Partida Rol por web

- "¡Ivalic, quédate atrás! ¡Usa la ballesta, hazme caso!" -

Soy consciente de la rabia que siente Ivalic, pues la comparto plenamente.

Con la espada y el escudo ya preparados, avanzo todo cuanto puedo hacia el primer osito de peluche.

Mirando al muñeco diabólico que al parecer es la creación de Giussepe:

- "Los Poderes Benignos te han juzgado indigno, yo soy su mano ejecutora, prepárate a sufrir la condena." -

      ¡Oh, a Varikov le gusta Heeeleeeneee! Un coro de insoportables voces empezó a gritar esas espantosas acusaciones que carecían completamente de fundamento. Se basaban en los subidones que tuvo el enano las últimas veces que la mujer lo tocó. Que si fuerza, que si vida... El Trampero empezó a sentirse incomodo y se quedó muy rígido cuando volvió a intentar curarlo.
      ¡Es el peor paladín de la historia mundial! Chillaron el resto de voces que no le prestaban atención al romance entre la curandera y el rey del bosque. Varikov solo se limitó a mirar al Ratoncito Pérez con los ojos entrecerrados. No solo cogía lo mejor de las sobras de los muertos, además se curaba a sí mismo antes que al resto. Pero no debería sorprenderse. Acababa de reconocer que ahora era él el malvado Señor de los Mendigos de Teudeldorf. ¿Por qué iba a usar esa frase si no? El paseo por el pueblo no fue agradable, pero por lo menos le quitó el creciente asco que cada vez más sentía hacía el profanador de iglesias. ¿Nadie más se daba cuenta de todo eso?
El que iba a ser el futuro hogar de los Litmunova no tenía un buen comienzo, salvo si para la construcción hacían falta sacrificios humanos. Miró indiferente a la montaña de muertos y pensaba sacar su ballesta para disparar desde lejos. Actuó demasiado tarde, el niño besucón ya estaba gritando y llorando al ver a su madre muerta. Debería estar contento, la mujer por fin se libró de esa vida de peligros y desgracias. Con el hacha en alto se acercó al osito más cercano. ¿Iba la suerte a estar de su lado en este nuevo combate o...?

Uuuy... mira ezo, adulto-niño... Otroz doz niñoz-niñoz para que pueda jugar con elloz...

Los cadáveres cumplieron su primera función: conmocionar para que un grito visceral y lleno de sentimiento evitase un ataque sorpresa. Pero Maligno tenía preparado algo más... más maligno, como él. Empezó a mover los dedos de sus manos como si estuviese tocando un piano imaginario o fuese un titiritero mimo. Al instante, los cadávares se alzaron, como si unos hilos tirasen de sus extremidades y su tronco.

A estas alturas, los extremos a los que puede llegar el Mal ya no deberían de poder sorprenderme. Y aun así siguen haciéndolo, motivo por el que mi reacción no es todo los rápida que yo hubiera deseado.

- "¡Frau Helene! ¡Acercáos a mí, tengo que entregaros algo por un momento!" -

Viendo que está pegada a mí, le indico con la mirada que tome entre sus manos el Icono Sagrado de Ravenloft.

Estuvo tentada de gritar a Urik que no tenía tiempo para hacer de recadera sujetando iconos, por muy sagrados que fueran, pero algo en la mirada del paladín, una urgencia, hizo que callara y tomara de su cinturón al pájaro. Aunque callarse era una buena opción cuando ves a conocidos y amigos alzarse de la muerte y avanzar hacia ti.

Pero ellos ya se habian ido. Lo que se mostraba ante ellos eran las carcasas, libres de sus almas, manipuladas por las invisibles cuerdas de un titiritero infernal.

Los labios de Helene se entreabrieron y murmuraron aquello que bien podía alejarlos de allí o hacerlos reposar definitivamente.

Ivalic no podía creerse lo que estaba pasando y como su madre y el resto de vecinos se volvían a levantar como muertos vivientes. El miedo lo paralizó pero se obligó a seguir adelante con su ataque para intentar detener a ese malvado.

Legado a ese punto, Varikov frunció el ceño e ignoró a los muertos que se iban levantando. Su propósito era llegar hasta el niño-muñeco más feo que había visto nunca, daba igual si en realidad era el primero que veía. ¿Darle a algún muerto viviente? Mejor no, luego lo iban a mirar mal por descuartizar a los conocidos... en fin, había que ir a por una de las caricaturas de los osos. Era evidente que quien hizo esas cosas no había visto nunca uno de verdad, por no hablar de toparse con ellos en medio del bosque.

Parriwimple carga. El rostro, acusador, de su tío le chilla que es tonto, que es inútil, que no estaba allí para salvarle.

No hay forma de escapar de la veracidad terrible de esas palabras y Parriwimple carga contra el pequeñajo y malvado Maligno, y si no llega, contra el juguete más cercano, evitando golpeara sus reanimados conocidos.

Ante la expulsión de Helene, los cadáveres siguen danzando como si nada.

No son muertos vivientes... Maligno está moviendo cuerpos inanimad...

Maligno amordaza a Giussepe para que no siga hablando. Los títeres humanos avanzan para tapar la entrada, pero Varikov logra atravesar la fila, pero sus patas son demasiado cortas. Antes de que pueda atacar, los peluches se avalanzan sobre las niñas y forman un superpeluche gigante.

