Partida Rol por web

Después de despistar a los perseguidores desconecto el camuflaje de mi traje, pero evito quitarme la máscara que cubre mi rostro. No confío del todo en esta jauría. Al entrar en la sala y oír la puerta cerrarse tras de mí no puedo acabar de sentirme tranquila rodeada de niños metahumanos, malolientes, vestidos de mala manera, por no hablar del equipo que parece propio de un pequeño ejército.

Parece que el viejo que había caído y eso hacía todo más complicado. Por lo poco que le han conocido era el único capaz de organizar a estos renacuajos. La máscara de gas del traje facilita aguantar el rostro de ira que veo en ellos cuando hablan del vagabundo. Si queremos salir de ahí tendremos que ayudarles, ¿Pero a qué?

Espero en silencio a que nuestros "nuevos amigos" digan que pretenden hacer para solucionar esto.

Cambió el peso de una pierna a otra, permitiendo que Dómina se apoyase sobre él, parecía aun algo mareada, los críos se estaban creciendo y exigiendo ayuda, algo que él estaba dispuesto a hacer, pero que no haría si le seguían hablando en tono amenazante, malditos renacuajos, les das un par de armas y se creen que son unos asesinos...

- Cálmate, chaval. - sentenció señalando con su manaza al que hablaba - Si queréis nuestra ayuda, la tendréis, pero guárdate ese tonillo de duro para alguien a quien realmente puedas asustar. - añadió frunciendo el ceño con una mueca - Os agradecemos la ayuda y os vamos a devolver el favor. - asintió cruzándose de brazos - ¿Que nos podéis contar de esa escoria? - preguntó entonces mirando a su alrededor.

-El viejo fue detrás vuestro.- Contestó Merlex, el chico enano. -Dijo que no podríais con los pandilleros... que eran demasiados...- 

-No sé porqué lo hizo, tío.- Dijo ahora Folt. El cual destilaba rabia contenida a duras penas. -Vamos a tener que ir a por él y sacarle de ahí. Yo sé donde lo pueden haber llevado. Siempre meten a sus presos dentro de un antiguo deposito de agua que hay sobre el edificio del centro comercial. Seguro que lo tienen allí.-  

-Ellos son shadowrunners. Pueden hacerlo.- Habló una niña orca que se tapaba la boca con la mano tímidamente y luchaba para contener la saliva que le producían aquellos dientes prominentes. 

-Si. Pero yo iré con ellos. No me fío de ninguno.- Sentenció Folt mirando directamente a los ojos de cada uno de vosotros.

Ante los últimos comentarios de Folt, no puedo evitar sentir una ira creciente.Mocoso insolente, ¿no te fías de nosotros?. podríamos haberos matado cuando nos asaltásteis en la entrada de las cloacas y, sin embargo, respetamos vuestra existencia. Y si el viejo se ha metido en ese berenjenal, ha sido decisión suya. Aún así, vamos a hacerlo, vamos a volver a entrar porque os debemos una y, aún así, ¿sigues sin fiarte?.

Mis ojos destilan furia mientras los clavo en el zagal elfo. 

¿Y ahora tenemos que salvar el culo a ese carcamal hediondo? Además acompañados de un criajo que solo conseguirá complicarnos el trabajo y acabar muerto en la acera. Cada paso que damos esto se pone más feo.

Pienso para mí misma, mas por convencerme y tomar distancia emocional que por estar convencida de ello. Sin revelar mi rostro en ningún momento asiento en silencio a Dómina aceptando la decisión de ir a ayudar al mendigo.

El aire se hacía más molesto en las alturas de aquel edificio. Aquel día rea más claro de lo habitual.

El depósito de agua se erguía como una masa de metal rubinado que recortaba la azotea del edificio de enfrente. Ese edificio era algunos metros mas bajo que el que estabais. El chico os señaló un par de pandilleros que montaban guardia cerca del deposito y otro par que se aposentaban encima. Una escalera de metal igualmente rubinado subía des de la base del deposito hasta una apertura que se abría en un lateral. Como si alguien hubiese reventado una botella. Si habían metido a Volter en aquel cacharro, de bien seguro habría sido por allí. 

La manera mas evidente de llegar hasta el edificio del deposito, era a través de uno de los tendidos eléctricos que pasaban de un bloque a otro. 

-Esto es como las tirolinas.- Comentó Folt con cierta sorna.

Sonrió de medio lado ante la ocurrencia del chaval, ahora resultaba que iba a enseñarle un mocoso a hacer una tirolina, le dieron ganas de mandarle a cagar, pero no lo hizo, ya estaban bastante tensas las cosas. Se quitó una de las correas de sujección que llevaba en el chaleco e improvisó con ella una agarradera para sujetarse al cable y atravesarlo.

Observo con detalle la situación, la posición de los centinelas, sus ángulos de visión, visualizo mentalmente las posibilidades de llegar a la azotea de enfrente por diferentes puntos y estimo las posibilidades de no ser detectados en cada una de ellas.

Cuando me giro para comunicar mi genial plan de aproximación veo a Paul deslizándose por el cable de alta tensión. Activo el traje de camuflaje y me quedo cubierta a la espera de ver si llega con éxito al otro lado sin ser detectado si es así, le sigo por el mismo mecanismo.

Estaba entretenida observando la colocación de los centinelas y su estado de alerta cuando Paul se lanza por el cable. Definitivamente para Paul la planificación consistía en lanzarse al asalto cargado con toda su potencia de fuego. Meneo la cabeza, sonriendo, mientras observo si su aproximación es advertida por alguien. Si empiezan los tiros estaré preparada.

