ir al escusado ¿Y si se había arrepentido? Dolores no lo creía posible, pero prefirió dejarle intimidad. Por esa razón, esperó y esperó hasta que fue la única que quedó despierta bajo aquella incertidumbre.

Pero como no estaba preparada para escuchar las habladurías que de seguro se habrían esparcido como la pólvora, decidió encerrarse en su habitación, con una preocupación extrema, hasta que el sueño pudo con ella.

Las pesadillas que tuvo durante la noche no superaron a la realidad, puesto que, en el centro de la estancia, el hombre al que amaba yacía sin vida terriblemente asesinado ante la mirada atónita de todos los presentes y el cierre a cal y canto de la casita, la cual acusaba a uno de los habitantes del terrible asesinato.

Dolores ahogó un grito de dolor, al tiempo que se derrumbaba, y sus rodillas hincaban el suelo entre lágrimas de angustia.

Ojalá le hubiera buscado durante la noche. Ojalá no le hubiera dado esa privacidad que pensaba que necesitaba. Ojalá se encontrara vivo…

Como si fuera alguna clase de experta en la materia, Luisa se acercó al cuerpo de Mariano, agarro uno de sus brazos y lo levanto ligeramente para comprobar aterrada que al soltarlo este caía por su peso, inerte, sin vida.

—Está muerto. — Confirmo a los presentes con gesto compungido.

Después se lanzó a por su prima y con esa fuerza que le otorgaba casita, la levanto del suelo y le envolvió en sus brazos. —No mires Dolores, no mires...

Primero Mariano desapareció. No supimos si fue por vergüenza o por enfado. Quizás odió a mi pobre ratita y no quiso saber más de la familia. Algo decaído me volví a mi torre a descansar. Y si la familia seguía estando mejor sin mí y mis ratas?

Me acosté y pasé una noche inquieto. Hasta que algo me despertó, un temblor, un terremoto. Castita? los cimientos de casita volvían a flaquear? aquellos cimientos que me dieron cobijo incluso entre paredes, no podía ser! 

Todos salimos con el mismo instinto. Algo pasaba en Casita! y allí, desde los balcones, miramos hacia abajo y... en el centro de la estancia se encontraba el cuerpo de Mariano. Casita cerró sus puertas de golpe. Y Luisa se acercó a comprobar el cuerpo... 

-M-mu-erto?? - miré al instante a Dolores, ahogar un grito y caer de rodillas. Y la imagen de mi profecía me vino a la mente como si hubiese sido la semana pasada. "Veo en ti un amor imposible, pactado al fin, en lazos con otra". Ésta vez no había dudas, la muerte se había llevado a su amor, y no había ni una chispa de esperanza para cambiar eso.

-Lo...lo siento tanto Dolores... si lo hubiera sabido... yo... - pero me callé. Tantos años de mi vida todos querían mantenerse alejados de mi por mis profecías, y con razón, siempre se cumplían.  Me quedé ahí, callado... mirando al suelo tristemente. 

¡Todo había sido un desastre! ¡Lo sabía! ¡Tenía el presentimiento de que algo iba a salir mal, y se había cumplido! Ahora, Mariano no aparecía por ninguna parte. ¿Se habría arrepentido? ¿Iba a acabar todo siendo un fiasco como la otra vez?

Aquella noche, Pepa tuvo que hacer todo lo posible por calmarse y no desatar un auténtico temporal. Por suerte, logró contenerse, y simplemente llovió casi toda la noche.

Cuando se desencadenó ese temblor y las paredes comenzaron a resquebrajarse, Pepa acudió al patio, al igual que todos. Al ver el cuerpo sin vida postrado en el suelo, se llevó las manos a la cara y soltó un grito desgarrador.

—¡¡AHHH!!

Inmediatamente, las nubes ocultaron el cielo, dejándolo completamente encapotado. Se empezaron a oír los primeros truenos. Se avecinaba una terrible tormenta.

