Partida Rol por web

El grupo estaba dividido, pero desde donde estaban, todos contemplaron la misma escena. De lo alto de la montaña surgió un surtidor de magma que empezó a descender en dirección hacia la playa y delante de él, una figura monstruosa que arremetía contra todo lo que encontraba a su paso, el simio gigantesco que parecía dominar toda la isla como si fuese su rey absoluto.

No parecía ni mucho menos que fuese a ser el final de la isla, pero si el vuestro si os quedabais en donde estábais.

Finalmente, llegasteis a la playa, con el volcán erupcionando de fondo y la figura del mono de las narices detrás. Cuando mirasteis a vuestro alrededor visteis, sin demasiado esfuerzo y desde vuestra privilegiada posición, a dos figuras retozando a lo lejos, en la orilla, a vuestra derecha, Jack y Carter, y a otras dos besándose, a vuestra izquierda, también bastante lejos de donde os encontrabais, Zenji y Diana.

Quizás vosotros deberíais hacer lo mismo.

No podía creer lo que sus ojos veían. Al final esa prostituta barata con apariencia elegante, había sucumbido a los "encantos", por llamarlo de alguna manera, del limón. Diana iba a mancillar la sangre alemana con aquel sucio amarillo. Desde luego el Fhürer no iba a aceptar aquel cruce de sangre. ¿Cómo se le ocurría crear a esa zorra un híbrido entre un asiático y un buen alemán ario? Desde luego estaba ultrajado las teorías del buen Nietzsche sobre el superhombre. ¿Cómo iban a conseguir un raza superior si se mezclaba con chinos?

- ¡Baaah! - Despreció a la buena de Diana con la mano.

Tenían problemas más importantes en ese momento y por suerte o por desgracia, al fin y al cabo los japoneses eran aliados del Tercer Reich, algo que Claire no acababa de entender. Si podía hablaría con el bueno de Heinrich Himmler a su regreso a su amada patria. Quizás el pudiera dar algo de luz a toda aquella locura.

Pero la hermana ya estaba de nuevo divagando. Un volcán en erupción y un mono gigantesco estaban amenazando de nuevo su vida. Y bueno... Ahora que lo pensaba bien, aquel mono podía hacer mucho por Alemania. Sin duda Goebbels podría sacarle partido en su programa de propaganda política. Pero... ¿Cómo llevarlo hasta la civilización?

- Scheiße! Wieder wanderst du Gretchen! - Dijo en alto y en un claro alemán.

La hermana agarró del brazo a Sextus y tiró de él camino de la orilla. Tenían que salir de allí cuanto antes y si tenían que hacerlo a nado, entonces nadarían. Lo que era evidente era que no podían quedarse allí.

- ¡Hay que salir de aquí! - Le dijo al tirillas. Al final le había cogido algo de aprecio. El roce hace el cariño. O al menos eso decían...

A lo lejos veis, en el mar, un barco semi-hundido, y no muy lejos de vosotros, canoas indígenas cuya presencia no pareció sorprender a Sextus, que adoptó un aire de cierta indiferencia ante todo aquello.

Pocos minutos fueron los que me habían permitido quedarme entre los brazos de Jack descansando pero como todo en aquella isla, no tardo mucho en hacernos saber que no estábamos a salvo. Un estruendo me despertó e incorporandome vi como a lo lejos en la montaña el volcán estaba en erupción, cosa comprensible pues un rio de lava nos habia estado persiguiendo momentos antes.

Movi con presura a Jack para despertarlo pues el también se encontraba igual que yo e incorporandome y recuperando mi ropa interior observe la zona en la que nos habíamos dedicado aquellos escasos minutos de libertad.
Jack debemos movernos!! le dije con premura mientras le lanzaba sus calzoncillos.

