Partida Rol por web

Descolgó el teléfono como tantas otras veces:

-Angustias. Localíceme a Jaime Mateos y dígale que venga a mi despacho. No es urgente, pero dígale que no se duerma en los laureles. Gracias.

Este colgó el auricular y al otro lado del teléfono, Angustias, la secretaria de Salvador Martí, que era quien había hablado y a la sazón, subsecretario del Ministerio y jefe de la mujer, comenzó a marcar un número de su listín de contactos. Este empezó a dar la señal de llamada establecida y esperó respuesta del otro lado.

A punto de degustar una taza de café, sentado en el bar del Ministerio, abro el último libro que he conseguido de la biblioteca. Me muero de ganas de leerlo, más que nada porque ese tal Asimov imaginó algo en lo que yo había empezado a trabajar para un libro: máquinas que piensan por si mismas. Los robots.

A punto de dar un primer sorbo a la taza humeante que tengo delante, suena el teléfono móvil que me facilitó el Ministerio para avisarme cuando hay una misión. Hago una mueca de desaprobación. Justamente ahora... pienso mientras rebusco el artefacto entre mis ropajes, con la desazón del momento de placer interrumpido bruscamente.

Una rápida mirada a la pantalla y ya adivino de que realmente se debe tratar de una nueva misión.

- Hola Angustias - digo cuando consigo desbloquear el dichoso artilugio después de mover compulsivamente el dedo por encima de la pantalla - ¿Por que no me dan un aparato con teclas? No soporto estas pantallas... ¡paso el dedo y no ocurre nada!

Permanezco callado mientras la secretaria habla.

- De acuerdo, dígale al jefe que voy ahora mismo.

Cuelgo el teléfono, miro la taza delante mío. Tomo un sorbo, silenciando una maldición al quemarme la lengua y acto seguido me levanto y me dirijo al despacho de Don Salvador.

Cuando entras en el despacho de Salvador Martí, compruebas que nada ha cambiado. En ese despacho parece que nunca cambia nada. Ni siquiera la postura de Salvador, echado hacia atrás en su silla y con las manos juntas delante suyo haciendo coincidir cada dedo con el homónimo de la mano contraria.

-Buenos días Jaime -te dice- siéntese ¿Cómo va su adaptación a estos nuevos tiempos? Ya lleva un tiempo con nosotros y supongo que empezará a estar acostumbrado a los cachivaches del presente.

Era curioso comprobar como aquel hombre a veces parecía tener el poder de leer la mente de quien tenía al otro lado del escritorio.

Si está dispuesto, tengo una sencilla misión que creo que le va a gustar, pues tiene que ir a Barcelona, su ciudad ¿Qué me dice?

Con mi última adquisición bajo el brazo, tomo asiento siguiendo el mandato de Don Salvador.

Escucho su propuesta, y si bien parece que da a elegir, sé no puedo rechazar la misión, aunque no puedo evitar cierta mueca de desazón. Mi lectura del nuevo libro deberá esperar, pues.

- Me parece muy bien, Don Salvador, para eso me reclutaron y supongo que debo de empezar ya con las misiones. Debo decirle que aun hay ciertos aparatos que se me resisten, pero la tecnología de este siglo es fascinante.

Me recuesto un poco en mi asiento, intentando no tener una postura demasiado rígida.

- Me parece bien ir a mi ciudad... ¿pero en que fecha?- pregunto con curiosidad.

Salvador hace una mueca que quiere parecer una sonrisa:

-Como Usted bien sabe, Don Jaime, las fechas aquí son muy relativas, aunque si se refiere a su destino, hablamos de 1455. Allí debe contactar con Pere Santolaya, uno de nuestros agentes y encargado de llevar los asuntos del Reino de Nápoles. En una semana, nuestro agente allí debería llegar a Barcelona con una documentación del máximo interés y al parecer Santolaya para esa fecha, tiene otros asuntos que atender, así que será Usted quien reciba a nuestro hombre en Nápoles. Al parecer los Estados Vaticanos están enredando más de la cuenta en las posesiones españolas en Italia y necesitamos esa documentación para una entrevista de alto nivel... No le digo más sobre la importancia de cumplir con su misión de la manera aseada con que solemos actuar.

​Mientras nuestro hombre llega desde Nápoles, le agradecería que ayudara a Santolaya en los temas que le solicite ¡Al parecer, está desbordado!

Voy asintiendo a medida que Don Salvador va explicando el motivo de la misión.

- Por supuesto, cumpliré mi misión con el máximo esmero, tal como se espera de mi. Auxiliaré a Don Santolaya en todos los menesteres que se me permita. ¿Tengo que partir ya o dispongo de algo de tiempo para prepararme? Me gustaría repasar algunos datos de esa época para estar bien ambientado y concorde a los tiempos que transcurren.- hago una breve pausa - La verdad es que anhelo regresar a mi ciudad, aunque sea en otra época. Y será placentero ver como era antiguamente. Será como visitar un museo virtual.

