Partida Rol por web

Una vez puesto fuera del alcance de las zarpas de los zombies, comienzo a trabajar todo lo deprisa que puedo sin ponerme nervioso. Reúno los materiales y comienzo a tratar de combatir lo peor de las hemorragias que sufre el grandullón.

Esto es un horror y me siento responsable por todo lo sucedido, desde la muerte de la valerosa paladina Frau Ashlyn, al grave riesgo en que he puesto a Parriwimple y a Ivalic. Si ocurren más desgracias por mi culpa posiblemente nunca me lo podré perdonar.

Continúo combatiendo las hemorragias de Parriwimple con desesperado denuedo.

El zombi parecía obsesionado por el enano, lo que le daba a Ivalic la oportunidad de atacarlo a placer, pero consiguió arañar a Varikov y este tampoco consiguió acertarle, su hacha pasó cerca de Ivalic, pero no lo suficiente para que llegara a preocuparse.

-¡Tenga cuidado Señor Varikov! ¡Debemos resistir hasta que lleguen los otros a ayudarnos! ¡Dele con fuerza!

En aquellos momentos unas gotas comenzaron a caer sobre ellos, parecía que se estaba avecinando una tormenta pero Ivalic había estado tan concentrado en el zombi que ni siquiera se había dado cuenta. Aquello le distrajo lo suficiente como para no prestar toda su atención al zombi y fallar su golpe, esperaba que Varikov acertara esta vez.

Varikov se puso muy nervioso al sentir las uñas del zombie clavarse en su piel. Le daba asco la gente y si había muerto, más, pero si además andaban… pfff. El mocoso no ayudaba nada con sus comentarios. El enano ya pensaba cortarle la lengua con la primera ocasión.

Hasta entonces tenía que seguir con vida y para ello era necesario seguir vivo. Soltó un gruñido a la vez que su hacha cortaba al aire para darle un nuevo beso de acero al come hombres.

En el hogareño salón de olor a madera de roble y a jazmín, no había ninguna otra palabra para definir a Herr Urik que le hiciese tanta justicia como esta: loser. Se podría traducir del balok como "aguel que a la desesperada trata de tapar heridas sin tener ni los más mínimos conocimientos médicos". En ese momento no había nadie más loser en todo Ravenloft que Herr Urik.

Para el grupo del tejado se le podría aplicar la palabra winner, "bajitos" en balok. Pero para ser un niño y un enano, estaban dando bastante guerra. El hacha de Varikov decapitó al cadáver andante, y al fin los dos bajitos lograron guarecerse de la lluvia en el interior del dormitorio.

Varikov era la primera vez que veía esta habitación por dentro. Es humilde. Unas cortinas gastadas custodian el acceso al balcón. La cama es de matrimonio, con una horrible manta de estampado de flores. Hay también una palangana con agua en lo alto de un taburete que hace de mesita. El armario, sin embargo, es viejo pero de buena madera. Que la habitación tenga armario en lugar de un baúl para la ropa da cierto nivel a la pobre casa. Sin duda es una herencia.

La puerta por la que el zombi persiguió a Ivalic sigue abierta, y más muertos podrían llegar, pero los ruidos que se escuchan provienen de la planta baja: sonidos guturales como una pequeña horda de zombis en plena excitación. Cuando Varikov asoma la cabeza, su vista de enano le permite ver claramente a pesar de la falta de luz.

El pasillo de esta planta tiene forma de ele. A la derecha, unas escaleras plegables, las típicas que al tirar de la cuerda del techo se abre la trampilla y deja caer unos peldaños para subir al desván. En el extremo más alejado, un altillo para guardar trastos, y poco antes de llegar a él, las escaleras que llevan a la planta baja. Una balaustrada de madera ocupa la cara interna de la ele, desde la que uno podría asomarse y ver lo que ocurre abajo en el salón, salvo por el hecho de que para un niño humano estaría en la más completa oscuridad.

Varikov consiguió está vez asestar un certero golpe con su hacha que decapitó al zombie cuya cabeza rodó unos metros mientras el resto de su cuerpo se desplomaba.