—¿Qué ha pasado? ¿¡Qué ha pasado!? El pobre Mariano… Y pobre hija mía, Dolores…

Viendo lo afectada que se encontraba la pobre Dolores, se acercó rápidamente a ella, que se encontraba en brazos de Luisa, y le acarició la mejilla.

Agustín no había tenido esa sensación de inquietud desde que la casita había empezado a fracturarse cuando su hija Mirabel se había enfrentado a la abuela. De nuevo, la casita estaba fracturándose. Y de nuevo, una desgracia había sucedido, aunque esta vez era mucho más grave que la anterior.

Mariano estaba muerto. Agustín observó el cuerpo sin vida del joven galán, con los ojos como platos e incapaz de creer lo que había sucedido. Nunca había visto una abeja cuya picadura fuera mortal. Aunque hubiera preferido que simplemente el chico fuese alérgico a las abejas. Porque la otra opción era francamente espantosa y tétrica. ¿Significaba eso que había sido uno de sus familiares quien había matado a Mariano? No quería pensar en esa posibilidad, pero las puertas y ventanas de la casita se habían cerrado, como si la vivienda no desease que salieran de allí hasta averiguar la verdad.

-Lo siento, Dolores... -dijo el hombre, dirigiendo una mirada de hondo pesar a su sobrina.

La Abuela Alma, la matriarca de la familia Madrigal, volvía a sentir como el cielo se le caía encima, y esta vez no era por culpa de Mirabel y sus desplantes y desacatos continuos, sino por algo que salía de su completo control: Mariano había muerto de alguna forma dentro de la Casita.

Esto no puede ser. Algo ha debido de pasar. ¿La casita no ha impedido esto?. ¿No has escuchado nada, Dolores?.

Comprendiendo que quizás no era lo mejor preguntarle a Dolores acerca de esto, la abuela se quedó en silencio y echó un vistazo con la mirada al resto de los presentes estando tentada en echar la bronca a Mirabel, pero la Abuela Alma decidió permanecer en silencio, pensando alguna forma de solucionar esto y explicarlo al resto del pueblo.

Dolores no podía creerse lo que estaba sucediendo. La profecía de Bruno se había cumplido de la peor forma posible. Ella hubiera preferido mil veces ver a su Mariano con otra, antes que saber que ya nunca más podría hablar con él, ver su sonrisa o escucharle en la distancia. ¿Por qué no le persiguió cuando él decidió alejarse del comedor?

El dolor que sentía era como una aguja en el corazón, ya que se encontraba impotente al no saber absolutamente nada sobre quién podía haber hecho algo tan terrible. Por todo ello, cuando la abuela Alma le preguntó directamente si no había escuchado nada, sus ojos se llenaron aun más de lágrimas, mientras respondía.

-Yo… estaba en mi habitación. – Fue lo único que pudo decir antes de romper a llorar desconsolada.

Toda la familia sabía que la habitación de Dolores era el único rinconcito donde ella podía descansar en paz, ya que ningún sonido podía llegar a enturbiarla ¿Acaso su habitación había sido la causa de que no descubriera al culpable? Aquel pensamiento la atormentaba, ya que le resultaba impensable que ninguno de los presentes fuera el autor de semejante atrocidad.

Le inquietaba en cierta manera la desaparición de Mariano. ¿Se habría echado atrás en lo de la boda? Si bien era cierto que la bienvenida había sido algo... accidentada, el muchacho ya debería estar acostumbrado a ello con la familia Madrigal.

Al final se hizo tarde y el día terminó con cada uno en sus habitaciones, algo decaídos e inquietos por no haber celebrado el tan esperado día por todo lo alto.

Ahí habría quedado todo de no ser por la familiar y preocupante sensación que transmitía Casita cuando algo iba mal. Cuando los vínculos familiares no eran lo suficientemente fuertes... ¿Qué habría ocurrido? Inquieta, salió de la habitación junto a Agustín, todos se encontraban en el corredor con vistas al patio central, donde se encontraba el cuerpo sin vida de Mariano.

Julieta se llevó ambas manos a la boca, ahogando una exclamación a la vez que alzaba la vista para comprobar que su familia estaba al completo y bien. Oh, no... ¿habría sido culpa suya? Quizás Mariano era alérgico a la picadura de las abejas... Tendría que haberle ofrecido una arepa antes de irse al baño.