-¿Qué trabajo no corre prisa para anteayer en un Ministerio, Mateos? -dijo Martí con su retranca habitual- No es que haya que ir con urgencia, porque tenemos tiempo hasta que nuestro hombre llegue a Barcelona pero será mejor que no se descuide y vaya cogiéndole el pulso a la época. Ya está hablado su atuendo con peluquería y vestuario, así que puede ir cuando desee.

Después de aquello, Martí coge el librito que tan bien conocíais los que trabajabais allí.

-Puerta 535. Ya conoce el procedimiento. Suerte.

- Gracias, Don Salvador - digo dando por terminada la reunión y levantándome para irme a preparar para la misión.

Con mi libro de Asimov aun bajo el brazo me dirijo a buscar el equipo necesario para la misión. Peinado de la época, ropajes acorde con el año en que iré... y no olvidar de documentarme un poco sobre los acontecimientos importantes de ese año, para estar bien instruido y no meter la pata.

Aunque siendo sincero me gustaría una época más actual, ir tan atrás en el tiempo no me gusta; son épocas muy atrasadas y arcaicas, y para alguien como yo es más interesante épocas más avanzadas. Pero trabajo para el Ministerio, y tengo que cumplir con el acuerdo que llegamos.

Al menos es un año interesante, se firmó el Tratado de Barcelona.

Al pasar por uno de los innumerables pasillos del Ministerio, te encuentras con Angustias, la secretaria de Salvador Martí.

-¡Uff! Menos mal que le encuentro, Sr. Mateos. Me dice D. Salvador que pase por su despacho antes de irse. Al parecer hay novedades en el asunto que usted va a llevar... Creí que ya no le encontraría -y sonrió mientras soltaba un pequeño jadeo- ...Que una ya no está para según que trotes...​

- Gracias Doña Angustias. Ahora mismo voy hacia allí, y no diga eso, !usted es toda una jovenzuela!

A veces me sorprendo que con Doña Angustias yo sea tan... ¿como lo diría? Tan sociable. No se que tiene esa mujer que me hace sentir cómodo y me puedo soltar un poco. Supongo que la afinidad de personas un poco fuera de su tiempo.

Raudo y veloz, vuelvo al despacho de Don Salvador.

Angustias desaparece por la esquina del pasillo por donde luego tendrás que ir tú después de dedicarte una tierna sonrisa.

-Adulador... -te dijo-.

Al entrar en el despacho de Martí, este estaba de pie con las manos en los bolsillos y gesto de preocupación.

-Mateos, me acaban de llamar de Barcelona -te mira un momento- ...¡Vaya! Le sienta bien la ropa de aquella época.

Sin darte tiempo a responder, continúa:

-Al parecer nuestro hombre en Nápoles, ha sufrido un percance. Y un percance grave. Ha habido un cambio de planes y no será él quien vaya a Barcelona. El problema es que quien viene, aunque sea al parecer de total confianza, no sabe nada de la existencia del Ministerio. Así que tendrá que cuidarle especialmente. No sólo tendrá que recopilar la información si no también ganarse su confianza y traerle aquí a Madrid. Ya sabe, el procedimiento habitual. Esta es su foto. Su nombre es Pietro Dentrice ¿Alguna pregunta?

Ese súbito cambio de planes en mi misión me incomoda bastante, y más si tengo que tratar con un completo desconocido y explicarle y convencerle de la existencia del Ministerio. Aún así, doy muestras de asentimiento y conformidad a la novedad de la misión. Se lo debo al Ministerio y juré mi cargo con obligatoriedad de realizar todas las tareas que se me fueran encomendadas. Aunque a veces prefiero intentar entender el funcionamiento de mi teléfono que tener que tratar con personas.

- De acuerdo, Don Salvador, así se hará. Supongo que si se le recluta es porque es aventajado en alguna área que beneficie al Ministerio. ¿Que dotes posee nuestro futuro funcionario?

-Usted sabe, querido Jaime, que muchas veces tiramos de conocidos y recomendaciones previas para reclutar a nuestros agentes... Si no, esto no sería España ¡qué coño! -dijo Martí haciendo uso de su legendario y ácido humor- Al parecer, el hombre con el que tiene que entrar en contacto, es el hijo de nuestro hombre en Nápoles, así que, aunque solo sea por fidelidad filial, el chaval debe ser de confianza.

No sea muy duro con él. Sé que no es la misión que más pueda gustarle, pero en cuanto vi la ciudad y la época, pensé en Usted de inmediato. Y no me diga por qué, pero yo me fio mucho de mis corazonadas.