-¡Muy buen golpe! Exclamó Ivalic lleno de euforia por la pequeña victoria.

La lluvia comenzaba a arreciar y ambos buscaron refugio dentro de la habitación, ahora ya segura. Y mientras Varikov observaba por primera vez el interior Ivalic lleno de alegría se avalanzó sobre él y lo rodeó con sus brazos.

-¡Me has salvado! ¡Muchas gracias Señor Varikov! ¡Ahora somos buenos amigos! ¡A que sí!

Varikov no había dudado ni un instante en subir hasta el balcón y salvar al pequeño Ivalic del zombi, eso solo podía significar que detrás de todos aquellos refunfuños tenía un gran corazón. Seguro que hasta le enseñaría a disparar con la ballesta. Pero al hablar de amistad Ivalic recordó al resto de sus amigos que aún no habían llegado a reunirse con ellos, quizás todavía estaban picando la pared preocupados, sería mejor que les avisara de que estaban a salvo.

-Voy a avisar a los otros de que estamos bien, amigo.

De inmediato dejó de abrazar a Varikov y salió corriendo al balcón. Fuera ya llovía con gran intensidad. Cogió aire y gritó lo más fuerte posible esperando que la lluvia dejara que sus palabras llegaran al resto.

-¡El Señor Varikov ya mató al zombi! ¡Estamos bien, no hace falta que os deis prisa!

Esperó bajo la lluvia unos instantes esperando obtener algún tipo de respuesta.

Mientras sigo intentando practicar primeros auxilios a Parriwimple, le pongo al cuello el medallón de Frau Ashlyn, por si eso pudiera reportarle algún bien.

La lluvia había empezado a caer con ganas y a Varikov el agua le gustaba tanto como a un gato. En cuanto el zombie se quedó sin cabeza, no tardó nada en entrar en la habitación. Por lo menos desde ahí no podía ver cuan arriba había subido.

El mal gusto de los humanos que habían vivido ahí saltaba a la vista nada más dar el primer paso. Casi que prefería el mareo que daba la altura al que daba esa manta. Por alguna extraña razón, los humanos usaban pocas veces las pieles de animales, por lo menos en opinión del Trampero.

Pero si alguien ganaba el premio de la horribilidad, era ese crío. Se empeñaba en pegarse al enano como si fuera el sello de una carta. Por suerte para él, Varikov aun no había recobrado las fuerzas después de ver esa manta y su reacción fue lenta. No tuvo tiempo de darle un cabezazo en la boca al mocoso porque salió corriendo para avisar al resto de que estaban bien, por si a esos egoístas les importaba un rábano el flacucho muchacho y su salvación. Si fueron ellos los que lo mandaron ahí, a la muerte.

Refunfuñando salió del cuarto al pasillo atraído por el murmullo de los zombies que seguían pululando por la parte baja de la casa. Guardó su hacha y sacó la ballesta. No estaría mal cazarlos desde lejos, como los cobardes humanos suelen hacer con los animales siempre que van al bosque.

¡Cómo se nota que Varikov es guarrete, que evita darse una ducha en el balcón! Junto a la puerta del dormitorio no tiene ángulo, así que se desplaza hasta la esquina de la ele. Desde allí ve a tres zombis con la cabeza metida en un agujero como si fuesen bebés saliendo del vientre materno. ¡Qué imagen tan tierna! Le llevará bastante rato acabar con los tres solo a base de saetas.

El trampero apoya la voluminosa ballesta sobre la balaustrada para ganar estabilidad. El virote es escupido y silba, imperceptible bajo la sonoridad de unos muertos hambrientos. La punta se ha clavado en la cerviz, haciendo que el zombi tenga un leve movimiento espasmódico al alcanzar la médula. Es seguro que después de muchos intentos, algún virote alcanzará la base del cráneo y lo abatirá, pero de momento Varikov solo ha ocasionado daños menores. Lo más interesante fue que, al no sentir dolor, el zombi del virote en el cuello siguió a sus asuntos tranquilamente. 

