Partida Rol por web

Cuando vi la expresión en su rostro supe que por un error mío la había hecho sentir culpable. Sacudí la cabeza reprochándome mi actitud. Entonces la miré, una vez más, buscando la sensación de tranquilidad que me había inspirado en la taberna. Ahora quizá adquiriese un nuevo significado.

- No te preocupes Dulce Loto. No es necesario, de veras. Tan solo quería estar a solas.

Sabía lo repentino de esa necesidad, lo inconsecuente tras haber pasado toda la mañana a solas y tras haber preguntado lo del baño. Sí, pero se podía decir que ya no era la misma persona de hacía un instante.

- No te preocupes, en serio.- repetí temiendo que de nuevo pudiese sentirse culpable. – Respecto a lo otro, todo se solucionará.- Pronuncié aquellas palabras vacías para mí, sin un significado. En mí nunca se había cumplido, por lo menos hasta ahora. –No tardaré en volver- añadí antes de proseguir mi camino.

- Vamos, pues. - Dijo Mazo y emprendió el camino junto al Emisario hacía dónde se podría encontrar Riqueza Efímera.

El grandullón frunció un poco el ceño y señaló hacia el lugar en dónde habían dejado el transporte.

- Espero que siga allí, y no se haya ido a hacer de las suyas. -

¿Me pregunto si Patán Sabio podría enseñarle a Dulce Loto algo de historia? Tendré que preguntarle en cuanto lo vea.

- Riqueza Efímera regresa a la Finca Tien, le acompaña Patán Sabio.

Un segundo...

¿Ese no es?

- Mira tú por dónde, que al que queríamos buscar, se nos aparece de la nada. - Dijo Mazo al Emisario con una sonrisa, señalando con la cabeza a Riqueza y a Patan.

Saludó con la mano a los recién llegados, de manera que lo podían ver a kilómetros a la redonda.

- ¡Riqueza Efímera! ¡Patán Sabio! En este momento íbamos en vuestra búsqueda. -

Por lo menos no se han ido.

¿Habrán vendido las tierras?

-Parece que el Lord Carroñero aún no tiene prisa por hacer negocios -le contestó a su compañero con una medio sonrisa-... o ya los ha hecho, claro.

Caminaron ambos hacia Riqueza Efímera que venía acompañado de Patán Sabio.

-Habéis dejado el barco solo ¿será seguro? aún no conocemos bien estas tierras -les preguntó cuando estuvo junto a ellos.

- Hola, señores. Me alegro de ver que todos se encuentran bien. No se preocupen por el barco, no está desprotegido, pues Riqueza ha contratado a un par de mozos para protegerlo.

Riqueza alzó la mano a modo de saludo y se disponía a responder cuando Patán, oportunamente, se le adelantó. Aquejado de un súbito malestar, empalideció y se dobló sobre sí mismo. A ojos de todos, era evidente que iba a vomitar. No obstante y haciendo un esfuerzo, consiguió sobreponerse, apoyándose en Patán.

- Arghh - alcanzó a decir -. No volveré a poner los pies en esa posada - señaló casi en un murmullo -. El pescado debía de estar pasado. Y pensar que pagué por él. ¿Decíais que íbais en mi busca? - preguntó tras tomar aire aparatosamente -. ¿Y eso?

- Bueno, es que aquí, nuestro compañero Emisario del Dragón ha expuesto un punto interesante, con el cual estoy completamente de acuerdo. - Dijo Mazo. - Verás, según su teoría, si hay un Yoma, significa que es probable que haya alguno más en las inmediaciones y nos gustaría saber si nos puedes ayudar con eso. -

El grandullón señaló con la mirada el artefacto mágico de Riqueza Efímera y levantó un par de veces ambas cejas.

- ¿Qué dices, eh? - Continuó con una sonrisa.

-Tal vez sería recomendable ir hacia la casa de Dulce Loto mientras hablamos a preparaos algo para ese estómago, teneis un color ligeramente verdoso. Tal vez la muchacha tenga alguna planta que os ayude a que pase... Y si, le he comentado -dijo señalando a Martillo Blanco- esa posibilidad. Los Yomas no suelen aparecer de forma individual, sino en grupos, y me gustaría intentar averiguar si hay alguno más por los alrededores antes de que ellos se encarguen de elegir otro cuerpo en el que campar a sus anchas y provocar algo parecido a lo que vimos anoche y se ha vivido en esa casa. ¿Crees que podrías y querrías ayudarnos? ¡Pero vayamos caminando mientras hablamos! Tienes mala cara. Aunque nos gustaría conocer tu opinión antes de llegar a la casa, no queremos preocupar a Dulce Loto con el conocimiento de que puede haber más seres por los alrededores.