Parecia que no muy lejos de allí habia unas canoas en las que poder montarnos para escapar de aquella isla y a lo lejos un barco semi-hundido en el que poder guarecernos hasta que todo aquel caos acabara pero aquello no era todo pues algo se acercaba a nosotros, sus rugidos y los arboles que volaban a su paso eran característicos, aquel simio gigante se acercaba a nosotros así que tire de Jack y lo conduci hacia una de las canoas.
AYUDAME VAMOS!! le grite mientras empujaba una de las canoas al mar para después subirnos en ella y comenzar a remar para alejarnos de la isla.

A lo lejos el simio no era el único que se acercaba pues el resto de "nuestros compañeros" iban delante de él pero yo no iba a detenerme por ellos, ya habia pasado demasiado como para ahora arriesgar de nuevo mi vida por ellos.

Unos minutos de descanso, cuando salimos a la playa, hicieron que Zenji y yo pudiéramos descansar.

- Uff- me tumbé en la playa agotada- Ha esta cerca.- Dije, aun sin saber si el japones me entendería del todo.

Zenji estaba despelotado completamente y yo con la ropa interior. No pude si no reírme de la situación en la que estábamos. Sobre todo él con la mini minga al aire. Aparté la vista, prentendiendo ser educada, pero una no es de piedra y después del estrés que habíamos pasado mi mirada se iba donde le salia de los cojones. Mas en concreto, donde estaban lo suyos.

Para cuando subí la vista, el ya se había cercado peligrosamente y me había tomado por la cintura. Abrí la boca para decir algo... no se... quejarme o... algo pero estaba tan pillada que no sabía que decir. No entendí las palabras, pero si el significado de las suyas. Y por un momento me deje llevar, notando su labios sobre los míos y su miembro empezando a crecer como una antena telescópica.

Sonrei en medio de un beso, sabiendo lo que venía a continuación y al principio me dejé hacer. Hasta que empezó a desabrocharme el cinturón.- No...- Susurré bajando sus manos del sujetador y poniéndoselas en mis nalgas.

No porque no quisiera, si no porque era el único lugar, dentro del sujetador, que me quedaba para esconder la carta.

Hasta que de pronto.. llego la hermana, seguida de un estruendo del volcán cercano.

- Mein got, hermana! Que susto!- Exclame del susto, apartándome de Zenji, intentando recomponerme y mostrando como el chino tenia el misil tierra-aire apunto de despegar.

Miré las canoas y el volcán, con la lava derramándose por la ladera. Luego miré a Sextus, el único que ya había visto esto antes.

- Vámonos.- Dije andando hacia una de las canoas.- No se donde acabaremos,... o cuando, pero siempre será mejor que aquí.

El orgasmo fue brutal, sentir el cuerpo de Carter cabalgándome con tamaña fuerza e intensidad había conseguido que la excitación fuera casi insoportable, cogió mis manos mientras gemía llevándolas hasta sus pechos desnudos, los cuales apreté con ansia mientras ella seguía moviéndose sobre mí con un brío incansable el cual no quería que parase nunca, pero el extasis llegó irremediablemente, la tensión y la adrenaliza acumuladas eran un cóctel demasiado potente-Umpf..si...joder..¡si!-exclamé al explotar.

Cuando las descargas de placer de ambos amainaron ella quedó tendida sobre mi pecho sin moverse durante unos segundos dejando mi miembro en su interior. Acaricié su pelo con mimo y aunque oí perfectamente sus palabras de que esperaba que no fuera el último, yo sabía que sería el único y último entre los dos. Aquello era un momento de pasión desenfrenado en un mundo en guerra, si conseguíamos salir de allí con vida, ella retomaría su camino y yo el mío, un sabor agridulce que mojaba mis labios cada vez que la besaba pero que sin duda recordaría toda mi vida.

-Si, debemos descansar algo, dudo que tengamos la oportunidad de descansar así de nuevo- dije con una sonrisa en mis labios, quedándome adormilado al lado de aquella gloriosa mujer.