Sus ojos se pusieron vidriosos, pensando en lo que aquel "acontecimiento" podría suponerle a su familia. La única que había visto la muerte de cerca había sido su madre, la Abuela Alma, la matriarca de la Familia Madrigal, pero eso había sido antes del Encanto...  Ahora... Todo eso no tenía que ver con aquello.

—Venga, id a vuestras habitaciones...— Alma parecía tan perfectamente calmada como siempre, pero Julieta no podía evitar sentirse preocupada por sus hijas y su hermana. —Pepa...— había poco que pudiera decirle para calmar la tormenta que se avecinaba. Tan solo podía darle un sincero y fuerte abrazo. —Sabremos qué ha pasado. Protejamos a la familia.

—Mirabel, ¿podrías pedirle a Casita que deje a Mariano— inspiró lentamente para no perder los nervios, no delante de sus hijas —en un lugar seguro?— Sería mejor dejar de tenerlo a la vista.

Félix no se esperaba aquello. Era cierto que había manifestado su malestar con aquel enlace y que en su fuero interno no le gustaba aquello... Dolores era su primogénita. Su única hija. Su pequeña... y solo de pensar en verla casada con alguien que tan solo unos meses antes había pretendido a su sobrina, como si Dolores fuese un segundo plato, le revolvía el estómago. Le hacía perder su habitual alegría despreocupada.

Pero de allí a... aquello. Había un salto inmenso. No se podía creer que alguien de aquella familia hubiera cometido ese acto. No. Era impensable. La abuela Alma tenía razón, Casita lo habría evitado. Tuvo que ser algún accidente o algo parecido. Sí. Eso tuvo que ser.

Pero aunque fuera un accidente, eso no quitaba el peso del corazón de Félix. Ahora se sentía injusto con aquel pobre chaval. Vale que no mereciese a Dolores, pero tampoco merecía la muerte.

Esto es horrible..

Vio a Pepa, que estaba a punto de estallar en una gran lluvia abundante y melancólica, pero también a su querida hija. Estaba destrozada. Pepa tendría que esperar 

Se acercó a ella y la rodeó con un abrazo paternal.

Dolores... hija mía...

Mirabel quedó tan petrificada como muchos otros de los presentes. Ayer apenas estaba preparándole una canción a Mariano con su acordeón para darle un repaso a la que sería su nueva familia, lo último que podía imaginarse era una muerte tan horrible como aquella. Se refugió en el abrazo de su madre, como casi todos los presentes buscó el calor y la seguridad de su familia cuando vió que con cierto aire de amenaza la casa se cerró a cal y canto - ¿Ca-sita? ¿Porqué te cerraste?

Buscó alrededor entre grietas o baldosas rotas una pista de porqué su hogar se comportaba así con ellos mismos pero al no encontrar nada inmediatamente hizo caso de su madre y pidió a Casita y los presentes - Deberíamos.... mover a Mariano, a una habitación donde llorar su cuerpo en lugar de dejarlo en el piso...

¿Qué iba a ser ahora de la familia Madrigal?

Luisa dejó a Dolores en los brazos de su madre y siguió con la pregunta que su hermana Mirabel había hecho.

—Casita, ¿Qué quieres de nosotros? ¿Acaso quieres que demos con el culpable? ¿Nos estás diciendo que entre nosotros está el asesino? — Aquello era como hablar con una pared, bueno, en cierto modo lo era. Casita podía ser muy poco clara a veces.

Con la cabeza hecha un lío, miró a la abuela buscando alguien que los guiara. Luego a sus padres y por último a sus tíos. Algún adulto debía de poner algo de razón en lo que estaba ocurriendo.

Al salir del cuarto por los temblores y a pesar de que apenas estaba amaneciendo tenía su energía cargada a más no poder per algo de preocupación se reflejaba en sus ojos mientras la idea de pasar por reconstruir la casa otra vez (No es que haya ayudado mucho tampoco, al saltarse las labores cuando nadie más miraba) le hacía tener un poco de migraña.