Kierran llegó al otro lado sin problemas aparentes. Los guardias apostados en la azotea no dieron señales de haberse percatado de lo ocurrido. 

Sin embargo, al girar de nuevo la mirada, visteis al joven Folt seguir los pasos de Paul. Mientras el chico avanzaba por el tendido eléctrico pudisteis observar como uno de los enganches de los aislantes estaba en unas condiciones pésimas. Casi arrancado de la pared. 

El chico llegó al otro lado sin más complicaciones. Pero vosotras dos tenéis dudas de que ese cable aguante otra vez el peso de una persona al colgarse.

Cuando veo como el cable del tendido eléctrico se suelta una mueca de disgusto se dibuja en mi cara. Activo la comunicación por radio para que me oiga Paul mientras le digo a Dómina:

- Tengo una pistola que es capaz de lanzar un gancho al otro lado del edificio, el problema es si nos oirán o verán los vigilantes. Si tu eres capaz de encargarte de los de encima del depósito, Paul quizás podría encargarse de los de abajo. O bien disparar el gancho aprovechando una distracción...

Medito sobre las posibilidades mientras espero la respuesta de la maga y saco la pistola gancho para estar lista por si en algún momento tengo una buena oportunidad de alcanzar el otro edificio.

Observo el edificio y el depósito con atención. Creo que algo podría hacer. Paul, cuando veas los fuegos artificiales, dispara a placer pero, por favor, no lanzes cohetes ni granadas al depósito.

Aunque se que no puede verme, sonrío con complicidad a la vez que empiezo a mover mis manos delante mía en movimientos concéntricos. 

¡Garam Namar! De mis manos sale disparado un proyectil azulado que va directamente a la parte superior del depósito, donde se encuentran dos de los pandilleros.

El misil psíquico de Dómina hace una parábola extraordinaria. Sube en el cielo escupiendo fulgor azulado y baja implacable hacia la posición de aquellos pobres desgraciados. 

De repente estalló algo parecido a un rayo que desvió el hechizo de Dómina. El fulgor azulado se estrelló contra la pared de uno de los edificios que flanqueaban la azotea donde estaba el depósito. 

Algo había desviado aquel hechizo. Habían neutralizado de alguna forma aquel ataque. Dos de los pandilleros huyeron tras el sobresalto. Los otros tres desenfundaron sus armas.

Fue una décima de segundo. Pero notaste una vibración en el espacio astral justo antes de que tu hechizo fallase tan estrepitosamente.

Había clavado una rodilla en el suelo y estaba apuntando desde que Dómina le había advertido, aun así se sorprendió al ver desviarse el ataque de la elfa, por lo que tardó en reaccionar lo suficiente para que aquellos dos se largasen, pero abrió fuego contra los otros tres, lanzando una ráfaga de su rifle de asalto contra ellos.

En el momento que Dómina lanza su hechizo, disparo la pistola intentando que el gancho de la parte final se enrede en el edificio de enfrente.

Cuando veo como el proyectil de la maga es desviado por algo o alguien, empiezo a preocuparme, ya que solo puede explicarse con la utilización de magia por los rivales, algo con lo que no contábamos.

El gancho de Sombra se enreda en uno de los tubos que sobresalen de la azotea del edificio del frente. Suficientemente como para poder intentar deslizarse a través de él. 

Kierran empezó a escupir plomo y obligó a aquellos dos pandilleros a buscar coberturas como desesperados. Las balas rebotaban levantaban baldosas y trozos de fachada.

Uno de los pandilleros se asomó por la esquina de un compresor de aire que había cerca del depósito y lanzó dos ráfagas de lo que parecía un subfusil. Disparaba en dirección a Kierran, pues era el que más cerca tenían en ese momento. 

Paul escuchó silbar las balas. Por suerte los subfusiles no solían ofrecer demasiada buena puntería a largas distancias. A pesar de ello deduciste que el tipo llevaría instalado algún sistema de puntería por lo cerca de tu posición que pasaron las balas.

Cuando aseguro la cuerda a este lado del edificio, recojo lo que sobra y me engancho el arnés para saltar al vacío y dejarme llevar por el peso al otro lado.

-Maldita sea! Alguién de verdad que va a conocerme enfadada...

Me preparo para cruzar tras Sombra.

Era inevitable. Con tanto jaleo habíais desechado toda posibilidad de sigilo. Y allí estaban. Aparecieron por la azotea la muchacha que habíais identificado como Igrith y el indio de pocas palabras que apareció junto a Harry en la calle.

La mujer corría hacia la posición de Paul con una velocidad que indicaba algún tipo de modificación a pesar de no tener ningún rastro de conexiones aparentes. Desenfundó su Ares predator y efectuó dos disparos. Las balas golpearon a tres centímetros de la cabeza del mercenario. El joven Folt, a su vez, desenfundó su katana. 

-Es una adepta...- Dijo el pequeño apretando los dientes. La cosa se ponía realmente complicada. No solo por el hecho de que Igrith fuera una de esas personas que consiguen un augmento de sus habilidades a través de la magia en vez de con los implantes. Si no porque era precisamente a aquella máquina de matar que se dirigía hacia Kierran a la que os mandaron prender en vida. 

El indio, en cambio mandó su atención hacia las dos mujeres que estaban colgadas de una cuerda. Levantó uno de los múltiples adornos que colgaban de su desgastada camisa y sin inmutarse su rostro quemado parcialmente pareció murmurar algunas palabras. De repente el cable cedió y las dos muchachas se quedaron colgadas a veinte metros del suelo.