La explosión nos despertó de nuestro sueño al instante-¿Que? joder ¡mierda!-contesté ante las palabra de Samantha mirando aquel volcán en erupción-¿es que ni un puto segundo de descando hay en ésta isla?-gruñí cogiendo el calzoncillo al vuelo y poniéndomelo en un segundo para luego echar a correr junto a la morena.

Seguí a su lado todo el trayecto hasta que vimos aquel barco y las canoas-¡mira, allí las canoas!-dije con una sonrisa, teníamos nuestra salvación a unos pocos pasos así que al llegar a una de ellas ayudé a Samantha para sacarla al agua y empezar a alejarnos de tierra lo antes posible. Había visto al resto del grupo que se acercaba corriendo, pero ahora era cuestión de vida o muerte, debíamos de salir de allí ya mismo o no lo contaríamos nunca.

Al parecer el volcán no era lo único que estaba en erupción en esa isla. El pene microscopioco del chino también lo estaba. No creía que hubiera tenido tiempo de darle lo suyo a Diana, pero parecía que la rubia se iba a dejar hacer.¡Que asco...!

Los que parecía que ya habían acabado de dar rienda suelta a la pasión eran el médico y la morenaza. En su caso lo entendía. Eran jóvenes, guapos y anglosajones. No entraba en la ecuación un chino cochino como Zenji Abe.

Claire... O Gretchen... ¡Que diablos, ya estaba cansada de su identidad de monja! ¡Ella era Gretchen Marie Kempf, miembro de las SS Helferinnen y no una estúpida monja francesa! Pues bien, Gretchen ya se había casado de aquella purulenta isla, de sus monos, sus indígenas, sus dinosaurios, sus plantas carnívoras y en general de todas sus atracciones asesinas.

- ¡Vamos Sextus! - Tiró de nuevo del tirillas camino de las canoas. - ¡Si salimos de esta te recompensaré con una sesión de eficiente sexo alemán!

Si, la hermana necesitaba un polvo. Curioso que no le importara demasiado que el hombrecillo con el que se había visto emparentada fuera el tal Sextus, pero le daba igual. Al final era un hombre y tenía un rabo entre las piernas. Todo lo que necesitaba una nazi para saciar sus más primarios instintos.

Y se sorprendió a si misma teniendo aquellos extraños deseos. Al fin y al cabo ninguno de sus aliados era alemán, salvo Diana, pero ella no era una jodida desviada sexual... También le sorprendió que aunque había dejado tirados a sus compañeros de penurias se alegraba de verlos de nuevo con vida. Y también le sorprendió que Zenji fuera el que menos ganas tenía de volver a ver. Al fin y al cabo el japonés era el único aliado del Tercer Reich...

- Lo que consigue está jodida isla... - Murmuró entonces mientras avanzaba hacia la canoa.

Zenji estaba tratando de desabrocharle el sujetador y terminar de bajarle las braguitas para consumar su acto sexual, cuando advirtió que Diana se negaba a que le quitase el sostén pero no así las braguitas, marcándole con sus manos que descendiera las suyas hasta sus nalgas. El nipón no entendió aquel gesto, pero tampoco le importó demasiado siendo que tenía carta blanca para hacer lo que desease con la joven allí abajo. 

Aunque en verdad deseaba penetrarla de inmediato y fecundarla para dejar su descendencia, la verdad es que Zenji quiso tomárselo con calma, por lo que empezó a usar su lengua y sentir el sabor dulzón de aquel néctar de los dioses. En ello estaba y jamás hubiese salido de aquel rosado recoveco deleitándose de su sabor y ofreciéndole placer a la rubia, de no ser que escuchó a la hermana Claire llegar a la carrera soltando frases que si bien no llegó a entender su significado, podía vislumbrar por sus expresiones que no estaba muy de acuerdo en que Zenji se uniese a Diana. ¿Qué le importaba a esa vieja fofa que probablemente jamás había tenido el placer de llegarse a un semental como Zenji?