Nadie responde a los gritos de Ivalic en el balcón. Urik los ha escuchado, pero está demasiado ocupado para responder. Trata desesperado de salvarle la vida a Parriwimple y no tener otra muerte sobre su conciencia. Al final el amuleto de Ashlyn les trae suerte, y coincide con el momento aproximado en el que la sangre de Parriwimple coagula y sus heridas dejan de sangrar. Nada ha cambiado en el boquete, salvo porque el tercer zombi, el del brazo roto, se ha unido a sus compañeros en la tarea de comerse el cadáver de Irina. Lo tienen muy difícil por culpa de la armadura completa, pero no es muy distinto a un humano comiendo cangrejo: retorciendo las articulaciones puedes arrancar las extremidades y chupar el interior.

Ivalic esperó un rato hasta que llegó a la conclusión que nadie le escuchaba la lluvia debía amortiguar su voz e impedir que llegara a sus amigos, ni siquiera oía los golpes de Parriwimple contra la pared.

O no me escuchan por la lluvia o Parriwimple ya abrió el agujero y están dentro de la casa, será mejor que vuelva dentro.

No servía de nada permanecer bajo la lluvia más tiempo así que Ivalic regresó a la habitación para darse cuenta de que el enano ya no estaba ahí, o al menos no lo veía.

-¿Señor Varikov? ¿Está usted jugando al escondite? Podría haber más zombis en la casa.

Aunque eso no parecía probable pues habrían acudido junto a su amigo decapitado al escuchar el jaleo que habían armado. Observó la habitación y miró debajo de la cama pues él solía esconderse ahí, pero no había rastro de Varikov

Claro. ¿Como se iba a meter debajo de la cama con lo gordo que está?

Solo parecía quedarle una opción, que el enano hubiera salido al oscuro pasillo para ver que había allí fuera. Ivalic se acercó a la puerta con prudencia pues cada paso que daba más se hundía en la penunbra de la casa y al llegar al hueco de la puerta sacó la cabeza para observar afuera.

-¿Señor Varikov? ¿Está usted ahí?

Continúo esforzándome al máximo por salvar a Parriwimple. Parece que lo tengo cerca, pero a ratos se me va, y sigue desangrándose. Tengo que cerrar sus heridas como sea y conseguir que siga respirando...

La oscuridad envolvió a Varikov en cuanto empezó a andar por el pasillo. Sin embargo, sus ojos no tenían problemas para ver y no tardó mucho en encontrar a los zombies. Como eran demasiados para un enano, se armó de paciencia y se puso a dispararles desde lejos. Con suerte esos inútiles humanos conseguían entrar por la parte de abajo de la casa y así entre todos los eliminan.

La voz del mocoso se escuchó de repente y, después de hacer su disparo, se giró hacia él. Empezó a andar en la dirección del niño y nada más llegar le tapó la boca con la mano. Ahora era su turno de darle un abrazo y puede que fuera desagradable para los dos esta vez.

- Shhh, nun hagas ruido, mocosu, que van oirte y van comerte las entrañas. ¿Eso quies? Porque si vienen, nun pienso volver a rescatar el tu escuálidu culu.

 Me-eh... duele la barrriga como... cuando como mu-chas castañas...

Parriwimple se llevó la mano a la herida del estómago. Cuando la despegó de allí, vió que sus dedos se habían cubierto con salsa de tomate. También tenía un trapo hecho ovillo que Urik se afanó en quitar para volver a taponar la herida.

 ¿D-dónde está Irina?

Y es que al estar tumbado, su cabeza no tendría ángulo para ver el final de Irina hasta que Urik le ayudarse a incorporar. Al mencionarle a la noble, el caballero del cuervo desvió la mirada hacia el boquete y el estropicio que estaban haciendo con el cadáver. Entonces se fijó en que uno de los zombis reclinados sobre la muchacha mostraba dos virotes cual banderillas clavadas a la nuca. Eso confirmaba la noticia de que Varikov había entrado en el edificio.

Y hablando del susodicho... a modo de respuesta a la interpelación del joven escritor, el Trampero disparó de nuevo la ballesta haciendo que el silbido en la oscuridad sobresaltara a Ivalic.