Salí de la hacienda cruzándome en mi camino con el Lord Carroñero y su automatón. Él era antiguo, muy antiguo, y en su haber debía tener conocimientos hace tiempo olvidados. Más adelante si tenía la oportunidad podría hablar con él, preguntarle sobre los Dorados, sobre su corrupción y su caída.

Una vez fuera, rodeado de campos de cultivo, alcé la vista intentando encontrar bajo el horizonte el brillo azulado de las aguas del Hu. Necesitaba bañarme en sus aguas, a cielo descubierto, purificar mi cuerpo bajo los rayos del Sol.

El Sol Invicto me había elegido, me había dado multitud de dones, de eso no había duda, pero ahora también cargaba con una enorme responsabilidad y el peligro de que alguien descubriese lo que era. Ya no era solamente alguien que compartía las enseñanzas de los “anatema”; era un “anatema”.

Largo rato caminé por el sendero que el día anterior habíamos recorrido y que sin imaginarlo me había llevado hacia mi destino.

Como bien me había enseñado mi padre los fuertes estaban para sostener a los más débiles. Yo ahora era uno de los fuertes y debía poner todo mi empeño en que esa enseñanza se cumpliese. Poco importaba que me descubriesen, tarde o temprano lo harían y la muerte no era algo que temiese, pero cuando lo hiciesen mis actos hablarían por mí en mi defensa. Entonces no importaría el veredicto de juez alguno, ni la sentencia que sobre mí recayese, porque todo el mundo sabría que mientras viví fui honesto y justo.

- Un té bastará para asentar mi estómago - dijo Riqueza -. No es más que una indisposición, nada que una buena infusión de té verde y una visita a la naturaleza no remedien - dijo con desparpajo -. Pero vayamos, vayamos - comentó encaminándose hacia la casa.

El Lord Carroñero meditó las palabras de Emisario y Martillo, sopesándolas, y reflexionando acerca de los beneficios que podría reportarle una aventura de ese tipo.

- Antes de decidirme, hay un par de cosas que me gustaría saber. ¿En qué te basas, Emisario, para afirmar que donde hay un Yoma hay más? ¿Y a qué te refieres por alrededores? ¿Un kilómetro, veinte, cincuenta? Además, la presencia de un ser demoníaco siempre va acompañado de la existencia de atroces crímenes, como los de los padres de nuestra bella Loto. Y durante mi estancia en la posada, nadie hizo mención de nada similar. Ni siquiera de desapariciones - señaló rascándose la perilla y un tanto meditabundo -. Mmm - murmuró -, aún así, asumiré que pudieras tener razón. Si Bambú fue poseído hace poco tiempo y los terribles asesinatos de sus progenitores tuvieron lugar hace un par de días escasamente, cabe pensar que otros se hayan dado igualmente en el mismo lapso de tiempo. De ser así, el río siempre es cauce de aguas y de información, si se sabe tener los oídos prestos y a punto. Pero eso exigirá permanecer en este lugar más tiempo del que pensaba originalmente y ver qué nuevas, malas o buenas, arrastra el río. Os diré algo, aunque no me gusta comprometerme sin certezas mediantes. Si en el plazo de dos jornadas sabemos de la existencia de otros Yomas, os ayudaré. Aunque mis servicios no son gratuitos - comentó con una sonrisa -. No soy más que un pobre Lord Carroñero y los riesgos sin beneficio son una locura.

- Ah, el dinero. Ese vil metal. - Dijo Mazo mientras fruncía la boca en un gesto algo extraño. - Supongo que todo se puede hablar, pero como Emisario y yo nos quedaremos durante algún tiempo con Dulce Loto, nos parece correcto velar por su seguridad y por la seguridad del pueblo. Eso no significa que si tenemos que viajar, no lo haremos. Además, seguro que encontramos algún tipo de tesoro en algún sitio y en ese momento se podría hablar de tu pago. -

Después de esas palabras, el llamado Martillo Blanco sonrió.

- Aunque también lo puedes hacer de manera altruista, eso hablaría muy bien de ti, Lord Carroñero. -

- ¿Altruismo? - dijo Riqueza para soltar a continuación una gran carcajada -. Qué bonita palabra y cuánta ingenuidad encierra. Mi buen muchacho, no he conocido ni hombre ni acción altruista a lo largo de mi vida, algo más larga que la tuya a mi pesar. De un modo u otro, tanto los unos como las otras encierran deseos u apetencias, a veces incluso ignoradas por su actor - dijo con una sonrisa apacible -. ¿O acaso tu ofrecimiento como tutor de Dulce Loto fue un gesto altruista? ¿Nada tuvo que ver su belleza y juventud, su delicado aire inocente y su aparente debilidad? ¿No influyó en tu ofrecimiento las riquezas de los Tien? ¿Es altruista tu deseo de luchar contra unos Yoma cuya existencia ni siquiera conocemos y simplemente sospechas? ¿O son tus ansias de aventura las que hablan?