Pero el mal ya estaba hecho, y la rubia se había apartado del nipón al ser descubiertos en plena faena. Y al instante llegaron la parejita de morenos, de los que por sus miradas cómplices y andares extraños, intuía que si que habían finalizado su encuentro sexual. Envidia sana sitió Zenji.

Al llegar a aquella embarcación, no hubo mucho más que decir. En medio de una isla con un volcán en erupción, solo quedaba salí de allí como pudiesen, por lo que buscó un sitio y de acomodó como bien pudo, no sin dejarle una mirada sincera a Diana.  La amaba y ella lo sabía. No importaba lo demás.

Las tres canoas partieron en momentos diferentes, pero al final, todas se juntaron y os dirigisteis mar adentro, dejando atrás simios, volcanes, criaturas diversas y nativos con las manos muy largas.

Más adelante estaba el barco encallado, un navío de la guerra semihundido cerca de los arrecifes.

Mientras tanto, todo parecía en calma... por el momento.

-Ufff, me alegro de haber salido por fin de la isla, pero he de decir que esto puede no ser tan seguro como pensáis! -gritó Sextus, intentando que todo el mundo le oyese y no solo la hermana.

Sextus recordaba perfectamente cómo había sido la última vez que estuvo allí. El tiempo le había dado una oportunidad y quería compartirlo con los demás.

-Cuando estuve saltando de un sitio y una época a otras... estuve por aquí y había... ejem, un cocodrilo gigante.

Y no quería decirlo, pero lo pensaba. ¿Cuánto tardaría en aparecer?

- ¿Sí? - Preguntó la hermana con una mirada asesina. - ¿Y cuando pensabas comentar ese pequeño detalle? - Le preguntó a Sextus. - ¡Vamos rema, rema con todas tus fuerzas hombrecillo!

Y dicho aquello la hermana se puso a remar con todas sus fuerzas, aunque lo cierto era que aquello no se le daba demasiado bien. La hermana era más bien de secano y ciertamente el mar no era su elemento y el remo no era lo que mejor se le daba en la vida. Tras la confesión de Sextus se puso nerviosa ante la idea de acabar en las fauces de un cocodrilo gigante y eso fue en su contra, ahora la canoa había empezado a dar vueltas sobre si misma y si Sextus no lo solucionaba, no iban a avanzar demasiado. Si tenían que confiar en el tirillas... estaban apañados.

En el mismo momento en que las canoas se lanzaban hacia delante, la hermana perdía su remo, quedando únicamente con el de Sextus, que no era el arquetipo de un deportista olímpico precisamente, y algo extraño aparecía a cierta distancia de ellos.

Afortunadamente, el cocodrilo no estaba entre ellos y el barco, que parecía ser el único camino posible, porque regresar a la playa había dejado de ser una opción. La orilla estaba repleta de nativos que estaban llegando, huyendo del mono y del fuego, que poco a poco había ido deslizándose hacia la playa.

- ¡Por todos los dioses! - Gruñó Claire. - ¡Ahora viene el cocodrilo! 

La religiosa, ¿por qué era monja, verdad? después de todo lo sucedido era muy difícil de seguir creyendo en ello, más que asustada parecía agotada mental y físicamente. No obstante, tenían que llegar a aquel barco de guerra. Era en esos momentos la única vía de escape que tenían ante ellos. Aquella mujer empezó a remar con el brazo izquierdo mientras que con el derecho sujetaba su pistola apuntando hacia el cocodrilo y entonces se produjo una detonación. No estaba segura si aquello serviría de algo, podía ser que retrasara al bicho, pero también podía ser todo lo contrario.

- ¡Rema Sextus, por todo lo que quieras! ¡Rema como nunca antes has remado! - Azuzó a su piloto de canoa. Lo cierto es que lo tenía bastante fácil para cumplir con sus exigencias, pues con el cuerpo tísico que tenía aquel hombrecillo, dudaba que hubiera remado antes en su vida y eso le ponía el listón muy bajo.