Martí se había venido a tu lado de la mesa y había puesto su mano sobre tu hombro en un gesto de poco común afabilidad.

Hasta que no llegue a Barcelona, estará solo ante el peligro y nosotros poco podremos hacer por él. Esperaré sus novedades con impaciencia, Jaime.

La muestra de amabilidad de Don Salvador me reconforta gratamente, y más si muestra su confianza en mis aptitudes en las misiones encomendadas.

- No le defraudaré, Don Salvador. Pues en principio, si no hay nada más, ya estoy listo y apunto para empezar la misión, aunque espero que ese "peligro" que usted ha dicho sea sólo en el contexto de la frase y haciendo referencia a un título cinematográfico, o sea, una alegoría por la dificultad de la misión, no porque entrañe peligro real alguno.

-No, amigo Jaime. El peligro no es para Usted si no más bien para el muchacho. Me temo que él no lo sabe aún y eso le beneficia, como el hecho de que nadie sepa que es quien lleva un montón de información encima del mayor nivel por la que todos los poderes de la Península Itálica, estarían dispuestos a dar un tesoro.

De momento vaya a Barcelona y contacte con Pere Santolaya. Todo debe estar dispuesto para cuando llegue el muchacho allí y puedan traer la información al Ministerio con la mayor presteza.

Al momento de despedirse Martí, entra Angustias con un montón de papelotes para el subsecretario:

-Don Salvador... Hola otra vez Don Jaime -te dice Angustias con una sonrisa- Don Salvador, aquí le dejo la relación de misiones de los tres años anteriores... Y la próxima vez, avíseme con más antelación.

-Lo siento Angustias, ya sabe que estas cosas que vienen de arriba, suelen venir con prisas para anteayer -dijo dejando de prestarte atención y centrándose en lo que le había traído la secretaria.

- De acuerdo, entonces si ya está todo, me apresuraré a irme, cuando antes llegue antes podré habituarme y conocer mejor el terreno.

Me levanto de la silla y me despido de Don Salvador y Doña Angustias. Saliendo del despacho, ya me dirijo a la puerta que me llevará a mi nueva misión, la puerta 535. Cierta emoción me embriaga, y en el fondo la misión no parece tan difícil, aunque de hecho se trata de mi primer "reclutamiento", espero que se me de bien y sepa explicar la existencia del Ministerio sin parecer un loco, o bien que enloquezca el reclutado.

-Si, señor Mateos. Esperaremos con impaciencia sus noticias. Recuerde que la información que lleva el muchacho, es de vital importancia... Aunque él ni siquiera sabe que la lleva encima.

Contacte primero con Santolaya y él le dará las primeras instrucciones sobre el terreno. Buena suerte.

- Bueno, creo que lo tengo todo. Las ropas, las instrucciones... es hora de empezar la misión. pienso mientras me dirijo a la puerta asignada.

Mientras desciendo los escalones y busco el pórtico que me llevará al pasado, pienso cómo convenceré a un hombre de 1455 sobre la posibilidad de viajar en el tiempo, y que ese secreto rauda en un ministerio español. Espero que sea lo suficiente abierto de mente para abstraer la existencia de estas entradas y salidas a otros tiempos.

Tal vez lo mejor sea una experiencia empírica medito Traerle a la puerta y llevarlo al Ministerio, y que lo vea en propia persona. Si no, convencer sólo de palabra será una obra titánica y siempre tendrá la duda. Además, si tiene que trabajar para el Ministerio, tarde o temprano lo tendrá que experimentar en sus propias carnes.

Una vez ante la puerta, compruebo que realmente es la asignada, y con un suspiro, cruzo y...

... piso el suelo de lo que parece ser una modesta morada, y por el olor, como confirmaba Don Salvador, de pescadores. El fuerte olor me produce un ligero mareo, pero logro reponerme. Miro a mi alrededor, buscando la persona de mi contacto.

En efecto, el lugar al que has llegado está vacío... de gente. Es un almacenucho lleno de trastos y útiles de pesca: Nasas, redes, arpones, un ancla, maderos apilados, cubos llenos de brea, barriles... Por la ventana entra una maravillosa luz de día mediterráneo y la puerta -justo enfrente de la puerta por la que has aparecido- apenas cierra medio bien el hueco que se supone debería cerrar. Un agujero en la puerta y otro en la pared de madera, de donde ahora cuelga una cuerda, parecen ser lo único que sirve para mantenerla cerrada, aunque ahora está abierta y por efecto de la puerta que tú has abierto, la otra golpea contra su marco por efecto de la corriente de aire.

Afuera se oyen los gritos de las gaviotas y los sonidos propios de un puerto de la época. Delante de la puerta y al entreabrirse, te ha parecido ver un hombre sentado con una gorra sobre la cabeza y fumando una pipa mientras revisaba algún tipo de utensilio.