- No puede ser, otra vez lo mis...

Las palabras se quedarían a medio terminar en su garganta cuando no son ni grietas en las paredes, ni losetas en el suelo lo que ven sus ojos sino un cadáver inerte en el suelo que le hace sentir que el alma se le escapa del cuerpo pues para alguien que veía de alguna forma por así decirlo ¨La vida desde tantos puntos de vista¨ nunca había visto un cadáver y mucho menos en un estado tan deplorable al estar simplemente tirado a mitad de la casa como si fuera nada.

- Esto... es una abroma no? jeje

Simplemente una risa nerviosa se le escaparía creyendo que por fin le están saldando cuentas por todas las bromas pesadas que ha hecho, hace y hará pero estás ilusiones se rompen cuando su prima Luisa deja en claro que es un cadáver y abraza a su hermana Dolores que se pierde en llanto.

- ¿P-pero qué dices? Eso es totalmente ridículo en todos los sentidos Dice muerto de una rara sensación de pánico, nerviosidad y si inagotable energía que le hace estar aún más nervioso pues no concibe que alguien de su familia esté en verdad implicada en algo tan ridículo y siniestro.

- E-esto no puede ser posible, yo solo planeaba levantarme como cada mañana y comerme la porción del desayuno de Mirabel... Dice esto por lo bajo aunque se escucha pero fue solo para el como si no quisiera estar en esta realidad.

Antonio ni siquiera se animó a acercarse hasta el cuerpo de su próximo-a-ser-y-ahora-no cuñado, que yacía tieso en el suelo del patio de la casa. El niño, quien podía leer el clima del lugar y la preocupación de los mayores, ya sabía que algo malo había pasado. Era quizá la primera gran muerte que el muchacho debía confrontar en su vida; y encima parecía ser cualquier cosa menos una muerte natural.

 El niño se mantenía alejado, intentando procesar aquel traumático proceso como mejor podía. Abrazado a Parce firmemente, mientras el jaguar intentaba animar un poco al alicaído muchachito. Una parte de él quería ir y abrazar a su hermana, consolarla al menos, pero sentía que sus piernecitas no se movían hacia el centro del patio.

Isabela se vio sumamente sorprendida por el hallazgo de Mariano, la casita se había cerrado y el cuadro de su abuelo Pedro parecía invitarlos a contarle sus sospechas de quien se había atrevido, a perturbar así, tan sagrado lugar para la familia Madrigal, ya si perdida en sus pensamientos, logro entrar en razón cuando Antonio vio un poco de la escena y se alejó instintivamente, rápidamente Isabela busco acercarse a él y distraerlo con alguna flor y hacer una especie de juego con sus mascotas.-Mira Antonio apuesto a que a Parce le gusta esto. Creando unos dientes de león para después soplarles cerca del jaguar apostando por la felina naturaleza de Parce y distraerlo, pues seguramente con eso Antonio también se distraería. Tratando de que el joven no pensara mucho sobre lo que había visto y sin duda para que no volviera a llamarle la curiosidad y ver el cuerpo sin vida de Mariano esperando que pronto alguien se hiciera cargo y por respeto a Mariano le dieran cobertura.
 

Bruno apareció de repente detrás de todos, con el rostro sombrío. Al parecer nadie se dio cuenta de su ausencia. 

-Familia... tengo algo que deciros... - inmediatamente eso captó la atención de todos los presentes- he... he...decidido intentar hacer una profesía. En mi torre... y... lamento deciros a todos que el responsables está entre nosotros...

Entonces me puse a explicar lo que vi, como siempre, con interpretaciones ambiguas y a veces diversas.

-La profesía era confusa, no puedo interpretarla al 100%... Vi a tres de nosotros... vi a Isabela, a Antonio, y luego a Félix!... sólo sé que uno de ellos ha hecho esto... el otro brilla con la inocencia absoluta... y el tercero no es claro qué es.  Lo p-peor de todo esto es que no sé quién es quién.