Riqueza se había detenido en su camino hacia la casa. Hizo una pausa antes de seguir hablando.

- Martillo Blanco, soy un Lord Carroñero. Busco entre las basuras de tiempos ya extintos para dar con artilugios que otros quieran comprarme. Sí, para obtener eso que defines como vil metal y que me permite seguir adelante. O para adquirir esos chakram bendecidos que ahora quieres de tu lado. No pretendas humillarme hablando de altruismo porque exija beneficios en algo que podría costarme la vida. No hablamos de ayudar a una anciana desvalida regalándole un cuenco de arroz. Y te recuerdo que en esta vida, no todo se paga con dinero. Sí, es posible que os ayude. Y no, no pediré dinero si tanto te preocupa. Dudo que pudieras pagarme lo suficiente, salvo que como tutor echaras mano de las posesiones de Dulce Loto - señaló seriamente -. Pero sí quiero un compromiso de vuestra parte, una promesa de devolverme el favor cuando así os lo exija. Sea este el que sea y llegue en el momento que llegue.

- Veo, amigo Riqueza Efímera, que el oro ha cegado un poco tu mente y no comprendes la ironía en mis palabras. - Dijo Mazo sin dejar de reirse. - Además, no pensaba que ibas a trabajar gratis, era una simple broma, compañero, no tienes por que tomártelo de esa manera... susceptible. -

Pero después se puso serio.

- En realidad, mis motivaciones por ser el tutor de Dulce Loto son meramente altruistas, pienses lo que pienses. No quiero nada de ella, ni su belleza, ni su oro, ni nada. Simplemente soy un buen samaritano al cual no le gustan las leyes impuestas así por que si. - Comentó. - Pero si deseas ser tu su tutor, con gusto te cedo el puesto y yo seguiré vagando por la Creación en busca del mejor Soshu de todo el mundo. -

Acto seguido, señaló los Chakrams de Riqueza Efímera y volvió a sonreir.

- Y si quisiera esas armas, simplemente te las arrebataría de tus manos muertas, cosa que tampoco es tan difícil para mi. - Terminó su frase con un gran guiño de ojo, para que entienda que iba de broma.

O no.

- Tsk, tsk, tsk, no confundas suspicacia con susceptibilidad. Es el arma de todo aquel que debe sobrevivir a los caminos y a los ríos y a quienes los pueblan - señaló moviendo un dedo ante la cara de Martillo Blanco -. ¿Y tutor de Dulce Loto? No, gracias. No deseo esas responsabilidades - afirmó con una gran sonrisa y negando con la cabeza -. Soy un nómada, un hombre sin raíces y sin más hogar que su sampang o su carreta. Un mercachifle, un buhonero. No. Te dejo ese trabajo para ti, guerrero. Solo espero que tu altruismo sirva para ayudar a Dulce Loto y no para perjudicarla. Has asumido un trabajo. ¿Altruista? Aceptaré tus palabras. Pero, ¿qué ocurrirá si resultas herido en otras tierras? ¿O si mueres en una pelea contra un Yoma? ¿Estarás cerca de Dulce Loto cuando te necesite o la abandonarás cuando el hambre de pelea y aventuras devore tus intestinos?

No obstante, la velada amenaza bajo la piel de un abroma seguía flotando en el aire y exigía una respuesta.

- Interesante. ¿Tu altruismo sería capaz de llevarte al asesinato? Sí, lo tendrías fácil. No lo niego. Quizás hasta demasiado. Muy bien. Ten - dijo sacando uno de sus chakram y extendiéndolo hacia Martillo -. Si es lo que quieres, aquí lo tienes. Es tuyo. Ya no necesitáis nada más de mí - señaló guiñando un ojo al guerrero - y podré seguir mi camino sin tener miedo a que me crezca un mazo en la espalda.

- Ah, no, no quiero. Ya te he dicho que si los quisiera te los quitaría. ¿Qué gracia tiene que me lo des así por las buenas? Deja, deja, de verdad, no los quiero. - Dijo Mazo elegantemente.

Bueno, tan elegante como le llega su cultura.

- Y si, aunque no lo creas, decidí quedarme con ella por que si, sin otros motivos raros o peculiares. Así que, deja de hacer el tonto con darme tu chakram y coge mi mano y el juramento de un favor debido por tus servicios aún no prestados. -

Mazo extendió la mano para estrecharsela al Lord Carroñero.

No había anillos en su mano, por suerte.