Ivalic estaba desorientado en un mar de ruidos y silencios. Primero la ballesta, luego los pasos de Ivalic. Los dos brazos del enano salieron de la oscuridad del rincón a la penumbra de luz que se filtraba por la puerta del dormitorio desde la ventana. ¡Menudo susto!

Mientras termino de ayudar a Parriwimple trato de tranquilizarlo.

- "Parriwimple, quédate aquí descansando un poco. Si puedes, intenta alejarte un poquito más de este lugar, despacito. Sino, aguarda a que vuelva a buscarte." -

Vuelvo a ponerme el escudo embrazado en el brazo izquierdo y empuño la espada de Frau Ashlyn en la mano derecha.

Después me encamino a una de las zarpas de zombi y agito la espada, con muy poco tino, en su dirección general.

El pasillo estaba completamente a oscuras e Ivalic no conseguía distinguir nada allí fuera. Un repentino chasquido lo sobresaltó y se quedó inmóvil esperando que no apareciera ningún zombi por allí. Enseguida escuchó unos pasos que se acercaban pero estaba atenazado sin saber que hacer.

¡Oh cielos! ¡Viene otro zombi!

Unas manos le agarraron, una en un brazo y otra le tapó la boca justo cuando comenzaba a gritar del susto.

-¡UMMMMMAAAAAMMMMAAAAAAMMMM! Lo que habría sido un agudo chillido que seguramente habría atravesado los tímpanos de Varikov de lado a lado se quedo solo en un murmullo.

Tras los brazos apareció desde la penumbra la cara del enano y su voz siempre enfurruñada intentando tranquilizar a Ivalic a su manera, tan solo le estaba protegiendo para que los zombis no le atacaran de nuevo, era un gran amigo.

-Hum Hum Humhumhum humhum humhumhum, hum humhumhum humhumhum.*

Ivalic movió afirmativamente la cabeza para transmitir su confomidad con las palabras del enano por si Varikov no había entendido del todo sus palabras y se dispuso a seguirlo en silencio en cuanto le soltara.

En el agujero, los dientes del zombi con el brazo roto mordieron la mano de la espada de Urik. Por muy zombi que fuese, sus dientes seguían teniendo la forma y utilidad de una dentadura humana. No eran colmillos de bestia que llegasen a perforar el metal. Pero aún así, la fuerza de las mandíbulas logró hundir la manopla del guantelete y dejar sus marcas en él. El mordisco atenazó la mano como una pinza, causando unos daños moderados. Era como luchar contra un perro de presa. Tras mucho forcejear, Herr Urik logró liberar la mano.

En la primera planta, Varikov se mantuvo abrazado al niño con la mano tapando la boca. Aguardó unos segundos para asegurarse de que los pies de ningún zombi se arrastraban por la madera del suelo en su dirección. Silencio sin interrupción. Todo estaba en orden, y si había algo o alguien allí lo suficientemente sigiloso, no tendría dónde ocultarse de la infravisión del enano.

Intento golpear al zombie mordedor con la espada encantada de Frau Ashlyn, pero parece que ésta no me está proporcionando suerte precisamente.

Varikov se quedó un momento abrazado al niño. El olor a miedo y a juventud llenó sus fosas nasales, era una pena que ese cuerpo había sido mutilado por los zombies, hubiera quedado muy bien en… Sus pensamientos fueron interrumpidos por los ruiditos que el mocoso hacía. El enano no comprendía si es que tenía hambre, tenía miedo, le gustaba recibir abrazos incluso un poco bruscos… Seguro que era esto último, ese crio necesitaba estar tocando a alguien siempre. Lo importante para el Trampero fue su gesto de afirmación hecho con la cabeza. Ivalic no era tonto, probablemente más listo que los otros juntos, pero no valía para nada, era demasiado delgado.

Soltó al chico y volvió a observar que pasaba a su alrededor. Los zombies parecían seguir entretenidos mirando por el agujero, así que él siguió con su plan, no el de quedarse sin flechas, el de matar alguno de ellos desde lejos. Si quedaban dos y alguno herido, a lo mejor podía bajar y acabar con ellos a hachazos…