Cuando Ivalic y Parriwimple también intentan superar a los títeres, estos tratan de golpearlos. La fortuna quiso que la prima de Bobby saliese disparada contra la pared de tablones, abriendo una fisura en la linea de cadáveres.

-  Varikov, por el pequeñajo malo. Liddo, nosotros somos menos malos. Ayúdanos.- grita Parriwimple mientras avanza hasta donde se encuentra Maligno, y le ataca. No intenta atacar a Liddo, ni tampoco al peluche. Solamente, con lágrimas en los ojos, intenta cargarse al Maligno

Intentando sortear los muertos controlados como títeres trato de alcanzar al osito de peluche gigante.

Las palabras de Giuseppe provocaron un suspiro de alivio en Helene. Una mirada rápida a su hijo y unas palabras en modo de orden fueron su reacción inmediata.

-Vjelkus, arróllalos como una bola gigante de nieve -dijo indicando con un gesto a los cuatro supuestos cadáveres-. Derríbalos y ábreme espacio para disparar-. ¡LIDDO, NO TODO SON GRISEEEEES! ¡AL SUELOOOO! -gritó antes de llevarse la ballesta al hombro y disparar a Maligno:

Varikov tenía ganas de ir hasta Maligno y darle por lo menos un par de collejas hasta arrancarle la cabeza. Por desgracia una extraña mezcla de ositos y niñas le tapó la trayectoria. Puede que no era buena idea golpear al peluche gigante, pero no era momento de ahorrar ostias. Levantó el hacha y ¡ZAS!

Por un momento sus ojos se cruzaron con los de Lido. Si el mediano solo obedecía al muñeco para salvar su vida, ahora era el momento adecuado para cambiar de bando. El próximo hachazo podría ir a parar entre sus ojos.

Al pasar junto al peluche gigante, el osito golpeó a Parriwimple y lo dejó tambaleante. El virote desviado de Helene fue la puntilla, y al clavarse en la pierna del gigantón amable, Parriwimple cayó al suelo inconsciente, a los pies de Maligno. Ivalic pudo aprovechar para rodear por el otro lado y llegar hasta Maligno, pero Liddo se le echó encima y se puso a forcejear para quitarle la espada al niño.

Vaya que si hay grises... y bandos correctos e incorrectos. Y yo estoy del bando correcto: con los fuertes. ¡Niño ladrón! ¡Devuélveme mi espada! ¡Y todas mis cosas!

Los monigotes de cadáveres, viendo que ya no podían taponar una de las salidas, se movieron a la parte trasera. Dos de estos títeres golpeaban sin fuerzas la armadura de Herr Urik en su lento avance. De pronto, el paladín notó la voz de Maligno directamente en el interior de su caballeresca cabeza.

Humano eztúpido, ezcucha miz palabraz... eztáz bajo mi control...

Pero lo más desconcertante ocurrió en el centro del descampado, cuando Varikov hundió su hacha con fuerza en el cuerpo del osito gigante hecho de ositos pequeños: un hilo de sangre goteó desde el interior por la hoja del arma. Sin querer, o quizás sí quería, Varikov alcanzó a una de las dos niñas que estaban asfixiándose entre los algodones de los peluches. El Gran Teddy contraatacó con un manotazo de su mano de trapo, que golpeaba como si tuviese piedras dentro.

- "¡Por los Poderes Benignos, sal de mi cabeza, puto engendro demoníaco!" -

Me sacudo el intento de control mental del diabólico muñeco creado por Giussepe. Maniobro para esquivar el enorme osito relleno de niñas y cargo contra Liddo, el traidor.

- "Empieza a rezar muchacho, y más vale que reces de verdad." -

La pelea se volvió caótica en un momento. Parriwimple cayó a su lado derribado por un buen golpe del osito de peluche gigante, que no debía ser tan blando como parecía, y además tenía un virote clavado en la pierna. ¿Acaso la Señora Helene se había pasado de bando?
No había tiempo para pensar, la caída de su amigo le dejaba el camino libre hacia sus objetivos e Ivalic estaba lleno de rabia contra Liddo y Maligno, fue con el mediano, envalentonado por la situación, con el que se encontró.

-¿Quieres tu espada? -Gritó medio llorando.- ¡Pues toma!

Ivalic logró impactar al mediano con su propia espada y este se revolvió contra él y consiguió quitársela. Mientras tanto algo inquietante pasó a su derecha cuando Varikov clavó su hacha en el osito de peluche gigante y este comenzó a emanar sangre, sin duda había herido o muerto a una de las niñas que estaba en su interior.

-¡No Varikov! ¡Kattaaaaa!

La rabia del niño era cada vez mayor, acababa de perder a su madre y ahora su hermana podía estar muerta o herida, si no se había asfixiado en el interior del peluche.

Las cosas iban de mal en peor y la fatiga experimentada por Helene le pasaba factura. Su virote se había clavado en la pierna de Parriwimple que había caído como un fardo. Confusa, no sabía muy bien qué hacer. Ivalic peleaba contra Liddo, Urik parecía hacer frente a un intento de posesión, Parriwimple no contaba y Varikov parecía enzarzado en su melé con el oso gigante que cubría los cuerpos de los niños. ¿Qué hacer?

Resignada, avanzó unos pasos hasta tener en línea al enorme oso de peluche. Quizá si lo hiriera, serviría para distraerlo. Así que cargó la ballesta con otro virote alquímico y disparó.