- Pero te recuerdo que además de dar golpes con mi martillo, no hay muchas cosas que se me dan bien. El beber tal vez, pero poco más. -

- Bueno, supongo que se encuentra bien, con el Maestro Garra de Halcón espero, en la mansión.

- Mazo-sama, si me permitís el atrevimiento, una joven tan hermosa y de buena familia, pero que ha caído en desgracia, no necesita como tutor a un aventurero, sino a un buen político o magistrado, alguien conocedor de las otras familias nobles, de los usos y protocolos, de la gestión de las finanzas, alguien que la ayude a recuperar y mantener su estatus y su patrimonio, y que pueda facilitarle un buen matrimonio en una familia importante, o con el joven que ella desee, por supuesto.

- Vos, Mazo-sama, no dudásteis en salir apresuradamente una noche por llegar antes donde estaba la acción, y no pretendo atacaros, sólo señalar cómo vuestro estilo de vida no parece transmitir la prudencia o la estabilidad necesarias para el tipo de tutoría que Dulce Loto requiere para convertirse en una buena señora para sus tierras. Seguramente seríais un gran tutor para el primogénito de un general que debe aprender el valor y la audacia, pero para Dulce Loto... Creo que deberíais retirar vuestra oferta de tutoría, sería una acción sensata y elegante, y cambiarla por una de guardaespaldas, al menos hasta que hayamos descubierto si hay otros Yomas o no.

Patán hablaba con seriedad, y preocupado por el futuro, no solo inmediato, de Dulce Loto, y no sin cierto paternalismo. Al fin y al cabo, cada vez que miraba a Dulce Loto veía el rostro de la Emperatriz Celeste y recordaba su gran afecto, y se sentía casi compungido por servirla y protegerla de la forma que él fuera capaz, muy distinta a aquella de Mazo, Garra de Halcón o Emisario del Dragón.

Emisario caminaba en silencio escuchando con atención y, no menos curiosidad, a sus dos compañeros que se habían enzarzado en una inteligente conversación en la que finalmente había visto la luz uno de los chakram de Riqueza Efimera, dado sin esperar nada a cambio después de todo. Ante el gesto del lord carroñero, Emisario sonrió casi imperceptiblemente y se mantuvo discretamente a la expectativa de la respuesta que daría a ese ofrecimiento Martillo Blanco, respuesta que le hizo asentir levemente en silencio para si mismo.

Respecto al comentario de Patán Sabio guardó un prudente silencio

-Esperemos que no sea precisamente eso lo que le enseñes a Dulce Loto. La bebida no es buena compañera, más para una muchacha como ella. Por lo demás, y respondiendo a tu pregunta Ríqueza, puede que un par de días o tres sean suficientes para saber si hay algún otro Yoma por la zona. Con tus chakrams realizaremos la batida más rápido. Y... -dijo deteniéndose junto a él y mirándolo seriamente- no sé qué puede querer un lord carroñero de alguien como yo. No me importará dar lo que esté en mi mano llegado el momento, pero siempre con una premisa por delante -lo miró a los ojos con un deje de curiosidad por leer en su mente lo que podía estar imaginando ese hombre en ese momento, o bien, por saber que necesidades futuras podría tener que lo hicieran recurrir a él- y es muy sencilla y fácil de recordar sabiendo lo que sabeis de mi. No haré nada que vaya en contra de mis creencias, absolutamente nada. Por lo demás, por mi adelante con el trato Riqueza, pero tengo que reconocer que me has sorprendido, no pensé que un lord carroñero como tú fuese capaz de aceptar un trato que no estuviera basado en un beneficio económico aunque, todo hay que decirlo -dijo con un brillo travieso en los ojos- es muy posible que hayas salido ganando con este trato. El futuro lo dirá. Vayamos a por ese té, sigues teniendo un ligero color verde que será mejor intentar erradicar antes de que el jardín de Dulce Loto sufra por el pescado que comiste anoche.

Sale de la sala sin darme opción a responder, ni siquiera a intentar explicarme mejor, no entiendo, no entiendo nada, cada vez menos. Mi mano se levanta, apoyándose en mi garganta, intentando no volver a llorar, suspiro, profundamente, no, tengo que pensar en qué comer, en que están fuera, hablando, o haciendo lo que sea que estén haciendo, no lo se, sí, cocinar hará que piense en otras cosas, preparar más té, sí, eso mismo.

Termino de poner las tazas en la bandeja, junto con la tetera, luego llevaré los platos con el arroz y las verduras, quizás debería haber hecho un poco de carne, pero creo que será suficiente. Lo coloco todo en la mesa del salón principal.

Camino hacia el patio, sin saber dónde estarán, o si se habrán ido, bajo uno a uno los escalones, tampoco hay muchos sitios donde buscar.