Las profesías siempre se cumplen. Y yo temía que fuera cierto. Uno de esos tres, puede que incluso dos de ellos, eran responsables de lo que le sucedió a Mariano. 

-Q-quizás fuesen los animales de Antonio?... -dije intentando sonar esperanzado, no tenía porqué ser él el culpable directo - quizás se volvieron salvajes por un momento? - y si la magia estaba fallando de nuevo?...

Dolores no podía creerse lo que Bruno decía. ¿Alguien de la familia era responsable de la muerte de su amado Mariano? Aquello era tanto o más terrible que verle tirado en medio del patio y saber que nunca más podría sentir su abrazo, o ver la calidez de su sonrisa.

Pero que su propia familia le hubiera hecho algo malo por un motivo desconocido, era algo muy difícil de asimilar. Ni siquiera tratándose de un accidente.

-No… no puede ser. Seguramente la profecía es demasiado confusa como para interpretarla con claridad. Quizá sí que ha sido un animal. Esto no puede haberlo hecho una persona. – Dijo con voz temblorosa, sin que le quedaran ya lágrimas de tanto llorar.

Ni su papá, ni su hermanito pequeño ni su querida prima, podían haber cometido un acto así. Además ¿Por qué motivo? No tenía sentido. No era posible. Tenía que haber una explicación plausible, pero era incapaz de razonar o incluso de moverse, ante la terrible realidad que se había precipitado sobre todos y cada uno de ellos.

Luisa dejó a Dolores en sus brazos. Ya era demasiado mayor para cogerla así; pesaba demasiado, de modo que ambas cayeron al suelo.

—Lo lamento, hija mía. ¡Sabía que algo iba a salir mal! ¡Siempre algo sale mal! —exclamó visiblemente alterada.

Por si las cosas no fuesen lo bastante nefastas ya, Bruno empezó con otra de sus profecías. Aquello le trajo inmediatamente recuerdos desagradables del pasado. Esa era la razón por la que todo el mundo odiaba su don, y por lo que todos habían evitado hablar sobre él durante tanto tiempo. Y lo que había arruinado su boda.

De repente, un rayo cayó sobre el tejado de la casa, lanzando un destello de luz que iluminaría todo el patio. Lanzó una fulminante mirada a Bruno y se acercó a Félix y Antonio, abrazando con fuerza a ambos.

—¡NO! ¡No empieces con eso, Bruno! ¡Ni se te ocurra acusar de nada a mi Félix y mi Antonio! —exclamó, claramente enojada.

La nube sobre su cabeza rompió a llover, empapando enseguida a los tres.

Volví a clavar mi mirada al suelo... Siempre pasa... Siempre el mismo resultado. Nadie quiere oír mis profesías... pero debía hacerlo, por el bien de la familia no pude guardármelo a mí mismo. Teníamos que encontrar el motivo real de lo que pasó, y uno de aquellos tres, quizás dos, eran los causantes de aquella situación. 

Me alejé de la mirada de Pepa, dolido, como tantas otras veces. No había más que yo pudiera aportar. - L-lo siento ...yo... sólo quise ayudar...

Félix estaba consolando a su hija, pero, casi como un acto inconsciente, comenzó a hacer los coros a las palabras de Pepa.

Lo lamento, hija mía.

Lo lamentamos de verdad.

¡Sabía que algo iba a salir mal!

Suena triste, pero es así.

¡Siempre algo sale mal!

¡Muy mal!

Entonces llegó la profecía de Bruno que era como un mazazo en las costillas. 

¡NO!

¡Uh-oh!

¡No empieces con eso, Bruno!

¡No se profetiza, Bruno-no-no-no!

¡Ni se te ocurra acusar de nada a mi Félix y mi Antonio!

Lo-siento-mi-vida-díselo-tú.

Siempre le pasaba que acababa hablando como acotando las frases de Pepa, más aún cuando se ponían nerviosos (o sonaba música).

Bruno, cuñado, ¿cómo de fiable es tu visión? Yo sé quién soy pero, ¿Estás seguro que esto lo cometió uno de los tres?